martes, 28 de julio de 2009

Una combinación ideal

Como no creo en la perfección, no puedo hablar de combinaciones perfectas, pero sí de combinaciones ideales.
Bocata de antxoas con cerveza mahou verde.
Cigarrillo cohíbas con copita de brandy veterano
Leer a Jane Austen bebiendo te con leche a las cinco de la tarde.
Escribir en plena borrachera de café.
Tenía yo una lista de combinaciones ideales, por ahí estará en alguna carpeta perdida.
El jazz es un ejemplo de que la perfección no existe –no confundan perfección con virtuosismo-, pero también lo es de que sí hay un ideal.
Por ejemplo, John Coltrane y Johnny Hartman.
Dedicado a ti:








domingo, 26 de julio de 2009

El libro del verano



Una vez imaginé un relato del que solo escribí el principio que iría ni que pintado para estos meses estivales en los que la crisis nos ha dejado –supongo que será culpa de la crisis- sin canción del verano.
El relato era de detectives: el Ministerio de Cultura, o cualquier otra organización de negra faz, contrataba a un detective con todos los tópicos y alguno más para hallar la perdida canción del verano. Podría escribirlo ahora, ¿verdad? En este verano no hay radio con melodiosas alabanzas del sol, la playa, el amor y tu cuerpo moreno retostándose al sol. Chiringuitos, barbacoas, negros rabiosos que no se saben lo que quieren, mami.
Sin embargo yo, antes que la canción de otros veranos, recuerdo con más cariño los amores por sí mismos, sin canción como banda sonora. Fijaos como será la cosa, que hace ya siglos tuve una novieta en Agosto que se derretía con los OBK, -los OBKgate-, que les llamo yo desde entonces. Eso resta el elemento erótico musical a un verano en condiciones.
Y los libros, eso me emociona más que cualquier canción típica de la estación. El recuerdo de un libro en verano, nostalgia que se recobra a través de otros libros. Quizá por que un libro sirve tanto para el inventario de los inviernos y las primaveras, y que pudo haber sido leído un otoño. Pero guardo el sabor de otros veranos por sus lecturas.



Seria letal el escuchar como villancico el Aquí no hay playa de The refrescos, pero he releído Rayuela en Diciembre, y eso es vivificante.
La canción del verano suele ser hoja caduca, que solo sirve para la traca del deprimente programa del verano o para la broma nostálgica. Sin embargo, el libro del verano, eso es hoja perenne, siempre a disposición del lector, que si es buen lector nunca espera a que lo mande el histérico o histérica locutor de turno.
A mí, si un autor leído en verano me tocaba el corazón, ya le convertía en el Georgie Dann de todos mis veranos. Eso me ha pasado con Alfredo Bryce Echenique y, desde niño hasta hace bien poco, con Julio Verne.
Desde que de niño me bebí La isla misteriosa, volví a Verne cumplida la mayoría de edad: El rayo verde –sobre todo esta, una novelita de amor en una misteriosa Escocia-, Robur el conquistador, 5 Semanas en globo, 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje el centro de la tierra, y hace cuatro años –mi última lectura de Verne-, Miguel Strogoff.
Cada lectura lleva un recuerdo, como un patio extremeño donde leí capítulos del viaje al centro de la tierra, saboreando higos cuello de dama. O aquella habitación en Villalba donde leía el Miguel Strogoff, por las noches, con unos ruidosos vecinos dale que te pego ahí arriba, que creía yo que se me iba a caer el techo encima: muelles de cama, gemidos, gritos, y como colofón, el chorro del grifo. Y eso que Julio Verne es lo menos erótico que ha parido Francia.
Desde que leí Un mundo para Julius un mes de Julio, bajo las estrellas en la casa materna, Alfredo Bryce Echenique se ha convertido en el Georgie Dann de mis lecturas.
Tantas veces Pedro, Cuentos completos, Reo de Nocturnidad, La vida exagerada de Martín Romaña –inmensa, en el año que mas libros devoré, aquel 2002-, El hombre que hablaba de Octavia de Cadiz –la obra que más me enamoró, en el verano más negro a la par que más vital de mi vida, un personaje, Octavia, como pocos se han creado, esa francesita con las piernas más graciosas del mundo…-, el huerto de mi amada…
El verano pasado, otro ejemplo, tiene también su libro-canción, llenito de lírica y gatos: Carta a mi mujer, de Francisco Umbral. Lo leía tumbado en la cama antes de ir al trabajo.
Como últimamente me toca pringar en Agosto, muchos libros estivales los he leído en el tren, en el metro, en el autobús.
Hace tres años leía en el tren a Alcalá La casa de la alegría, de Edith Warthon, y el Manual de literatura para caníbales, de Rafa Bigotes Reig. El primero lo leí emocionado, el segundo llorando de risa, que los rumanos y africanos que iban conmigo me miraban con un mosqueo…



Y el único capaz de hacerle la competencia a Bryce Echenique, por la cantidad de lecturas: Manuel Vázquez Montalbán con su Pepe Carvalho. Me zampaba yo cada Carvalho como premio al finalizar los exámenes…
Pero las lecturas que recuerdo con más cariño fueron las que hice en hamaca o balancín, en aquel porche de Cadalso de los Vidrios.
Leía a Caváfis después de las siestas bebiendo un exquisito te earl grey con aceite de bergamonta y flores de centaura –azahar-.
Me enamoré de las costumbres de los personajes de El amor en los tiempos del Cólera - los espesos cafés de él, los cigarrillos de liar de ella-, aquel verano que yo mismo comencé a escribir mis historias largas. Creo que fue hace doce años…
El proceso, de Kafka, siendo aún adolescente, que todos me miraban un poco raro.
Alicia en el País de las Maravillas, con dieciocho años, un verano en que el amor me hirió, en que me emborrachaba demasiado –me pusieron el sobrenombre del tequilitas-, y en que aquel mágico libro me hablaba. Creedlo, mantenía verdaderas conversaciones con ese libro…
Justine, de Durrell, también cayó un verano alimentando mi sueño.



Y allí, en ese porche, el máximo hit de todos los veranos, el desenfrenado baile de la literatura, el tiempo del cambio, cuando un libro transformó mi punto de vista ya, para siempre-. Yo salía poco del chalet, me bastaban Caváfis y Cortázar. En ese verano, trece años hace, yo escuchaba una y otra vez los tangos de Gardel –esas si que son canciones del verano-, y les sacaba los cuartos jugando al póquer a mis padres y a sus amigos.
Ese libro es el más grande porque es muchos libros: Rayuela, ya lo he dicho. No podía entender lo bien que se adaptaba mi cabeza a tantísimas ideas, ahí me enamoré del jazz, única música capaz de hacer de banda sonora a mi caos interior.

viernes, 24 de julio de 2009

Las cinco advertencias de Satanás, de Enrique Jardiel Poncela




Amiga mía, el amor es como una goma elástica que dos seres mantienen tirante, sujetándola con los dientes; un día, uno de los que tiraban se cansa, suelta, y la goma le da al otro en las narices.
(Enrique Jardiel Poncela. Las cinco advertencias de Satanás.)


No he ido mucho al teatro, es una cuenta pendiente que tengo.
Es distinto, el libro que el escenario, los ojos del lector que los de los espectadores.
Cuando uno lee, puede hacer las pausas que le vengan en gana, puede reflexionar y hacer anotaciones, puede dejar el libro en mitad de un acto y tomarse un café para meditar sobre lo leído, dando la forma exacta al personaje que tanto le fascina. Puede, si quiere, toser y estornudar ruidosamente, berrear y canturrear algún verso de la obra.
En el patio de butacas, como en el cine, no hay descanso si no lo manda el carácter de la obra. Tiene la ventaja de que has de hacerte niño para dejarte llevar, sin vuelta atrás para volver a escuchar, como un retazo de vida que llegado a su fin no da otra oportunidad. A no ser que te compres el libro o vuelvas otro día. Tienes a tu lado a otros espectadores, con lo que tu recepción de la obra puede estar influida por las risas, aplausos, carraspeos o exclamaciones de tus vecinos. En la soledad del libro, los aplausos, las risas, los carraspeos, te corresponden solo a ti.
El teatro es una expresión cultural, que existe para ser representado. Va con su carácter. Vale que llegados al siglo XX también necesita ser leído, y hay autores que lo crean para ser representado y leído. Las acotaciones literarias, de la mano de Valle, por ejemplo, no actúan en la representación, si no en la soledad del lector.
Hasta el siglo XX el teatro era escrito con la finalidad de su representación. El pueblo era analfabeto, pero no analfabestia, que diría Quino el de Mafalda. El pueblo no leía pero sí veía y escuchaba y era exigente. De ahí las maravillas de Esquilo, Sófocles, Lope, Calderón…
Yo a Jardiel le vi representado en Eloisa está debajo de un almendro. Es un autor al que preferiblemente hay que ver interpretado. Pero también debe ser leído, para deleitarse en su literatura, porque Jardiel Poncela es además un inteligente y fino e irónico literato. Se forjó en la década de los veinte, con amistades como las de Ramón Gómez de la Serna y lecturas como las teorías literarias de Ortega y Gasset en La deshumanización del arte.
Vanguardias intelectuales de aquellos días, nuevos caminos para la expresión que hoy damos por hecho y no apreciamos. Uno lee una buena novela hoy y puede o no gustarle, pero no se admira ni desconcierta de su novedad y juego. Estamos acostumbrados a la posmodernidad, que es algo así como una esquizofrenia no consciente de su mal.
El teatro de Jardiel en su época era algo novedoso, innovador mejor dicho. Influido por Ramón, hay greguerías en sus obras, y aquí suelta algunas perlas:

Amar es llevar un brazo en cabestrillo.

El romanticismo es una afección gástrica

Cada guitarrista arranca sonidos distintos a una misma guitarra, y cada hombre despierta sentimientos distintos en una misma mujer.


De la trama nada diré, para que lo lea quien quiera. El personaje diabólico, interpretado aquí por un invisible ser llamado Leonardo, es similar al Robert de Niro de El corazón del ángel o al Al Pacino de Pactar con el diablo. Es decir, un dandy conocedor de las flaquezas humanas, tan humano como cualquier personaje.



jueves, 23 de julio de 2009

Resucitar a través del subrayado



Hoy no hay otra canción para el long play.
Tantas buenas canciones buscadas y no encontradas en esta panacea de internet.
Y si se encuentra, o es otra versión o se oye mal.
Así que hablaremos de los subrayados, que anteayer discutíamos unos amigos sobre la necesidad o contrariedad de subrayar el libro que se está leyendo.
Yo subrayaría más, pero es que cojo mucho prestado de la biblioteca pública, donde veo que otros antes que yo ya se han dado la molestia, como si un lector futuro fuese a descubrir su talento lector o su capacidad de síntesis. Subrayar o acotar o anotar libros ajenos o colectivos no me parece a mí muy decente.
¿Tú subrayas?
Yo subrayo, cuando el libro es mío necesito un lapicero a mano para convertirme en el lector activo con el que todo escritor sueña.
Debe ser el colmo de la bendición que alguien que además te lee subraye cositas tuyas como si fuesen pequeñas cimas del pensamiento o simples hallazgos literarios.
Es otra manera de no morirse. Dicen muchos, ateos o agnósticos, que no morimos del todo y no porque halla otra vida con San Pedro Welcome to the heaven, si no porque nos prolongamos genéticamente en nuestros hijos, o que en nuestros hijos sobrevivimos por nuestros tics, vicios o sabidurías y experiencias sobre ellos vertidas.
Escribir debe ser otra manera de prolongarse en los otros. Y cuando alguien subraya un fragmento, es como un resucitar en comunión con un vivo.
Así decía Quevedo:

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.

Yo subrayo, y luego voy y releo lo subrayado, resucitando a ese otro antepasado que fui yo mismo, y a veces me pregunto por la razón por la que subrayé ese verso, y encima con flecha y signos de admiración y aviso.
Es que uno también se va muriendo desangrándose en los libros que otros escribieron, y a la vuelta ve y mira y se extraña, como ante la aparición de un resucitado que pide cuentas que no se recuerda que se hayan tenido.
Yo esta mañana he estado releyendo subrayados y subrayando lecturas nuevas. Suelo además escribir símbolos y notas de aviso para que cuando me muera hoy mismo no quede el yo que me sobreviva muy despistado al releer lo subrayado, valga el pareado.
Resucitaré una y otra vez ante mí mismo. A veces me alegraré y otras haré como que “yo a ti no te conozco de nada”
Cómo cambiamos, de qué manera nos vamos de nosotros mismos, y sin embargo, qué idénticos y rutinarios somos hoy como hace diez años atrás, con ese horror a salir de la guarida, y ese sueño que siempre lleva el mismo rumbo, siguiendo las pistas que un día pusimos como pulgarcitos de la literatura: subrayando recodos del camino para reconocernos en las ilusiones y dudas del ayer el día de mañana.

Coda.

En el Juan de Mairena de Antonio Machado subraye repetidas veces esta máxima que el viejo maestro repite obsesivamente una y otra vez en sucesivos capítulos:
Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor mas alto que el valor de ser hombre.

En la Divina Comedia del Divino Dante, subraye en el purgatorio estos versos en el capitulo decimosegundo:
¡Oh, especie humana! Si has nacido para remontar el vuelo, ¿por qué el menor soplo te derriba?

Ahora que estoy leyendo Las Cinco advertencias de Satanás, de Jardiel Poncela, subrayo también con alegría cuando algún personaje dice algo como:
Adminístreme usted el dinero, pero no me administre la alegría.

lunes, 20 de julio de 2009

Long Play. Tercera Canción.



Salí de la ducha y me mire al espejo: vi mi rostro bello como pocas veces, los ojos con un brillo no de fiebre, si no luminosos. Ella estaba a mi lado.
-Otra.
-Tengo que recoger la casa, limpiar el polvo, fregar el suelo, ordenar los papeles amontonados en el suelo, hacer una llamada al sindicato para señalar unos cambios en mis datos…
-Ahora, no sea que me marche y no vuelva hasta que se me antoje, ya sabes como soy de caprichosa.
-¡Oh, musa!
Pero hice caso a medias, mientras meditaba las palabras de este post, realmente arrebatado por su aliento, iba haciendo esas actividades cotidianas, echándole vinagre al agua para fregar el parquet, llamando por teléfono para serias conversaciones, encima me llama mi mama, para que le compre un coñac barato para guisar. Hasta que la constancia de lo cotidiano terminó con la inspiración. Y aquí me hallo, reclamándote, y ahora no te dará la gana a ti.
-Pues mira, pon lo que sea, amito de tu casa. Estruja la quijotera y pon lo que recuerdes de ese arrebato.
-Escojo dos canciones, y que el respetable elija la que más le guste.
-¿Qué respetable, si no te lee casi nadie, oh, bloguero ermitaño?
-Siempre hay ciberduendecillos que husmean por doquier.
-Supongo que serán canciones de esas de lastima y autocompasión por los desamores cotidianos y/o arrebatados.
-Pues no, estas son mas bien de defensa personal, kárate del alma, o llámalo como quieras. Dedicadas a algo o alguien que nos limita, ya sea una moral, una situación, un estado de las cosas que nos pone murallas a lo Kavafis:

Sin consideración, sin piedad, sin recato
grandes y altas murallas en torno mío construyeron.
Y ahora estoy aquí y me desespero.
Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino;
porque afuera muchas cosas tenia yo que hacer.
Ah cuando los muros construían cómo no estuve atento.
Pero nunca escuché ruido ni rumor de constructores.
Imperceptiblemente fuera del mundo me encerraron.


O dedicadas a esos jueces e inquisidores de los que habla Pessoa en otro poema:

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributante?
¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuera otra persona les haría a todos su voluntad.
Así como soy, ¡ténganme paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí
o déjenme irme solitario al diablo!
¿Por qué habríamos de irnos juntos?
¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero estar solo.
¡Ya dije que estoy solo!
¡Ah, qué aburrido que quieran que sirva de compañía!


Pero en lo personal, es algo que uno puede dedicarse a si mismo, a la manera de Freud. Ponle que yo sea tres personas, llámame Ego, llámame Superego, llámame Id.
-Que rima con David, ji, ji. Es decir, yo, superyo y ello.
-Qué listas sois las musas postmodernas.
-Oye, chato, que yo vengo de cuando los dioses se lo montaban con los mortales. Pero sigue, o sea, que tu te das de bofetadas a ti mismo y como premio te dedicas dos canciones. Qué resalaos sois los poetas posmodernos.
-No frivolices. El Id, apaleado por el Superego, impide que el Ego se realice. Personifica, imagina que son tres personas. Ya sabes lo que me gustan a mí las personificaciones de abstracciones, los símbolos, las metáforas, las alegorías, los arquetipos que hacen de un concepto concreto algo universal.
-Si, todo lo que sea escaquearse de la realidad y de llamar a las cosas por su nombre a ti te va mucho.
-Pues sin arquetipos, símbolos, alegorías y metáforas tu estarías en el puto paro, ¡oh, Emperatriz! Adiós a cuarenta siglos de literatura y música y artes plásticas. Venga, no pongas cara de Superego y démonos al ello con denuedo. Dos canciones que son mano de santo para hacerse auto exorcismos. Cuando me llegaba el estrés, el ataque de ansiedad, cuando los mirlos negros de la conciencia anidaban en mi jardín, yo tarareaba estas canciones y era como si el superego se fuese a hacer puñetas. Here comes the sun, etcétera.
-Tomo nota, Juan Palomo.
-Una es una canción de hoy, Déjame vivir, de Chambao y Jarabe de Palo.
-¡Cielos, el Pau Dones, gran vanguardista!, todas sus canciones no precisan mas que de una sola nota, todo es monotonía! Es como si un poeta escribiera todo con la a, Ana lava lana, Mama amasa la masa.
-Pero tiene un par de canciones realmente buenas: El lado oscuro y Agua.
-La otra.
-Una canción de ayer, que cantaron Sergi y Estíbaliz.
-¡Cielos!
-Déjame vivir con alegría, de las Vainica Doble, que no podían faltar en este long-play. Por esta voto yo, y que el respetable elija, arriba a la izquierda, que canción incluimos. ¿Y tú a quien votas, oh, musa?
-Las musas somos como los monarcas, no opinamos, reinamos para todos por igual.



Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción
(Evangelio Según San Mateo 6,25-34)


el arte de amar

sábado, 18 de julio de 2009

Long Play. Segunda Canción.

¡Oh, musa!
Dame el adjetivo exacto para cada emoción.
-Lo llevas claro, Platerito. ¿Segunda canción? Lúcete, Lucerillo, que la luz te haga lúcido.
-Tú lo has dicho: Luz.
-Déjate de gaitas, segunda canción, venga, caña, ¡arrr! ¿Intérprete? ¿Título?
-Luz, de la tierra de las gaitas.
-Me doy el piro y que te inspire quien te aguante. Diálogos para besugos no son literatura, ya pasó la época Ionesco.
-Intérprete, la asturiana Luz Casal.
-¿Razones para salvar de la pira del vinilo este otro antojo tuyo?. ¡Mira que eres caprichosillo!
-Buen gusto y elegancia. Allá donde pone el gusto pone la voz, la mejor voz del lugar nacida a la vera del lagar. Un puñado de buenas canciones, emotivas y bien escritas. Sabe escoger, entre otras virtudes –y anda sobrada de ellas-, tiene la buena costumbre de dar en la diana, en el centro del corazón, o del alma, que no es lo mismo pero es igual. En el trabajo, por ejemplo, cuando en la radio sonaba su voz como un paréntesis como un oasis en la cadena de duerme conciencias al estilo hilo musical, dejaba el cuchillo cebollero sobre la tabla de cortar cebollas, subía el volumen y seguía llorando picando hortalizas. No hay oficio en el que más se llore que en el de cocinero. Poetas y cocineros, los más llorones. El cocinero porque pica cebollas…
-… y el poeta porque le pican las cebolletas de tanto amor contenido. Y a tí que se te juntan el hambre con las ganas de comer… Vamos, lágrima doble, decídete.
-Difícil escoger, tengo en la mesilla de mi noche del alma una docena de sus temas.
-¡Elige la que mas te guste!
-Imposible, juicio salomónico. Pero hay una que en los últimos tiempos escucho y tarareo una y otra vez.
-¿Título?
-Lo eres todo, es una canción de las Vainica doble, genialidad al cuadrado olvidada en estos tiempos de Operación Fracaso. Es una canción de amor total, pero no como aquella otra que también podría incluir en este Long-Play, el Nos ocupamos del mar que cantaran Rosa León o Alberto Pérez. Si esta trata del amor completo, compartido y cooperador, al que no le hace falta nada porque es el ying y el yang, la union mística, la vida plena, una utopía; el Lo eres todo de Luz es la cara y la cruz en la misma moneda, lo real, Eros y Tanathos, el ni contigo ni sin tí, alfa y omega.
-Zzzzzzzzzz.
-Ronca, ¡oh, musa! Tu desnudo dormir es como la ronca voz sin ropajes de esta gran Voz.



jueves, 16 de julio de 2009

Long Play. Primera Canción.

-Metafísico estáis.
-Es que no como.
Vino a mí vestida con los atributos con que le regaló madre natura, y después de besarme los ojos para limpiarme las legañas de la pereza me propuso un reto:
-Oye, tú...
Mañanita de Sábado, la casa llena de polvo y la colada por hacer. Mientras yo me daba al trajín de la limpieza pensaba, escuchaba, escogía. Mientras la ducha, el café, el cigarrillo en la terraza, las conversaciones por teléfono.
-Oye, tú... Dime qué canciones, de las que has oído tan a menudo en los últimos meses, salvarías de la quema para hacer un disco con diez temas.
-¿Que quema, es que hay una guerra? ¿Es que vuelve la inquisición y yo soy un torquemada con derecho a escrutinio?
-Necesito diez canciones para una élite. Para tu información, la distopía ya esta aquí, ya llegó, siempre estuvo, nunca marchará.
-No hay salvación.
-Para nada, monada. Recuerda ahora esos mundos infelices de los que habla la literatura apocalíptica, ¿1984?, recuerda aquel pasaje en el que se contaba de qué manera se hacían las canciones que el pueblo escuchaba y tarareaba con candor.
-Sí, una máquina, no una mente, una máquina con frases manidas y tópicos, un ejercicio dadá que como experimento podría haber estado bien, pero que se normalizó para ser el pan nuestro de cada boca de los hastiados oídos. Con efecto de adormidera, un opiáceo para dormir conciencias. ¡Los altos funcionarios al servicio del gran hermano! Ejecutaban la dichosa maquinita que cagaba versos y melodías con premeditación, alevosía, nocturnidad y veneno.
-Eso, chico listo, y ahora tú eres un alto funcionario al servicio del gran hermano, con derecho a buen tabaco y café y chocolate decentes. El gran hermano te manda hacer un disco con canciones para la élite, salvadas de entre las toneladas de temas nacidos de la máquina y los kilogramos de canciones creadas por autores, todas ellas se mezclan, lo sabes, y difícil es saber qué es autentico y qué no.
-Dura misión, Adolfita Huxley, puedo quedar catatónico.
-Fácil te lo puse, quiero que escojas de entre lo que has escuchado en los últimos meses, da igual si es grupo, solista, cantautor o cantamañanas, si es de este siglo o del anterior, eso sí, mejor que sea en castellano, que puedas tú, lego en idiomas, saber si los versos son sentidos o manidos.
-¿A cambio de qué, me dará el gran hermano café y tabaco del bueno, me querrás tu, oh, musa?
-Tendrás el regalo de la acción en sí misma, sin finalidad, ¿cual es el premio del juego, ganar? ¡Noo! El viaje a Itaca en sí, no su llegada, como dijo Kavafis. Si Homero dejó de cantar después de la victoria es que Ulises se aburguesó, se alagartijó en su descanso bajo el sol jónico.
-Metafísica estáis.
-Etcétera.


Canción Primera

-Empezaremos con algo fuerte, una canción de amor desesperada, que ya interpretó Bambino y que está compuesta por el maestro Alejandro.
-Cielos...
-Pienso exprimir al máximo el limón de mi amargura. La canción es del grupo Elefantes, apadrinado en su día por Bunbury.
-¡Cielos!
-No temáis, Señora de la Exigencia. De esta canción hay dos versiones, una es pop y otra es aflamencada, la segunda escojo, que a la vez que más apasionada, es más contenida, más macho, que diría el Umbrales.
-Llora amargamente, niño, que yo te toco las palmas.
-¡Ay!

(Eviten mirar el video, please)

miércoles, 15 de julio de 2009

A favor de las curvas (todo un regalo)



¡Y no aparece en la whiskypedia! Suertudos, los catalanes:
http://ca.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_Lizano

Su curva página web:

http://www.lizania.info/

Creo que madurar no es asesinar al niño que llevamos dentro, sino hacerle crecer con nosotros. Por eso suscribo este poema:

domingo, 12 de julio de 2009

Via-Matas e hijos

Me acabo de zampar ahora mismito y de un bocado el año 2005 del Dietario voluble de Vila-Matas.
No se alarmen ni sufran envidia por mi capacidad lectora, que Vila-Matas no es Andrés Trapiello sacando de un año centenares de páginas.
Son un par de páginas, tres o cuatro, no más de cinco. Así ventila don Enrique Vila-Matas el año 2005 en su voluble dietario publicado por Anagrama.
Yo también puedo con el año 2008, en cinco líneas:

“Los que tenemos que trabajar a cargo de otro somos como personajes de novela: la mente perturbada de nuestro autor puede manejarnos como a peleles. Pero yo siempre fui muy de Unamuno, así que suelo ser rebelde a lo James Dean en Rebelde sin Causa, cuando grita aquello de: “¡Me estáis aturdiendo!”

Como soy un socialista de corazón o de mierda, de esos que creen en el bien público –es decir, un tipo desfasado, sin ambiciones y vestido en el hipermercado, qué mal gusto, con un sueldo en torno a los mi euros, qué baja ralea, miro a un gato y telepático le hablo, aúllo un rato con la boquita cerrada, me enamoro de los rizos de mujeres anónimas, y de su andar garboso, y de esas faldas blancas semitransparentes tan de moda este verano, que insinúan la carne y el pecado de un mundo sin demonio-, pues suelo visitar las bibliotecas, esos lugares que desaparecerán por un stock de ausencias, en la próxima privatización a cargo de la Esperanza o la desesperanza. Allí vi en exposición las novedades, y Vila-Matas estaba de espaldas subiéndose los pantacas, en la portada del Dietario Voluble.
De Vila-Matas ya he leído algo, como la Historia abreviada de la literatura portátil, donde se da cuenta de la conspiración shandy. Yo soy un poco shandy,… bueno, qué cojones, después de leer las características de una de mis sectas preferidas he llegado a la conclusión de que soy un shandy en condiciones.
Pero ha escrito libros aun más interesantes, como Doctor Pasavento, donde escribe sobre Robert Walter, un tipo que escribía pequeñas obras: microgramas, como hiciera Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías, valga la comparación. Pues yo también soy Walser. Y Ramón.
Bartlevy y compañía, donde habla de los bartlevy. También soy un poco como este personaje de Melville, Bartlevy, porque preferiría no hacerlo.
-¿El qué?
-No, sé, cualquier cosa.
Luego está El mal de Montano, paranoias literarias, de eso soy un pozo sin fondo.
El sello Cien Locos, marca del equipo de Literaturitas Crónica, está muy enojado con este padre literario que es Enrique Vila-Matas. En Manicomio Nos nos sentimos compungidos al ver que papá no nos vincula, siendo como somos bastarlos de alta alcurnia y curva praxiteliana, elegancia de dandi fauno ibérico:
http://www.enriquevilamatas.com/blogs.html
Lo mismo sucede con R. R. , alias el caníbal, y mira que de vez en cuando Nos nos pasamos por su blog a hacerle la pelota. Y eso que tenemos amigos comunes. Otro padre que no nos reconoce cuando nos encontramos por las calles cibernéticas de los wevis on line. Pues resulta que tanto don Rafael como don Enrique tienen hijos en común, preferencias Déjà vu, ¿Quién es papá, quien es mamá? Sin embargo estos dos no se vinculan.
Eso sí , para el día del padre van a lloverles corbatas metafísicas, de tanto hijo olvidado y desprotegido.
-Papa…
-¿Y tu quien coño eres?
-Dame la paga para chuches.
-No te reconozco, fuera, zape, zape, fssshh, fuera, bicho, lagarto, lagarto…
-Llevo en la tinta de mis letras los genes de tu tinta. Y fumo a la manera del tito Roberto Bolaño
-Fuera de mí, espectro, que me aspen, que me practiquen un exorcismo.
Marcho, dejando solo al padre sin uno de sus hijos.
Porque un literato se caracteriza por sus ausencias más que por sus presencias.

viernes, 10 de julio de 2009

Umbraliana (II). O la música o la musa


Hay escritores de musa, que son de inspiración espontánea y efímera, que vienen a ser besados y por tanto bendecidos. Luego, como ave fénix, ceniza son sus palabras, para volver a revivir en la consagración cíclica pero desacompasada del amor de esa mujer caprichosa.
Luego están los escritores que llevan la música por dentro, que llevan dentro de si, de manera constante, caudalosa, la bendición perpetua.
Mas o menos asi, Francisco Umbral hizo la distinción, considerándose a si mismo como escritor de música, no gustándole, por cierto, otra música que las de las palabras bien hilvanadas, llenitas de hallazgos en su fornifollar de hilo y aguja.
Como escritor Tauro que era –indudablemente son los mejores, bajo el signo de Venus, de escritura afrodisíaca, ya haré un articulo sobre escritura astral-, su prosa es flor con espinas de fragancia perenne y rencor duradero. De lírica paciente y obstinada, ingeniosa con cimas de genialidad.
Los piscis, sin embargo, teniendo al musical neptuno como patrono, somos mas escurridizos en esta definición. Pero la exaltación en Venus es su sino.
Pero no vengo a hablar de mi si no de otros.
Roberto Bolaño es otro escritor Tauro, y el tenia otra definición para los tipos de escritores, lean aunque sea la primera parte de la inmensa Los detectives salvajes:
Hace intención taxonómica del escritor según su manera de recibir la verga, metiendo a todos en el mismo saco homoerótico.

Ante todo, hay escritores mariquitas, maricas, y maricones.
Creo recordar que los mas importantes son los maricas y maricones, siendo los maricas los que buscan la verga de la inspiración, y siendo los mas geniales los maricones, que nacen, crecen, se desarrollan, viven y mueren, con una verga perpetua metida en el asunto. Permanentemente inspirados.
Espero que os sirva de motivación para curiosear en ese libro, y ver de qué manera son clasificados algunos escritores.


Estas cosas las pensaba y repensaba durante mi paseo cotidiano y llegué a sentirme yo el primer habitante de Europa, que caminaba detrás de un tigre con un libro en la mano, como si fuese el primer libro, la semilla de la tipografía que había de dar extensamente sus menudas flores al mundo a medida que los árboles se deshojaban en libros y los libros sustituían a los ángeles o eran como unos ángeles de alas cortas que traían cada uno su mensaje, como suele traerlo un ángel antes de la invención de la imprenta. Dios había creado los ángeles pero Gutenberg creó los libros, esos ángeles de vuelo corto que me llevaban mucho más lejos con la imaginación y la letra impresa.
(Francisco Umbral)


¿Cómo reconocer una obra de arte? ¿Cómo separarla, aunque sea sólo sea un momento, de su aparato crítico, de sus exegetas, de sus incansables plagiarios, de sus ninguneadores, de su final destino de soledad? Es fácil. Hay que traducirla. Que el traductor no sea una lumbrera. Hay que arrancarle páginas al azar. Hay que dejarla tirada en un desván. Si después de todo esto aparece un joven y la lee, y tras leerla la hace suya, y le es fiel (o infiel, que más da) y la reinterpreta y la acompaña en su viaje a los límites y ambos se enriquecen y el joven añade un gramo de valor a su valor natural, estamos ante algo, una máquina o un libro, capaz de hablar a todos los seres humanos: no un campo labrado sino una montaña, no la imagen del bosque oscuro sino el bosque oscuro, no una bandada de pájaros sino el Ruiseñor.
(Roberto Bolaño)

jueves, 9 de julio de 2009

Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil

Un gran conocimiento es ante todo un estado de ánimo y sólo en su punta más exterior está el pensamiento, como una flor.
(Robert Musil)


Estos muchachos…
Basini es el típico compañerito de clase o de trabajo que pide más que habla, es de esos pimpines guapitos y encantadores que nunca llevan nada suelto y están siempre con el déjame un par de euros para un bocata beicon, déjame cincuenta céntimos para hacer fotocopias…
Pero más a lo bestia, por que el chaval lo pide para visitar a Bozena, la meretriz del lugar. Basini tiene una ostia muy bonita.
Beineberg es como un Edward Alexander (Aleister) Crowley adolescente, sádico y místico, que tontea con la espiritualidad oriental y quiere experimentar a través del dolor de Basini sus poderes mágicos.
Reiting hace oposiciones a Adolfo Hitler, es, por lo tanto, un tipo con futuro en ese tiempo. Es rival de Beineberg, pero unen sus fuerzas para aprovecharse mediante el chantaje del bello Basini, que es dócil y complaciente.
Törless… Törless es un pequeño Hamlet que está todo el santo día haciéndose pajas mentales. Siente y ve cosas, como el niño del sexto sentido. Törless, ademas, va de divo.
El estudiante Törless quiere encontrarse a si mismo, de ahí sus tribulaciones. Intenta encontrar a través de las matemáticas la solución a sus problemas, luego su profe de matracas le dice que Kant tiene las respuestas a sus dudas, pero que es muy joven para leer a Kant. Aun así, el joven Torless se compra el tocho de Kant y a las diez páginas se siente decepcionado: no se ha enterado de nada. Esto le crea ansiedad, y centrándose en el magnético y afeminado Basini, encontrará instantáneo pero efímero remedio a sus tribulaciones.
A Törless, Beineberg y Reiting les gusta ver desnudo a Basini, y también hallan un cierto consuelo en frotarse con el efebo.
Son cosas que suelen pasar en los institutos, dice Musil, no se, yo con mis compis me daba collejas y nos íbamos a beber litronas y a fumar cigarrillos y a leer revistas guarras que les robábamos a nuestros hermanos a la puerta trasera de una iglesia que había por allí cerca. Luego llegábamos borrachos a latín y les echábamos el aliento a las chicas que se sentaban delante.
Pero bueno, la cosa es que como medida correctiva para que Basini se redima de sus pecados de ladrón –para pagar sus deudas hurta a sus compañeros de pupitre con suma vileza-, Beineberg y Reiting le hacen mil perrerías, como personajes de Saló, la obra de de Sade.
Törless se lava las manos como Poncio Pilatos, con la excusa de su pilates mental.
Luego Basini confiesa sus pecados a dirección, prefiere delatarse a seguir siendo el conejillo de indias de un futuro fascista y un futuro Charles Manson , y se hace una investigación. El final mola porque el atormentado Törless, en el interrogatorio, les cuenta sus comeduras de tarro en plan filosófico.
Esto es algo que me hubiera agradado hacer a mí con algún jefe abusón y explotador de esos que he tenido, tomarles el pelo de una manera tan elegante, con alguna perorata kantiana sobre la metafísica de sus mezquinas costumbres.
La novelita tiene doscientas paginas, de las que un diez por ciento son diálogos, otro diez por ciento es acción, y el resto son las tribulaciones del estudiante Törless.
O sea, sus raras sensaciones pasadas por el tamiz intelectual de la pluma de Musil. Y es que este joven, Törless, es mazo raro. Fijaos que yo soy raro, y que antes, a esas edades, era raro de cojones. Pues el joven Törless me gana por goleada. Y no le van a la zaga ni el Beineberg, ni el Reiting, ni el Basini. Son una panda de frikis y perturbados como se han encontrado pocos en la literatura.
Tienen un cuartito oculto en el instituto donde se dedican a reflexionar, tomar el te, a conspirar, a meterse mano, y a darle muy mala vida al pobre Basini.
Luego hicieron una peli sobre el libro, criaturitas... Cuidadito que eso es lo que les pasa a los gorrones.

martes, 7 de julio de 2009

La Whiskypedia



Eso te pasa
por no tener un espasa
(popular)


¿Hay alguien por ahí que conozca la manera de hacer llegar el conocimiento, la sabiduría? Ya los griegos hacían una diferencia cualitativa entre lo que es el mundo de la opinión y el mundo de la sabiduría. Todos tenemos nuestra opinión sobre cualquier tema, pocos tienen sabiduría, muchos menos aun la prudencia, virtud de los sabios.
Siento ponerme hoy apocalíptico, en el sentido semiótico y no bíblico.
Si, hago referencia a las tesis que arrojara Umberto Eco como fuego angélico sobre los pecados de esta postmodernidad en la que nos hallamos sumergidos hasta los tímpanos.
Los apocalípticos son los quisquillosos puristas aguafiestas. A los integrados todo les parece bien, desde un haiku en alejandrinos hasta un soneto de cuatro versos y moraleja de propina.
Tengo nauseas desde hace una semana, es algo mas sartreano que estomacal, pero eso me pasa por buenazo y tolerante, por vago y humilde.
Si fuese un muchacho más trabajador y ambicioso ya me habría comprado el largo centenar de tomos que conforman la enciclopedia Espasa, con un palacete donde poner a salvo este saber compilado por gentes serias como Ortega y Gasset.
Pero no, voy yo y busco información en la Wikipedia –whiskypedia que le llamo, porque tanto el erudito como el anarco-borrachín de botellón infame tienen la libertad de publicar sus perlas de sabiduría.
Yo de niño tenia dos deseos, entre otros, pero estos eran una obsesión:
-Una enciclopedia donde el saber bien compartimentado lo tuviera al alcance de la mano.
-Una varita mágica que realizara mis deseos.
Vean la psicología del pequeño príncipe, conocimiento y poder, pensamiento racional y pensamiento mágico dándose la mano. Quería ser un alquimista con el poder de transformar el barro en oro.
Terminé como cocinero que escribe sus cositas, dos maneras de alquimia, la cocina –eso de hacer comestible el garbanzo es pura alquimia- y la literatura –poder crear el oro de la belleza con la arena del lenguaje-
Solo tenía que aprender a leer bien, y buscarme un buen guía en mi anhelo de conocimiento. Yo era un ávido lector de artículos enciclopédicos. En la biblioteca, mientras otros se preparaban el examen del día siguiente, yo picoteaba en enciclopedias de filosofía y literatura.
Tuve la verdadera suerte de caer azarosamente en una carrera como la de Humanidades, que tiene la virtud de ser más una guía que un tratado sobre algo. Es decir, allí no me aprendí la lista de los reyes godos, pero sí me enseñaron a leer un periódico y a no perderme en una biblioteca. También aprendí que todo es mentira, que más que actores de nuestras propias vidas somos instrumentos, pobres demonios, de un señor bien vestido con sonrisa profident que maneja los hilos. Un señor banquero, político, o presidente del Real Madrid, un empresario, un obispo amanerado en Roma, un gurú superventas en la feria del libro.
También supe que Sócrates y Kant no eran unos sádicos que pensaban para que luego hoy nosotros sufriéramos en grandes mamotretos parrafadas sin sentido. Más bien empujaron cada uno de ellos, a pesar de sus limitaciones de contexto, al ser humano a una emancipación, a pensar por sí mismos, a no ser engañados por los sofistas de cualquier tiempo. La emancipación del sujeto ilustrado, decía Kant, y ya en el siglo XX algunas buenas gentes, prometeos, dijeron que todos teníamos el derecho a ser sujetos ilustrados, a ser príncipes, a la reconquista del reino que nos fue arrebatado: la emancipación del sujeto colectivo.
Viene del tiempo de Kant el proyecto ilustrado de la enciclopedia: Diderot y D´Alembert, unos francesitos ambiciosos que quisieron compilar el saber. Para uso y edificación de la plebe, tú y yo, que nos merecemos un reino.
Cada cultura tiene su enciclopedia, los franceses tienen la Larousse, los ingleses tienen la Enciclopedia Británica –recuerdo ese personaje de La casa de los espíritus, de Isabel Allende, que leía todas las noches un artículo-, y los españoles tenemos la enciclopedia Espasa.

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.
(Rafael Alberti)

Y ahora el mundo mundial, unificado culturalmente, tiene la whiskypedia.
El otro día, iba un tonto y se informó con la whiskipedia. Lo que leyó hizo de él dos tontos.
Solo quería informarme sobre Robert Musil, saber algo de su vida, conocer un poco más a fondo su obra para lanzarme a ella. Y me encuentro con esto:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_sin_atributos
Lean el apartado valoraciones negativas.
No solo disuade de la lectura de El hombre sin atributos -¿habrase visto una opinión tan visceral y no racional en cualquier otra enciclopedia?-, si no que arremete, por ejemplo, ¡contra Ramón Gómez de la Serna!
De lejos se capta que el autor ha buscado una morosidad detallista para la trama, como genialmente hacía Proust, pero no ha obtenido más que frivolidad y superficialidad, a lo Gómez de la Serna. Formal y curiosamente, El hombre sin atributos es una catarata de comparaciones, un vómito de comos, una mastodóntica greguería.

Imagina que coges la espasa y buscas el artículo hemorroide, y no se conforma con describirte el escozor y demás molestias, si no que te alecciona también con que la lectura de tu autor preferido, pongamos por caso, eh…, Guillermito Shaskespeare, te provoca unas almorranas como dientes draculinos.
Pues lo mismo. Lo leí y del patatús intelectual no me he recuperado.

Coda.

Luego uno intenta reconciliarse no ya con la cultura, si no con uno mismo. Regresar al venero de sí mismo, a todo aquello que le ilusionara un día, que hizo de él el hombre que es ahora.
La purificación a través del dolor, el placer, la emoción extrema. Canciones como esta no me hacen más sabio, como pretende la whiskipedia, pero hay algo sublime en la música que me acerca a ese sueño de la varita mágica, donde todo es posible, aunque nunca pueda ser sabio.
No, quizá no busque el conocimiento, menos aun el poder. Cambio toda una enciclopedia por una sonata, una sinfonía, o una canción. Será mejor dejarse llevar por ondas de melodía. Mejor será ser, durante los tres o cinco minutos que dura una canción, al menos en solo ese tiempo, un ser al fin completo.



y notar que sanan las grietas que abre el puto dolor

jueves, 2 de julio de 2009

Puentes

Después de estarme mis horas largas escribiendo un post sobre los puentes y su simbolismo y…
-… de la teoría económica sobre la escasez y del estado de carencias del individuo y de los limites que aquello conlleva…
-… de Musil y la densa nube llenita de claroscuros de sus escritos con contextos matemáticos y de poner a parir a Dan Brawn…
-… de las teorías kármicas en las pseudo literaturas de Richard Bach y Paulo Coelho…
-… y de los primeros recuerdos de mi infancia…
..., y viendo que todo era demasiado extenso, he llegado a la conclusión de que me gustan más los miradores, las altas terrazas, los belvederes y las azoteas que los puentes.
Eso sí, quien quiera leer el articulo “Puentes”, ya puede ir recolectando lo menos cien mil firmas. Entonces lo publicaré, si no, nones.
Algún día escribiré sobre los miradores…





...cayeron las palabras como gotas de lluvia en el suelo...