miércoles, 30 de junio de 2010

Los reencuentros felices (II). Pepe Carvalho.



-¿Qué sabes tú de Buenos Aires?
Ni pesimista ni optimista, la voz de Carvalho le contesta:
-Tango, desaparecidos, Maradona.




Corrientes 348

Lo primero que hace Carvalho al llegar a Buenos Aires es pedirle al taxista que le lleve a esa dirección, para conocer en vivo la casa en que sucede el tango A media luz.
Aunque la estrella principal del tango en esta novela es Adriana Varela, que pasa a ser personaje de ficción para ilustrar cada parte de la narración con su voz.



El hijo natural de Jorge Luís Borges

Cada parte de la narración tiene su trama, que viene a entrelazarse con la intriga principal, razón por la que Carvalho es enviado a la Argentina.
Ha de encontrar a un primo suyo que ha sido traicionado, al que le arrebataron a su hija y a su mujer. La primera desaparecida, la segunda presuntamente muerta.
Está por ejemplo la historia de Arielito Borges, un imaginativo estafador que se hace pasar por el hijo natural de quien sea, apoyado siempre por su extravagante mamá, que se hace pasar por amante de la celebridad que toque.

Feliz reencuentro

En los tiempos de universidad Carvalho inauguraba mis vacaciones. Era el premio que me daba al finalizar el último examen. Esa misma tarde comenzaba una nueva novela del huelebraguetas más famoso de Barcelona.
Sólo pensar en eso me estimulaba, hay libros que son un seguro de disfrute, nunca defraudan.
En estas colecciones uno se encuentra con las mismas rutinas, manías, tópicos, lugares... no hay demasiadas sorpresas. Por eso yo prefiero retardar lo máximo posible estas lecturas.
Aunque esta vez había pasado demasiado tiempo, más de cuatro años. Añoraba al detective callejeando y metiéndose en problemas, probando nuevos y viejos platos, sus cínicas conversaciones.
Esta vez le he encontrado algo cambiado, más dicharachero, más entrañable, desde Buenos Aires echaba de menos a Biscuter -su particular Watson y cocinero de cabecera- y parecía buscar una reconciliación con Charo, la prostituta, su amante.
En las primeras páginas yo ya me sonreía, con sus expresiones de todos los libros.
En un restaurante mira la carta y pide de todo lo que puede dar una vaca argentina, le dice el camarero:
-¿Está seguro?
-En los restaurantes yo siempre estoy seguro.

Gastronomía

Me gustan las novelas de Manuel Vázquez Montalbán porque sus personajes comen, y se describe con prolijidad de detalles la minuta.
De niño leía a Enid Blyton y a Richmal Crompton porque sus personajes se pasaban el día comiendo, más que por las intrigas y las travesuras, que también.
Por eso también me gusta el comisario Maigret, de Simenon, y lo único que recuerdo de la novelita Maigret a Pensión es que pasea hasta un mesón para cenarse un plato de caracoles.
Carvalho dudando entre comprarse un periódico o una barrita de pan con mitad de cuarto de aceitunas. Elige lo segundo. Mi madre suele contar que cuando era niña mi abuela le daba dinero para que se comprara pan y aceitunas, y ella tan feliz.
Carvalho resolviendo un caso en Amsterdam, en la novela Tatuaje, bebiendo cerveza y comiendo pescados ahumados y arenques en los puestos del puerto.
Carvalho pasándolo mal en la novela El balneario, donde se ha de someter a una sádica dieta de purés y zumos por oficio, más que por gusto.
Yo tendría que hacer un homenaje, se lo dije a un amigo cuando murió Vázquez Montalbán:
-Habría que continuar escribiendo novelas de Carvalho.
-Conformémonos con leerlas.
Habría que juntar a Carvalho y a Ripley, el también sibarita personaje de la Highsmith. El detective sería contratado para resolver un caso de falsificación de cuadros del cínico criminal. Los dos terminarían, en vez de enfrentados con puños y pistolas, zampándose la pitanza mayor de la literatura desde los tiempos del Gargtantúa y de las cervantinas bodas de Camacho.
Otro personaje gastrónomo y fascinante es Hannibal Lecter, pero este no sería invitado al banquete, ya que se comería las mollejas del Ripley y las criadillas del Carvalho. Demasiado gore.

Divertimento

Estas novelas son, ante todo, divertidas, además de apetecibles. Y suculentas, claro.
Maneja bien la técnica de la intriga, Vázquez Montalbán, sabe crear tensión y suspense, uno es capaz de leerse cien páginas seguidas y no decae un momento.
Además, te ríes, con las salidas de cinismo o ironía del huelebraguetas.
Recuerdo Asesinato en el comité central, donde hace política ficción asesinando al líder del partido comunista. Por entonces estaba como ministro de cultura Ricardo de la Cierva, famoso por sus paranoias tardofranquistas con los masones. Aún hoy la paranoia sigue, los masones son el demonio, cuando no saben -y eso que han leído tantísimo- que el demonio, al igual que el ángel, lo llevamos cada uno de nosotros dentro. Pues menuda la guasa que se trae el detective Carvalho con el señor De la Cierva.

Esquizofrenia política.

Muchos sabrán de que pie cojeaba Vázquez Montalbán, fue convertido a personaje de ficción junto con Saramago y Sabina y otros por Vidal-Folch en Turistas del Ideal -hace dos añitos la estaba leyendo yo-.
Pero a mí las ideas políticas de los literatos me importan lo que un asado a un inapetente. Nada. O algo así como repelús.
Me gusta que en sus libros hablen de política, creen tramas políticas, hagan apologías y polemicen. Todo esto está bien como literatura. A mí muy poco me convencen. Casi lo hace don Mario Vargas Llosa en Los cuadernos de Don Rigoberto - ¡oh, qué maravillosa apología del liberalismo! -. Casi me hago de derechas. Casi.
Actualmente no ejerzo, ni cojeo de la pierna izquierda ni de la derecha, hoy con la huelga del metro en Madrid, sin servicios mínimos, me he sentido Aguirre -Esperanza- o la cólera de Dior. Con la rebaja en el sueldo, ¡oh, nómina frugal!, revolucionario y procastrista.
Esquzofrenia política, así cómo uno va a hacer algo a derechas -o a izquierdas- en la vida.
Sólo me interesa la pierna central -con la que escribo: escritura genital- y la pierna de cordero, bien asada y salpimentada, sazonada con aromáticas hierbas. Chorrito de vino blanco, del bueno, que no se nos queje Carvalho. Y si es con patatitas a la panadera, mejor.

domingo, 27 de junio de 2010

Los reencuentros felices. La filmoteca.



Puesto que ni en youtube ni en google -donde todo lo que ha sido, es, y será está al alcance de la mano- encuentro el trailer de la película Mami Blue, os endiño el vídeo de los Pop Tops, que poco tiene que ver pero el título coincide, salvo la i latina. Y eso que fue vista en Cannes.
Feliz reencuentro con el cine Doré, donde hacía más de un año que no acudía, por pereza más que inapetencia. Había la semana pasada una muestra de cine navarro y se lo hice saber a mi recién adoptada hermana, que es de Pamplona.
Yo voy adoptando hermanas, poses, posturas, formas e ilusionadas apetencias. Me transformo como el camaleón adoptando el color de los contextos. Rujo como el león al pasar junto a Las Cortes, saludo a Daoíz y Velarde, felinos garantes de la seguridad del diputado. Soy la puta en el burdel y manzana en el manzano. Uva en la parra y en la vid soy el sarmiento.
-Al grano.
En el granero soy grano, y en la núbil mejilla de una adolescente.
En la filmoteca sucede que uno va creyéndose especial, pero abunda la feligresía en la religión del cine. Aunque sea el vino más extraño y desconocido, no faltan cálices.
El cielo azul de la filmoteca nos ampara con su oleaje de otros tiempos. Quien va de nuevas siempre se sorprende gratamente.
A la presentación asisten el delegado del gobierno de Navarra en Madid, el director de la peli en cuestión Miguel Ángel Calvo Buttini y el crítico de cine Javier Tolentino.

-¿Por qué eres tan raro? -Le pregunta Tolentino a Buttini.
-No sé, quizá porque soy géminis.
La película es una comedia -faltan comedias en este país- aplaude Tolentino al finalizar la película. Y es una road movie.
A mí me gustó más que Room in Roma y Dorian Gray juntas.
Los personajes son caricaturescos, como de tebeo, el ritmo es agilísimo, las situaciones hilarantes.
Como actores conocidos tiene a Fele Martínez como estresado ejecutivo y Chus Lampreave en su reconocido papel de cotilla sorda.
No tiene desperdicio para pasar un buen rato, es una película que tiene como pretensión principal hacer reír con gags brillantes. Lo consigue, así que el aplauso es general, y caluroso.
Es noche de San Juan, de vuelta a casa. Uno pide sus tres deseos y luego sueña que huye hacia sí mismo, que es uno de los reencuentros más felices que caben, el encuentro con lo que uno es, ese hermano olvidado, inadoptado, perdido en un deseo lejano de la infancia.

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

El viajero. Antonio Machado


Siguiente post: Los reencuetros felices. Carvalho.

martes, 22 de junio de 2010

El bostezo y el espanto



Con la película de Medem, Habitación en Roma, me pasó lo que le pasó a Serrat con la destinataria de la canción, que me gustó todo de ella, pero la película no me gustó.
Fui a verla la semana anterior a los Renoir de Princesa, primera sesión del lunes, cayendo progresivamente en un sopor insoportable que se iba convirtiendo en impaciencia.
Con lo que me gusta el cine de Julio Medem, con lo que me gustan las dos actrices...
El flechazo me llegó con Tierra, de un extraño lirismo que nunca ví en cine hasta entonces. Había algo, ciertos detalles, algunas chifladuras que tocaban en el centro del espectador, como en aquella escena en que Carmelo Gómez se desdoblaba para darse ánimos a sí mismo. Luego llegaron Los Amantes del Círculo Polar, con sus maneras de cuento para adultos. Me tenía encandilado.
No me defraudó en las siguientes historias, ni siquiera en Caótica Ana, que tan poco gustó a la crítica.



Aquí en esta están todos los ingredientes: el cuento, el poema, los personajes singulares, la desnudez de los cuerpos, el buen gusto en cada plano, la portentosa imaginación y el gusto por lo mágico.
Quizá es que es un espacio interior, y que este señor se mueve mejor en espacios abiertos. Pero es que lo mejor de la película está en ese decorado interior que es un museo o una deliciosa capilla. Bueno, en eso y en la banda sonora de Jocelyn Pook y en la canción de Russian Red.
Sólo algunos detalles me hacían sonreír -curiosamente, lo que los críticos señalan como más bochornoso-, como es el camarero hortera cantando a las mozas en la terraza donde toman el desayuno. O Elena Anaya herida en su hermoso pecho, desangrada por la flecha que Cupido le ha mandado desde el techo.
Sin embargo, esperaré leal la próxima historia de Julio Medem, que dicen que es cine histórico.



Ayer estuve viendo, en el mismo cine, El retrato de Dorian Gray, mala versión de uno de las mejores novelas que se hayan escrito nunca.
Vamos a ver... la peli no está mal como cine de sustitos, pero es que Oscar Wilde no escribió para provocar espanto, si no para demostrar al mundo que la literatura puede ser un fruto amargo a la vez que exquisito.
Oscar Wlide es uno de los más grandes autores, todo en él es grandioso, bello, profundo o irónico -según toque- con una rara habilidad para encantar al lector con sencillez, nunca con historias y métodos complejos.
Arte y Vida fundidos, él dijo aquello de que había puesto tan sólo talento en su obra, que todo el arte estaba en su vida. Sólo hubo un ser que se le pudiera comparar décadas después, otro señor tocado por la gracia, de carismático talante y obra perfecta. Ese alma gemela fue Federico García Lorca.
Sin estos dos craadores la Literatura hoy sería otra cosa, mediríamos su calidad de otra manera, sin estos dos nombres en la memoria del Parnaso seríamos más pobres, y no nos daríamos cuenta.
No sé si antes o después de leer El retrato de Dorian Gray -lo leí con catorce o quince años-, pero oí en la radio a un señor que dijo:
La Literatura fue algo que inició un ciego -Homero-, culminó un manco -Cervantes- y un homosexual hizo excelsa -Wilde-.

Supongo que este señor no tenía la intención de ser homófobo, quería dar la gracia genial del día y la soltó. Más que nada, porque tanto un ciego como un manco sufren una carencia, un homosexual no es un tullido, a no ser que haya querido castrarse voluntariamente.
Ciego también lo fue Borges, que no era manco, y manco también lo fue Valle-Inclán, otro que supo ver bien. Volvamos a emparentar a Wilde con Lorca, ahora por su condición sexual, que provocó que sus leyendas fueran trágicas, por esa maldita manía que tiene el ser de matar lo de que en sí tiene de ángel.
Ahí va la sustancia de la historia de Dorian Gray, que va eliminando todo rastro de bondad en su espíritu sin dejar pistas, porque si dicen que el rostro es el espejo del alma, la cara de Dorian permanece inalterable, beatífica y hermosa, sin huella de maldad ni de pecado.
La trama me apasionó antes de leer el libro: un joven, al ver un retrato suyo, lanza un ojalá para que sea ese retrato el que envejezca y así poder seguir gozando de perpetua juventud. Luego leí el libro y lo declaré como mejor novela leída, y pasaron años antes de compartir su trono con otras.
Pero pasemos a comentar la película:



Suponemos que cuando alguien hace una película basándose en un texto que ha sido canonificado, condiderado como obra maestra por el paso del tiempo, lo hace con intención de homenajearlo, o de mostrar sus cualidades en pantalla para gozar en algo de esa estima. Sin embargo aquí Oliver Parker falla en su empeño, lo podría haber conseguido teniendo en cuenta las nuevas tecnologías de las que se sirve para recrear la época. Le sobra algún personaje que se ha sacado de la chistera y que no le hace bien a la narración, mas ciertos detalles que espantan al espectador y que le hacen reír, más que asustarse.
No he vuelto a leer el libro desde los quince años, pero que yo recuerde me impactó con una sencillez que podía entender un niño, he ahí su grandeza.
Sin embargo la película se sirve de típicos trucos del cine de terror, de sustos y feísmos dignos de Elm Street. ¿A qué viene, Mister Parker, el hecer que el retrato resople y ladre y haga muecas para rechifla del respetable? El horror del original queda aquí convertido en susto de palomitas y grititos, con risas de acompañamiento.
Sin embargo me lo pasé bien, mejor que en Habitación en Roma, aquí no estaba esperando que terminara ya el tormento, mi queja no está en la película, si no en la adaptación.
El actor que interpreta a Dorian Gray, Ben Barnes, se supone que ha de ser ingenuo, y lo es, aunque confunda candidez con poner caras de tonto.
El artista que plasma el alma de Dorian en pintura quizá es lo mejor de la película, una buena interpretación de Ben Chaplin.
Luego está Colin Firth como el artista que crea una nueva criatura malvada y sin entrañas: Dorian Gray. Es Henry Wotton, mentor del núbil Dorian, que le lleva por el mal camino con sus lecciones de predicador plasta, pese a su amoralidad.
Cuando a un amoral y a un moralista les da por predicar su filosofía se convierten en lo mismo: unos pelmas. En vivo son inaguantables, aunque a mí me gusta la gente así porque me pirra eso de llevar la contraria y ponerme a discutir sobre lo humano y lo divino. Como personajes de ficción son impagables, memorables, yo les aprecio por su facultad de cagar sentencias.
El cínico Wotton es doble cínico en cuanto no predica con el ejemplo, hace de Dorian una espantosa critura, pero él disfruta de su vida burguesa y victoriana.
En la película llega a cansar, ahí donde está Dorian está Henry echando miraditas, juzgando cada uno de sus movimientos, soltando su perla.
Es algo muy real, nunca entendí por qué los supuestos desnudos de normas son los que tratan más de hacer del vecino otra persona. Yo tenía un amigo que presumía de ser anarquista y no dejaba de juzgarnos a todos, hasta por la música que oíamos. Hace años que no le veo, una pena, me gustaba llevarle la contraria, departir con él, nos llevábamos bien. Aunque yo le decía: si tus aspiraciones se realizaran, estarías sólo en el mundo.
Cuando el lema supremo de la anarquía es el mandato de nadie, quizá ni siquiera de uno mismo, el vive y deja vivir, así de simple y claro. La anarquía, cuando se expresa en sentencia, ya se está normalizando yendo por el camino de la tiranía. Cuando se dice: un anarquista ha de escuchar a tal, ha de vestir así, a de leer esto, y nunca, nunca, escuchar lo otro, vestir de tal manera, leer a estos autores, entonces, ya no es anarquía, no es gobierno de nadie, es gobierno del curilla que te está soplando en la nuca, dando por culo, vamos.

viernes, 18 de junio de 2010

Saramago El Lúcido




Pues el tiempo no para

Pues el tiempo no para, nada importa
que los días vividos aproximen
el vaso de agua amarga colocado
donde la sed de vida se exaspera.

No contemos los días que pasaron:
fue hoy cuado nacimos. Solo ahora
la vida comenzó, y, lejos aún,
la muerte ha de cansarse en nuestra espera.

José Saramago






Si Saramago no hubiera sido humano habría sido un faro, como este que sale en el vídeo de Dulce Pontes.
Guía de navegantes en el inclemente, naturalmente injusto océano de vida, donde siempre es de noche, donde se ahogan los más débiles, siempre, donde naufragan hasta los más fuertes, desde siempre.
El medio más afortunado de escribir en él era la parábola, donde redujo el mundo a una historia, para explicarlo a sí mismo, al propio mundo.
Queda Ensayo sobre la ceguera como una de esas parábolas, acertada, inteligente, definitiva.
Su aportación al mundo del pensamiento fue discutido. Pero Ortega también era un elitista y también Heidegger era un nazi. Faro de color rojo, ¿y qué? De qué manera iluminó las noches, el océano, y supo ver, dilucidar, esclarecer.
Con este hombre sí que podemos decir: su pérdida es insustituíble.
El lugar de ese faro, caído por el tiempo y el desgaste, quedará eso sí con su alma iluminando desde los libros y otros documentos.
Otro sabio se fue hoy, afortunadamente a una edad longeva.


jueves, 17 de junio de 2010

16 de Junio del 2010

Despertares



Recuerdo de un hermoso sueño

La aurora de un Domingo cualquiera del año 2002.
Lucha ancestral del día con la noche, sin embargo no hay lucha en esa primera impresión.
Abro los ojos: las primeras notas de claridad para la melodía del día.
Vuelvo a adormecerme, y en el duermevela siento que el día es construído por unos minúsculos albañilitos vestidos de blanco, son ellos los que van colocando los microladrillos de claridad del nuevo día.
Horas después le cuento a una amiga el sueño.
-Me parece que fue un sueño muy bonito.
A mí sin embargo me llenó de angustia.

Los despertadores al unísono

Son las siete de la mañana y yo voy camino del metro con la bolsa de la ropa del trabajo al hombro. A mi alrededor las viviendas de la calle Ocaña, que es una prolongación de mi calle, la calle Los Yébenes.
Surgen rinrines de algunas ventanas mancillando la virginal quietud del nuevo día.

Las tres gracias prerrafaelistas.

Siendo infiel a la monotonía diaria rechazo el vagón de metro de siempre, atraído por tres gracias contemporáneas que entran en un vagón anterior. Sin embargo no son nada rubensianas, más bien son prerrafaelistas, que es el tipo de estética que uno prefiere en cuanto la realidad imita al arte.
Leo un corto artículo de Agustín Fernández Mallo y comienzo otro más extenso de Juan Bonilla, en el que especula con alineaciones futbolística con literatos.
Salgo del vagón con el artículo sin terminar junto con otras tres gracias prerrafaelistas, no son las mismas que conmigo entraron.

El laurel, el apio y el comino

No han de faltar en ninguna cocina.
Quien no usa el laurel, no triunfa, ese es mi lema.
El laurel, como sabrá todo aquel que tenga nociones de mitología e historia grecolatina, es el árbol en que se convirtió la ninfa Dafne al ser perseguida por ese sol negro y ansioso: Apolo. Luego el mamón se apoderó, ¡oh, vil! de unas hojitas de Dafne para coronarse e ir por ahí presumiendo cual si fuese el torero Dominguín presumiendo que se lo había montado con Ava Gadner.
Lo digo con conocimiento de mis sexo, muchachas: cuando un varón presume de sus hazañas, es digno de admirar por su poder fabulador, no por la hazaña.
A los ídolos del deporte -ya por entonces había nadales y fernandosalonsos- se les daba como premio a sus victoria una corona de laurel. Hoy dale tú, a Nadal, a Fernando Alonso, un ramito de laurel por su victoria...
Luego está el apio, que descubrí hace ocho años currelando en las cocinas del Corte Inglés. No hay tallo que picado regale fragancia más exquisita. Yo se lo añado hasta las croquetas. Y encima es planta bonita, de hojilla verdecita, brillante.
Luego el comino, cada vez lo aprecio más, sobre todo en los guisos a base de pescados, como las papas o el arroz con bacalao. Sin embargo el comino es aconsejable en todos los platos de legumbres, -ayer hicimos lentejas y le añadimos cominos machacados en mortero-, pues evita las indecorosas flatulencias.
En la novela de Joyce, el Ulises, se habla de estas cosas: cacas, pedos, onanismos... No se apure la lectora, que este es un blog serio. De vanguardia, sí, pero serio. En todos mis escritos, como en mis guisos, añado hojitas de laurel -para acercarme a los dioses-, apio -por eso de aromatizar el texto y evocar de buena gana-, y comino -para evitar naturalismos-.

La cólera de Aquiles

Vale que es de otro libro: La Iliada. Vale que no tiene que ver con mi caso.
Pero queda bien como título de capítulo.
Limpiamos el arcón: sacamos los víveres, descongelamos el chisme, lo limpiamos, lo desinfectamos, volvimos a colocar raudos y veloces el género para no romper la cadena del frío... mientras que yo aullaba justicia a cualquiera que que se me pusiera a tiro.
En el cuadrante de Agosto me querían hacer trabajar como si fuera un chino, o un feligrés calvinista. Pero soy español, y católico.
Luego todo quedó en un malentendido. Y como en aquel soneto cervantino:

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.


Proveedores

Uno
Los miércoles viene el de los bollos.
Nos anuncia que se pira de vacaciones, que la semana que viene no viene con su camioneta repletita de cruasanes, conchas, palmeritas, magdalenas valencianas, magdalenas supremas, sobaos pasiegos y cañas de chocolate.
Nos aconseja que hagamos pedido doble.
Amenazamos con pedir bollos al que nos provee de pan de molde los lunes.
Nos obsequia con unas napolitanas rellenas de cacao.
Hacemos voto de fidelidad.
En este cuento, niñines, vemos de qué manera podemos regatear buscando el beneficio propio sin causar mal ajeno. Sabias moralejas que pueden serviros en un futuro.

Dos
El cubano que trabaja para la empresa de conservas nos cuenta ilusionado que se va a meter en una academia para estudiar. Quiere ser cocinero, como nosotros, y quiere presentarse a las plazas convocadas para el año próximo.
¡Oh, ingénuo, oh, víctima! Nos dice precio de matrícula, mensualidad a pagar.
Le comentamos que no se convocarán plazas en largo tiempo, que doña Esperanza Aguirre lo quiere privatizar todo, y que los de la academia le quieren timar.
Recomendamos que se informe bien antes de pagar un euro.
En este cuento, niños, observamos de qué manera el inmigrante, atraído por el canto de sirenas neoliberales, viene en busca de progreso y bonanza. Todo está bien, trabaja mucho, hasta cansarse, para ganar algo de dinero, no demasiado. Pero enseguida ese dinero será atraído por el timo de la inversión en un futuro cómodo.
Moraleja: información versus publicidad.

Crítica literaria

Este apartado pretende ser innovador. Nunca antes, en la historia de la literatura, se había hecho crítica en este formato.
(En una sala con olor a desinfectante, los empleados desayunan. Dos de ellos hablan de libros. Ego tiene un blog, Ella es lectora infatigable)
Ego:
Ahora estoy leyendo el Quinteto de Buenos Aires. Me tiene atrapado.
Ella:
Yo sigo con El Asedio, del Reverte, me está costando, menudo tostón, pero lo terminaré, ya me queda poco.
Ego:
Mi madre se está leyendo El lector, le está gustando mucho, no es muy larga. Es una historia de amor con su trama judicial. Cuando se lo termine, te lo dejo.
(Ego mira al respetable, o sea, ustedes)
Ego:
Absténganse de voluminosas lecturas superventas. Vayan mejor a lo breve superventas. Lo superventas, si breve, dos veces breve.

Crítica al crítico

Y te quedaste tan a gusto.

La vergüenza

Suiza 1 - España 0

El libro

Ulises, de James Joyce, en Cátedra, colección Letras Universales. Edición de Francisco García Tortosa.
Entre las páginas del tomo se encuentra:
-Una entrada de cine descolorida, con fecha del 17/11/04, entrada sacada a las 20:25. El cine es el Real Cinema, en la Plaza de Sta Isabel, conocida como Plaza de la Ópera. La película es El señor Ibrahim y las Flores del Corán.
Recuerdo que fui a verla con una compi de la facultad. Es muy posible que luego fuéramos a cenarnos a un kebab, por sugestión peliculera.
-Tres papelitos con tres números de teléfono apuntados bajo los nombres de dos chicas y un chico: N, C, y J. Otro papelito con una dirección en Vallecas, con el nombre de la parada de metro junto a su simbolito dibujado por mí.
Son el nombre de dos compañeras y un compañero del lugar donde trabajé aquel verano. La dirección pertenece al Hogar del Refugiado, en Vallecas.
-Páginas blancas encuadernadas, con sus letras negras. Hoy nos centramos en el capítulo primero: Telémaco. Después de su lectura leemos la nota introductoria del prólogo perteneciente a ese capítulo. Su espíritu global, que me deja encantado, se reduce a la palabra con que termina éste: Usurpador.
Buck Mulligan es un tipo que me cae bien, así, de primeras. Está siempre de buen humor, canturreando.
El Stephen Dedalus es un sosainas, un pelín borde.
Lo que me pone del episodio en cuestión es el opíparo desayuno que se montan.
La cosa por ahora apunta.

Crítica al crítico. 2.

Y te quedaste tan a gusto.

Sandwich de pollo para un bloomsday

Ingredientes:
Peguga de pollo a la plancha, cortada en tiritas.
Un tomate.
Crema de queso azul.
Mahonesa.
Dos rebanadas de pan de molde tostadas por una cara.
Elaboración:
Pasar el pollo a la plancha, cortar el tomate en finas rodajitas, tostar el pan en la sartén por una cara.
Untar la crema de queso en una de las caras del pan no tostada.
Untar mahonesa en la otra cara del pan no tostada. Emparedarlo todo entre las dos rebanadas, si es preciso emparedar el hambre, las ansias, las ganas de comer.

Cerveza negra

Es la que se bebe en Dublín, y la que habitualmente bebo yo cuando le pongo los cuernos a la rubia. Tiene un regustillo a café que se posa en la garganta. Es nutritiva, calórica, reconfortante.



Agarremos una gloriosa borrachera que asombre a los druídicos druidas.
Buck Mulligan.

martes, 15 de junio de 2010

Las odiseas particulares (Preparando un Bloomsday)


Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas de Helios, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.
Homero. La Odisea. Canto I


De la composición de La Odisea al Ulises de Joyce pasaron muchos siglos. De la escritura de la particular odisea de Joyce hasta el 16 de Junio del año 2010, no pocos años.
A los que atienden a la musa -llámense Odiseo, James, tú, yo... -les gusta eso de recobrar el mito y la leyenda para descomponerlo, y según su visión, recomponerlo.
En esta vida de letra y herida todo son variaciones sobre los mismos temas: el regreso a Itaca es uno de ellos.
Don Quijote, por ejemplo, de manera forzada.
La narración bíblica del pueblo de Isarael en pos de la tierra prometida, es otra conocida odisea.
En la novela que acutalmente leo, El Quinteto de Buenos Aires, de Manuel Vázquez Montalbán, se busca un regreso de Buenos Aires a Barcelona. Me está gustando muchísimo, ha sido un feliz reencuentro con Pepe Carvalho.
Constantino Kavafis lo supo plasmar en uno de los poemas más luminosos que yo haya leído, tan conocido como desconocidas son las ítacas:

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.


Esta noche, después de las doce, recomenzaré la aventura del Ulises, versión Joyce.
Hace unos años la dejé incompleta, ¿qué Polifemo, qué Circe ganó esa batalla?
Cuando tenía diecisiete años, una Semana Santa, leí La Odisea de Homero. Recuerdo que bebía té Earl Grey, el mismo té que diez años después bebía mientras leía los poemas de Kavafis.
Hoy ya no bebo té. Bebo café, y mucho. También bebo cerveza negra, y mañana beberé alguna para celebrar el Bloomsday.
En una hora comenzamos la aventura literaria con el Ulises. La lectura, siempre, es una Penélope que hay que reconquistar. Ella todas las noches, en su encierro de papel y tinta desteje las palabras para que nosotros, reyes de Ítaca perdidos, podamos retomar el matrimonio fecundo del lector y la lectura, tejiendo letra a letra lo que fue escrito para nosotros.
Feliz Bloomsday a todos. El Jueves os contaré mi bloomsday.

Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana.
(.....)
James Joyce. Ulises. Episodio I: Telémaco

viernes, 11 de junio de 2010

Sinfonía de Primavera



Hace unos tres años volví a verla, era una de esas películas vistas en la adolescencia que dejan huella. No era comercial, no era importante, pero a mí me impresionó tanto que, cuando supe que había sido programada para un sábado a la noche por uno de esos canales autonómicos de la era analógica -quizá fuera Localia, que junto a Canal 7 y Onda 6 de vez en cuando rescataba una joya de este tipo-, preparé tiempo y cinta de vídeo para atesorarla. Aquel sábado no salí, la cerveza me la tomé en casa, con ansias de ser mejor y aprender más de él, admirando la genialidad del loco Schumann, y la belleza de su amada Clara, interpretada por uno de mis amores de aquella adolescencia: la lúbrica Nastassja Kinski.
En los años ochenta en Aluche había un videoclub en cada calle, por veinte duros podías llevarte una peli de erotismo casposo, de artes marciales o bofetadas, o una buena película tan desconocida como exótica que normalmente permanecía siempre sin ser alquilada. Esta era una de esas. Tan desconocida que no está en youtube, y lo que no está en youtube no existe.



De música clásica no sé con quien quedarme, si con los barrocos -¡oh, inagotable Vivaldi!- o con los románticos Schubert y Schumann, locos geniales, a los que no amé si no fue tras escuchar una y otra vez aquellos discos que compraba de saldo. Hay músicas que de tanto escucharse se llegan a detestar, por mucho que fascinen en un principio. Luego la delicadeza de los románticos cuanto más se escucha más se ama. Su belleza no tiene fuegos de artificio, no se anuncia, se mantiene oculta para ser descubierta una vez tras otra.



Un par de sinfonías, un par de conciertos, las Canciones de la Liga -o cofradía- de David... mas algunas obras de Clara Schumann, que también era músico. Es lo que he ido adquiriendo con el paso del tiempo.
¿Cómo no iba a querer entre otros muchos músicos a alguien que entre sus obras tiene una llamada Carnaval?



Coda
El otro día se celebraba el bicentenario del nacimiento de Robert Schumann, y quería dedicar estas palabras a ese gran músico.
Y hablando de aniversarios...
Yo sólo soy yo cuando me olvido de mí mismo, volcado a las palabras, entregado a la música.
En los otros y en sus obras, en todas esas máscaras, es donde quizá cada uno encuentre su propia autenticidad.
Se hablaba por aquel siglo de la guerra de románticos, los partidarios de una tradición -Brahms, Clara Schumann- con los progresistas -Lizt, Wagner-.
Es una cosa de todos los tiempos, esta lucha dialéctica, que parece hecha para nuestro deleite, para los degustadores de pasadas tendencias como si fuesen novísimas novedades. Vanguardistas y tradicionales se nos funden hoy en un solo milagro.
Para este verano, dando el pistoletazo de salida el día 16 de Junio -Bloomsday-, nos hemos propuesto releer a Joyce, para celebrar el aniversario de esa ocurrencia llamada Ulises, que según dicen fue puro progreso literario, siendo hoy fruto de tradición vanguardista, todo un clásico.
Digo releer porque hace cuatro años que lo comencé, y gustándome lo dejé por la página doscientos, o trescientos. Cosas de la vida, problemáticas cotidianas, otras obras se entrecruzan y otros deberes han de ocupar el tiempo.
Algo aprenderemos,digo yo, ahora que somos jóvenes y el invierno es tan largo...

miércoles, 9 de junio de 2010

La Fotografía. Elogio del bufón


Hoy volví a esta fotografía tras ver el vídeo que me han mandado en un correo, mirado en principio con desgana, luego con interés creciente. Sí, es él, Dani el Rojo. Daniel Cohn-Bendhit, con histriónicas maneras bufonescas, en el parlamento europeo:


Así que, como en el post anterior, volvemos a tratar el tema de nuestros griegos contemporáneos.
De esta manera, equivocados o no, buscamos la oportunidad de expresarnos siendo inoportunos.


Al nacer, lloramos porque entramos en este vasto manicomio
William Shakespeare. El rey Lear


Este post, mientras lo meditaba en la ducha, iba a llamarse en un principio Elogio de la transgresión, pero surgían los fantasmas de los pepitos grillos que merecen nuestra atención: los bufones.
Uno de los personajes imborrables en las páginas de la literatura -en mis páginas, tú tendrás otros- es el bufón del Rey Lear. Ya dije algo de esto en el post sobre El mercader de Venecia que vuestras mercedes - ¡oh, elocuente y multitudinaria audiencia!- tuvieron el placer de degustar.
Un bufón no es tan sólo aquel que te hace reír, su papel es más importante, equivalente al loco -que nunca se calla, que siempre dice sus verdades sin vergüenza alguna-, es la voz de la conciencia, quizá la única que el augusto rey permite. Quizá, también, porque el bufón es el único que va a muerte con el rey.
Bufones los hubo siempre, y aún hoy existen, pervirtiendo las arbitrarias raíces de lo políticamente correcto. Un bufón siempre hace reír, pero también hace daño por ese motivo, como es el caso de Sacha Baron Cohen en el papel de Borat.
Está el caso de Jimmy Jump, un señor que va por ahí haciendo el capullo en eventos de diversa índole. Jimmy Jump sería un gran bufón si sus apariciones ocurrieran en serios lugares, como por ejemplo el congreso de los diputados. ¿No hizo lo mismo un tipo vestido de torero allá por Febrero de 1981? Salió en todo el mundo, y provocó una hermosa reacción en el pueblo, como si le despertara de un mal sueño. En estos días Jimmy Jump le restaría amargura a los sueños frustrados de Zapatero, sería su aparición una aportación más agresiva y eficaz que cualquier discurso de oposición -¡se echa tanto de menos una oposición en estos días!-.
Pero el personaje transgresor al que va dedicado el post de hoy es Daniel Cohn-Bendhit -Dani El Rojo- , que fue tomado en fotografía para la posteridad, para la eternidad, para el mito. Sucedió aquel Mayo del 68 francés que hoy matamos freudianamente, renegando de tanta utopía y tanto trono de imaginación.
Esta fotografía es La Fotografía, el gesto risueño más rebelde que cualquier bomba, el emblema, por siempre, que todo aprendiz de bufón ha de grabar en su corazón. Símbolo del enfrentamiento al poder coercitivo, sin necesidad de ser engendrado en violencia alguna.



sábado, 5 de junio de 2010

Canino



Pocas veces sucede, y ayer me sucedió.
Durante la hora y media que duró la película me mantuve expectante, desde el primer minuto, cuando ese señor trastornado lleva en el asiento del copiloto a la guarda de seguridad que trabaja en su empresa, con una venda en sus ojos.
Ya desde esa primera secuencia sabemos que algo extraño sucede:
-¿Te has duchado?
-Sí.
-¿Te has lavado el pelo?
-Ayer
-¿Te gusta la música que he puesto? Si quieres pongo otra música. ¿Cuál es tu canción preferida?
-Tengo dos canciones preferidas.
La música que suena es bastante parecida a la canción lírica española. Guitarra acústica -o española- y un cantar suave, con una modulación bastante parecida a la nuestra.
Los griegos son esos grandes desconocidos, cuando son tan parecidos a nosotros, los españoles.
Bueno, los de las élites del norte nos clasifican en la misma estiqueta: PIGS (cerdos): Portugueses, Italianos, Griegos, Españoles. La chusma de Europa, la vieja, decadente Europa.
Oyes hablar a un griego sin escucharle, sin prestar atención a sus palabras, y puedes hacerte a la idea de que quien habla es un paisano. Tienen el mismo gracejo, son, más que los ingleses, los franceses, los alemanes, nuestros hermanos.
Los griegos, que según dicen los sabios son la cuna de nuestra cultura, fueron hace más de dos mil años el pueblo más importante. Hoy no son nada, como nosotros, nosotros para otros vecinos tampoco somos nada.
Hay algo en la manera de vestir, de comer, de gesticular de esa gente que nos hace sentir cierto rechazo. Hasta las decoración del chalet, el propio jardín. Somos nosotros. Queda ese ambiente de familiaridad, durante esa hora y media.
Pero dejemos ya esas semejanzas, y busquemos otras.
Esta historia de ingredientes enfermizos, inocentes, cotidianos, perversos, opresivos ... se asemeja al pacto irremediable del tirano y sus súbditos.
En toda esta historia de la humanidad entera hemos pasado por diversas fases de tiranías, según el luegar y el tiempo: religiosas, políticas, culturales.
Uno nace en un país y en un siglo, y es difícil escapar a esa paternidad que te limita y te cuida, sin la cual no eres nadie, y por la cual nunca llegarás a nada.
En la Europa medieval el poder predominante era el religioso, todo se constituía en torno a los dictados eclesiásticos. Ese conjunto de normas sobre el pecado y la culpa limitaba la emancipación del pueblo. Ese código de símbolos protegía del vacío al siervo medieval, pues siervos eran todos.
En la China de Mao -por poner otro ejemplo-, en el siglo XX, esa revolución cultural no era más que el poder político que ordenaba el caos de una nación de cientos de millones de chinos. Había salvado del hambre al pueblo, ese era su cuidado paternal, el maternal lecho de descanso que evita el pensamiento libre. La organización socialista limitaba la emancipación del ciudadano a otros comercios, otras culturas, otras maneras de pensar y vivir.
Y ahora, por terminar con este juego de semenjanzas, un ejemplo cultural: Occidente, año 2010, una sociedad de ocio normalizada según dictados neoliberales. La posmoderna flor efímera de un dia: la moda, el espectáculo, el derroche de creaciones de frutos tan grandes como vacuos, satisfacciones instantáneas que dejan el vacío para mañana, día en que hay que buscar otras novedades de similar empacho.
Aquí sí hay escapatoria, pero hay miedo y soledad en esa vía de escape. Y tampoco hay un lecho materno de comodidad moral, un cuidado paterno que te asegure el sustento, a no ser que abraces la fe en los dioses del dinero y el consumo para el ocio y las adquisiones que serán ceniza en nada.
Cada tiempo y lugar, decía, tiene su autoridad, su tiranía y sus cuidados.
Decía también que la hisoria de Canino se asemeja a esas relaciones de siempre, a la burbuja donde se vive encerrado, donde nos expresamos según un código preexistente. Y siempre dudamos que ese sea el mejor de los mundos posibles.
Canino es el retrato de una familia de clase media-alta. Los tres hijos, dos chicas y un chico, son veinteañeros, casi adolescentes, y viven ajenos a la realidad de fuera de los muros del jardín, donde, según dicen el padre y la madre, no pueden salir sin que les devore un gato, el animal más feroz, que se alimenta de niños.
La intención de los padres, enfermiza y comprensible, ha sido la de alejar a sus retoños de los peligros del mundo: para imponer ellos su propia violencia, sádica, que se excusa en depravadas imaginaciones.
Hay que verla sin explicar antes, sin poner ejemplos, y aunque no hemos llegado al meridiano del año presente, no dudo que será la película mejor del año, por su propuesta original, por que es una parábola extraña y cotidiana de lo que nosotros somos a gran escala.
Ellos, los muchachos, veinteañeros, son seres inocentes.


El muchacho pasa el día haciendo ejercicio y jugando a retos absurdos inventados por los padres, que les han regalado además con un particular lenguaje. Cada pocos días el padre lleva a la guarda de seguridad para que se prostituya con el hijo.
La mayor es un ser atractivo e inquieto, es la que llega a tener en sus manos una muestra de la realidad externa, y la que, extrayéndose salvájemente el colmillo -el canino- logra salir al exterior. Qué genial la secuencia en que, perturbada por la película prohibida que acaba de ver, repite enloquecida los diálogos escuchados.
Y, el ángel de la pequeña, la chica guapa que habla como si leyera, que estudia siempre un tratado de medicina, porque es la médico de los hermanos. Es la preferida del padre, la que le corta las uñas de los pies y le lame la oreja.
El padre, sátiro perverso, la viva imagen del tirano de todos los tiempos. Todas las interprtaciones son bonisimas, pero la del padre y la de la hija mayor superan a todos por geniales. Sólo en sus ojos de orate, de odiador sin mesura, de demente, se adivinan ya las consecuencias de la historia.
Y la madre, el apoyo del poder, aún atractiva a su edad, ella sigue como en un juego, como en el juego más serio que es la vida, las normas del padre, sin cuestionarlas. Ella asemeja a un funcionario del Tercer Reich que no cuestiona las órdenes, el intendente eficaz, y que disfruta y alimenta con ideas propias ese juego.
Luego, la prostituta, como un imprudente e involuntario prometeo, la castigada, la que en busca de dinero y placer conoce el secreto y no lo cuenta, pero trastorna los cimientos de la familia, llevando la semilla de la realidad externa.
Ha tenido, la película, críticas de todo tipo, desde el punto negro en unos medios a las cuatro estrellas de obra maestra en otros. Una obra maestra es, yo apuesto por ella, aunque comprendo que por los planteamientos y las escenas de violencia que muestra sin recato puedan llevar a la nausea a más de uno.
Mientras puedan, veanla, no les prometo ni les doy garantías de que les guste, pero si les gusta apostarán conmigo a que es una lección del nuevo siglo.
Haneke, Bergman, Pasolini, Lars von Trier... esta película queda unida con esa manera crítica de mirar la realidad, con lucidez extrema, mediante parábolas que aciertan más que un tratado que se escuda en la objetividad. ¿Qué objetividad, es que acaso, después de ver estas películas, puede uno creer en todo eso?

jueves, 3 de junio de 2010

El mercader de Venecia



“Soy un judío”. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos haceis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?
Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado.
Shylock



Harold Bloom, cuyo peso equivale a su sabiduría, de la misma sangre hebrea de Shylock el usurero, es reconocido como uno de los máximos propagadores y defensores de las obras de Shakespeare.
A Bloom le leía yo hace años en vez de estar estudiando inglés, antes del examen, que luego no me salió tan mal y hasta me dio el pase para la licenciatura. Estaba yo aturdido por tanta erudita desmesura. Me molan los críticos con personalidad, los que son cabezotas y dictan sentencias. El Canono Occidental es una obra la mar de jugosa, pese a tantas ausencias patrias.
Dijo sobre esta comedia:

Tendría uno que ser ciego, sordo y tonto para no reconocer que la grandiosa y equívoca comedia El mercader de Venecia es sin embargo una obra profundamente antisemita


Grandiosa sí es, profundamente antisemita también, pero la época en que la obra fue escrita y en que fue ambientada empuja el sentido de las páginas en direcciones que serían motivo de escándalo y censura seguir hoy.
Por eso la película, desde el comienzo, hace empeño por que el que mira no se extrañe, cosa que en el libro no sucede, al menos en el que he leído yo, sin introducciones ni notas.

Uno se mete en el libro y se mete en otro tiempo, en otra cultura, en otro mundo. Uno se mete en la película y se mete en ese mundo, pero con guía. El cine al gusto actual, con sus excusas y explicaciones, sus adaptaciones a la moral imperante.
Al Pacino, que pertenece a la familia de los actores -los buenos actores- histriónicos, interpreta a Shylock, y creo que no podría haber sido más acertada esta elección. Lo mismo sucede con el siempre acertado Jeremy Irons, de la familia de los actores que lo dicen todo con sólo caminar, respirar, mirar.
Irons interpreta al taciturno y preocupado, al mejor de los amigos, al generosísimo Antonio.
Antonio debe ser un tipo soltero, de edad mediana, y sabemos que se dedica al comercio con éxito, hasta que ya metidos en la trama le empieza a ir mal, justo cuando ofrece una libra de su carne al usurero Shylock a cambio del préstamo de los ducados necesarios para que su mejor amigo, Bassanio, pueda acometer su empresa de amor, y así de paso saldar la deuda con el amigo.
Y es que si Antonio es el amigo que todos quisieran tener, ¡apartaos de los sablistas como Bassanio! Pide más que habla, el chaval, no sólo ha dilapidado la fortuna en vicios de juventud, si no que le debe mucho a Antonio, y aún le pide más.



Lo que en la obra de Shakespeare es un ideal de amistad entre ambos hombres, en la película es homosexualidad por parte del buen Antonio, que se siente turbado ante el apuesto Bassanio, y hasta le da un besito en los morros como agradecimiento a su explendided. A lo mejor, es que el espectador de hoy, no entiende que un amigo pueda ser tan generoso con otro amigo...
La peli en sí está bien, con sus canales venecianos, sus góndolas, sus prostitutas de torsos desnudos, sus judíos con bonetes rojos y ricoshombres de gallardas y sibaritas maneras.



Pero lo que es una delicia es la obra de Shakespeare, con sus perlas que nutren los libros de aforismos a cada página, porque quien haya leído a este genial creador sabrá que no sólo no se limita a pergueñar intrigantes tramas que mentienen el ánimo en suspenso, si no que es modelo a seguir en la construcción de personajes complejos, y que desprende belleza y sabiduría hasta en las tramas paralelas y personajes secundarios. Como demuestran estas palabras de Lorenzo, raptor enamorado de Jéssica, la hija de Shylock:

JÉSSICA.- Nunca me alegran los sones de la música.

LORENZO.- Es porque está atenta tu alma. Mira en el campo una manada de alegres novillos o de ardientes y cerriles potros; míralos correr, agitarse, mugir, relinchar. Pero en llegando a sus oídos son de clarín o ecos de música, míralos inmóviles mostrando dulzura en sus miradas, como rendidos y dominados por la armonía. Por eso dicen los poetas que el tracio Orfeo arrastraba en pos de sí árboles, ríos y fieras; porque nada hay tan duro, feroz y selvático que resista el poder de la música. El hombre que no siente ningún género de armonía, es capaz de todo engaño y alevosía, fraude y rapiña; los instintos de su alma son tan oscuros como la noche, tan lóbregos como el Tártaro. ¡Ay de quien se fíe de él!.


Es un vicio entre otros -del que no quiero curarme-, el querer mirar también a través de otros ojos lo que yo ví en el diseño de la obra disfrazado por mi imaginación.
Lo hago siempre que puedo, después de leer un libro, y cuanto antes mejor.
Me recuerdo a mí mismo terminando Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, bebiendo un inevitable té con leche, para luego ir a los Ideal para ver la versión filmada.
Lo mismo hice con Rey Lear, de este autor con el que conversamos hoy. Horas después ya estaba viendo Ran, de Kurosawa.
O, hace unos Junios, con El sueño de una noche de Verano, también de Shakespeare.
Alguien dijo que Shakespeare no se acaba nunca, y anda que no me queda.
De lo leído, me quedo con el Rey Lear y con esta de El Mercader de Venecia, ahí donde salen máscaras, ahí se entretiene el alma.
Y eso que La Tempestad tiene un lugar sagrado en mi santuario.
El personaje del bufón, contrapunto al protagonista en muchas obras, suele ser de mis preferidos, es él el único que se atreve a replicar al protagonista, que suele ser humano, demasiado humano. El bufón es como un pepito grillo.
Son gustos que tiene uno, en estas obras del teatro de esos tiempos -y la tradición que sigue sus dictados después-, suelo sentir mayor simpatía por las parejas secundarias, más que por las principales. Aquí, por ejemplo, el visceral Graciano y su amada la doncella de Porcia.
Tanto Porcia como Bassanio superan en esta obra la sosería común a las parejas protagonistas en el teatro clásico. Mención especial a Porcia, la mujer en general en Shakespeare, y en particular en esta obra, tiene su paridad en todos los sentidos. Aquí Porcia, sin embargo, es el personaje salvífico de la obra, gracias a su ingenio todo se soluciona, su sabiduría en leyes, su perspicacia, evita la gran venganza. Si no es por ella esta comedia sería otra de las grandes tragedias de Shakespeare, y uno sólo quisiera leer grandes comedias, tanto en los libros como en los guiones cotidianos, del día a día.
El mas humano de todos es el judío Shylock, nos parecemos a él, los hombres de hoy, a este señor que lucha por sus intereses.
Antonio es un héroe que si no es por Porcia y su clase magistral sobre las leyes, sería un héroe trágico. Siendo él el que da título a la obra, parece sin embargo un personaje secundario, una excusa para la trama. Tiene carácter especial, como una proyección, una ensoñación de Shakespeare, un ideal. Ya no existen hombres como Antonio, capaces de dar una libra de su carne, tan generoso.
Sin embargo, quizá junto a Shylock, será el personaje que más quede grabado en la memoria.