sábado, 28 de noviembre de 2009

¡Oh, hazme una máscara!, de Dylan Thomas


Oh, make me a mask

O make me a mask and a wall to shut from your spies
Of the sharp, enamelled eyes and the spectacled claws
Rape and rebellion in the nurseries of my face,
Gag of dumbstruck tree to block from bare enemies
The bayonet tongue in this undefended prayerpiece,
The present mouth, and the sweetly blown trumpet of lies,
Shaped in old armour and oak the countenance of a dunce
To shield the glistening brain and blunt the examiners,
And a tear-stained widower grief drooped from the lashes
To veil belladonna and let the dry eyes perceive
Others betray the lamenting lies of their losses
By the curve of the nude mouth or the laugh up the sleeve.

(Dylan Thomas)



Oh, hazme una máscara

Oh hazme una máscara y un muro que me oculte de tus espías
de esos agudos ojos esmaltados y de las garras ostentosas
de la rebeldía y la violación en los viveros de mi rostro,
una mordaza de árbol, en silencio golpeado para cubrirme de los desnudos enemigos
hazme una lengua de bayoneta en esta oración indefensa,
vuelve mi boca flagrante y que sea una trompeta de mentiras soplada dulcemente,
dame las facciones de un tonto moldeado en vieja armadura y roble
para escudar el cerebro brillante y confundir a los indagadores,
y un dolor viudo manchado de lágrimas caído de las pestañas
para velar la belladona y hacer que adviertan los ojos secos
que otros traicionan las quejumbrosas mentiras de sus pérdidas
con los pliegues de la boca desnuda y la risa solapada.

(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell)

martes, 24 de noviembre de 2009

Deseo de ser punk, de Belén Gopegui



En vez de estudiar, me he puesto a escribirte. No eres un puto personaje inventado ni eres mi puto amor platónico. Te he encontrado y tú sí tienes música.

Así finaliza el primer capítulo de esta novela íntegra y honesta, que trata de la búsqueda de la autenticidad y la actitud, temas que ya sabes tú que me son no sólo interesantes, sino imprescindibles.
Y la música no es un puto pretexto, pues para Martina, muchacha de dieciséis años, la música es esa actitud auténtica que se busca. Desde las primeras páginas me he sentido identificado con la voz de Martina, admirando, eso sí, ciertos poéticos aciertos del estilo de Belén Gopeui.

... imagina que se te rompe algo, el vaso, por ejemplo, ese que tiras sin querer, y la gente se limita a traer una bayeta para el agua y una escoba para los cristales. Pero imagina que tú no quieres la bayeta. Querías ese vaso. Te importaba ese vaso. No entiendes que esté roto. Y entonces te pones a recoger los cristales uno a uno. Y tratas de pegarlos. Aunque, claro, intentas hacer eso, se te ha olvidado secar el agua con la bayeta. Y también se te ha olvidado la hora que es. Y, encima, hay veces que las cosas se rompen en siete trozos y vale, las puedes pegar. Pero a veces se rompen en cien o más.

Monólogo interior de una adolescente, purificado por el filtro literario de esta escritora de extraño atractivo y fiero pensamiento, quien haya leído algo suyo o alguna entrevista conocerá su actitud moral ante este sociedad herida, repleta de vasos rotos que se van quedando por el camino.


Es un libro cargado de sentencias, como un revólver no mortífero de balas, si no agresivo de salsa picante, quien haya leído el libro sabrá de qué hablo.
Así encabeza la Gopegui esta novela, con los versos del loco mayor del reino:

Sitting Bull (Toro Sentado) ha muerto: no hay tambores que anuncien su llegada a las Grandes Praderas. Deseo de ser Piel Roja.
Leopoldo María Panero.

Cita que como puedes ver, da pie al título de la obra.
Ha tenido excelentes críticas, pero yo no se la aconsejaría a todo el mundo. A no ser que se acojan a la técnica en la lectura del distanciamiento, tan errónea. Tú puedes leer con distanciamiento una novela de terror del virtuoso Stephen King, o El Señor de los Anillos. Un mundo aparte como vía de escape por unas horas. Pero este libro es real, Martina lo dice en cualquier página en su búsqueda de la autenticidad, que no quiere elfos ni duendes, busca personas. Si te implicas como lector activo, identificándote, no te gustará, a no ser que sientas como el personaje, y yo he tenido la suerte de encontrar en Martina a alguien muy parecido a mí, en constante reflexión y baremo.
En su manera de entender la música por ejemplo, yo encontré mi música hace ya años, y quizá no sea la de Martina, pero ella en su búsqueda aspira a ese código que yo he encontrado, y aunque a veces llegue a él y lo encuentre roto, día a día intento reconstruírlo, porque quizá sea lo único que me mantiene en pié, o lo único que comprendo o simplemente intuyo como certeza.
No tiene más de doscientas páginas, pero vale una larguísima reflexión, esta novela.
Si la lees, y si puedes, escucha para profundizar en el alma de Martina toda la música sobre la que medita y que escucha, en pasajes memorables, como cuando con su amiga Vera cantan este tema de los Foo Fighters en el Jardín Botánico.




O Martina escuchando en la biblioteca pública el Total eclipse of the heart de Bonnie Tyler que encabeza este post.
O en el mismo lugar peru otro día, la oración de Johnny Cash.



Muchas de las canciones que se mencionan son canciones que oían sus padres, Lucas, todos los adultos, canciones que a ella le parecen algo blandas, pero que sí le parece que tienen un código. Como esta de los Crosby, Still and Nash:



Luego están las que ella y sus amigos escuchan, Fe de Ratas:


Reincidentes:


AC/DC:


Guns and Roses:


Pero es esta canción de Iggy Pop la estancia donde Martina se encuentra y donde quiere estar, el grito, que no el lamento, que quiere lanzar al mundo. Hay dos versiones, una corta y triste, y otra larga, “emoción en estado puro”, que es la que da sentido a la locura genial de esta Martina:




gimme danger, little stranger
and I'll give you a piece
gimme danger, little stranger
and I'll feel your disease

there's nothing in my dreams
Just some ugly memories
kiss me like the ocean breeze

(hey!)

Now if you will be my lover
i will shiver insane
but if you can be my master
i will do anything

there's nothing left to life
but a pair glassy eyes
raze my feelings one more time

(yeah!)

find a little strip and find a little stranger
yeah you're gonna feel my hand

said:
I got a little angel, want a little danger
honey you're gonna feel my hand
swear you're gonna feel my hand
swear you're gonna feel my hand

gimme danger
little stranger
gimme danger
little stranger
gimme danger
little stranger

gimme danger
little stranger

gimme danger
little stranger

can you feel me?
you gotta feel me!
you gotta feel this

little stranger...


Belén Copegui y "Deseo de ser punk". (Un idioma sin fronteras)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Manicomio musical. Pop para el siglo XXI

Bienvenidos al siglo XXI
Están cerradas por stock
las puertas.
Yo mismo

Comenzaré este post como comienza sus monólogos ese gran humorista llamado César Vidal, que junto a Jiménez Losantos forma parte de una nueva generación de cómicos adeptos al esperpento y el absurdo más hilarantes.
Corría el año milnovecientosnoveintaitrés cuando este muchacho llamado David asistía por las tardes a las clases de Hostelería -rama de Cocina- de la Casa de Campo, dedicando las mañanas a leer libros de métrica y a practicar todas las composiciones poéticas propuestas por don Fernando Lázaro Carreter en aquel libro... Cómo se comenta un texto literario, o quízá otro, qué sé yo, qué sabe nadie.
No se me escapaba nada: sonetos, redondillas, coplas, liras, tetrástrofos monorrimos, serventesios y villancicos.
No recuerdo ahora mismo la composición del villancico, pero sí recuerdo los primeros versos que elaboré como ejercicio: Bienvenidos al siglo XXI/ están cerradas por stock/ las puertas... y ahí se quedó la profecía. Seguro que se hallará el poemilla al completo en cualquier hoja de cuaderno en cualquier carpeta entre poemas fotocopiados de Blas de Otero y Neruda, dibujos obscenos, letras de canciones de los Héroes del Silencio y de Antonio Vega, chicas de la revista Interviú y cánticos rojiblancos.
Pues bien, he ahí, en mí, un ejemplo de esquizofrenia posmoderna profética y precursora de lo que hay hoy, aquí, ya entraditos en el siglo XXI.
Por entonces mis amigos y yo escuchábamos eso: Antonio Vega, El último de la fia, Héroes del silencio, Celtas Cortos, Loquillo... mientras que las revistas de música señalaban a otros grupos como exponentes de la música generacional.
Tanto la crítica como el consumidor mayoritario han hablado distintos idiomas siempre, pero ahora mismo dudo que sea, en música, por una cuestión de elitismo, sino que es una cuestión de edades. Y es que los críticos musicales siempre tendrán más años y gustos distantes a los de los adolescentes y veinteañeros.
Leo en las revistas Rockdelux y Mondosonoro a quienes consideran hoy como los mejores de esta década que finaliza, que supongo será precursora en tantas cosas. Todos los nombres me suenan, y soy oyente de algunos de ellos, todos me gustan.
Hoy, digo, la crítica y yo estamos de acuerdo, por lo menos en ésto. Mira, oye y disfruta conmigo.
Hay demasiadas músicas, demasiados libros, demasiada baratija y demasiado de todo. Reina un caótico berenjenal por doquier. Están cerradas por stock las puertas del entendimiento. Lo diré siempre: es necesaria la crítica como son necesarias las señales, las guías, sobre todo en estos días de efímeras imposturas y postines.











martes, 3 de noviembre de 2009

Réquiem por tres grandes hombres longevos



Francisco Ayala, (Granada, 16 de Marzo de 1906- Madrid, 3 de Noviembre de 2009)



Perduración del libro y la lectura.

Pinchad en la imagen para leer el artículo:




Jose Luis López Vázquez (Madrid, 11 de Marzo de 1922- Madrid, 2 de Noviembre de 2009)






Claude Lévi-Strauss (Bruselas, 28 de Noviembre de 1908- París, 31 de Octubre de 2009)



Raza e historia (fragmento)
" Hablar de la contribución de las razas humanas a la civilización mundial podría causar sorpresa en una serie de capítulos destinados a luchar contra el prejuicio racista. Sería vano haber consagrado tanto talento y tantos esfuerzos en demostrar que nada, en el estado actual de la ciencia, permite afirmar la superioridad o inferioridad intelectual de una raza con respecto a otra, si solamente fuera para devolver subrepticiamente consistencia a la noción de raza, queriendo demostrar así que los grandes grupos étnicos que componen la humanidad han aportado, en tanto que tales, contribuciones específicas al patrimonio común. Pero nada más lejos de nuestro propósito que una empresa tal, que únicamente llevaría a formular la doctrina racista a la inversa. Cuando se intenta caracterizar las razas biológicas por propiedades psicológicas particulares, uno se aleja tanto de la verdad científica definiéndolas de manera positiva como negativa. No hay que olvidar que Gobineau, a quien la historia ha hecho el padre de las teorías racistas, no concebía sin embargo, la «desigualdad de las razas humanas» de manera cuantitativa, sino cualitativa: para él las grandes razas primitivas que formaban la humanidad en sus comienzos —blanca, amarilla y negra— no eran tan desiguales en valor absoluto como diversas en sus aptitudes particulares. La tara de la degeneración se vinculaba para él al fenómeno del mestizaje, antes que a la posición de cada raza en una escala de valores común a todas ellas. Esta tara estaba destinada pues a castigar a la humanidad entera, condenada sin distinción de raza, a un mestizaje cada vez más estimulado. Pero el pecado original de la antropología consiste en la confusión entre la noción puramente biológica de raza (suponiendo además, que incluso en este terreno limitado, esta noción pueda aspirar a la objetividad, lo que la genética moderna pone en duda) y las producciones sociológicas y psicológicas de las culturas humanas. Ha bastado a Gobineau haberlo cometido, para encontrarse encerrado en el círculo infernal que conduce de un error intelectual, sin excluir la buena fe, a la legitimación involuntaria de todas las tentativas de discriminación y de explotación. "

domingo, 1 de noviembre de 2009

Los Hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson

... y puso la cafetera.



Ay Mama Inés
Ay Mama Inés
Todos los suecos
tomamos café


Cambien la palabra negros por la palabra suecos, y servirá de banda sonora original para la primera parte de la primera parte de la saga Millennium, también conocida por la trilogía de culto -no sé por qué- y por trilogía Salander.
Una de las cosas que más me ha gustado de la novela es que sus personajes están todo el día tomando café, normalmente solo, sin leche y sin azúcar, y a menudo, aunque menos, café latte, es decir, con leche, sin azúcar.
Un sueco visita a otro sueco y antes de saludarse ya están poniendo la cafetera y colocando las tazas. Si un sueco se despierta a media noche y no logra conciliar el sueño, se pone la cafetera y se bebe un café mientras reflexiona alguna trama económica, periodística, judicial o criminal. Un sueco, solo en casa, al levantarse, a media mañana, a media tarde, y después de la cena, pone la cafetera y se toma un café.
Además comen rebanadas de pan con queso, mucho pescado ahumado, albóndigas, guisos de carne de alce y de otros pintorescos cérvidos nórdicos.
Y beben un orujo de allí, cuyo nombre ahora no recuerdo, no me acuerdo ni de los nombres de los personajes ni de los nombres de las ciudades de la novela.
En Suecia, en verano hace calor y en invierno mucho frío, la diferencia con España es que allí en Invierno hace un frío de unos 30 grados bajo cero. Imagínate que un español sale de casa con esa temperatura. Un sueco, con esa costumbre del frío, hace vida normal, entre estanterías de Ikea y cafeteras y albóndigas de Bambi y que seguramente aderecerá con salsas de arándanos u otras frutas del bosque. Un español quedará momificado nada más poner un pie en la calle, ostia, Manolo, mira cómo patino...
Está de moda Estocolmo, y en la tele echan programas tipo españoles por el mundo en los que salen paisanos que viven por allá arriba -según los mapas-. Yo no me pierdo ni uno, uno aprende mucho con los programas de la tele, como qué quiere decir la expresión hacerse el sueco. Y es que resulta que a los suecos no les gusta entrar en conflictos, si alguien tiene ganas de entrar en polémica, el sueco hará un gesto gentil y escurrirá el bulto. Yo soy muy gentil y muy sueco, llegado el caso.
Uno de los mayores aciertos, según Vargas-Llosa y yo mismo, es el personaje femenino de la outsider Salander. Es el gran acierto de esta novela.
Hay una trama judicial, una trama económica, una trama periodística, y una trama criminal, que es la principal. A diferencia de tanto best-seller -cuidado, que esta novela reúne todos los tópicos de lo que se entiende por best-seller-, hay un toque original, y es que la trama principal, la solución del enigma, se resuelva cien páginas antes de finalizar la obra.
Uno vuela por las páginas leyendo a velocidad vertiginosa, hasta llegar a la quinientos ochenta o así, entonces para, sosegadamente, se pone la cafetera, y lee la solución de otras tramas menores, entrelazadas todas entre sí.
También hay sexo y violencia, cómo no, y después de cada polvo y de cada agresión se toman un café.
Yo lo que busco en este tipo de obras es algo que encontraba de niño en las novelas de Enid Blyton, enumeración más o menos narrada de rutinas y manías. Yo leía las novelas de Los Cinco, más que por la trama de misterio, por ver lo que comían, y es que esos muchachos estaban todo el día devorando sándwiches, salchichas, pasteles, huevos con tocino; todo regado con té y cerveza de jengibre.
Los personajes dramáticos de Wilde toman mucho té y sándwiches de pepino.
Pepe Carvalho, el detective más grande, se pasa el día comiendo mucho y bueno, que es lo que hay que hacer, según piensa éste, cuando uno come solo, para olvidar que está solo. En las novelas de Vázquez Montalbán siempre hay una trama gastronómica donde siempre gana el buen comer, allí los malos siempre comen mal y poco.
Las novelas más geniales, como El Quijote de Cervantes y el Gargantúa de Rebelais, enumeran manjares con evocadoras descripciones. Memorables las bodas de Camacho …
Claro es que también busco el suspense, que el escritor de turno me meta en su intriga. Pero esto es lo de menos, tampoco soy un buen lector de novelas de intriga, en cuanto los personajes se dedican a la resolución del caso, sin comer, ni amar, ni reflexionar sobre cualquier cosa ajena a la trama, pues me suelo aburrir mazo.
Un par de horas después de dar por finalizada la novela me he puesto la peli en el dvd. Ni punto de comparación. Si después de leerte un tochazo de 700 páginas te ves su representación en un par de horas, es como si visualizaras un resumen bastante raquítico, mutilado. Así que de la peli mejor que no opino -eso sí, la reconstrucción de los hechos a través de los negativos de las fotografías escaneadas logran adaptar para la pantalla todo ese misterio de la novela-. Si hubiera dejado pasar un par de meses, seguro que algo habría sacado en claro.