jueves, 31 de mayo de 2012

Caligrafía de los sueños, de Juan Marsé



Juan Marsé, calígrafo de sueños,
dice que esta es su obra más autobiográfica.
Lean y asombrense comparando sus perfiles
biográficos con el personaje de Ringo.

Cultiva secretamente una nostalgia de futuro y una creciente hostilidad hacia el entorno, suma tiempo y libertad para vivir intensamente cada palabra de los libros que lee, va y viene de casa a la taberna o al parque Güell con la novela en el sobaco y el brazo en cabestrillo, con mirada desapasionada pero sombría y con ojeras románticas, arrebatadamente despeinado y vistiendo con cierto desaliño, pero siempre con una tiesa y perseverante cortesía interior, una fervorosa gentileza que no tarda en convertirse en la expresión de un sentimiento de desarraigo y soledad.
Juan Marsé. Caligrafía de los sueños.






Barcelona, año 1948. Los fines de semana, la gente joven suele salir a divertirse, a bailar, a escuchar música. No hay mucha diferencia con el día de hoy, con las noches de sábado de hace diez años, o hace 20. Cambian, eso sí, las músicas y las maneras de vestir. Cambian las modas, no cambia el impulso. El cortejo sigue igual, de distinta manera. Ringo, nuestro joven amigo, no frecuenta mucho estas salas de fiesta, pero sí hay un paisaje importante en el que asiste. Tiene algo así como una deuda con Violeta y con su madre, Victoria Mir. Mientras la madre se emborracha en la barra para el triste final de su odisea, Ringo por fin bailará otra vez con Violeta, pelirroja y feucha Violeta, con esa excitación que provocan las feas sensuales, cuando el atractivo consiste en el aire que mueven las caderas.
Ringo quiere convencerse que va allí como quien hace un favor, no quiere reconocer su atracción natural hacia Violeta, algo mayor que él, más desengañada y despectiva, pero no menos atraída por Ringo que Ringo por ella. El rollito es inevitable, se veía venir.
Violeta es una muchacha, que siendo feucha, gusta mucho a los hombres, por su cuerpo venusino, cual Venus Calipigia. Violeta tiene además la carga de su madre, soñadora y alcohólica, estrafalaria y ridícula, una buena mujer que vive su sueño como si fuera cierto, un sueño en contradicción con el de los personajes de su propio sueño.
Violeta tiene además un terrible secreto, que es el tema oculto de la novela, que es lo que desencadenarán los hechos y creará la intriga. Hay una confusión terrible, y remordimiento por parte de Ringo, pero hay veces que de nada sirve el remordimiento cuando los malos son los otros.
Digo que Violeta gusta mucho a los hombres, como mujer en el mundo recreado en la novela, como personaje para el lector.
Violeta desnuda mirándose al espejo. De pronto tropieza y cae. Se abre el misterio, comienza la primera página, Victoria Mir intenta suicidarse minutos después en una inservible vía de tranvía.
Luego aparecerá Ringo, personaje inolvidable, amor por el cine y por los libros. Ringo es tan humano que especula y no acierta, Ringo es observador, pero se confunde tanto como cualquiera. Ringo es un poco antihéroe y un poco como tú y como yo. Ringo no resuelve el misterio, pero ya se ocupará el tiempo de resolverlo. Entonces comprenderemos a Violeta y nos apiadaremos de Victoria Mir, y sabremos que no fuimos atinados observadores, y que fuimos malos jueces por ignorancia más que por maldad.
Difícil caligrafía de los sueños, difícil armonizar la melodía de la vida.
Violeta con bata de andar por casa.
Y yo me pregunto si
cambiará mucho la interpretación
de una novela según la portada de la
edición que se lea.
Ringo va para músico y va y se corta un dedo en el trabajo. Sin embargo no pierde la esperanza. Hay determinismo en la novela, uno no puede sustraerse a su naturaleza, sin embargo alguna escapatoria hay, el escapismo a veces no es malo, nos hace bien, montar la película de nuestra vida.
Una de las razones por las que leer a Marsé es por su creación de personajes. Un ejemplo sería aquel Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa, su mejor novela según algunos. Pijoaparte es un personaje emblemático, tipo, que reune en sí ciertas características que luego le harán reconocible no ya en la literatura, sino en el mundo de afuera. Se dice: es un quijote, es una celestina, es un romeo, es un pijoaparte. El Pijoaparte es uno de los persojajes más importantes de nuestra literatura, quien lo leyó lo sabe.
En Caligrafía de los sueños, desde Ringo hasta el Matarratas, pasando por Victoria Mir y por Abel Alonso, tenemos una buena colección de excelentes retratos, personajes vivos, creíbles, con sus miserias y sus excentricidades. Sobre todo con sus ambigüedades, lo que les proteje con un aura de misterio.
Otra razón por la que leer a Marsé es por los ambientes que recrea. Los años de la dictadura, desde la posguerra hasta el tardofranquismo. Estampas en sepia y en blanco y negro. Carteles de cine y de espectáculos de variedades. Cartillas de racionamiento. Cada capítulo presenta una estampa de un tiempo ya pasado, donde nuestros mayores se verán reflejados. Las calles y parques de Barcelona, las tabernas y cines de Barcelona, las salas de fiesta y los burdeles del Barrio Chino de Barcelona, las casas burguesas, proletarias, de Barcelona.
Las farolas al anochecer con su luz imperfecta, las tardes de lluvia vistas a través de los ventanales de la taberna donde Ringo, personaje principal de Caligrafía de los sueños, suele pasar las horas leyendo, estudiando, soñando y escuchando historias.
Cada personaje tiene su historia, sus historias. Miserias, excentricidades, misterios, ambigëdades. Estas características de los personajes hacen historias peculiares.
Tenemos la historia clandestina del Matarratas, el personaje más misterioso de esta obra.
Tenemos la historia del origen de Ringo, también misteriosa hasta para el mismo, un misterio que le acompañará siempre. Dado a la ensoñación y a la especulación novelera, Ringo hace de cada historia un asunto literario o cinematográfico. Empapado de cine y literatura, gracias a él gozamos con él de perspectivas fabulosas de las historias de esta novela.
Luego hay misterios e intrigas que cuando se resuelven no eran sino miseria, como en el caso de Abel Alonso.
No es una trama folletinesca la de esta historia , uno no empieza a intrigarse hasta bien avanzada la novela. Sin embargo sí hay personajes folletinescos, como Victoria Mir, que se cree personaje de una historia de amor de las de entonces.
Piedad por la señora Mir, víctima de su quimera, de su propo autoengaño.


(...) de modo que todo acaba nuevamente diluido en el limo invernal por el que resbalan los días, en la grisura uniforme que el barrio y la ciudad soportan como un estigma, y uno vuelve a pensar que las cosas que de verdad importan en la vida han de ser otras y pasan lejos de aquí, lejos de nosotros.
(...) observa el declive de la tarde sobre la calle que, al igual que todos los domingos a esta hora, parece repentinamente inóspita y abandonada.
Juan Marsé. Caligrafía de los sueños.

 
Meat, de Max Sauco, nos recuerda a la morbosa
sensualidad de Violeta

miércoles, 23 de mayo de 2012

José Bastida ha muerto no sin antes dejarle una carta de amor a Julia. (A Robin Gibb, in memoriam)



Si La saga/fuga de J.B. fuera llevada al cine, empresa improbable y casi imposible -casi, pues hasta La Celestina, tan compleja, pudo ser representada en teatro-, Robin Gibb le pondría la canción a la película, y muy bien podría ser el vídeo de la canción algo así como un trailer.


Robin Gibb, es decir, José Bastida
 Recordamos a José Bastida como un tipo entrañable, admirable, culto y feo. Recordaremos siempre a José Bastida, por fin, en los brazos de Julia, los dos en fuga. Este vídeo me recuerda a ciertos pasajes de la novela, a ese hervidero histórico en la batalla. Vemos en el vídeo a José Bastida como lo que es, un prototipo romántico, escribiendo, rodeado de libros. Uno puede fantasear con tramas que siguen después de la fuga, y no queda mal la trama del vídeo para una fantasía más, pues aunque huyen en un avanzado siglo XX, don Gonzalo Torrente Ballester nos permite hacer de su literatura una máquina del tiempo. Julia y José Bastida regresan a un siglo anterior y se vuelven a ver metidos en otras guerras y otras románticas aventuras. Para más licencia nos acompaña el tiempo húmedo y la niebla, podemos suponer que el vídeo ha sido rodado en Galicia, ¿por qué no?
Si un ilusionista como Torrente Ballester nos invita a soñar, soñemos derribando muros, superando límites, como dice en esta canción José/Robin Bastida/Gibb que Julia hace con él.
No es casualidad que la canción se titule Juliet, y que se pronuncie Julia.
Robin Gibb ha muerto, y de los Bee Gees era el más feo y el más interesante. Los Bee Gees son parte de mi educación sentimental, más la primera época que la segunda; aunque la segunda, discotequera y espectacular, no estuvo mal. Prefiero la primera época por canciones como Holiday, I Started a Joke, New York Mining Desaster 1941 ...
Joyas de la Literatura, abrigadas y protegidas por la luminosa niebla del recuerdo.

Y sí, fue Robin Gibb es Robin Gibb el que canta en I Started a Joke, es el feo y guasón José Bastida el que empezó la broma:







¡Ay, qué maravilla volver a escuchar a los Bee Gees, Holiday, su canción más apreciada por mí, con ese sabor al eterno día del eterno verano!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Simbolismo (XIV). Espejismos.



Pero es que, como dice esta canción, nada puede llevarse esta tristeza, nada es comparable a tí.
El carro del buhonero se lleva algo que arrojé algún día, sin saber yo que pronto, enseguida, iba a necesitarlo.
-Alguien silba en un anuncio publicitario, y quien conmigo vive pregunta si quien silba soy yo, yo, que nunca quise venderle nada a nadie, yo, que tan sólo compré, compré capitales de ilusión, por ver si me completaba-.
Algún día te mostraré, sin tú saber que soy yo quien te lo muestra, qué es una página completa: o vacía, completa de vacuidad, vacía de plenitud.
Pasaba esta tarde por un territorio de posguerra y me preguntaba si no será necesaria otra guerra para volver a estimar en su justo valor lo que se tiene, lo que se anhela, lo que se piensa, la propia creencia con un endecasílabo que redecore la vida, como el Ikea.
Esta tarde hemos leído algo y bien, que es mejor que leer mucho y mal. Hemos leído que los libros arden para proteger la sabiduría del hombre, y hemos aprendido que lo actual, en los últimos siglos, necesita de narratiblilidad. Y lo que no es así será pureza, será vanguardia, será para la élite y para cuatro acabaos que lo comprendan.
Es necesaria la trama, y yo busco en los periódicos el culebrón de todos los días, tan ajeno como si fuese de telenovela.
El Sábado a la noche, muy de noche, poco antes del amanecer, me pasé por donde la revolución española, esa válvula de escape de nuestra juventud deseosa de escarmientos y batallas, tan proscrita de madurez; tan clamor, fragor, candor, sudor de hembra adolescente.
No había nadie.
Casi lloré.
Todo saldrá en televisión: todo es mediático.
Menos tu odio hacia mí, menos ese cariño tuyo, tan estacional, casi metódico.
Ha muerto Carlos Fuentes, y el Boom continuará, como hasta ahora, en los manuales de literatura y no más.
Por mucho que quieran los críticos buscar lo excelso la gente leerá otra cosa. Y la historia dictará otra.
En dos siglos, los de ahora, no sabemos quien pasará el donoso escrutinio, qué modas sacarán el nombre de hoy que es flor de un día.
A mí me gusta que me quieras, tu cariño flor de un día, rodeado de algo de desprecio y resentimiento y hasta de odio. De higos a brevas, de pascuas a ramos, los meses con r no me quieres, y los sin r me amas hasta la flor del hueso, aquella de la primavera del tuétano, aquella tan interior, tan de tu alma sabia, que es la que me quiere a mí, porque sólo una mujer sabia puede enamorarse de la imbeciblilidad de un hombre tan quieto que no para, como si hiciera algo, sin hacer nada, como si fuera bueno, siendo mediocre, como si fuese estrella siendo tan sólo un meteorito iluminado por otras voces y otros ámbitos.
La curiosidad lleva también al amor, pero cuando se ve una región que es un páramo de angustia, llega las frustración y el resentimiento. Yo lo comprendo.
Hay desiertos tan llenos de espejismos que parecen vergeles.
Pero no llueve.
Gobierne quien gobierne, es que no llueve.
Se me llevan no ya todos los demonios que tentaron al de Nazaret en el desierto, si no los espejismos de las tentaciones.
Se nos llevan todos los espejismos, que son un simulacro de realidad.
A los jóvenes de hoy, tan Quince de Mayo y tan braga brasileña y tan android, se nos llevan.
Palabras somos que se lleva el viento, espejismos de un mar y de una tormenta que nos arrebatara y nos permitiera destrozar el mundo, para recrearlo esta vez sí, esta vez puro y edénico, esta vez con el reinicio del sistema, esta vez con la inocente vocación de un niño abanderado en su juego flor de un día.
Un espejismo es un instante.
Luego se acaba.
Luego se apaga la luz, y a dormir, que mañana es día laborable. O a morir, cuando lo laborable es otro espejismo más.
No, yo para tí no fui un espejismo, lo sé. Yo para tí fui lo que soy, pero me visitaste en Domingo con el traje de fiesta. A diario soy uno más que juega y pierde cada día, con la ilusión de que mañana será día de suerte.
Y siempre que me quieras y te atrevas a volver a verme tendré las galas de Domingo, pero no me pidas que sea excelso día a día, no tengo medios para llenarte el corazón de espejismos para luego defraudarte.
Soy un mediocre.
Menos en Domingo, cuando tú me das un sí que es un vergel y una tormenta.
¿No es La invención de Morel, de Bioy Casares, una metáfora del hoy, donde se proyecta una película donde no la hay, donde sólo hay ambiente? Genialidad de la novela del espejismo, que ha sabido ver nuestro cariño, repitiéndonos una y otra vez ese Domingo que es la tarde de cualquier día de besos y caricias y promesas.
Sí, no me condenes por no ser siempre yo una tarde de besos de caricias, un Domingo, o un vergel. Yo soy, normalmente, un desierto más que a veces regala un espejismo.
Hace dos días o tres soñaba contigo, tú eras una gata de mandíbula furiosa que indignada por no sé yo qué motivos me reñía. Me mostrabas unos dientes afilados.
Si tienes sed no me culpes, si quieres lo verde, no me culpes, si quieres un mar, la lluvia, la vendimia, no soy yo quien lo traerá. Tan sólo esperaré contigo las galas del Domingo. Más no puedo.
Una fábula es un espejismo literario. Correcto.
Una ficción es un espejismo literario. Correcto.
Un ideal es un espejismo en cualquier ámbito. Correcto.
Yo soy de carne y hueso e incorrecto.
No soy un ideal, aunque lo busque y añore.
El caminante no es el camino: los son sus pasos, y por tanto los pasos que no da, no son camino. Acaso una ilusión, un espejismo.
Y hay niebla alrededor, y a veces ni hay camino.
Que la luna nos haga su claro, no es más que un espejismo del sol que a ella alumbra.
Porque es de noche. Aunque es de noche.
Claro de luna, por Debussy/Disney






El caminante sobre el mar de niebla
de Caspar David Friedrich