domingo, 28 de junio de 2009

El poeta longevo

UNO

Y canto para adentro
porque no tengo afueras...
(Victoriano Cremer)


La muerte del inmenso Michael Jackson no deja espacio en las noticias de estos días para otra cosa que no sea el morbo y la nostalgia.
El fallecimiento de Victoriano Cremer, el poeta más longevo de este país, ha pasado desapercibido, seguro que sí, seguro que a casi nadie le suena el nombre de este señor aunque sea de leerlo en las antologías.
Me lo dijo un amigo el Sábado por la mañana y asentí satisfecho, no por su muerte, si no por su vida larga y fecunda.
Permitidme que no admire a gente como Michael Jackson, como Kurt Korbain, como Janis Joplin o como Jimmy Hendrix. Claro que admiro sus obras, ahora mismo estoy escuchando el hey joe de Hendrix y estoy sintiendo como el alma se descubre ante el cosquilleo provocado por la sonrisa eléctrica de su guitarra. O… ¿puede superar un poema perfecto el arrebato desgarrado de la voz de la Joplin en piece of my Herat?

Take it! Take another little piece of my heart now, baby!



No, no admiro sus vidas, más que nada porque no fueron felices, el mismo Michael no lo fue nunca, quizá solamente cuando creaba se sentía lo que en realidad era, luego, después, descansando en sus palacios, se sentía mierda y fracaso.
Yo admiro a la gente como Cremer, tipos humanos que se permiten vivir lentamente, morirse viejos, y dejar al mundo un cadáver arrugado.

Y no me reconozco,
y me doy tanta pena
que enmudezco y me duele
la raíz de la lengua

Por eso cuento y canto
para adentro las penas:
Porque me sueno a hombre
y me duelo de veras...
Victoriano Cremer



DOS


Alberti es otro longevo, y una de mis preferencias a la hora de la relectura de buenos versos.
Lo que no recordaba yo era aquel autógrafo. Sucedió a la tarde, cuando, después de abrir una parte del armario que suelo tener cerrada porque la puerta no corre bien, para coger algo de ropa fina para una boda que tengo, vi en la parte de arriba un voluminoso tomo. A veces me pasa que dejo los libros por cualquier parte y luego me los encuentro por casualidad, como a viejos amigos.
El Parnaso de la editorial Sopena, edición del año 1972, un buen libro que me ayudó mucho a hacer trabajos en el bachillerato. Centenares de obras analizadas. Me decepciona un poco porque, ahora que vuelvo a hojearlo, no encuentro nombres que para esa fecha ya debían ser importantes, nombres como el de Umbral, el de la Gaite, el de Cirlot. Sin embargo echo suspiros de antojo y melancolía cuando leo nombres como el de Max Aub, con todas las novelas de su Laberinto Mágico analizadas, ¡jo, yo quiero leerlo!
Mi padre trabajó unos años para esta editorial, y en Mayo se ocupaba de la caseta de la feria del libro en el Retiro. Como mi hermana estudiaba por entonces Filología Hispánica, mi padre, que siempre tuvo mucho desparpajo, como buen géminis, iba a todo escritor conocido para que le firmara El Parnaso para mi hermana. Se lo firmó Rosa León, y se lo firmó Antonio Gala –el preferido de mi hermana-, aunque recuerdo que le dijo a mi padre: Oiga, que yo no salgo aquí.
Y se lo firmó, y esto sí que emocionó a mi hermana cuando mi padre llegó a casa, Rafael Alberti. Y no era una firma común, no, si no una firma albertiana, con su dibujito y todo, que yo no recordaba y que ayer volví a admirar y mirar y remirar. Así que le pedí a un amigo que le sacara una foto y aquí lo tenéis, una pagina del Parnaso que si quieres te vendo por no menos de un millón. Y eso si me da la gana:




TRES

Viejo y pellejo lo fue también Juan Ramón Jiménez, que tiene en mi opinión la poesía más longeva y fecunda de todos los tiempos. Se ha encontrado recientemente el poema 60 de su Dios Deseado y Deseante. Hoy te lo ofrezco en primicia, inédito, cual ABC dominguero y estival:







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