viernes, 29 de abril de 2011

Umbraliana (VII) Larra. Anatomía de un dandy



Me dice hace unos minutos quien conmigo vive: no me molestes en una hora que estoy viendo La Boda de los Príncipes de Inglaterra. Le contesto: que sean dos.
Tengo que hacer un post y esto precisa de concentración suma, el día acompaña para el humo del tabaco nublando mi Queritadora Amigatil, que así se llama este ordenador de bitacotero irremediable. El día digo que está igual, nublando la pantalla de mi barrio. Otro café cortado y a escribir.
Unos príncipes de la idílica Albión se casan, y vuestro príncipe no hace crónica de aquellos pues no sabe de trapitos, pese a que hoy escribimos sobre un dandy, que según el libro recién leído un dandy más que por la cantidad se caracteriza por la sobria calidad.

Cursos de literatura creativa

Así debe ser la lectura de un lector dandy: más que excesiva exquisita. Creo que más que mucho se ha de leer bien y variado.
En el post anterior y en los últimos comentarios tratábamos el tema de los cursos de literatura, y le prometí a mi amiga Hilvanes que hoy comenzaría hablando de esto.
Ana María Matute no recibió ningún curso de este tipo y mírenla ahí coqueteando su sabiduría con un muñeco llamado Gorogó ante reyes y gobernantes. No se engañen: a no ser que quieran escribir la tradicional novela con los ingredientes de siempre y la fórmula repetida hasta el paroxismo mejor será darle la razón a la Matute: inventar.
Los cursos y talleres de literatura, yo, me los invento.
A mi medida, a mi manera, quizá peor que la tuya que eres más guapo y más sabio y más rico, pero tu piel no es la mía y tus trajes estilizados me asfixian.
Consejos varios para inventarse un curso sacado de la manga de la chistera un conejo y de la tierra un carnero.
Inventarse, empaparse de una particular mitología que a ser posible haya ido creciendo contigo, desde niño, o al menos de adolescente. Es lo que llamamos educación sentimental.
Ganas. De adolescente yo mis energías no las gastaba jugando al fútbol, llamaban al interfono los amigos y mi hermano bajaba pero yo me quedaba inventándome algo, quizá aquella historia de las hormigas que vivían en una tarta. O aquella del hombre cínico que de todo se reía hasta que una sombra comenzó a perseguirle y terminó muriendo de paranoia.  O aquel hombre agobiado por las cosas de la vida y un día en el aula delante de los alumnos se vuelve loco y lo deja todo y se va a vivir como un eremita: la novela se iba a llamar Libre.
Pero lo que importa a efectos prácticos es lo siguiente:
-Vida. Y aquí estamos con lo mismo de siempre, más que cantidad de experiencias, una buena acogida de las embestidas del toro es lo mejor para conquistar a esa tonadillera llamada inspiración. Sócrates no salió apenas de Atenas y es uno de los padres del sentir y pensar occidental. Y lo que no hayas vivido te lo inventas, que a Cyrano ni a Verne les hizo falta viajar a la luna para conquistarla. Parte de lo que escribo nace de una carencia, si nunca podré gobernar un reino, escribo una novela sobre dictadores corruptos y a por el nobel.
-Lectura. Siempre. Despaciosamente o vertiginosamente. Subrayando o anotando. Meditando o frivolizando. Con candidez o escepticismo. De cualquier manera, o de todas maneras. Pero siempre. Que sea la lectura para tu mente como el alimento para tu cuerpo. Vale un catálogo de IKEA, un prospecto, el As o la revista Hola. Que tus ojos se acostumbren a interpretar signos. Que tu alma sea un alquimista que convierta el texto en vida.
El taller literario perfecto es aquel que se da como una sesión de espiritismo, en quevediana conversación con los difuntos, y yo anoche convoqué a dos: Francisco Umbral y Mariano José de Larra. Y me dijeron muchas cosas y me hablaron de tí.
-Escritura. Bastantes muros nos pone el día a día como para andarse con limitaciones literarias. Los límites aquí te los inventas tú. A no ser que quieras ser un tipo campechano y sonriente en la feria del libro porque la tiene más grande que ninguno, entonces sí tendrás que adaptarte a una fórmula y a unos ingredientes. A no ser que siendo un puto genio te paguen por eructar tinta. Yo no sabría escribir una novela al uso, y leo novelas al uso y me lo paso bien leyendo novelas al uso. Pero sé juntar palabras y tengo cierta elegancia de dandy a la hora de codearme con las normativas vigentes sobre creación literaria. Arrogante y escéptico, me la pela el qué dirán si escribo raro. Me da gustirrinín sexual cuando me tocan los bajos. Todo el que escribe sabrá de sus zonas erógenas y sus "por ahí no que duele"
Terminemos ya este largo exordio, y vayamos a la reseña de la obra.

Ataque primaveral en la biblioteca.

El Martes por la tarde aparqué por unos días La Conciencia de Zeno y quise coquetear con otras páginas. Borracho de Primavera -llega un momento en Abril en sus fragancias provocadoras de amor ...-  fui a la biblioteca Antonio Mingote como a la aventura, con alguna intuición pero abierto a todo. Allí, rodeado de libros, me entró un ataque de amor y juro que los ojos se me empañaron acordándome de tí. Así que arremetí con todo lo que me permite el carnet de socio en libros.
Hubiera ido andando hasta casa, hay un buen paseo, pero amigos ya medio beodos me reclamaban para unas cañas, y tomé el autobús donde siéndote leal no le quitaba el ojo a las pasajeras. Entró, por ejemplo, una muchacha que...
Es tan guapa que siempre está ruborizada, pues todos los hombres la miran.
Algunas muchachas llevan la Primavera como una carga, se les nota el cansancio de ser bellas en el meneo lento de caderas cuando andan.
Los amigos estaban viendo al Manchester como un aperitivo para el partido del día siguiente. Me tomé una coca-cola y dos cervezas sin alcohol, quería iniciar después de la cena el aquelarre para invocar a Larra y a Umbral. Sólo apareció Umbral, pero sólo hablaba de Larra.
Salí un momento a fumar y el camarero me contó que cuando era joven sus patronos le querían mucho, y que él le afeitaba al patrón, y que la patrona siempre le tenía un tercio de cerveza fresquita en la nevera. Luego comentó lo bien que se estaba en la calle fumando.

Larra, cabeza consciente del Romanticismo

El pesimismo, el escepticismo de Larra nos certifican que él se un crítico desde la conciencia del mal. Un hombre que cuenta siempre con la condición caediza de la naturaleza. Larra cumple como crítico del individuo en artículos que no es necesario citar. Cumple también como crítico de costumbres -política, época, sociedad- en la mayor parte de su obra. Pero acierta, sobre todo con su transmutación del vicio personal en hábito colectivo, ya absuelto, y la denuncia. Su genialidad está en referir lo particular a lo absoluto, lo individual a lo colectivo, y viceversa. En un siglo que se cree absolutamente bueno -o absolutamente malo (una forma de perfección tan necia como la contraria)-, Larra levanta una conciencia de heterogeneidad, de imperfección. Es decir, una voluntad de superación. Si un pueblo no se salva por un justo, nuestro siglo XIX se salva por este injusto llamado Larra.
(Francisco Umbral)

Diréis que os he engañado y que os he traído hasta acá sin reseñar el libro. Pero es que Paco Umbral me contó ayer que todo va en una misma cosa.
Merecería tres post más, si acaso.
Paco Umbral es joven, no tiene ni mi edad. Es una de sus primeras obras.
Aún no es el Umbral de la lírica constante, aquí hace ensayo, pero ya es Umbral con las perlas de la lírica en el texto. Se le escapan las greguerías y los elementos conceptistas, se le nota el esperpento, y todo anuncia: aquí llego yo, el más grande literato en castellano de las próximas décadas.
Umbral siempre estaba haciendo semblanzas, en libros y en artículos. Tiene Umbral otras semblanzas mayores: Ramón -ya leída-, Lorca, Valle. Estuve apunto de coger la biografía de Valle-Inclán, pero me pareció demasiado voluminosa, y sería traicionar demasiado a Zeno, que se merece que le traicionen, pero sólo un poquito.
Todo biógrafo es biógrafo de sí mismo.
(José Hierro)
Su amigo José Hierro hace el prólogo, queremos a José Hierro porque gracias a él sabemos de la existencia del alma, y porque nos hace comprender que es necesario el dolor para sentir alegría.
Lo malo de los libros de la biblioteca es que son colectivos, y uno no puede subrayar para luego hacer una reseña. Los hay que se creen tan sabios que subrayan los libros ajenos con la ilusión de ser algo así como maestrillos, subrayando remarcan algo que el autor ya dice, para que el lector siguiente se entere bien. Dejan ahí su sabiduría, cretinos, ya se podrían dejar un billete de diez euros o una foto de la parienta en calcetines.
Más que una biografía es un ensayo, más que un ensayo es una hagiografía literaria, pues estamos de acuerdo en que Mariano José de Larra es uno de nuestros santos literarios. Santo es el que hace milagros, y en literatura es el que los hace con su prosa o con su verso. Larra también fue mártir: le martirizaron lectores, amantes. Malherido en su misión salvífica de salvar una España ignorante, fue sin embargo ante todo mártir de sí mismo. Se quería tanto que no se soportaba.
Larra era un dandy, con una elegancia moral comprensiva y distante. Había sido educado con envidiable cultura, Ramón Gómez de la Serna decía que era el único madrileño decente su época. Larra decía que escribir en Madrid era llorar. Pero no porque no le leyeran: era el más leído. Sino porque era admirado pero no comprendido. No le hacían caso, Larra escribió para el futuro. Larra no ha pasado aún de moda.
Le levanta Umbral -sería pecado decir le sienta- en la línea crítica que va de Quevedo a Valle-Inclán, que es una corriente de literatos solitarios, que miran desde una altura moral y desarraigada. En otra corriente crítica irían Cervantes, Galdós y Machado, y estos se confunden con el pueblo, sacan su sabiduría del pueblo. Los primeros analizan al pueblo y sus gobernantes desde fuera, los otros desde dentro.
Dice Umbral, y estamos con él, que Velázquez es de la línea cervantina y galdosiana, y que Goya es de la corriente de Quevedo y Valle. Los unos son populares, los otros son raros.
Murió sin llegar a la treintena, vivió deprisa, hizo un bonito cadáver.
Umbral le señala, sin ser poeta, como nuestro poeta maldito. No he dicho bien, pues Larra no es poeta. Mejor dicho como nuestro maldito. Dice que España no es buen campo de cultivo para poetas malditos, por el carácter poco independiente de nuestros jóvenes que tan tarde se han emancipado siempre, y por la mesocracia que nos ha gobernado.
Larra hizo sus poemas, sus dramas y sus novelas, donde fracasa siempre. Umbral habla mucho de las frustraciones de Larra, gracias a las cuales todo su talento pudo condensarse en los artículos. Sus frustraciones vitales, que no supieron expresarse en verso y en ficción, fueron semillas de fecundidad en su obra periodística. Y dice Umbral que sus retratos de costumbres habrían sido idóneos para la gran novela del siglo XIX, por su originalidad y poder evocador.
Carácter aventurero y viajero, fue junto con Espronceda la encarnación del espíritu romántico, pero Larra en esta época romántica  no escribió con los excesos de un romántico, si no como un adelantado, un precursor, un innovador del idioma, con el sustantivo adecuado y el adjetivo correspondiente, no el ya amañado arbitrariamente por la costumbre.
Fue romántico por su idealismo, por la querencia de una utopía por la que luchó en sus artículos, que fue la educación del pueblo.
Individualista, libre, independiente. Se casó y no supo ser ni padre ni marido, un día vio a su hija y preguntando su nombre se admiró de que llevara su apellido.
Hay un capítulo que lleva hasta la risa que trata sobre los calaveras, una especie de gamberros de antaño, y Larra siendo uno de ellos escribió sobre ellos. Hay mucho de biografía en sus propios artículos, según parece, así que la crítica va también hacia sí mismo.
Larra es el hombre que no sabe confesarse directamente -poesía, novela-, sino que transparenta su alma cuando está hablando de otra cosa, que bien puede ser, incluso, un problema municipal y espeso. Y esta incapacidad, esta frustración, constituye, paradójicamente, su grandeza, pues le permite dar indirecta trascendencia metafísica a este problema municipal, desahogando así por un registro lo que no hubiera sabido desahogar por otro. Si el periodismo de Larra tiene gran dimensión es porque Larra no ha sabido darle dimensión a otros géneros literarios. Larra es un frustrado en mil cosas que acierta en una.
Y esa frustración múltiple que él lleva dentro se le hace visible también en la prosa magistral. En ella están el poeta que no es, el dramaturgo que apenas sí es, el novelista: todos. Y está, más al fondo, ese sentimiento claudicante del que ha fracasado en algo, que quita toda posible petulancia, que es el secreto de todas las elegancias.
Contra el hombre plurivalente del Renacimiento, el Romanticismo levanta un tipo humano que apenas sí sirve para una sola cosa. Un hombre con dirección única, de vitalidad lineal y, si es posible, quebrada, frustrada. Porque el Renacimiento proclama la pluralidad de la vida en todas sus posibilidades vitales a través de cada uno de los individuos, que multiplica por toda la Creación, como multiplica Giocondas hasta hacernos dudar de cuál es la verdadera. Pero el Romanticismo no viene a entronizar a la vida, ni siquiera a la especie, sino estrictamente al hombre, al individuo, a la personalidad intransferible. El Romanticismo poda las ramas del hombre polifacético. Busca, sencillamente al hombre. No hace falta que tenga muchos oficios. Casi es mejor que no tenga ninguno. También en esto es Larra un romántico tipo.
Aún podríamos agregar al capítulo de las frustraciones de Larra su frustración política. Con ello queda bastante completa la reveladora zona de sombra de una vida que se ha tomado tópicamente -éxito juvenil sin precedentes- como triunfal. Siempre es más interesante la otra cara de la Luna. Fígaro vive en todo lo que Larra muere.
(Francisco Umbral)
Coda

Lo diré siempre, particularmente, Umbral es lectura para la Primavera.
¿No es hermoso el tema que encabeza el post?
Un desconocido para nosotros, Christian Sinding, pero yo tengo muchas cosas que no sabes que mostrarte.
Fragor de Primavera:

lunes, 25 de abril de 2011

Un impostor llamado superyo

Puerta Bonita, en Carabanchel



La del alba sería, en estos días.
Por la radio las noticias: costaleros llorosos, lluviosa amanecida: no hay madrugá.
La del alba sería cuando yo, impulsado por el resorte de los despertadores asesinos del sueño, sueñicidas, recorría veloz con pierna agil mi calle, para ir luego a Ntra. Sra. de la Luz, y luego el metro, y luego enfilando la calle del Gral. Ricardos, pasando por Puerta Bonita.
Por esta zona de Los Carabancheles hay románticos rincones que son ruinas del explendor de otros tiempos. Alrededor de donde yo trabajo, dentro ya de la finca, hay una estatua desnuda sin cabeza y sin brazos, y hay también una iglesia en ruinas. Hay gatos alimentados por ancianas y por trabajadores. Hay palomas y mirlos, hay cotorras.
A todo esto, acabo de inventar el término sueñicida, no me lo pises ni me lo robes, no está registrado.
Los despertadores son muy hijos de puta, abofetean con la frialdad de un sicario que mata a diario. Esta frialdad es mecánica y sin conciencia del crimen, al menos un sicario humano se podrá encomendar a una virgen, creo que hay una película que se llama La Virgen de los Sicarios, pero mis despertadores son mecánicos servidores de lo que Freud llamaría el superyo. Aunque para mí, mi superhéroe preferido, es mi ello, mis pulsiones inconscientes que buscan el placer, los hados del sueño secuestrados, amordazados, torturados, luego asesinados, por este gran pontífice y sicario, un impostor llamado superyo.
En este jardín interior somos, como mi mono Amedio y yo, mi ello o mi id y yo los que corremos mil aventuras, pero luego llega el superego repartiendo yoyas y aquí se acabó el cuento. Este superego es el que parte el bacalao, que desalamos para guisar este Viernes Santo el potaje de vigilia.
Sin embargo hay un lugar donde este superyoyas tiene vetado el paso, y es este santuario sanatorio con estatua desnuda pero carnal y con atributos, y con ruinas de iglesias en perpétuo estado de edificación.
Es decir, que cuando escribimos, lo hacemos ello y yo, id y ego. El superyoyas, eso sí, tiene luego la labor de censor, siempre pensando en lo que pueda pensar la gente. Pero nada que ver tiene en la labor creativa.
A lo que íbamos, esta santa semana no ha habido sevillas ni cristos al que sacaran.
Pertenezco a un gremio que se mantiene activo mientras los otros duermen y festejan con ego e id festivos, se dan a los placeres y si son muy religiosos mortifican sus carnes flagelándose, pulsión que también alegra al id, que es el que maneja el cotarro en los días de fiesta.
Normalmente las cosas son así, el id propone, el ego es el intermediario, el superego lo jode todo.
Si paseas un día de fiesta te encuentras que hay gremios que permanecen activos: cocineros, camareros, policías, enfermeros, bomberos, barrenderos, taxistas, prostitutas, gitanas que leen las manos y te dan una ramita de romero, mimos, carterisas, sicarios ...
Luego están esos gremios como el de los periodistas y el de los escritores, atención a estos últimos, los escritores, que hacen guardia aunque sean las tres de la madrugada en Viernes Santo.
La del escritor, sobre todo la del escritor literato -hay escritores que no son literatos pero no hay literatos que no sean escritores-, es una profesión donde gobierna el id más que el superyoyas. Es esto poner un sueño por escrito.
El pasado Viernes, mientras me liaba yo mis cigarritos, veía  un documental sobre Josep Pla, grafómano y fumador empedernido. Terminada la guerra civil se volvió amargo y se recluyó al folio en blanco. En la tele sale como un oriental sonriente. Todo el día escribía, y leía a filósofos y novelistas españoles y franceses, luego se iba a cenar con los amigos y frecuentaba burdeles. Cuando llegó la democracia dijo que no, que no podía ser posible que el pueblo gobernara.
Paco Umbral y yo, que somos de izquierdas, admiramos mucho a este señor de derechas.
Misteriosamente, el id se desarrolla mejor cuando el superyoyas -en este caso Franco- impera en todo su explendor de gerifalte. El ego, el intermediario, en este caso el padre de la democracia y escritor de constituciones, como que le corta el rollo al tirano y al artista, que son los mejores artífices de Literatura.
Ahora nos tenemos que inventar a los tiranos: Zapatero, Aznar, qué más da. Siempre se escribe contra alguien, aunque este alguien no sea objeto u objetivo literario, si no simple excusa para la escritura, un reglamento que hay que saltarse para ser felices el ego y el id. Yo, por ejemplo, escribo contra los ejércitos de la desolación, usurpadores de mi reino, sicarios del superyo y sueñicidas.
Por esta razón uno no cree mucho en los talleres de escritura, donde es muy posible que haya un superyoyas oculto dando ideas. Siempre digo que el mejor maestro para la escritura es un Kafka o un Dostoyevski, alguien que te ha mostrado la realización de un id pese al superego. La historia de las letras, desde La Odisea y La Biblia, es un fresco de instintos maravillosos bien narrados, donde el id campea como un superhéroe derrotando al superego. Luego el ego lo lee y pese a que es un mediador pelota y pusilánime acepta que como mejor se vive la vida es con el id de la mano.
Todos y todo, ya sea persona o conjunto de personas -club, país, institución, afición futbolística ...- tiene una suerte de ello, de yo, de superyo colectivo. Unos quieren y desean, otros imponen las reglas. Luego están los egos que se reunen, hacen ruedas de prensa y conceden entrevistas. Son abucheados o aclamados por el ello, que es el pueblo, y van con el rabo entre las piernas atemorizados por el caos que puede producirse ante la cólera del superyoyas, que es ese poder moral ante el que todos nos inclinamos. El superyo, más que nada, es una costumbre de la que es difícil sustraerse. Josep Pla, supongo, tenía miedo al id colectivo, y eso que él se estaba de contínuo dándole a la escritura, que es sacar en el papel las motivaciones, deseos y pulsiones de nuestro id chiquito.
El yo pocas veces pinta nada, el yo no es más que lo que ve el vecino, el id y el superyo en estado cívico. Lo que pasa en el interior de las personas es lucha constante, y eso pocos lo ven, el ello y el superyo enzarzados y el yo ocultándolos con la sonrisa matinal y buenos días.
El superego tiene concesiones con el id, para que no se revolucione, pan y circo en todas sus variantes. El id tiene ansias de alcohol, sexo y rock & roll, y aunque resulte raro decirlo, de trascendencia y conocimiento, de comprensión de la realidad con todo lo que esta lleva dentro. Sin embargo el superyo, conservador, teme que el id se salga con la suya, por eso le otorga concesiones: por ejemplo locales donde ir los Sábados a perder el sentido, el id queda satisfecho por unas horas y no molesta, aunque luego del malestar de la resaca dominical, que debe ser algo así como el malestar de la cultura, no nos cura nadie.
El superyo, sin embargo, podría ser un ello que se rebeló un día y al ser el más fuerte -el que sabe meter más miedo- impuso su ley. O bien podría ser que reinara la anarquía y que los impulsos se fueran relevando para gobernar momentos. Esto en la vida diaria no puede ser bueno, pues no da tiempo a que un impulso beneficioso se convierta en norma, y puede suceder que un impulso negativo sí lo haga.
En la escritura, sin embargo, cuanto más confusión de impulsos, normas y mediadores haya, mejor sale la terapia. Yo quería escribir un post relatando mi semana laboral de cualquier manera y resulta que me he dejado llevar, y me ha salido aquí una especulación psicoanalista. Yo soy ego, y me maravillo de los resultados de estas batallas entre mis pulsiones y mis reglas.
Actualmente leo La Conciencia de Zeno, de Italo Svevo, trata de un tipo muy singular que relata su vida a su psicoanalista. Y yo me acuerdo de Roth y de El lamento de Portnoy, y de Woody Allen. He encontrado en youtube una de las mejores escenas, colgada está en mi jardín.


Coda

El Viernes, al salir del trabajo, fui a comer con los akabaos. En un puestol Callao vendían libros, y me compré El escriba sentado, de Vázquez Montalbán, por un euro. En la contraportada indica que el precio original eran 1900 pts. Es un libro de pequeños ensayos de crítica literaria, dedica uno a Pla: El Universo Caldeo de Pla.
Después de llenar la panza sachopancescamente, nos dejamos llevar por el ello y bebimos vino sin medida, y amamos la Literatura, cortejándola a través de las experiencias lectoras e imponiendo como superegos nuestros criterios. La cosa se puso caliente al tratar el tema de si Javier Marías y Vila-Matas eran buenos. Dos de nosotros defendimos estos nombres, mientras que los otros dos decían no tenerles en cuenta porque según ellos no escribían con las vísceras. Nos impusimos lecturas para los próximos meses:
-Submundo, de Don DeLillo, fue la propuesta de Azarías, que odia los blogs y ama la literatura. Me une a él una admiración sin medida por Umbral. Cuando comenté lo del programa de Pla, fue el único que se interesó.
-Volando Solo, de Roald Dahl. CiudadanoQuien, dijo que necesitaba un análisis psicológico de cada uno de nosotros para poder recomendar algo, que si no, no jugaba. Se impuso el superego cuando sacamos nuestros ids amenazantes.
-Tito Andrónico, de Shakespeare. Sumo Sacerdote sólo recomienda lecturas magníficas, como El Ulises, La Montaña Mágica, El Hombre sin Atributos. Su misión en esta tierra es pastorear nuestros ellos para ser unos superyoyas literarios.
-Miguel Strogoff, de Jules Verne. Para compensar yo quería recomendarles Misery de Stephen King, o El extraño caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft, pero me miraron con cara de pocos amigos: ese tipo de libros nos aburre. Si les aburre Miguel Strogoff es que están perdidos.

Abre bien los ojos, mira.
(Julio Verne. Miguel Strogoff)

viernes, 22 de abril de 2011

Un microrrelato para el Día del Libro


Antes soñábamos con habitar casas repletas de libros, hoy tan sólo soñamos con libros que puedan ser habitados.


viernes, 15 de abril de 2011

Un sol negro y ansioso


Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
(Pablo Neruda. 20 poemas de amor y una canción desesperada. Poema XIX)

Apolo persiguiendo a Dafne

Tras vos, un alquimista va corriendo, Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?, son los versos que Quevedo dedicó al mito, y Nos queremos dedicarle al mito una bitácora con lo que su Erecta Majestad el Marqués de la Pollalzada considere menester, ya que él es el jefe de economato de Manicomio, bibliotecario y corruptor, rijoso cinéfago y garante del tesoro de nuestra eterna juventud: es un viejo verde, sin más.
Conocí a este filólogo filóloco a la tierna edad de tres añitos, cuando él ya tenía la rancia edad de 87, aunque el muy bribón se quita años y dice que tiene 84. Su Erecta Majestad siempre tiene la misma edad, ¿desde cuando? Desde que lo dioses convivían con los hombres, quizá, cuando los seres del submundo se dejaban ver: ninfas, sátiros y duendes.
Desde entonces, interpretando mis sueños, pues es Apolo con su oráculo, va siempre conmigo. Es la sabiduría del plagio, la usurpación y la intertextualidad, pues por su mediateca él cita a otros para traerme a mi ninfa. Sabiduría al fin y al cabo, como un venero caudaloso, generador incombustible, llama incandescente.
Sátiro
Una mediateca

Vive exiliado en este manicomio interior, purgando sus pecados a base de explorar y explotar a través de viejos documentos y de las nuevas tecnologías todo lo que pueda hacer de este vampiro un ser de corazón siempre joven.
Lleva el peso de toda una pinacoteca, una biblioteca, una filmoteca; es decir: una mediateca alimentada desde el comienzo de los tiempos con todo tipo de documentos que tratan del amor erótico. Poemas de Samaniego, Aretino y Safo;  novelas del Marqués de Sade y de Marguerite Duras; cine de Tinto Brass o de Mariano Ozores; pinturas de Gèrôme o de Botero. Qué sé yo, ya lo irás viendo.
Es el apóstol de la lujuria al que Ilegales dedicaron un disco y es Baudelaire haciendo inventario de flores del mal.



Nuestro anciano decano es un marrano, es Alfonso XIII mirando cine porno. Fue Casanova también, aunque él habla de Giacomo como si fuese otro, su compadre. Es el que desnudó a las hijas del Cid y el que surtía de doncellas a Heliogábalo. Es el Marqués de Bradomín seduciendo señoras en la iglesia, y es cualquier padre de familia en los 80 boquiabierto en Nochevieja cuando a Sabrina se le escapaba un seno. Es, como no, Ramón Gómez de la Serna escribiendo Senos, o Juan Manuel de Prada en Coños.
Es Víctor Hugo pervirtiendo a las sirvientas.

La Ninfa

Ninfa rechazando a sátiro. Tívoli. Siglo. II

Pocos son los libros en que no habita este sol negro y ansioso, y quizá es porque el laurel del triunfo  -siempre cínico en el mito y en la realidad pues se trata de una impostura-, es lo que más tienta al creador artístico.
Apolo es, ya nos lo mostró Calasso en La locura que viene de las ninfas, un usurpador. Usurpador es una acusación que se da mucho en el Ulises de Joyce, donde nuestra Erecta Majestad se vanguardiza para volvernos más locos de deseo que nunca, con una Molly Bloom monologando y deseando como nadie en el mundo.
Todos los libros conoce nuestro decano en Manicomio, y sabe mirar el calentón más sibilino, como el cerdo que es metiendo su hocico en tierra para buscar la trufa exquisita.
Es Apolo persiguiendo a Dafne desde siempre, un sátiro sorprendiendo a la Ninfa.
Es, ante todo y sobre todo, un lector conquistando el pálpito en el texto, o un literato creando todo aquello que despierte el amor, sección deseo.
Mi vocación eres tú ruborizada, ese podría ser su lema.
Nuestro Marqués ya tuvo su blog en aquella comunidad literaria, Libro de Arena
Se vino aquí con nosotros, a convivir en este sanatorio, a colaborar en el equipo de Literaturitis Crónica, porque sabía que aquí La Ninfa, nuestra Emperatriz, dejándose atrapar a duras penas, permanecía siempre desnuda, y al no morirnos como manda el mito, multiplicamos aún más nuestra locura.
La cosa está en permanecer siempre erectos, es decir, siempre inspirados. Sin erección no hay procreación, sin inspiración no hay creación.
El erotómano marqués quiere vuestra colaboración, así que si alguien va por el paraíso y se le cae la manzana del pecado en la cabeza, la traiga aquí para mostrarla al mundo y diga con el filósofo fenomenológico Husserl: esto es una manzana porque la percibo como tal, pero, ¿existe de manera independiente?
regresoalacasamusa@live.com




Ponga olas de mar que acaricien la arena,
suave brisa que calme el dolor.
De esta noche, esta puta noche.
Huela el sudor de tu cuerpo
en las noche de magia,
al aroma del sol tatuado en tu vientre,
y me olvide de esta puta noche.





lunes, 11 de abril de 2011

Ir al teatro una tarde de verano del año 2011




¿No lo llaman Festival de Otoño, siendo Primavera? Ya puestos a cambiar las estaciones al antojo del programa y de los títulos, yo tengo un capricho, y hasta lo meteorológico me apoya.
Yo voy a vivir una noche de invierno en el estío, y en el Otoño viviré el empeño lozano de la flor de Mayo y la melancolía joven sin mácula de la lluvia de Abril enamorada.
Yo tengo un capricho, capricho de príncipe y señor de mi tiempo: vivir la juventud del beso apasionado y el pensamiento feraz del sabio maduro que mucho ha vivido y mucho ha leído y mucho ha viajado. Pasarse la edad biológica por el forro, cuando la cultura, la civilización que dirían los franceses, no es más que una invención pactada, ¿por quién, hacia dónde? Yo pacto conmigo mismo la edad y la estación que se me antojen. Y a quien no le guste, o le parezca descabellado, que no mire y se haga esclavo de imperativos ajenos.
Me llamo David, tengo diecinueve años, puedo sentir en los huesos, en un día, todas las estaciones. Es un antojo que tengo, un capricho, mi debilidad.


... tú lo sabes muy bien, estás muy enterada ...

(En las próximas horas haremos el post, a ver qué sale, si niño, niña, o sirimiri)

12-Abril-2011

Mientras preparo mi declaración de la renta escucho en Spotify lo último de Sr. Chinarro, me gusta bastante, tanto el resultado de la renta como el disco. Me gusta, sin embargo, más el disco, puesto que los euros que devuelve hacienda se gastarán, mientras que la música no pasará. Y, los euros, no son demasiados. Y, la música, es demasié.
Te pondré alguna canción para que la disfrutes.
Esta le gustará a mis lectoras:




Esta me gusta a mí.



El madrugón de esta mañana me ha sentado muy mal. Pero luego en el trabajo, en un descanso de unos minutos bajo el sol del mediodía, me he reconciliado con los alrededores. He aceptado el cambio de tiempo radical: no me he puesto camiseta interior bajo el uniforme de cocinero.
Después de la siesta he comenzado el post, luego he hecho compra.
Delante de mí, un señor mayor, bajito y elegante, llevaba un pin con una bandera: la bandera republicana. Ha pagado su nestea y su ketchup, y llevaba un pollo asado y oloroso en una bolsa, comprado fuera del híper. Seguro que para la cena. Seguro que este señor republicano hoy cena pollo, con ketchup y regado con té frío.
Ahora voy a cenar yo. Luego sigo.

11-Abril-2011
Fiona Butler, sueño de Juan Manuel de Prada

Leo el artículo dominical que Juan Manuel de Prada hace sobre la fotografía que le sacó un novio a Fiona Butler a la núbil edad de dieciocho añitos. Busco la fotografía en internet, la imprimo a todo color en tamaño folio y se la regalo a un ser querido. Como dice Alfredo Bryce Echenique en una de sus mejores novelas (no recuerdo si era La Vida Exagerada de Martín Romaña o su continuación en El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz):

Imprima, no deprima.
En un rato termino el post.

10-Abril-2011



Como en esta canción de Bunbury, el raro Abril no sabe si salir o entrar, hoy lo hablaba con una compañera, que me decía que en Madrid siempre ha sido así, no ha habido una temperatura templada: o verano o invierno, calor o frío.
El Sábado, al igual que hoy y ayer, fue verano en Madrid. Verano de tórrida sementera para el verano mayor, que se avecina. Y en Mayo, veremos sacar los abrigos y las mantas.
Un verano prematuro e indignante. Gozamos de las terrazas, como si fuera a ser siempre así, sin darnos cuenta de que al torcer la esquina una amenaza de escarcha nos helará los pasos.
Pero todo es tránsito, ¿hacia dónde? Vendrá el estío y tendrá tu sexo, caliente y generoso, franco y sin hipocresías primaverales.
Lo que no quita para que éste de estos días sea un tiempo desquiciado y loco, un tiempo bipolar y sin medida, como desquiciada fue la obra que vimos este Sábado a la tarde,  La omisión de la familia Coleman, del argentino Claudio Tolcachir.
Un texto difícil con un humor negro que congelaba las sonrisas, aunque alguno se riera como si fuese la familia de Bill Cosby o de Los Serrano y no la familia Coleman. Un humor parecido a la marea que sube y te atrapa y no puedes salir.

Lo mejor, para quitarse el sombrero, las interpretaciones de cada uno de los actores del grupo de teatro Timbre 4, con mención especial al que da vida a Marito, sin duda el personaje más complejo, un insoportable loco o profeta, tan simpático.
Todos ahí son argentinos.
Yo de mayor quiero ser argentino.
Fuimos a verla al matadero, mira por donde. Vas a ver una matanza y te encuentras con salas de teatro cómodas y con azafatas que te cortan la entrada y hasta te sonríen. Los teatros del Matadero ..., aún se escucha el lamento de otros siglos, de marranos y terneras y carneros, o es que quizá se nos estaba muriendo el Verano así, tan de repente, en Primavera.
Igual, iremos al pueblo de matanza y veremos teatro.
Todo está confundido, la meteorología y la cultura.
Morcillas literarias y ternascos estivales, filetes de babilla como libros, actrices relindas que recitan con voz secreta del amor oscuro, ay balido sin lanas, ay, herida.


Ay voz secreta del amor oscuro

¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
(Federico García Lorca)
Y por hoy basta.

lunes, 4 de abril de 2011

Secretos y versiones de Víctor Hugo


Seal ft Heidi Klum - Secret por Warner-Music

Ayer no es que tuviera demasiada resaca, pero fui al trabajo bien contentillo, como si los alcoholes ingeridos el Sábado por la noche hubieran decidido no irse. Me tocó guardia, casi los domingos se trabaja mejor, sin proveedores, con menos prisas, hay menos residentes. En la radio, a partir de las doce, decidí poner música y pusieron buena música. Pusieron, por ejemplo, esta canción de Seal que a tí y a mí nos gusta tanto, Secret, creo que en ese preciso momento estaba yo cubriendo de alioli unas patatas. Pensaba, además, en el libro de Mario Vargas Llosa sobre Los Miserables, y en esa irrealidad de la medio resaca y la medio borrachera y el arroz de la paella ya marcado y las ensaladas hechas y la cocina sin recoger -porque hay que decir que la luz artificial de una cocina da un ambiente irreal como de hospital o descansillo-, decidí llamar al post de hoy Secretos de Víctor Hugo.
Yo también, como Víctor Hugo, tengo mis secretos. Y, como Seal, soy un secreto  para tí, pero te lo digo así, bajito, para que nadie se entere.
Tratándose de un blog de literatura, será mentira, pero ya sabemsos  -y si no don Mario Vargas Llosa se enfada-, que la Literatura es la verdad de las mentiras.
Los Miserables, por ejemplo, él nos dice que es una menira, pero que trata de una verdad que ha sabido crear Hugo, al que llama el divino estenógrafo.
En breve el Marqués de la Pollalzada abrirá su blog, nuevo blog en Manicomio: Mediateca del Marqués de la Pollalzada, ¿qué te parece? Y lo inauguraremos con algún fragmento de La Tentación de lo Imposible, que trata de un secreto de Víctor Hugo. ¿Sabíais que Víctor Hugo escribía en español sus secretos, para que nadie se enterara?
Esta lectura, La tentación de lo Imposilble, ha sido esclarecedora. Como un maestro a posteriori,  un guía, un gurú, ha ido iluminando cuestiones pendientes de la lectura de Los Miserables. Ha venido a confirmar algunas impresiones mías y a rectificar algunos prejuicios.
Ante todo tenía yo mucha curiosidad por saber la opinión de nuestro nobel sobre esta obra.
A venido a confirmar, por ejemplo, que Mario es un imbécil. Y ha venido a explicarme por qué.
Porque Mario soy yo, Mario eres tú y es él, nos cae tan mal. Porque es el único personaje de la novela que es algo real, con rasgos humanos que los demás personajes no tienen, ya que son personajes de ficción.
Mientras los otros, como Juan Valjean, Javert, Gavroche y Enjolras actúan, Mario se queda a verlas venir con cara de dame una torta a ver si me despierto.
Según parece Mario es Víctor Hugo, un ser humano que por no ser de ficción nos parece tan raro.
Aunque el personaje principal de la novela, según Vargas Llosa, es el mismo Víctor Hugo, he ahí su genio, astuto literato, ególatra y deicida. Aunque él dice, Víctor Hugo, que el personaje principal de la novela es el infinito, o sea, Dios.
Víctor Hugo nos vende la realidad como espejo de su obra, pero Víctor Hugo es el creador de esa realidad, y no la historia.
Tampoco voy a ponerme a resumir las ideas de Vargas-Llosa, pues siendo generadas tras la lectura de la obra de Hugo, no importarían a quien esto lee si no ha leído antes Los Miserables.
Según iba leyendo me hacía la ilusión de que conversábamos. ¿Os acordáis que en el post sobre la obra, hace una semana, decía yo que el obispo Bienvenido sería actualmente uno de aquellos curas comunistas? Pues viene a decirme don Mario algo así como que no, que quien piense eso está confundido, aunque a buen seguro alguien podría haber llegado a esa conclusión.
Así que ha sido una singular y socrática lectura, que tiene sus milagros.
Esta tarde, después de una consulta con el endodoncista, bajaba por Conde-Duque y decidí tomarme un café, así que yendo por la calle Los Reyes surgí en Plaza de España y frente a mí un starbucks con terraza y fumadores me decía: párate aquí. Y allí me paré, pero entré dentro, así evitaba el vicio del tabaco un ratito.

Café americano, y a la parte de arriba, donde no había mucha gente, por lo que pude sentarme en un sofá, frente al ventanal abierto por el que llegaba hasta mí la brisa primaveral y la visión de la extensa Plaza de España. Frente a mí, también, un grupo de estudiantes franceses trabajaba con sus portátiles, en una gran mesa. Dos cosettes me llamaron la atención, qué cositas lindas estas cosettes, parloteaban en francés alborotadas, y alborozadas reían universalmente. Me quité la americana, saqué las gafapastas de gafapasta y seguí leyendo hasta el final. Milagros de la lectura, con la portada del libro hacia ellas, La Libertad  Guiando al Pueblo, de Delacroix, alegórica pintura gracias a la cual sabemos que la Libertad lleva las tetas al aire, abanderada ella, y que el pueblo la sigue por eso de que más tiran dos tetas que dos carretas. Podrían haber sido alemanas, inglesas, argentinas o españolas, pero el grupo era francés y frente a mí hicieron de BSO de mi lectura las risas de dos Cosettes, a veces me miraban y a veces comían algo, bizcocho o pasta, algún dulce cualquiera de los que venden en estas cafeterías. Yo me habría comido una cosette, cosita rica cosette. Posiblemente se habían fijado en el libro, y en la portada de Delacroix. Ahí hay un señor que está leyendo un libro sobre la Francia, se dirían.
El café estaba caliente y yo daba pequeños sorbos al principio. No había música hoy en el starbucks, antes ponían jazz. Como música: Cosette riendo. Rubias, lindas, candorosas cosettes, cositas lindas.
Cuando, finalizada la lectura, guardé las gafas y jugué unos segundos con el vaso de papel, y me puse la americana, una de las cosettes me observaba seriamente.


Alegoría de la Primavera, de Ricard Canals
 En la calle, bajando por la Plaza de España, sentía constantemente pasos detrás de mí. Era la Primavera, la brisa con pies de pluma y manos besuconas. La alegoría de la primavera, como vemos en esta pintura de Ricard Canals, es doncella frutal, floral y desnuda, pero como no tiene una forma física ha de ser representada alegóricamente, por sus atributos.
Yo no tengo atributos, soy un posmoderno.
La Primavera, ay, sí que los tiene.
No hay manera de demostrar que Los Miserables haya hecho avanzar a la humanidad ni siquiera unos milímetros hacia ese reino de justicia, la libertad y la paz al que, según la visión utópica de Víctor Hugo, se encamina la humanidad. Pero no hay la menor duda, tampoco, de que Los Miserables es una de esas obras que en la historia de la literatura han hecho desear a más hombres y mujeres de todas las lenguas y culturas un mundo más justo, más racional y más bello que aquel en el que vivían. La mínima conclusión que de ello se puede extraer es que si la historia humana avanza, y la palabra progreso tiene sentido, y la civilización no es un mero simulacro retórico sino una realidad que va haciendo retroceder la barbarie, algo del ímpetu que hizo aquello posible debió de venir -sigue viniendo todavía- de la nostalgia y el entusiasmo que contagian a los lectores las gestas de Jean Valjean y monseñor Bienvenu, de Fantine y Cosette, de Marius y Javert y de quienes los secundan en su viaje en pos de lo imposible.
(La tentación de lo imposible. Mario Vargas Llosa)

No olvidaré nunca el invierno en el que leí Los Miserables, al igual que no olvida Mario Vargas Llosa el invierno de 1950 en el internado, invierno húmedo y ceniza, la rutina atontadora y la vida algo infeliz, ... en esas horas de lectura robadas a las clases y a la instrucción, que me trasladaban a un universo de flamígeros extremos en la desdicha, en el amor, en el coraje, en la alegría, en la vileza. La revolución, la santidad, el sacrificio, la cárcel, el crimen, hombres superhombres, vírgenes o putas, santas o perversas, una humanidad atenta al gesto, a la eufonía, a la metáfora. Era un gran refugio huir allí: la vida espléndida de la ficción daba fuerzas para soportar la vida verdadera. Pero la riqueza de la literatura hacía también que la realidad real se empobreciera.
Cada lector, pues, da su versión, una versión enriquece a otra, el escritor consagrado da su lección al bloguero encadenado a las mismas lecturas.
Luego están las versiones que he visto últimamente, la serie interpretada  por Gerard Depardieu como Valjean y John Malkovich es mala, sin más, no es posible que una novela que tiene tan buena trama pueda ser adaptada tan pésimamente. No tiene pies ni cabeza, el niño Gavroche, por ejemplo, tiene la misma edad todo el tiempo de la ficción. Primero sale algo mayor que Cosette, y cuando esta crece, se desarrolla y ya es toda una mujercita, Gavroche sigue siendo el pillo de diez años. Se supone que es una superproducción, menudo elenco de actores... Cosette está muy bien aquí, pero no es Cosette, no es la inocente y pura Cosette, ¡ay, que me la han cambiado! Cosette, en esta película, es una seductora. Y se sacan, para colmo de mis dolencias, un enamoramiento erótico de Jean Valjean por Cosette, cuando en la novela se deja bien claro que Jean Valjean lo es todo para ella, padre, madre, hermano, amigo, pero nunca enamorado, más que nada porque Valjean es casto, más que casto asexual. Mario, si cabe, es más tonto aún que en la misma novela. Lo único memorable es John Malkovich como Javert, siempre elegante, hasta en el suicidio.
Igual de infiel al espíritu de la novela pero de mejor calidad, más digna, es la película de Bille August para el cine. En dos horas no se pueden meter milquinientas páginas. Si yo en el post que escribí sobre Los Miserables decía que a Mario podría Hugo habérselo ahorrado y repartir su papel entre otros personajes, Bille August hace lo contrario, y vemos a Mario haciendo de sí mismo y de Enjolrás, varios personajes en uno sólo, el tortolo enamorado y el líder e idealista revolucionario. Y eso que en la novela, palabrita de Hugo, Enjolras es tan asexual como Valjean, y sólo se le conoce una amante: La Patria.
A mí, más que La Patria, me pone La Libertad, que va con su primaveral y alegórico torso desnudo.
Claire Danes como Cosette
En esta película Cosette sí es mi cosita, mi Cosette, aunque quizá demasiado llorona, ¿qué te ha hecho Bille August, Cosette, que lloras tanto? La Cosette de aquí es fiel al espíritu del personaje de Hugo, Claire Danes, que también diera vida a Julieta en aquel videoclip llamado película junto a un romeo Leonardo di Caprio.