miércoles, 30 de marzo de 2011

Carey Mulligan siempre está leyendo un libro en Nunca me abandones

Y yo me preguntaba, ¿pero por qué no huyen?
Dice una de las profesoras, la atractiva morenita de mirada extraña: "-Nunca seréis actores en América, ni ninguna otra cosa, no llegaréis a adultos, tendréis unos años de juventud, y ya "
Al día siguienta esta melancólica educadora desaparecería misteriosamente.


Príncipe Logan y Literatura
en minifalda
huyendo al Santuario
 Yo me acordaba de La Fuga de Logan, aquella serie, o aquella película, en la que los habitantes de aquella utópica distopía morían a los veintisiete años, con la promesa de una reencarnación. Hasta entonces estos jóvenes vivían en un paraíso de ocio y placeres. Pero se oye hablar de un santuario, y algunos huyen, se fugan, Logan se fuga con una muchacha con una volandera falda, muy corta.
Príncipe mirando
lo que oculta la Literatura
bajo su falda volandera

Así yo, desde niño, gracias a estas series estivales, alimentaría este sueño de la busca, de la búsqueda de un santuario para huir de esta asesina sociedad de juventudes. Para ello me hago acompañar de Literatura, gentil muchacha de falda volandera,  marilyn tentadora.
La semana pasada me fui solito al cine, para recuperar esa costumbre de primera sesión en la Plaza de los Cubos, o en Martín de los Heros.
Estuve viendo Nunca me abandones, y al igual que el año anterior por estas fechas cuando ví Una educación, volví a enamorarme de Carey Mulligan, inglesita de campiña inglesa.

  


Poco se puede decir de la trama de la película que no le robe su singuralidad de misterio, no voy a desentrañarte los sucesos, la temática, la congoja y todo ese espanto.
Los personajes, como resignados, aceptan su destino, no buscan santuario alguno.
El fuete de la película está en su ambientación y en el trabajo de los actores. Claro que también en el guión, pero de eso hemos dicho que no podemos hablar.
Tampoco conozco la novela en que está basada, y eso que las jubiladas que hacían cola conmigo -pues era martes, día de un euro para jubilados- ya la habián leído y aún dudaban si ver esta u otra peli, puesto que el libro les dejó con el espanto y la congoja.
Yo te digo: si te gusta el buen cine aunque salgas con mal sabor de boca y ánimo desazonado, vete a verla.
Es preciso ir al cine como un niño, sin saber de qué va la cosa, casi es como vivir, pues te imaginas que la acción irá recorriendo los previstos caminos de lo convencional y lo amable, y más que sorpresas de ficción te enfrentas a desengaños. Y luego más desengaños.
Cualquiera diría, al comenzar la película, que es película para niños: sus juegos, sus travesuras, sus conflictos, la alegría ante los regalos y ante todo la amestad como semilla de amor.
Algún programador cretino la pondrá cualquier Sábado o Domingo a las cuatro de la tarde y nuestros pequeños la verán con la curiosidad y el interés por la identificación con los personajes. Cuando se quieran dar cuenta se verán metidos en una de las peores pesadillas que soñarse pueda, tan real que tratándose de una película de ciencia ficción no usa trucos de cinecia ficción.
Es un terror psicológico, alimentador de paranoias. El niño que llevamos dentro, ante esta película, se angustia y madura demasiado pronto.
Es un tipo de cine muy maduro, y trata de lo dicho más arriba, quizá sea una alegoría de la sociedad asesina de juventudes.
Yo pensaba que, como en La Fuga de Logan, estos jóvenes dirían: no. Y luego recorrerían el mundo en busca de su santuario.
El No a esta sociedad psicopática es ya un buen paso para comenzar el camino machadiano en pos de algo, La Poesía, El Santuario, La Vida Verdadera.
Es un buen cine porque es cine que alimenta la paranoia, y en esta sociedad asesina, quien no es paranoico acepta, y quien acepta se hace cómplice de la barbarie.
No huyen, no, todos sabríamos después que en ese mundo no había escapatoria. Un microcosmos, un pequeño universo cerrado, una representación fatal del gran mundo.
Kathy es la dulce y generosa protagonista, tan solitaria con su gran amor arrebatado por la envidiosa amiga, Kathy es interpretada por una de las mejores actrices de nuestro tiempo, Carey Mulligan, y Kathy, ay, siempre está leyendo un libro.
Kathy es mi amor, con libros victorianos en sus manos. Kathy se toma un té y fuera llueve. Tras la ventana, su amor, con su mejor amiga. Ella está sola, mi Kathy, por no saber ser seductora, por saber ser sólo dulce y generosa.
Kathy lee también revistas pornográficas, y pasa las páginas con vertiginosa rapidez, luego se sabrá que se estaba buscando a sí misma.
Yo tengo frente a mí, en una estantería, libros así como los de Kathy, ricamente encuadernados, tapa dura, solapas victorianas.
Mi amor por la ambientación inglesa me hace a mí soñar con ser un caminante de campiña inglesa. Desde Jane Austen hasta Downton Abbey, desde Oscar Wilde - el irlandés que fue inglés por reventar las convenciones- hasta el Earl Grey, el té de mis lecturas de poemas.
El poeta Keats, el poeta Wordsworth, el poeta Coleridge. Y Byron que abandonó la campiña para morir en Grecia. Y este muchacho que a falta de campiñas tiene un jardín inglés, por crear la ilusión de lluvias y tardes soleadas. O la ilusión de las penumbras, rincones muchos, rincones de sol, de sombra, hierba o fango.
Carey Mulligan, Kathy, va a cuidar a sus enfermos y lleva siempre un libro, se sienta y abre el libro.
Uno tiene la ilusión de que Kathy va a salvarse al menos, pero, ay, ni ella se salva.
Carey Mulligen, además de ser atractiva, es buena actriz. Ella se transforma en el papel, y le van los papeles de chica inteligente, madura para su edad. Como en Una educación.
Le van más los papeles de chica enamorada, más de chica que se deja amar, y eso es importantísimo.
Luego está Keira Knightley, la guapa que le roba el novio.
Carey Mulligan, carita de duende
A Keira Knightley le van más los papeles de una sóla faz, no muy complejos, como en Orgullo y Prejuicio. Papeles amables, o chica descarada novia de un pirata bueno. Aquí tiene un papel trágico, y no es creible.
De Carey Mulligan, carita de duende, sin embargo  nos lo creemos todo.

Anexo

Escena de campiña inglesa, paseo con su amado.



Escena con un libro en las manos, el libro de dibujos de su amado.

domingo, 27 de marzo de 2011

Los Miserables, de Víctor Hugo



Mario, o Marius, es un imbécil.
Ante una obra inconmensurable como esta, uno no sabe qué reseña escribir, o qué reseñas.
Hubiera podido hacer como con el Ulises de Joyce y reírme por entregas, como quien se está doctorando en literatura contemporánea. Pero pongámonos victorhugianos: ante esta magnitud sólo nos queda el respeto.
Y miren que es una obra picada de imperfecciones, trampas, coincidencias pueriles. Pero el cuadro general es magnífico. Supongo que volveré a leer algo así, al igual que antes leí La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín. Son novelas de una vastedad tal que deja pequeño al lector. El Ulises lo puede hacer cualquiera, Los Miserables no.
Visitante: mozo, cuidado con lo que dice ...
El aludido: descuide, que sólo quiero polemizar con algún enterao jamesjoyciano, todos mis respetos para my dear uncle James, con el que tanto reí, amé, sufrí ...
Claro que monsieur Hugo también me ha hecho de sufrir, y de amar, y de estremecer.
Marius es un palurdo.
Podría hacer el post más largo de este blog, hablando sobre estas milquinientaspáginasdená, pero sólo trataré algunos aspectos interesantes. Los personajes, por ejemplo.
Mario es un empanao.
Personajes inolvidables, de todo tipo, de toda psicología, de toda función. Hay personajes arquetípicos, como Enjolras el héroe  revolucionario, simbólicos como Javert, representante de la ley, funcionales como Mario -que se cayó de un guindo-, alegóricos como Cosette -qué cosita candorosa, primaveral, es Cosette-, complejos como Eponina, perfectos como Juan Valjean, maravillosos como el niño Gavroche, villanos como Thénardier, históricos como Napoleón ... aunque el personaje principal, como dice Hugo, es el infinito. A veces parece que el libro no se va a acabar nunca, y son desesperantes ciertos capítulos, y libros enteros, que retardan la trama. Pero así es la vida misma, uno podría saltarse centenares de páginas, pero es que en el espíritu de la obra hay algo del mismo hálito vital, todo va en el paquete, y si te pierdes eso es que te has perdido algo importante. Esas páginas no son aptas para la mentalidad contemporánea acostumbrada al abrefácil y al fast food.
Se puede ser mejor o peor lector, pero lo que tengo claro es que ha de haber cierta autenticidad a la hora de enfrentarse a una obra así, comprender su contexto, al igual sucede con obras como el Ulises de Joyce. Sabes a lo que vas, novelón decimonónico o novela vanguardista, luego podrás aullar y sacar cantares, tú, que has leído, puedes juzgar la obra y su autor. Es como quien vive, y es súbdito, o ciudadano. Es el derecho a la queja y a la burla.
Y aquí somos bufones que nos ponemos muy serios cuando reímos, y siendo risueños, gatitos de Cheshire, guardamos cierta sobriedad en la sonrisa. Hay que saber mirar, leer, vivir, enfrentados a lo bello y lo grotesco.
Mario, lo vuelvo a repetir, se cayó de un guindo.
Lo que menos me ha gustado, ya lo he dicho alguna vez, son todas esas parrafadas que engordan el libro y embotan la mente. Quizá para el lector decimonónico de folletines serían edificantes esas páginas, que en ocasiones, como en el tratado que hace sobre el caló en uno de los libros, se basa en impresiones e intuiciones más que en hechos. Sin embargo el libro que es como un tratado sobre la alcantarilla me parece ameno.
Mario es rematadamente tonto.
Es novelón perteneciente al movimiento romántico, y se ve en el estilo exaltado, en su idealismo, en su afán por resucitar lo divino en lo humano.
Hugo trata sobre todo, el personaje principal es lo infinito, sobre lo humano y lo divino, y no se corta, escribe como quien respira, y según le viene en gana. A veces la trama está cosida de manera basta, con trampas, pero quien hiciera lo que Hugo hizo ... más importante que la propia trama y que todos esos rollos macabeos es el fresco general, el retrato social, la riqueza manantial de personajes y costumbres.
Es un mundo muy distinto al nuestro, el de la huguiana Francia del XIX.
Había, por ejemplo, gente que moría por un ideal colectivo, sin estima alguna por su propia vida. Toda la parte de la barricada es ajena al hoy.
Yo sin embargo me quedo con los personajes.
Marius es un tipo raro de narices.
Vayamos uno a uno, de los más importantes, espero no dejarme a ninguno en el teclado.
Juan Valjean, tamibién conocido como el señor Magdalena, como el señor Blanco, como señor Fauchelevent ... es un santo, un martir, una víctima a la vez que un salvador. Un ser atormentado por la culpa, siendo tan noble y generoso. Tipos así no existen, totalmente ficticio, tan humano que parece real. Es para mí lo mejor de la obra, junto con el niño Gavroche es el personaje más carismático.
Creo que ya dije en algún post anterior que la novela es maniqueista, de buenos y malos. Sin embargo los personajes no son planos, eso, literariamente hablando, no es bueno. Complejidad es riqueza.
Quizá Cosette sea el personajes más plano de la obra, siempre candorosa, inocente ... a mí Cosette me pone mazo. Cosette es una cosita deliciosa. Gente como Cosette, sin embargo, sí que puede haber en este mundo desquiciado. Yo por ejemplo tengo fama de inocente. Quizá yo sea como Cosette, cosita guapa, pero aléjenme de Mario si algún día me da por travestirme.
Marius sin embargo es un gil. Y puerta.
El inspector Javert también es un personaje memorable, único. Un tipo fiel a la ley, sin fisuras de ningún tipo. No hay concesiones para Javert, el orden para él es el ideal, y no se cuestiona que una ley pueda ser injusta. Para él ley es justicia. No se nos hace odioso, como Thénardier, pues algo de complejidad hay en la actitud de Javert, es capaz de conmoverse, pero ay si se conmueve, un cataclismo irreversible sufrirá su alma recta.
El thenardier y la thenardiera. Abusones y viles. También muy humanos ellos. Sin embargo son siempre malos, muy malos, malísimos. Su prole sin embargo es, literariamente, más interesante. El relato de la adopción de Cosette por los Thenardier es como el cuento de La Cenicienta.
Eponina, por ejemplo, a mí Eponina, al igual que Cosette -qué cosita Cosette-, también me pone berraco. Es, al contrario que Cosette, un ser impuro, nada inocente, nada plano tampoco. Capaz del bien y del mal, capaz de morir de amor, y de ser egoista, y generoso. Su defecto principal es enamorarse del cretino de Mario. Cosette es una princesita, una cenicienta que encontró su hada madrina -Valjean- y su príncipe -Mario que tiene una hostia tan bonita, no sé qué tiene Mario que no tenga yo, vamos a ver ...- , Eponina es la hermana de la Cenicienta con harapos, y un atractivo literario muy importante.
Mario, como dije, tiene una hostia muy bonita.
Gavroche. Junto con Juan Valjean el gran acierto de la obra, un pillo de alma aristocrática. Sin embargo surge del género picaresco. Es como el lazarillo de Tormes. Marius sería como el hidalgo de El  Lazarillo de Tormes.
Gillenormand, el abuelo del Marius ese, un personaje también bastante simpático. Representa la tradición monárquica y frívola prerrevolucionaria. Todo un carácter. Yo esperaba que terminara por estrangular a su nieto de una vez puñetera, por favor, de dónde ha salido el tal Marius, yo creo que Hugo debió sentirse joyceano para crear un ser así. En un momento de la obra llega Mario, niño bonito él, a pedirle al abuelo permiso para casarse con Cosette -cosita linda, Cosette-, y el abuelo todo contento le dice: sois muy jóvenes, tíratela, conoce luego a otras mujeres. La que monta el Marius.
Bueno, puede parecer normal esta actitud de Marius, teniendo en cuenta la época.
Pero hay un suceso.
Una anécdota desquiciante.
Uno de esos días en que Mario se pasea por el parque de Luxemburgo para ver a su amada del brazo de Jean Valjean, hay una ráfaga de viento. El viento golosón levanta un poco la falda a Cosette, por lo que Marios le ve el tobillo.
Pues resulta que el nene se nos cabrea, que se pasa varios días odiando a su amada porque le ha enseñado involuntariamente el tobillo.
Hoy en día, con la moda del pantalón bajo, cualquiera se agacha y enseña medio culo. Tengan cuidado, cosettes de hoy, cositas lindas, no sea que el psicópata de Mario os agreda con la ira de todo su idealismo amoroso.
Hay un pasaje en el Ulises de Joyce en el que Leopoldo Bloom se menea la sardinilla porque una chica le enseña la pantorrilla voluntariamente.
En el pasaje de Los Miserables que cuento, Mario se coge una rabieta de 48 horas porque su amada le muestra involuntariamente un tobillo.
Entre el Tío Vanguardias y el Tío Retaguardias hay una diferencia clara.
Luego uno va y les lee, y seguro que sus lectoras -y algún lector despistao- quieren que haga una reseña al uso. Que lean a Ricardo Senabre. Yo leo a Ricardo Senabre, y le temo. Algún día reseñará mis novelas y yo seré Cosette, cosita linda, ante la furia inclemente de un ideal literario. Pero yo leo a Ricardo Senabre con gusto todas las semanas. Sin embargo cada vez que leía pasajes donde Mario aparece, me sentía mal, muy mal, Mamá llama al loquero que me encierren ya, no merece la pena vivir en un mundo donde existen tarados como Marius. No quiero socializar, quiero ser un idiota, un ser apartado de la polis.
Es la diferencia:
Mario es imbécil.
Yo soy idiota.
No nos olvidemos de hablar de Fantina, la madre de Cosette, el ser más desdichado de la obra. Fantina, la prostituta Fantina, capaz de dar su pelo, sus dientes y su vida por su hija.
Monseñor Bienvenido, el personaje importante que primero aparece en la novela, sería hoy uno de esos curas comunistas. Representa al verdadero cristiano, nada posee, todo lo da a los pobres. Su encuentro con Valjean es providencial para éste y el epíritu de la novela en general. Es como el pepito grillo de Valjean. Pero no es un plasta, predica con el ejemplo.
Marius sin embargo es un perturbado mental, yo no sé cómo no hay un complejo de Marius Pontmercy al igual que hay un complejo de Edipo, o de Electra.
Creo que voy a parar ya, son más de la una y mañana he de madrugar para levantar el país, ya que nuestros mentores -los politicastros- no lo hacen.
Terminemos con Mario, y esta vez en serio. Cuando dije que Mario era un personaje funcional, quise decir que sus acciones se adaptan a las necesidades de la trama. Por eso parece que Mario se queda como estupefacto. Hugo podría haber eliminado a Mario y repartir su papel entre los otros personajes. Que Cosette -cosita más linda ella- y Eponina -cómo me pone Eponina- se hagan un rollo bollo, por ejemplo.
Es como si a falta de uno de los actores principales el director cogiera a cualquiera de la calle sin nociones de interpretación y le dijera: no tienes que hacer nada, sólo lo que te diga cuando yo te diga. La gente se muere y él estupefacto. Suceden cosas, y él, cabeza de chorlito. Tiene algo de autómata este Mario. Sólo se vuelve humano cuando pilla esas pataletas de enajenado mental. Y poco más. No vale para nada más. Sólo para el berrinche. Y para tirarse a mi chica, mi Cosette, mi cosa linda. Eso sí, después del matrimonio.
Y por hoy ya basta. Amenazo con otro post sobre Los Miserables, que creo que me he quedado corto. Pero esta vez sobre algunas adaptaciones. Y sobre La Tentación de lo Imposible, de Vargas Llosa.

domingo, 20 de marzo de 2011

Hoy ha empezado la guerra

Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar.
Franz Kafka. Diarios. Agosto, 1914.




Hoy ha empezado la guerra. Por la mañana hice masa de croquetas de merluza.

La Francia, la lideresa, que por algo me estoy leyendo la chovinista Los Miserables. Inglaterra, sin dudarlo. Estados Unidos, deja el mando del juguete a estas dos. Alemania e Italia, democráticamente, lo que diga la mayoría. España, hipercontenta, superalegre, sonriente presidente. Al volver del trabajo, por la calle Los Yébenes -mi calle-, la gente salía de las cañas para entrar en su dominical papeo, una pareja paraba el tráfico y corría tras de su caniche: ¡por favor! Gritaba ella, ¡que se nos ha escapado el perro! Y él corría tras él. Al alcanzarlo, él, lo coge en brazos. Ella le da dos cachetes en el morro. Como si fuera un niño.

112 misiles de crucero Tomahawk, 20 blancos alcanzados. Una siesta de hora y media, reparadora.

El tirano, el líder de la revolución, el sátrapa, dice que el Mediterráneo será un campo de batalla. Luego me he tomado dos cafés, y he leído el libro de Los Miserables que trata sobre la red de alcantarillados de París. Víctor Hugo hace historia y comenta. De todas esas encendidas páginas como soliloquios con que Hugo interrumpe la trama, son las más entretenidas. Hace un elogio de la mierda bastante interesante: en vez de tirarla al mar y a los ríos, pues contamina, dice que habría que llevarla a los campos para fermentarlos y así disminuír el hambre en la población y así enriquecer La Francia.

Nuevo ataque de las fuerzas aliadas en Trípoli. Fui a la iglesia, para verte comulgar, pero ya habían cerrado. Así como el Marqués de Bradomín, feo, católico, y sentimental, hacía el muy pervrerso sus conquistas en capilla, así yo me enamoro, pues soy un loco -no es lo mismo ser que estar- paranoico, católico y sentimental-, cual caballero de Olmedo.

Los F-18 españoles están ya operativos y tienen autorización para abrir fuego. A la noche me he reído como nunca viendo Aida, hasta la tos y el dolor en las mandíbulas. Mientras, cenaba caballa al natural, hecha por maternales manos, con una pepsicola. Luego me he liado unos cigarrillos con mi máquina de liar cigarrillos.

Muamar el Gadafi reparte un millón de armas a la población, que no le quiere. Muamar el Gadafi reparte un millón de armas a la población, que le quiere. Le quieren, no le quieren. Gadafi es la flor, el capullo, los pétalos las hojas de la prensa divergente.
Y tú, mi amor de crocanti, tú eres mi flor ajena a libias y fuerzas aliadas, mi flor por la que lidio cada día, con fuerzas y aleteos de gorrioncillo que aún tiene ganas de volar, por cuyo honor de novia española defenderé la patria, con un fusil que me dará mi rey Borbón, tú mi bombón, tú: mi crocanti.

Cuando misiles Tomahawk salpimenten las aceras de mi barrio como cagaditas de paloma, y las bombas estallen como los brotes de hoy, primaverales, y mi camisa del rojo emblema del valor de mi corazón sude mi sangre, yo pediré como última voluntad tu amor de crocanti, ¡oh, sí! Ese amor de crocanti, porque tu amor se me rompía en los labios, dulce y crujiente en cada beso, tu amor se me deshacía en los labios, y yo nunca supe recomponerlo, tu amor, congelarlo, tu amor, como un instante perpetuado por una fotografía.

Coda


Ellos nos lo advirtieron:

Ángel exterminador
te espera la guerra
aún no se ha declarado ya lo sé
pero habrá guerra



Y estos otros también:

Otra vez jugaremos
a guerra en la selva
gritando como niños
aullando en la fría niebla.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Haikus para Japón en los idus de marzo.

 




Isla progreso
Fortísimo imperio
Sol imbatible


El mar vomita
Enfermo enloquecido
Mala resaca


Cúbreme el alma
Del luto de los mirlos
Dejad que llore.



Mis niños rotos
Son flores anegadas
de un cementerio.


Surcando el mar
Japón era una barca
Conquistadora


Coloso bueno
Ejemplo del trabajo
Y la alegría. 


Quién pudiera
a un gigante en llanto
dar el consuelo


Mi amada tiene
Jardinera celeste
Un bonsai muerto 


Allí el sol nace
Al alba desolado
Hoy es la noche


Idus de Marzo
Del letal invierno son
Canto de cisne. 



 




lunes, 14 de marzo de 2011

Imagen primera de ... de Rafael Alberti



Estimulante lectura, la de esta tarde y esta noche, lluviosas por cierto, sentado en la hamaca de mi alcoba, junto a la ventana, repiqueteando las gotas rápidas y juguetonas.
En el metro creyéndome Lorca, y que Alberti me era presentado, un capítulo, un recuerdo hecho para la ensoñación.


En un remanso oscuro del jardín, iluminado débilmente al fondo por las ventanas encendidas de los pabellones estudiantiles, comenzó a recitar Federico, espontáneamente, sin que nadie se lo pidiera, su último romance traído de Granada. En medio del silencio y de aquella penumbra susurrante de álamos, pude entrever cómo se le transfiguraba el rostro, se le dramatizaban la voz y todo el aire al son duro, patético, lleno de misterioso escalorfrío, que repica por el suceso sonámbulo del poema.
En el autobús, después de una reunión, Juan Ramón Jiménez, hasta casi, casi, la carcajada, o sea, ¿que en realidad era así de ... rarito?


Cuando Juan Ramón trabajaba, y esto solía ser las veinticuatro horas del día, era imposible verle, rechazando, negándose más de alguna vez, hasta con su propia voz, a los visitantes. Desde la portería de la casa le telefoneaban el nombre. A veces, era el propio visitante quien hablaba:
-Soy Fulano de Tal.
Y desde arriba el mismo Juan Ramón respondía, tranquilo:
-De parte de Juan Ramón Jiménez, que no está en casa.
De vuelta a casa, esperando el verde en el semáforo, otra epifanía de las mías, esta vez, como a unos cincuenta metros, quizá menos, en la acera, sin paraguas y barbudo, Juan Ramón me miraba y se reía de mí. Según parece, el exquisito poeta, se reía de todo el mundo.


 En aquella visita pude darme cuenta -cosa que seguí comprobando luego, a lo largo de nuestra amistad- de su extraordinaria gracia y mala sangre andaluzas para burlarse de la gente y caricaturizarla. De quienes más le oí reír -y calumniar, poéticamente- fue de Azorín y Eugenio d´Ors.
Se quejaba de que la casa de Azorín olía a cocido madrileño y pis de gato
Como sabéis, no es el primer literato que se me aparece: Cortázar, Azorín, Joyce... y hoy Juan Ramón, justo después de leer su perfil por Rafael Alberti, mirándome y riéndose silenciosamente.
Luego, en casa, después de la cena, y buscando algo de música que acompañara estos perfiles, Antonio Machado en un capítulo emotivo, gran respeto y admiración de Alberti por el poeta de las Soledades.


Hubo muchos poetas que consiguieron lo más fácil: hablar en verso; pero él, en cambio, logró lo más difícil: hablar en poesía.
Cuenta Alberti cómo un día se le encontró de tertulia en un café de la Plaza de Oriente, después de conseguir en una librería un raro ejemplar de los poemas de Rimbaud. Le dejó el ejemplar a don Antonio para que le echara un vistazo, y éste, después de hojearlo, lo dejó en un asiento y, sin darse cuenta, fue usándolo como cenicero. Alberti siempre enseñaría ese tomito con quemaduras de Machado con orgullo a sus visitas.
Impresionante y también admirativo el dedicado a Unamuno, al igual que el que dedica a Valle-Inclán.
De Unamuno alaba, a veces con tono elegíaco:
Tan maravillado quedé de su pasión por todo, de su fresca juventud, su dura y entretenida palabra (...)
Viejo y enloquecido don Miguel: ¡quién nos diera ahora, a pesar de tus dramáticas contradicciones, de tus infantiles y peligrosas veleidades, escuchar nuevamente tu palabra cargada de explosivos y pólenes celestes, en medio de estos despiadados temblores que sacuden la tierra y en la zozobra de esta espera que hoy nos hace más duros y más fuetes a los españoles errantes!
De Valle-Inclán cuenta jugosas anécdotas, ya que el egregio manco fue su cicerone en Roma durante diez días:
Don Ramón nunca se callaba, repentizando, poéticamente, lo que no sabía. Recuerdo que, ya muy oscurecido, se me ocurrió elogiar una de aquellas tardes el sendero de mirtos de no sé qué jardín.
-¿Mirtos? -indagó, inquisitivo, don Ramón -. No, señor; ésos no son mirtos.
-Perdone, Valle-Inclán, pero yo juraría ...
-Son helechos ... El famoso helecho romano, con el que se hace una exquisita compota.
Me callé, rehuyendo penetrar el secreto de su maravillosa dulcería poética.


Y yo, que con mis diecinueve añitos aún estoy en busca de una identidad, me quería asemejar a Lorca, a Unamuno, a Valle; a Machado quizá no porque quizá con don Antonio tenga más parecido, en lo desmañado, melancólico, despistado. Y quizá sea la antítesis de Juan Ramón, tan perfeccionista.
Luego Picasso, quién se pareciera al duro, al toro, a la potencia genial de Picasso.
(...) me lancé al patio de butacas, no sin cierto pánico a una helada acogida o, lo más grave, a un fracaso en mi ilusión de visitarle.
-¿Picasso?
Tengo que recordar que se levantó, receloso, un poco automáticamente, clavándome, al tirarme la mano, unos redondos ojos pardos, insistentes y planos, duros, como dos botones insufribles. Repuesto al punto de esta primera arrancada, que ya había visto yo por dehesas y ruedos en los toros de lidia españoles, le dije mi nombre (...)
Muy mala uva, por cierto, con Azorín, pero no podría estar más de acuerdo con Rafael, pues aunque no tuve el placer de conocerle, por leerle ya este señor como que me da cierta abulia.


(...) impasible la cara, impasibles las manos, todo en él impasible, helado, idiotizado, en espera de que los tontos espíritus del limbo lo reciban un día y, levantándolo, le den al fin, con la corona, los tirones de oreja que también merece.
Con Ortega y Gasset también destila malicia, pero más frívola, más acorde con su fama de conquistador galante. Y de él concluye:


¡Lástima de divina sustancia, hoy para dioses tan rastreros! ¡Lástima de hombre!


Según la contraportada, algunas semblanzas de este libro fueron el germen para La Arboleda Perdida.
Y una pregunta, ¿quién sería ese misterioso ex-amigo, ese alguien a quien no quiere nombrar y que le animó a que se presentara al Premio Nacional de Literatura y que por cierto ganó, siendo jurado Antonio Machado?
Intrigados nos deja, don Rafael.
Se echa de menos algunas ausencias de amigos y compañeros de generación, y otros conocidos. No hubiera estado mal que hiciera semblanza de Dalí, de Buñuel, de Salinas ...
Aunque quizá dejara estos perfiles para otras memorias, que habrá que leer algún día.


Nota: a manera de prólogo, Pedro Salinas hace un perfil de Alberti, titulado: Imagen primera de Rafael Alaberti.

jueves, 10 de marzo de 2011

Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, de Enrique Jardiel Poncela

Después de llegar a las mil páginas de Los Miserables me digo: no puedo más, necesito leer otra cosa, algo que sea como una caña de cerveza después de semanas de desiguales minutas.
Los Miserables es una obra enorme, grandiosa, trepidante en su trama y curiosita de leer en lo tocante a los personájes -menos al imbécil de Mario, que dan ganas de fustigarle con las delicias y pecados tan ricos que el mundo vil tiene-.
A falta de 350 páginas -lera estrujada y apretadita, por cierto- digo: esto no se acaba nunca, he de hacer algo, y algo hice, pues ya me hice con esta golosina de Jardiel Poncela, y ahora que entramos en cuaresma y la moral me pide austeridad, yo, que soy tan indomable, me digo, voy a coger este pincho de tortilla y a tomármelo con una caña y luego un scotch güisqui y luego me fumo un puro habano.
Es lo que se tarda en leer esta novelita de setenta páginas, con ilustraciones del propio Jardiel, dibujándose a sí mismo, pues a falta de Watson él es el leal acompañante de Sherlock en este apócrifo.
Es que, vamos a ver, me explico y así me excuso: me había propuesto leer Los Miserables con entrega absoluta, pues pensé que iba a ser una novela llena de peripecias -plagada de peripecias está- y personajes variopintos. Y así es.
Pero es que Hugo tiene un defecto.
A ver cómo un bloguero pequeñuelo como yo hace una crítca a un gigantón que habita ya en el Parnaso.
Hugo tiene esta novela de milquinientas casi, dividida en cinco partes, y cada parte dividida en lo menos diez libros y cada libro va desde los dos capítulos a los veinte, según.
Hugo salpica sus páginas de, cómo llamarlo, ¿disquisiciones? ¿panegíricos? ¿discursos? Libros enteros sobre Waterloo, la vida en los conventos, pero no contando el día a día del suceso o de lo que comenta, si no alabando, juzgando, criticando.
Sinceramente, no me abofeteen por ellos, a este libro no es que le sobren quinientas páginas, es algo para que un psicoleches se lo mire: delirios de grandeza. Lo dice Hugo: el tema es el infinito, y el personaje. Pues de eso se trata.
Si no fuera porque es una novela fascinante, no la leía.
Y dirá algún listillo:
-Pues sáltese esas páginas.
No, uno es tan tonto que siempre piensa que en el párrafo siguiente puede haber algún detalle importante.
Y lo que nunca creí: me veo esperando una descripción como agua de Mayo, lo prefiero a esos soliloquios de Hugo con cualquier excusa.
Hoy en un correo uno de los akabaos nos comentaba que Tu Rostro Mañana, de Javier Marías, tiene también ese exceso de páginas, y recordaba lo que decía Borges, que a Cien Años de Soledad le sobraban cuarenta años. A mí también me dio ese consejo -mi amigo, no Borges, claro, qué miedo, imagínate que un día me encuentro con el ciego más lúcido leyendo mis cosicas y diciendo: che, joven, sobra, sobra-, te sobran páginas.
Salvo excepciones, supongo que toda obra gordezuela adolece de excesos.
Eso sí, esperad, esperadme, criaturitas, porque lo que yo he escrito, escribo, y escribiré, será siempre algo de engorde: callos a la madrileña, grandes tartas de moka y chocolate, litros y ltros de cerveza, kalimotxos, cigarrillos de varios tipos -liados a mano, a máquina, de fábrica-. Viva el exceso, viva Hugo y viva yo.
Aunque a veces abrumen ciertas lecturas, merecen la pena, si los que las escriben están poseidos por la ninfa o por el espíritu napoleónico. Yo estoy poseido por la ninfa, Víctor Hugo por el espíritu de Napoleón.
Y nada sensato ha de salir de estos delirios.
Sin embargo, por lo que he leído suyo, Enrique Jardiel Poncela, don Enrique, no tiene exceso de páginas. Un refresco, un cubalibre, algo ligero que quita la sed, nunca garrafón, todo de calidad. A don Enrique no le sobra nada, si acaso le faltó, le faltaron años. 52 años es una edad temprana para morir alguien que escribe así, obras cocinadas con estos ingredientes: inteligencia y humor. Desmitificándolo todo, el amor, la vida, y aquí mismo este mito llamado lógica, lógica personificada en Sherlock Holmes.
En la primavera de 1925 había ido a Londres a que me plancharan un sombrero flexible.
El sombrerero me advirtió que tenía que esperar cuatro horas, porque acababa de recibir de la Cámara de los Lores el encargo de reformar veintidós chisteras de seis reflejos, lo que hacía un total de ciento treinta y dos reflejos  reformables; y en vista de ello, y como en aquella época no sabía de Londres si no que el Támesis lo atraviesa, decidí darme un paseo por la ciudad. Y para ofrecer la sensación de que también yo era inglés, me compré un monóculo. Traté de colocármelo en la órbita derecha, pero el monóculo se me caía de un modo fulminante; entonces ideé un truco original: me puse el monóculo y me lo sujeté al cráneo con una venda. Y ya, satisfecho y tropezando de vez en cuando con los transeúntes, tomé la dirección de Hide Park.
Este es el comienzo de esta novela paródica.
Jardiel debió pasárselo muy bien creando, que es de lo que se trata.
Sin pretensiones de hacer algo grande, así la verdad que un escrito entra mejor, con la risa, el dolor, el asco o la vergüenza. Palabras que despierten amor, odio, que despierten, o que adormezcan en un sueño mejor que el sueño rutinario de la vida.
Editado con gusto por Breviarios de Rey Lear, con portada basada en una ilustración de Gus Mager, que hacía cómics en los comienzos del tebeo.
Es un librito exquisito, que frente al monumento de Los Miserables parece frágil. Es delicado, bello, y salpimentado con dibujos del propio Jardiel, con autorretratos junto a Sherlock Holmes.
Me acabo de dar cuenta, buscando imágenes, que Breviarios de Rey Lear tiene más de estos apócrifos de Sherlock Holmes creados por Jardiel. Que leerlos habrá.
He comenzado la lectura a la una de la tarde, de pie, paseando sin prisas, desde Los Yébenes a coger el metro Empalme, cruzando el parque Aluche. Sólo por el placer de pasear, y de leer paseando, cuidadosa, tranquilamente. Día primaveral el de hoy.
He comido con mi amiga la de Navarra, mi hermana adoptiva, me ha contado mientras ella comía sus tomates rellenos y yo mi paella mixta, que le ha gustado mucho Tiempo de Silencio, de Martín-Santos. A puntito que he estado de decirle: no cagias en la tentación de las vanguardias, que se empieza por Luis Martín-Santos y se termina por Joyce. Pero allá cada cual con sus drogas.
En el segundo plato, entrecot ella -se lo aconsejo antes que el bistec- y hamburguesa alemana yo, le advierto que voy por la página mil de Los Miserables. Ella por la mitad, pero amenaza con un spring.  Habrá que reservar butaca para Abril por ver el musical.
Estoy viendo la versión que hicieron en serie de cuatro capítulos: pésima, una mierda, sólo merece la pena John Malcovich como Javert. Ni siquiera es fiel a la intrigante trama. Si no lo vas a mejorar, ni a celebrar, ¿por qué lo adaptas, mentecato?
De postre: manzana ella, yo tarta de limón. Té y un cortado.
Luego vuelvo en metro, con Jardiel de la mano, como si fuese yo un niñín al que habría que cuidar, literariamente.
Voy a la biblioteca Antonio Mingote, ¡oh, maravilla! La Fundación Francisco Umbral ha prestado grandes fotografías, enmarcadas en las paredes de esta grande y querida biblioteca, fotos que nunca ví, de Umbral sin gafas, de joven, de Umbral de niño, de Umbral desnudo leyendo en su bañera, en la que según parece formó una pequeña biblioteca. Hasta hay una en la que sale riéndose, ¿se imaginan a Umbral, que era la risa de la tinta hasta el dolor, riendo y no a través de las palabras?
Qué pena no encontrar una sola de esas fotos para vosotros. Todo se andará.
De vuelta a casa, sigo con Jardiel, en el 17. Me encuentro con un amigo, tomamos juntos un café donde siempre, donde la china, la china está más buenorra que nunca, y se sienta en la barra, junto a nosotros. Dicen que las chinas no tienen curvas, pues esta sí, es preciosa.
En casa aprovecho la última luz de la tarde para leer el burlón y amargo final de la novela, pues don Enrique además de humor, e inteligencia, deja su poso pesimista -pero mordaz- allí en sus obras.



Jardiel Poncela, bien abrigado, que ande yo caliente y ríase la gente
 

martes, 8 de marzo de 2011

Pequeña selección musical para el día de la mujer trabajadora


Las Hilanderas, de Diego Velázquez


Lisístrata: ¡Y dale! Es la salvación de Grecia lo que proyecto. De las mujeres, sí, de las mujeres depende ...
(Aristófanes. Lisístrata)
Ayer, como hoy, cuánta razon el viejo zumbón de Aristófanes. Hoy podría ser una metafórica y significativa frase, porque, ¿no somos herederos, hijos de la Grecia clásica? Nuestra cultura es así, sus ruinas no lo son, pues viven en cuanto evolucionan con nosotros.
Posos de Grecia en el idioma y el ocio, en nuestro idealismo y percepción del mundo, así que, si Grecia somos, de las mujeres depende la salvación de todo esto tan bueno, pues estos posos que quedan acoplados a nuestra vida han sido la simiente de Democracia, Belleza, Filosofía, Ocio ...
Ayer lo escuchaba en la radio: universidad: 60% mujeres
La otra cara, también desde la radio: sueldos engordan más bolsillos de los hombres.
En un solo siglo el spring, como ha pasado con tantas cosas. Desde que mujeres como Clara Campoamor lucharan por el sufragio -es un ejemplo entre tantos, el primero que se me ocurre- hasta hoy.
La igualdad aún no es completa, quizá porque sea necesario un cambio de mentalidades, pues mientras las leyes y las políticas intentan -a veces muy torpemente, como con la absurda igualdad matemática- hecer del derecho un hecho, nuestra mentalidad sigue conservadora, comodona, rancia, y por qué no decirlo, machista. Machistas conozco hombres y mujeres, no es un límite impuesto únicamente por varones, aunque tengan mayor peso en las trabas.
Nunca olvidaré el día que un diputado -para colmo de izquierdas- gritaba en el congreso a una diputada: ¡vete a fregar!
No siento que las hombres seamos unos zoquetes, hasta las narices estoy de los tópicos que nos meten a todos en sacos con fáciles taxonomías. Hay hombres malos y buenos al igual que los hay guapos y feos y rubios y pelirrojos. Lo mismo sucede con las mujeres, no por ser mujer una persona nace con ciertas cualidades y defectos, no sólo por genética vive el ser, hay tantos factores influyentes que hay que huir de las facilidades a la hora de definir a las personas.
Sin embargo es bueno sentir un cambio de aires, sin olvidar nunca que somos iguales, pero no idénticos.
Este fragmento de Lisístrata me parece bueno para celebrar este día.




Y aquí esta selección musical para el día de hoy.


Como todos los años, Björk, la canción de una trabajadora en el contexto de una historia tremenda, Bailar en la osucridad, de Lars Von Trier:



Uno de los temas de zarzuela más populares, mi padre nos despertaba muchos fines de semana con La Rosa del Azafrán:



Silvio Rodríguez me parece un rey midas de la canción, y esta canción es un bello homenaje, lleno de oro.



¿Os acordáis de Martirio?

domingo, 6 de marzo de 2011

Los palacios de invierno


Siempre hay bailes de máscaras
en los palacios de invierno
locos y perdedores
en un mundo perfecto
que sin fé llamarán
a las puertas del cielo
triste y solitario está el jardín del deseo
donde sólo se escuchan
las mentiras del viento ...
carrusel de la pena
en el jardín del deseo ...
preguntas sin respuesta
en el jardín del deseo ...



El ridotto en Venecia, de Pietro Longhi

Otro año el tiempo de carnaval, cuando la máscara y el baile.
Yo soy un príncipe, y vivo desde siempre en el palacio de invierno, porque fuera siempre es invierno.
Aquí en palacio celebramos el carnaval a diario, al igual que a diario tenemos la cuaresma, y hasta pasión para la resurrección.
A cada momento la máscara, porque está la desnudez de la no-máscara, pues ir sin máscara es como ser expulsado del palacio, desnudo, a la nieve, formada por las lágrimas del hambre de los desposeidos, congeladas como se congela una fotografía para grabar el instante, para que el instante no se pierda nunca.
La nieve es el sollozo impotente de los que están solos, eso es el invierno.
La nieve es el llanto de la impotencia y la enfermedad, eso es el invierno.
Todo eso es el invierno, y nosotros, príncipes sin reino, reivindicamos nuestro derecho al Palacio de Invierno, derecho por el cual todo ser humano puede hacer uso libremente de todo aquello que le proteja del frío, la enfermedad, la soledad y el hambre.
Aunque sea una máscara, un simulacro de baile, un sueño de aristocracia, una mentira.


Coda