domingo, 30 de noviembre de 2008

Elogio de la impostura

I
Núcleo de la barbarie:
la malograda palabra
servía como impostura.

II
A través del lenguaje se comunicaba el miedo.
A través de la duda escrita
me hacía fuerte y paciente.

III
Extrañeza del verso:
Todo lo escrito es mácula
en la blancura del folio

IV
¿Para qué escribes, dí,
para qué escribes?
¿Con qué finalidad
manchas mi cuerpo
arañas la blanca pureza
de esta inocencia
de este vacío?

V
Núcleo de la barbarie
ruina y miseria del cielo
con dos lágrimas de tinta
absurdas y sin sentido
creaba este mundo aparte
donde llenar el vacío

VI
Elogio de la impostura,
que desterraba el vacío
-o más bien aniquilaba,
o es muy posible que huyera-
ahogado por las palabras.

VII
Miedo me da tu lenguaje.
Yo impongo mi mundo aparte.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Camino en el país de las pesadillas


La inquietud del rosal
El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.
Alfonsina Storni


Algo tiene que ver este poema con la película que voy a comentar hoy. En lo personal, casualidades, antes de ir al Doré me paso por La Casa del Libro, la pequeña, que está en la Plaza de las Descalzas. Fue el cumpleaños de una amiga y el Sábado estoy invitado, y voy con la intención de comprar una antología de Silvia Plath, salida hace poco. Leí la reseña hace un par de semanas y me pareció bien, pero, no está, hay otras, pero no esa. Estoy decidido a comprar una que está en Hiperión, cuando mis ojos tropiezan con una antología de la Storni, y sin pensarlo dos veces, me la quedo.
De vuelta a casa, en el autobús, hojeo el libro y leo poemas al azar, y este primero me parece bien para introducir este post. Idóneo para Camino, la niña de la película, que es retrato de un personaje real, al igual que las chicas de la peli de ayer.
Hoy el Doré está más atiborrado que ayer, y yo llego un pelín más tarde, así que no puedo coger asiento, pero tengo suerte y tengo butaca al lado del pasillo. Hoy, cosa pocas veces vista, los asientos reservados a la gente de la academia, se ocupan todos. Entre ellos está, con ella me cruzo cuando me pican la entrada, una joven actriz, que hace de novia marxista y de familia bien en una serie española que retrata -no fideligna, peso sí simpáticamente- los años de la transición de este lugar. Me sorprende, no es igual que en la tele, donde parece más alta, más grande y material. En vivo, es más chiquita y delgada, más clara y risueña, más etérea y quizá frágil. Y es mucho más atractiva que en la realidad. De ella no se podría decir: "Pues la ví y te digo que no vale nada"
La razón por la que titulo así el artículo es por las similitudes que Camino tiene con el libro de Lewis Carroll, lo que allí es conejo, aquí es un ratón, que la madre de Camino suele atrapar mediante trampa y que ella libera. En los sueños que tiene en su enfermedad, ese ratón le lleva a un mundo de maravillas, donde se encuentra con ese sabio que tambien recuerda a un personaje de Carroll, que en la película es el hombre que todo lo sabe pero que tiene un problema, metáfora quizá del Dios en el que cree Camino. Allí todo es hermoso y mágico, atención a la fotografía, si es que la véis. Allí se encuentra con la gente que le hace feliz: su padre, al que adora, y Jesús, el chico del que está enamorada -muy atinada la gracia por la confusión del nombre-, su hermana tal como fue en su época no numeraria... , hasta que aparece su madre, que destroza todos sus sueños, y entonces todo se convierte en una pesadilla de soledad y abandono, en la que un ángel de furia se ceba en su fragilidad.



Es una crítica sin condescendencias a las miserias del Opus Dei, rama calvinista del catolicismo. Cada cual según su Fe que vea la película y llegue a conclusiones. Quien haya leído testimonios de gente que ha salido de este grupo, o la haya conocido directamente, refrescará en su memoria el papel de las numerarias, el sentido de culpa, la esclavitud más a una norma que a un Dios...
Lo que es yo, nunca comprenderé cómo una Fe para los pobres se ha podido convertir en una religión de ricos, una Fe de perdón se ha podido convertir en una religión de culpa, una Fe de Amor y Libertad, en una religión de miedo y asfixia.
Cada cual que elija libremente sus cadenas, pero que nunca fuerce a nadie a elegir las suyas.
Me atañe, indirectamente: alguien que trajo sufrimiento a mi casa, pertenecía a aquellos que dicen creer en el trabajo, arrebatándolo.
Quizá tenga que agradecerles tambien esta locura mía, que no es novia de la muerte. Siempre en batalla perpétua con los ejércitos de la desolación, a la reconquista del reino que me fue arrebatado.
En el autobús leo a la Storni, suicida que tanta vida otorga con sus versos:

Lo inacabable
No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores…
El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.
Mas… ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!


miércoles, 26 de noviembre de 2008

El cielo azul de la filmoteca

Sería el cuento de nunca acabar. Yo sé que los ojos los tendré siempre jóvenes, y sé que la espalda se me irá curvando cada día. Después de todo, lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres. Pero ¿por qué estoy yo hablando todo esto?(...) ¡Vamos! No me agrada que me miréis así. Me molestan esas miradas de perros fieles. Esas miradas de lástima que me perturban y me indignan.
(Federico García Lorca, Doña Rosita la Soltera o el Lenguaje de las Flores

Así comienza Los Años Desnudos, de Félix Sabroso y Dunia Ayaso, con Candela Peña recitando estas palabras de Lorca en un casting, y uno al principio no sabe si recita o se dirige a los que la miran.
Es una película muy buena, por muchas razones, pero sobre todo por el personaje que interpreta Candela Peña, y su propia interpretación. Tampoco le van a la zaga las otras dos, Mar Flores -que sueña con formar una familia- y Goya Toledo -víctima de aquellos años-.
Candela Peña quiere ser actriz, y de las tres es la única que gana su partida al destino, pese a la soledad e incomprensión, sólo apoyada por un transformista.
Sí, vale que el personaje de Mar Flores se casa, pero fíjate con quien, con un cabrón y un déspota.
Es que quizá sólo puedan realizarse los sueños para los que no se necesita a nadie. Puedes soñar que eres actriz, escritora, pintora o maestra, y a base de tesón y trabajo y de pisar muchas mierdas puedas tener esa suerte. Pero los sueños en que compartes, en que necesitas a otros, en que te ves con otros... esos se pueden volver contra tí.
Trabajar y ceder, con más alegría que pena, así hace el personaje que interpreta Candela, caer y levantarse, ilusión de niña y desengaños drásticos, hasta la familia le cierra las puertas, pero ella sigue.
Quizá sólo debamos soñar los frutos de la soledad, y no con otras personas...
Por lo demás todo bien, nos trasladamos a finales de la década de los setenta, con sus músicas y sus vestidos, lo que digo, que es una muy buena película.
Es que finaliza, en la filmoteca, el ciclo sobre los premios Goya, y aprovecho mis tardes libres para ver las que pueda.
Son películas de estreno que salen baratas en el Doré, sobre todo a mí, que no sé por qué misteriosa razón la Carlos III me sigue enviando el carnet de universitario.
Y vale más el Doré que cualquier otro cine, porque ahí se respeta el cine, y ayer escuché muchos ssssssssshhh!, como debe ser, ¡este no es el salón de casa! Escuché a uno. Los asientos de atrás están reservados a los académicos, yo suelo sentarme, cuando llego pronto y no es sesión numerada, en la fila 5, no más atrás.
Es una tarde fría pero simpática, esta de Martes en que voy a ver Los Años Desnudos, saco antes del cajero algo de dinero, por si me apetece tomarme un café, voy con poco más de lo que cuesta la entrada.
En la cola, delante de mí una muchacha bailotea y canta al son de su I-pod, como si nadie la viera. Para y calla, se da la vuelta y me dice si tengo por ahí algún programa para ver las películas de los días siguientes, le indico que en la entrada hay.
La entrada es la cafetería, y yo pido un cortado. En los Alphaville -hoy Golem-,también había cafetería, señorial en un sótano. La han quitado y no sé por qué. Si llegaba pronto, solía tomarme un café con hielo, y el camarero siempre me daba conversación.
Escojo la fila cinco, que de las primeras tiene asientos libres en el pasillo. Dudo si leer otro capítulo más de Los Detectives Salvajes. quieren sentarse en mi fila dos muchachitas gafipastas, muy lindas ellas. Las dejo pasar, caballerosamente. Luego vuelven a levantarse, y se corren un asiento, hacia mí.
Miro el cielo raso del cine, que es azul. De frente hay un telón, porque además de cine es teatro, y a veces se sientan ahí gentes importantes a hablar de cine, ante los espectadores.
A cada lado del telón hay pinturas, también azules, a la izquierda Nueva York, a la derecha Egipto.
Miro a la gente pasar y sentarse, miro el cielo azul, escucho las risas y palabras sueltas de las dos chicas, ¿quieres un chicle? le ofrece una a la otra.
Así, hasta que empieza la película, y es raro verla en estos fríos días de finales de Noviembre, en Madrid por lo menos es cortante, hiriente, y el cielo azul de este teatro nos da una tregua.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Haikus satírico-elegíacos con licenciosa rima


La melodía es Elegía, de Gabriel Fauré (1845-1924)


No me quedan más,

ya sólo me quedan tres:

Vida, Amor y Fe.



No me quedan más,

ya sólo me quedan dos:

¡Ay! Vida y Amor



No me quedan más,

ya sólo me queda una:

vida perruna



La pintura es Elegía, de William Adolphe Bouguereau (1899)

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Mafalda. Yo te nombro libertad



El personaje de Mafalda fue creado en una época importantísima, de cambio, la de la década de los 60. Por mucho que ciertos intelectuales quieran decir "no fue para tanto, ahí quedó, sus resultados, ¿dónde están?", esta década bien llamada prodigiosa fue el marco del cambio de mentalidades que tanto para bien y para mal disfrutamos y padecemos hoy. Que yo lo estudié y me lo aprendí en aquellos años finiseculares, y gracias a ello hoy mantengo la cabecita virginal y puta, amorosa como la primera vez, maleada de tanta idea cogida al vuelo. Gracias a ello, digo, creo que soy un tipo bastante tolerante y abierto a ideas, abomino del pensamiento único ya venga por parte de estos o aquellos. Gracias a esos libros que estudié y esos profesores a los que admiré, aun no he descubierto el buen camino de la verdad, soy joven y niño, como el primer día, corazón de tábula rasa, herido más de amores que de ideologías.
Los niños de Quino no son reales, son como ideas encarnadas. Son infantes con gustos de su edad e interrogantes de pensadores. Ahí quizá radique su originalidad, en eso y en una pizca de humor genial que lo mismo ralla lo gamberro que lo tierno. Otra cosa a su favor es que sus personajes no son planos, estereotipados.
Fijaos en Manolito, cuadriculado y torpe, pero con una agilidad para las cuentas y los planteamientos económicos muy interesantes.


O Susanita, la frívola, en más de una tira se explica a sí misma, su idiosincrasia es digna de un estudio, no hay más que ver cómo se ruboriza cuando su madre actúa como ella misma es.


Como personajes me gustan Miguelito y Guille, ingénuos y con delirios de grandeza, encantadores y carismáticos, ¿existía el mundo antes de que yo naciera? Pregunta a Mafalda Miguelito en una tira, y ante la afirmación, se pregunta: "¿Y para qué?"



Estos dos quizá sean los más niños, Miguelito y Guille, con toda esa genialidad no mancillada con que nos sorprenden a veces.



Pero yo soy Felipe, pequeño Hamlet, duda constante, soñador y enamorado, enfrentado a una realidad con la que es cobarde, pero con la que, paradójicamente, es consecuente.



Mafalda y Libertad son las abanderadas de los ideales de la época. Son los personajes más irreales, intelectuales, adultos y combativos.

Libertad es como Mafalda, pero más radical. Una alegoría de su propio nombre, pequeña pero respondona.

Yo ahora estoy haciendo, desde hace un par de meses, la colección completa de Mafalda que vende el diario Público todos los domingos. Los Domingos, Lunes o Martes, antes de acostarme, dedico una o dos horas a leer sus tiras.
De las horas de la semana, para mí son las más felices, no solo estoy recobrando las viejas tiras que ya leí hace años, si no que descubro otras nuevas: Quino siempre engancha. Y eso que ahora estoy con Los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño, cuya lectura no aburre y maravilla, ya os contaré tiempo después de ser leída, en plena digestión.
A Mafalda la conocí a principios de los 80, gracias a mi hermana, la progre de mi amplia y variopinta familia, que a mi hermano pequeño y a mí nos regaló el volumen 3. Luego vino el 4, y el 10. Y el tomo conmemorativo por su aniversario, que releí varias veces, con críticas de gente importante, como Sto. Julio Cortázar, crema de la inteligencia y gloria del swing literario. Argentino, como esta niña que no quisiéramos como hija, porque para conciencia crítica ya tenemos el mundo, tal cual es.

martes, 18 de noviembre de 2008

Belle de Jour, de Luis Buñuel




Si tengo que elegir un cine, me quedo con el Doré, es decir, la filmoteca. Quizá se esté más a gusto en cualquiera de las soledades de las pequeñas salas de los Renoir, pero el Doré, sin dejar de ser un cine de gente que va a ver Cine, aun guarda ese ambiente señorial de los viejos cines, que ya no quedan, y si quedan, puede ocurrir que te toque al lado el espontáneo de turno, como ya conté en otro post
De todas estas cosas ya hablé hace tiempo, en aquel blog donde era célebre y visitado, como señorona que tiene el té preparado para la tertulia con toda aquella querida gente con quien tanto amé.
Lo bueno del Doré es que llegas y lo primero que te encuentras es un café con mogollón de gente de diversa calaña, desde estudiantes con vocación cinéfila hasta abuelitas del vecindario que saben gastar su tiempo. Unos a otros se miran con curiosidad y complaciencia, un zoo bohemio de raras especies.
Lo peor que te puede pasar allí es que te quedes el último de la cola y tengas que subirte al gallinero a sentarte frente a una columna. Y, lo que me pasa a mí a veces, que te toque delante un cabezón de cuello hiperactivo, ¡con lo a gusto que se está con la cabecita apoyada en el cabezal, como hago yo! Es que el Doré no es como el Kinépolis, que va cuesta abajo, el doré es plano, como los cines de barrio y pipas.
Y la gente allí calla, si acaso ríe, o tose, o carraspea, ¡pero no habla! Y ay de quien ose musitar algo, enseguida un sssssssssssshhhhh colectivo le hará enrojecer de vergüenza.
Buñuel
De este aragonés genial ya había visto yo en el Doré, bien acompañado, Los Olvidados, de su época mejicana. Se trataba de un ciclo sobre la infancia, y vimos un par de películas. Los Olvidados tiene una curiosidad en el final, y es que hay dos finales, como si el de Teruel dijera, acaba mal, pero pudo acabar con esta justicia. O al contrario.
A cosas así es muy dado este señor, por algo es surrealista, se codeó con Dalí, y con Lorca, gente que fue famosa sin patear un balón y sin divorciarse de Mengana Zutánez, cosa rara en estos días sin ídolos originales.
De Buñuel recuerdo Ese Oscuro Objeto del deseo, con ese juego de utilizar dos actrices para un mismo personaje, y nunca me olvidaré de ella mirando por la ventana y mirando a un elegante Fernando Rey cargando un saco de patatas, sin ton ni son, o bueno, el son psicoanalítico que quiera darle el autor.
Ya nos lo explicó Jenaro Talens en Pragmática del texto, cuando nos puso Un Perro Andaluz en clase, la de miga que tienen cuatro imágenes, aunque no sé yo si será para tanto, el surrealismo más que hacerte pensar ha de deformarte por unos minutos esa visión cuadriculada que tienes de la realidad, que será cualquier cosa, pero nunca plana.
Belle de Jour
Así pasó esta tarde al terminar la película, un viejecillo le dice a su compañero: últimamente veo unas películas en las que no entiendo nada, no entiendo este final.
Un final que solo un genio, un poeta, ha podido conseguir, por cierto. Y por cierto que yo tampoco lo entendí, pero esa última secuencia, queda ahí, lírica y otoñal. Se sabe qué ocurre, pero no es preciso definirlo.
Los silenciosos espectadores aplaudieron al finalizar la peli. Como si fuera el preestreno y Buñuel estuviese ahí.
La trama no te la voy a contar, quizá la wikipedia te lo explique mejor, o quizá debas verla, mejor esto último.
Es morbosa, pervertida, erótica, más que cinco años de destape, sin ser explícita.
Ella parece que no sabe lo que quiere con el marido, pero lo sabe tan bien, que no se atreve. Lo mejor de la película son sus sueños confrontados con la realidad, lo que ella desea, y luego su frialdad con él. Bueno, más cosas buenas hay, además de eso, ¿Catherin Denueve vestida de tul negro? Sí, por ejemplo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

La boca del tiempo nos habla y es sorda



La boca del tiempo nos habla y es sorda:

-Voy a hacer luna en porciones con tu nombre.

La boca del tiempo devora y devora:

-Voy a llenar de sombra tus parcelas,

voy a matar mi hambre con tu vida

voy a eclipsar la blanca luna de tu sueño

para que no crezcas

para que no sueñes

para que no vivas.

El hambre en porciones parcela tu nombre

nos habla la luna del sueño y el tiempo

eclipsa la boca y es sorda y devora,

la sombra, la sombra, la sombra, la sombra

Te mata, te mata, te mata, te mata

la boca devora y devora y devora,

y eclipsa y eclipsa y eclipsa y eclipsa.

La boca del tiempo nos dice y no escucha:

-Yo voy a hacer hambre y eclipse con tu vida.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Les vendanges de l'amour


Se dice, se comenta, se rumorea, que las francesas hablan como si estuvieran desnudas, y quizá canten como si en el acto del amor se hallaran, pero yo a Marie Laforet, la verdad, no me la imagino ni de tal guisa ni en tal acción, tal es la elegancia de su rostro y la majestad de sus ojos.
Recuerdo la primera noche que escuché esta canción, en su versión española, hará de esto más de cinco años.
Estaba yo comenzando a trabajar en un lugar que me cambiaría la vida, a mejor, aunque para ello tuve que morirme primero, dar una patada a todo aquello que me hacía infeliz. Estaba trabajando en las mismísimas cocinas de Pedro Botero, famoso por ser el más malo del mundo mundial, en cuyo caldero se cocinaban sobre todo niños. Pero yo aun no sabía donde me había metido. Si la madurez es esto, me dije cuando lo supe, prefiero vomitarla antes de que haga en mí algún efecto trastornador. Pero esta es otra historia que quizá cuente en otros lugares y a otras gentes, quien sabe.
Aquella noche habían robado en casa de un colega, y a otro y a mí nos dejó el coche para que lleváramos a su novia a casa. A la vuelta nos perdimos felizmente, porque nos metimos por barrios del norte bastante cucos, cerca de Ciudad Universitaria, y sin esperarlo nos vimos dentro de la Casa de Campo, donde las lumis tenían repartidas sus zonas según raza, origen, sexo y otras taxonomías. Ejercimos de curiosos sin pararnos, ya sabíamos la leyenda de que el que allí paraba podía ser víctima del ataque de las chicas cocodrilo, eso sí, pagando.
Ya en casa, me acosté, quizá me abrí una birra antes, no recuerdo, pero sí me acuerdo que por aquella época programaba la microcadena para que se apagara solita, y así hice. Escuchaba por entonces, para dormirme, una cadena donde emitían canciones de amor perdidas en las listas de éxitos de décadas anteriores, de esas que podían sonarte de algo, pero que nadie incluía en los recopilatorios para nostálgicos. Sí, estaba Kiss Fm, pero es que me cansaba tanto entonces como ahora.
Es una sensación extraña, despertarte en el primer duermevela sobrecogido por una canción que parece haber sido creada por un ángel para dormirte a tí.
Todo aquel al que le guste la música sabrá de qué hablo, la mente en ese momento no está ensuciada por los problemas del día, pero aun así el corazón necesita consuelo (porque el maldito corazón no puede ovlidar nunca ni el dolor ni la desdicha, aunque la cabeza lo haga), de pronto llega como un beso esa voz y esa melodía, un abrazo universal para tí, el universo entero se ha unido para ofrecerte ese instante de pura felicidad. Quien acaba de despertar está indefenso y desorientado, la música entonces hace de las suyas, sembrando algo en tí que no morirá jamás.
Me había pasado ya, desde niño. Pero ya de mayor recuerdo el So Long Marianne de Leonard Cohen:

Era como si recobrara algo muy hermoso por lo que merecía la pena vivir, no sabía qué, pero ese tesoro ahí queda, aún hoy.
Y recuerdo también el Romperás de Extremoduro, por una cinta que había puesto uno de mis hermanos, con el que compartía habitación:

¿Qué grupo era éste? ¿Cómo una guitarra tan simple podía embelesarme tanto? Y esa poesía desgarrada como la voz de Robe, con versos bien claros y muy, muy hermosos.
¡Pero ay, el día en que escuché el Y volvamos al amor, de aquella francesita!
Como si siempre hubiera estado ahí, y aun así volviera para quedarse siempre a pedir mi mano y no soltarla nunca. Un beso de algodón de azúcar, como si ya, desde niño, el mal de amores se hubiera abortado, y en la vida el amor fuese una continuidad natural como el pan nuestro de cada día.
Sí, ese pan por el que hay que trabajar con el sudor del inclemente sol del mediodía, pero que nadie duda que estará hoy en la mesa.

El Amor, como una sonrisa de muchacha de voz desnuda, que sorprende con su llegada aunque nunca se fue. Y que permanecerá por siempre.
Como el latir del corazón, que sólo se va con la vida, y a nadie le falta.
Que a nadie le falte.

martes, 11 de noviembre de 2008

Los hijos de Faulkner


Según iba leyendo El Ruido y la Furia, de William Faulkner, me iba dando cuenta de lo prolífico de su semilla y de lo larga -larguísima- de su descendencia, tal como el Ángel le anunció a Abraham, tal como las estrellas o los granillos de arena.
Es como Karl Marx, Faulkner, ha dado de sí tanto bueno y tanto malo, y al igual que hay una crítica que usa un método marxista, los habrá que todo lo literario lo calibren con un método faulkneriano. Es la condena por inaugurar una nueva época.
Yo leí a los iberoamericanos del boom antes que a Faulkner, y me gustan más las hijas que la madre, aunque a la madre tambien la tengo ya puesto un altarcito con tálamo de amor y tinta, para darle mis despechados ayes umbralianos, ¡ay!
Sí, es grande Faulkner, enorme y luminoso, pero su sombra es de ciprés, también, pero dime tú, improbable lectora, si hay algún sol en el Parnaso que no tenga su amenazante y constante eclipse.
Cinco partes tiene el libro, cuatro puntos de vista y un anexo como un último beso pelín aburrido para ser último. No sobra, pero como que no forma parte del cuerpo, si acaso son gafas que la guapa se pone para que la veamos fea, creyendo que seremos nosotros los que veremos más claro, que no ella.
La famosa primera parte, genial, el mundo visto a través del retrasado Benjamin, no con sus palabras, pero sí con su visión.
La lírica segunda parte, intensa y poética, la del suicida Quentin, ahí hay mucha literatura, mucho hijo vigoroso y mucho aborto literario también. Gabriel García Márquez dijo que era su preferida. Con párrafos como este, cuando el padre le regala el reloj, y le dice que se lo regala no para que intente someter el tiempo: Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles. También me gusta cuando dice aquello de que pisa los huesos de su sombra...
La colérica tercera parte, hoy diríamos de Jason que es un tipo estresado, y creo que se logra en el lector esa angustiosa sensación de laboriosidad, pese a que Jason hace nada en ese día, dar vueltas y vueltas, por la casa, por la ciudad, por su cabeza. Un tipo obsesivo, que vuelve a los mismos lugares y mismas ideas, esta parte empieza como termina.
La abnegada cuarta parte, con la templanza y religiosidad de la negra Dilsey, único personaje que no es egoísta, que es bondadoso, que todo lo aguanta sin perder su identidad -los otros personajes no se aguantan ni a sí mismos y van perdiendo su identidad por las esquinas de su alma-. Aquí el narrador no es el ego de un personaje u otro, si no el clásico omnipresente, aunque todo gira alrededor de esta mujer, auténtico motor de la mansión de los Dilsey.
Y la plúmbea quinta parte, la más corta y aburrida, con unas frases que no se acaban nunca, frases como matriuskas que contienen otras frases que a su vez... Es un anexo explicativo, pero la madre que lo parió, no hacía falta -pese a sus últimas páginas, llenas de maligna ironía-.
Yo leía este último capítulo y paraba a cada momento, y fumando, iba llegando a conclusiones, joder, a quien me recuerda esta manera de escribir. Pero mejor me callo, veinte páginas han dado más hijos tontos que hijos brillantes dio la primera parte, la que narra el tonto, ay que joderse.
Y mira que me gustan los libros que suponen un reto, pero Kafka escribió más clarito y dio más literatura e hijos genios.
Pero Kafka es un lied y Faulkner es concierto, aceptémoslo así. Al igual que Sto. Julio Cortázar es combo de jazz y Juan Ramón Jiménez melodía. Más o menos.
Sí, se me ocurrió comparar a los que mamaron de Faulkner con los Compson, y así pude sacar cuatro tipos de literatos faulknerianos:
-Los tontos, son los que abundan, y no diré nombres. No se les entiende nada, se les reconoce por eso, no dejan de gimplar en cada párrafo y dentro de su realidad hay tal confusión espacio temporal que hasta hay críticos que les hacen carantoñas.
-Los suicidas. Estos son brillantes, líricos, pero desafortunados. Los más literarios, quizá, los más auténticos. Amor prohibido y culpa, etcétera. Bellísimas expresiones, pero, ¿triunfan?
-Los de la mirada despiadada al mundo. Parte de la obra de Vargas-Llosa, al que tanto admiro, la incluiría aquí. La cólera, la violencia, la mirada sesgada, la incomprensión, la humanidad al fin y al cabo...
-Los que, como Caddy, se despreocupan de milongas y tangos y van a su propio beneficio, son los que triunfan, casándose con el mejor postor, hasta se venden. Quizá tengan que abandonar alguna ilusión, como hizo Caddy con su hija, algo que les trastornará siempre, pero triunfar, triunfan, que es lo que vende, y en estos tiempos, lo que no vende, no existe.

sábado, 8 de noviembre de 2008

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sólo quiero caminar. Primer mandamiento del cinéfilo

Decepción, hastío, ideas negras sobre la vacuidad de la existencia que creí derrotadas, y todo por olvidar el primer mandamiento de la ley del degustador de cine.
Todo eso lo he ido sintiendo a lo largo de la última película de Agustín Díaz Yanes, a la vez que la tentación de abandonar la sala pegando alaridos de demente.
Fui contento a ver la peli, al Palacio de la Prensa, en la Plaza del Callao, sesión de las 7 y día del espectador.
Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, uno de los mejores filmes de nuestra tierra en el fin de siglo, aun me late el amor por Pilar Bardem, peliculón, con esa Victoria Abril, mito erótico en mi pre-adolescencia, cuando se salía del televisor en mis sueños para hacer cosas que no se dicen en público. Y el gran Federico Luppi en un pequeño y memorable papel, como todos sus papeles, (memorables, que no todos son pequeños)
¿Segunda parte, Sólo quiero caminar? Habrá que verla, hoy tengo el día libre y a la hora de la siesta no me hace, que en donde curro ahora no sé cuando libraré otra vez y la siesta, cosa sacra es.
El motivo de que no haya disfrutado la película estaba en los protagonistas.
No en Pilar López de Ayala -cómo me gusta ella-, ni en Ariadna Gil - qué atractivísima siempre-, ni Elena Anaya - ¡Ayshh! Que la quiero para mí-. Ni tampoco en Victoria Abril, que se vuelve a poner el chándal para meterse en túneles, reales y metafóricos.
Tampoco los actores mejicanos, el Diego Luna y el otro, no sé cómo se llama y no lo voy a buscar en google, que esto no es una crítica seria para el Metrópoli o el Fotogramas. Muy buenos actores los dos, sí que sí.
Y la película es trepidante, con una buena conjunción música y acción como un pareado bien rimado.
Muy buena la película, qué pena que no la haya podido disfrutar, y todo por dos de los protagonistas que durante toda la película estuvieron presentes. No volveré a hacerlo, que se joda mi siesta, no volveré a romper el primer mandamiento, porque luego pasa lo que pasa, que los típicos de siempre me joden la función.
NO IRÁS A LA SESIÓN NUMERADA, y menos en día del espectador y a media tarde, capullo.
La parejita que me sentaron al lado, todo el cine medio vacío y van y me sientan con una parejita que ni siquiera eran novios, porque para cosas del amor uno lo comprende, y ni rencor ni nada, y el cine es buen lugar recogido y oscuro para tortolitos.
La jodida parejita que me sentaron al lado parecía más bien un matrimonio que el Sábado se alquila un dvd y comenta tranquilamente cada secuencia. ¡Y justo me tiene que tocar a mí!
No es la primera vez, por eso me lo prometí cuando fui a ver Tesis, evitarás la sesión numerada en el día del espectador, con la estúpida del walkman haciendo ruiditos, y dando grititos.
Muy bien que pongan anuncios de que apaguen el móvil -claro, que el menda no se coscó, a medio metraje le llaman-, pero bozales en la puerta o una tirita ultra adhesiva podrían darnos, encantado de sellarme los labios si la tortura es común.
Aquí el trailer. Os deseo mejor suerte, y nunca olvidéis el primer mandamiento.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Instrucciones para escribir un poema


Para que el poema surja bello

como flor de luna llena

o como voz de lluvia primeriza

hay que barrer primero la despensa

de todas las ideas que se opongan

al latido sensorial que es el poema.

Hay que llenar la casa de sabores,

dolores, alegrías y tristezas.

Hay que elegir por rey al tiempo libre

hay que escoger por reina a la pereza

hay que crear imágenes de aire

mientras se gesta pose de alma en pena.