lunes, 16 de junio de 2014

Bloomsday 2014. Recordando el Ulises de Joyce


Bloomsday


Fiesta lieraria


Viendo a esta singular gente pasándoselo tan bien, me han entrado ganas de participar en la fiesta, a ratos y desde mi alcoba, riñones de cordero y burdeles sadomaso en la memoria, con una armoniosa melodía que surge de un piano en algún momento, en algún capítulo, olas de mar y cojas enseñando pantorrilla.
Cierto estilo de vanguardia y catecismo, una manera de monologar interiormente una mujer, además de algún capítulo infumable escrito mal a propósito.
A propósito de Joyce, mi tío Vanguardias, que si no lo hubiera hecho él quizá nadie se hubiera atrevido a tamaña gamberrada antirromántica: hacer ruinas de lo sagrado para crearlo de nuevo. Recordemos que Romanticismo es hacer surgir de las ruinas lo añorado de una manera ideal, sacra. Lo que hace Joyce, sin embargo, es destrozar, forzar la ruina, para crear a su antojo. Modernismo frente a Romanticismo. La broma le salió tan bien que hasta le estudian en las universidades. Quizá, él y yo lo sabemos, tan sólo quería contar un chiste que sólo entendiera él mismo.

El Ulises como libro de autoayuda.


Me acaba de comunicar Hilvanes que la bohemia se acabó:
http://www.enriquevilamatas.com/eduardolago/AnnaLiviaPlurabelle12.html
Y yo digo que no, que no es posible, siendo el Ulises una obra del Sí.
A la mierda los libros de autoayuda, no se confundan, esas secciones en las librerías son lugares de culpa y mea culpa, ¿por qué no soy feliz si los he leído todos y he seguido las pautas para sanar mi vida y eliminar mis zonas erróneas?
Los verdaderos libros de autoayuda se encuentran en la sección de clásicos. El Maestro y Margarita, La Saga/Fuga de JB, El gran momento de Mary Tribune, Guillermo el Travieso, Alicia en el País de las Maravillas, David Copperfield, El Eclesiastés, Don Quijote, Travesía de Madrid, Ulises -de Joyce, claro, aunque la Odisea también, claro-.
Las pautas a seguir para ser más feliz que propone Joyce son estas, y no tiene que ser por este orden:
-Tómese un desayuno contundente como unos riñones a la plancha y lea el periódico sentado en el trono.
-Vaya al entierro de algún conocido acompañado de amigos que le ninguneen.
-Bébase unas cervezas negras.
-Agítese la sardinilla en la playa mirando a las muchachas, aunque sean cojas.
-Váyase de putas con algún amigo y practique el sadomaso con un fondo de muebles parlantes que cuenten sus intimidades.
-Filosofe sobre lo humano y lo divino con este amigo.
-Escuche el orgasmo de una mujer hermosa, ¡oh, sí, sí, síiiii!
El Ulises termina así, con Molly Bloom lanzando un sí. Pocas obras hay tan vitalistas como ésta.
Y si aún así sienten inclinación por la culpa, no pierdan el tiempo leyendo esos libros de la sección de autoayuda, mejor lean otros clásicos como Kafka y Dostoievsky, grandes conocedores de la complejidad humana.

Joyce y yo.


Hoy, sin embargo, no he encontrado mejor manera de celebrar mi Bloomsday que escribiendo sobre el Ulises. Otros años me he tomado unas guiness para brindar por Joyce.
Es que yo, a lo largo del año, ya celebro bastantes Bloomsdays. Este sábado anterior, por ejemplo, me tomé unas cuantas guiness. Eso es lo de menos. Lo demás es que tengo días en que, desde que me levanto hasta que me acuesto, darían para escribir varios clásicos de la Literatura.
Me hago acompañar por gente tan bohemia como Joyce, Baudelaire, García Hortelano, Umbral, el Gato de Cheshire -que viene a contarme que tú, mi Alicia, aún tienes alguna alcoba en tu corazón donde yo habito y no habita el olvido-, y Garcilaso de la Vega. Sobre todo, a diario en mil batallas, Garcilaso. Y por las noches de farra Baudelaire, y en mi soledad también. Y Joyce en muchas maneras de mirar el mundo, tan raro y de sintaxis tan difícil.
El tío Vanguardias y yo. James Joyce, Ay.
Por las mañanas, de camino al trabajo, más de una hora con libros y somnolencia. Leo a la Munro, leo a Kipling, leo a Borges y a Bioy, leo a Baudelaire. 
Leemos las obras y luego las olvidamos o las vivimos. Yo prefiero lo segundo. No sólo me empapo de la obra, sino del personajes que la creó. Me dejo acompañar por ellos, que pusieron tanto de sí en sus páginas. Voy con Umbral, voy con Joyce, voy con Baudelaire. Son mis amigos, me ayudan a vivir, me hacen feliz con sus gamberradas literarias. Se creían excelsos, pero nunca se tomaron demasiado en serio. En el fondo son gente muy campechana, como nuestro rey jubilado, Juan Carlos. Y ahora que se retiró de sus funciones y correrías, sólo me queda la esperanza monárquica de, en alguno de mis bloomsdays, encontrarme en un burdel con Felipe VI. Si Juan Carlos I fue leyenda urbana, también lo será su digno sucesor, Felipe VI.
Sí.

Un retal para Hilvanes


Una anécdota de James Joyce, a quien un día una periodista, tras mucho trabajo, logró entrevistar y le hizo la pregunta clásica de ¿Para quién escribe usted?, y Joyce le contestó: "Cuando yo escribo estoy sentado en la punta de una mesa; en la otra punta está un señor que se llama James Joyce. Bueno, pues yo le escribo cartas a ese señor". 


Coda


Quien pudo ser quiero que seas tu, 
dímelo dimelo una vez, fue una burla por favor, 
dímelo, confiesa, tal vez no existas, ante la duda un sueño, 
cariño, mi vida, criatura de rubí, 
que puedo hacer sin tu vigor


 aun que sea solo un gesto, 
un guiño solo un beso, inténtalo una vez, 
o antes de cada cita mi deseo es que digas 
siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.