miércoles, 16 de noviembre de 2011

Una lectora nada común, de Alan Bennett

Alan Bennett, porque también nos gusta el humor inglés
de té con  nube de mala leche
Como ya avisé en el anterior post, hoy vamos a hablar de la reina de Inglaterra, que para algo uno es un príncipe y de cuando en cuando gusta de pasearse por entre la Realeza. No todo va a ser maleza, que es por donde me paseo siempre para perderme por ese dicho que hago mío de que para encontrarse a uno mismo primero hay que perderse.
Sin embargo, por mucha Realeza que tenga, esta novelita, más que una semblanza o un retal biográfico, es una ficción, una fábula amable que presenta un supuesto, una ilusión, una posibilidad.

El intríngulis

A la reina, un día de paseo por los jardines de palacio, se le escapan los perros, que entran ladrando en la biblioteca ambulante que va a palacio una vez por semana y aparca en la puerta de una de las cocinas. La reina ni lo sabía, la reina tiene a su disposición algunas bibliotecas que sirven más que para la lectura, para reuniones y otros menesteres reales.
Ya que ha entrado en busca de sus caninos lacayos enfurecidos, decide cortésmente llevarse un libro, por cumplir. Allí está uno de los pinches de cocina del palacio, un pelirrojo gay que está dispuesto a llevarse en préstamo un libro de fotografía con hombres desnudos.
A partir de entonces se desencadenan una serie de peripecias causadas por el enfrentamiento del  gusto recién adquirido por los libros de la reina con la antipatía que parecen tenerle a la lectura todos los que la rodean, desde su antipático secretario personal hasta el primer ministro. La misma noche del día en que descubre la biblioteca ambulante:
-Tenemos una biblioteca ambulante -le dijo aquella noche la reina a su marido-. Viene todos los miércoles.
-Estupendo. Los prodigios no cesan.
La misma camaradería que surge entre la reina y el pinche gay -que por cierto, sólo lee literatura escrita por gayers- no gusta en palacio, el muchacho es ascendido a paje para estar más cerca de Su Majestad, sentado en una mesita todo el día en un pasillo junto al despacho de la monarca sin otra cosa que hacer que leer y asesorarla e intercambiar opiniones y darse a pequeños retos, como la lectura de la obra magna de Proust en unas vacaciones.
No faltan los villanos, consejeros y secretarios, que harán todo lo imposible por quitarle el vicio a la reina.

El meollo
Poco antes de cumplir los 80, se da cuenta del tiempo perdido y se nos hace voraz. La República -así llamará la monarca este mundo conquistado- es un ámbito de igualdad, donde ella no es más que nadie, donde puede adentrarse sin ser vista, sin todas esas obligaciones y deberes, protocolos y cortesías. Como una niña, quiere transmitir su recién adquirida nueva alegría a todo aquel que la saluda, tanto si se reune con mandatarios -el premiere francés prefiere no opinar sobre Genet pero estará encantado de departir sobre Proust- como si va a inaugurar ante el pueblo. A todos preguntará qué lee, y hará saber lo que ella lee. Y subraya, y anota. Se hace socia de bibliotecas -o ya lo era, pues la principal patrona de la biblioteca londinense es ella-, merodea buscando las bibliotecas propias, pide prestados libros, libros regala. Conoce a Alice Munro. Autores que al principio de la novela no le entran bien, ahora después de una temporada como lectora de oficio, le entran demasiado bien y les entiende, como en el caso de Henry James. Ha conocido durante su vida a muchos escritores, y ahora se apena de no haber sido lectora entonces. Entonces prepara una cena para escritores a los que Norman -el pinche que ahora es paje- y ella admiran: un desastre, se siente como aislada. Se da cuenta que es mejor leer que conocer a los autores. Ella misma decide para el pánico de todos escribir sus memorias, pero no como hace todo famoso, si no como si fuera una nueva Proust -aunque le parezca una guarrería eso de mezclar el bizcocho en el té-.
El atractivo, pensó, estaba en la indeferencia: había algo inaplazable en la literatura. A los libros no les importaba quién los leía o si alguien los leía o no. Todos los lectores eran iguales, ella incluida.La literatura, pensó, es una mancomunidad, las letras, una república. (...) Sólo ahora comprendía su significado - república-. Los libros no se sometían (...)

Humor inglés
El lector se llega a identificar con el personaje. Yo, como lector, me he identificado.
¿Qué me ha llevado a leer esta novela?
Anteayer, buscando un libro de relatos de Felisberto Hernández, y no dando con él, me encontré en la estantería de exposición en la biblioteca más cercana a mi casa, esta novela, cuyas reseñas leí en su día en los suplementos culturales, pareciéndome atractiva la trama, más teniendo en cuenta que es novela inglesa de humor.
¿Ha cumplido su finalidad?
Cierto es. Té e ironía y una sutil mala leche en la nube de este té.
Un cierto humor negro, clásico de la isla, en una deliciosa tarde en un jardín inglés. Todos los personajes, menos los dos principales -la reina y el pinche gay-, son caricaturescos, desde el duque hasta el primer ministro. El duque por lo menos es un guasón.
Uno se reencuentra  felizmente con el humor aquél de los Roper y de los Monty Python -sin llegar a su irreverencia, aunque a veces ...-.
A la reina, en una de sus reuniones semanales con el primer ministro, le da por prestarle algunos libros. Así que el villano consejero especial -de suponemos Tony Blair- llama enfurecido al secretario personal de la reina:
Al final Sir Kevin recibió una llamada del consejero especial.
-Su jefa le ha hecho pasar un mal rato a mi jefe.
-¿Sí?
-Sí. Le ha dado libros para leer. Es improcedente.
-A Su Majestad le gusta leer.
-A mí me gusta que me chupen la polla. Pero a mi jefe no le obligo a chupármela. ¿Se le ocurre algo, Kevin?

Método caótico e intuitivo
Uno busca este tipo de libros, fascinado por la historia lectora de cada lectora, y de cada lector.
Así adquirí hace un par de semanas donde los Tipos Infames el libro de Jesús Marchamalo Donde se guardan los libros, que es una recopilación de los amados artículos sobre bibliotecas que publicara hace años en el ABCD y que yo esperaba y leía con la fruición de una reina inglesa en fábula. Como es relectura -aunque felizmente vienen viejas bibliotecas en nuevos artículos- ya lo comentaré más adelante, cotilleándote qué joyas guardan Luis Alberto de Cuenca y Andrés Trapiello. Me volví a encontrar, en la biblioteca de Juan Manuel de Prada, con el nombre de Felisberto Hernández, que buenos blogueros proclaman como uno de los mejores narradores de relatos fabulosos. Ayer me dí un paseo largo hasta otra biblioteca, la Antonio Mingote, y encontré Nadie encendía las lámparas, que ya comencé hoy a leer, dejándome una impresión de reconocimiento, de un modo de narrar y percibir las cosas como a uno le gusta: una Literatura. Buscaba otro en concreto, Las Hortensias, que buscaré en otras bibliotecas, cercanas o lejanas, o que compraré en una antología más completa, por este afán de posesión y de buscar lo completo que tiene alguien como yo que no lo es.
Yo, como ya me conoces, soy muy desastre en mucho, y como lector no lo soy menos, al igual que la reina de esta fábula no tengo un método de lectura, muchas veces lo intenté y me salí por peteneras a aires más frescos y anárquicos. El método de la reina es el mío: un libro lleva a otro libro, una lectura a otra lectura, un simple comentario, una reseña, una intuición -que nunca fallan estas, mecachis-, o un porque sí.
¿Y por qué no?
Ya sabes mi lema: buscar, encontrar, amar, por lo que en el próximo post te ofreceré aquella canción que faltaba como sueño y ausencia.

YSEQA

lunes, 14 de noviembre de 2011

Los raros



No he querido saber, pero he sabido, a través de Kirsten Dunst en su papel de Justine, que estamos solos en el universo.
-Yo sé muchas cosas -dice en una escena Kirsten, Justine.
La película se llama Melancholia, y está dirigida por un tipo que dice que es el mejor director del mundo, este mundo solo, en el universo. Este director se llama Lars, Lars Von Tryer. Este director no sé yo, que no opino por no molestar, si es o no el mejor, lo que sí sé es que es un tipo raro. Un raro.
Otro tipo raro en curiosa competencia para  director del año -por no decir de todo tiempo-, es Terrence Malick. Por sendas películas. Por raras películas. Más raras que soltarle a la urna una metáfora -o un tropo cualesquiera- en ese 20N aciago con memoria de efemérides y otras causalidades.
Iremos a votar, y votaremos raro.
Yo era un raro, ya no lo soy tanto, ahora me adapto.
Estos larsvontryers y terrencemalicks son unos inadaptados. Hacen Arte. La gente les hace una reseña y asisten a la proyección en reverencial silencio. Hoy una abuelita se ha escapado de los Golem en el minuto 40. Hace semanas, cuando lo de El árbol de la vida, la gente huía en manadas de los Ideal. Yo, con mi reverencial y proverbial paciencia, aguanté, porque se trata de Arte. Y el Arte duele, y hay que disfrutarlo con dolor, con tesón, con sudor. El Arte, como la fama, cuesta. Sobre todo le cuesta al que asiste al espectáculo: los euros, y la mala conciencia por no estar a la altura.
Pero mola.
¿Es que yo no leí el Ulises de Joyce?
¿Es que yo no leí las quinientas disgresiones de Los Miserables de Hugo?
¿Es que no sigo leyendo, con lágrimas y sorbiéndome los mocos de frustración, la introducción que le hicieron a Javier Marías para Corazón tan blanco en Crítica? La novela, por cierto, muy interesante, con esa elegante amenidad que sabe verter Marías, aunque no quiso saber, pero ya sabe.
Lo malo no es el objeto artístico, lo malo es todo ese funambulismo de bibliografías en la cuerda floja de mis entendederas. Lo malo es que te tragas un Melancholia y en el lote va incluido el Arte sádico de las horas de estudio infructuosas, con su código sólo para iniciados en la excelencia.
A un raro, si es famoso y premiado y de culto, se le permite todo. Yo se lo permito todo, y todo se lo perdono al que me aburre, pero no me vengan con tesis doctorales para la sentida melodía en una mala resaca.
Estos raros creadores viven en una permanente mala resaca, y tararean bien, bonito, por el polvo que no echaron ayer noche. Luego llegan la miríada de páginas bibliográficas a analizar la melodía, resaca incluída, y en vez de pasarte a tí la melodía te pasan la resaca, a tí, con el polvo que no echó el otro ayer noche.
Yo volveré a ser el chico raro de la clase, como lo fui hasta el bachillerato. Luego en la universidad nos juntamos mil raros y ya todo nos fue perdonado.
Pero no habrá paz para los rarunos.
Hacía tiempo que no te hablaba de cine. Ven, siéntate aquí, a mi vera, a la vera de mi canto que ni es arte ni hoy tiene resaca y ni es merecedor de bibliografías funambulistas para cuerdas de locos. Ven, te digo ven, a mi vera, que te voy a contar hoy el cine que yo ya ví, sólo para tus oidos que saben escuchar mejor, y más que todos los excelsos camaradas del Arte.

Melancholia. (trailer)
Me gustaba más Kirsten Dunst como novia de Spiderman, aunque aquí está soberbia. Me gustó más, también, como Maria Antonieta. Sofía Coppola, aunque hay quien dice que es fea, a mí me pone mazo. Me montaba yo un menage a trois con la Coppola y la Maria Antonieta que no lo filmaba un larsvontryer ni después de la larguísima depresión que le entra después de un premio en Cannes. Antiticristo me gustó más. Ésta de Melancholia es muy esteta, muy bella en su conjunción planetaria pese a tanto apocalipsis. Los planetas son la música de Wagner -Tristán e Isolda-, el paisaje, el trabajo actoral, los melones de la Dunst, y mi reverencial silencio, tan peregrino a veces. A voces.
Sin embargo sigue en pie mi lealtad a Lars Von Tryer, por Los Idiotas, por Bailar en la Oscuridad, por Anticristo, por Dogville ... y por Melancholia, claro que sí, más rara de ver que difícil de tragar, y uno a lo largo de su vida se ha tragado tantos ladrillos -no me llores jamesjoyce, que tú eres mi padre bastardo- que le está cogiendo cierto gusto a esto de ser sodomizado por el Arte. Lo mejor, sin duda, es que no sale Penélope Cruz, que era para quien Lars Von Tryer cantaba su polvo no echado de ayer noche. Entonces yo me habría ido también en el minuto 40 con la abuelita que se sentaba detrás mío, a comer tortitas con nata en el Vips de la Plaza de los Cubos.
La Belleza de esta obra reside en el mal sueño que todos hemos tenido algún día, muy a menudo yo, qué te voy a contar que no te duela. Un apocalipsis narrado con el dolor de la desolación, pero con el latido feliz del que pese a todo se maravilla ante La Vida.
Yo me acordaba de tí, y de un sueño que tuve hace dos años y medio, en esa primavera rara de neurosis y añoranzas. En el sueño era de noche, y estaba yo con mi familia en una casa desconocida, con jardín, aunque en el sueño era nuestra casa. Se oían ruidos como de bombas al explotar, entonces salimos al jardín y vimos caer aviones, como derribados, pero no fue así. La luna se partió en dos, desapareció. Sería el efecto de la luna al romperse, qué sé yo, la gente salía a los jardines de sus casas con miedo y ansiedad. Pero no se acababa el mundo, no, sólo la luna acababa, y yo me acordaba de tí y pensaba: ¿qué será de ella, ahora que no hay luna?

El árbol de la vida.(trailer)
El apocalipsis, otra vez. Esta vez sin embargo no tiene un valor de acabamiento. El árbol de la vida gana puntos según pasan los meses, en el recuerdo. No miento si digo que me gustaría verla otra vez, pese a que salí del cine -salimos del cine- admirándonos de lo raro que era el mundo, de lo raro que era el Terrence Malick, de lo rara que era la película, y de lo raros que éramos nosotros por habernos atrevido a entrar al festín sin apreciar la comida en su propia valía. Manda huevos las cosas que hace la gente por el Arte.
Más esperanzadora, por religiosa, que Melancholia, El árbol de la vida es también la labor de un esteta, también esta vez con su ética incorporada. Con paciencia y silencio reverentísimos irá el espectador que quiera ser merecedor del premio al chico raro de la clase.
Yo soy raro.
Tú eres raro.
Él -Malick- nos gana por goleada.
Si ponemos juntos a Terrence y a Lars y les dejamos encerrados en una urna este 20N aciago, ¿quién ganará? Rajoy seguro.
-Ja, ja, me parto y me mondo. Anda a contar chistecitos al club de la tragedia, mozo. Y siga con su cinemanía, que escribiendo está más guapo.
-Gracias por el piropo, señora ... o señorita.
-Señora, por favor.
-A sus pies ...
Digo que si ponemos juntos a Lars y a Terrence, ¿quién se lleva la palma de la genialidad de la temporada de cine? Dicen que dicen, por ahí leí algo, que el mundo está demediado en dos bandas, los de Terrence y los de Lars, los de El árbol de la vida, o los de Melancholia. A mí, si me dan a elegir, me prostituyo a quien me page más. Es lo de siempre ¿ Barsa o Madrid? ¿Prosa sonajero o angloaburridos? ¿Sabrina o Samantha Fox? ¿Derechas o Izquierdas? No valen las medias tintas, no habrá paz para los tibios.
Acércate y ven, aquí a mi lado, que yo te diré en un susurro lo que sólo a tí y a mí importa. Lo demás es un circo, intereses creados, mafias, juegos para engañar el tedio. Tan peligrosos, a veces, que no merece la pena participar y dar la vida por aquello que ni te da de comer y que además te quita el sueño.
Juegos son, sí, de la edad tardía, sí, para engañar el tedio.
Hay una semejanza personal entre El árbol de la vida y Juegos de la edad tardía, de Luis Landero. Con la novela me pasó algo que rara vez me ha pasado -quizá con el Ulises de Joyce, que más que una lectura fue un parto por lo dolorosa, pero ahí tenéis al niño, haciendo posts porque ha leído el Ulises, qué mono y qué lindo-, ha ganado con el paso del tiempo. No recuerdo haber disfrutado especialmente con la lectura de Juegos de la Edad Tardía, sin embargo tengo un recuerdo maravilloso de ella, una novela imborrable, con unos personajes que se han quedado, y una fábula genial. Así me sucede también con El árbol de la vida, que según pasan los días gana en el recuerdo, y crece, como una flor extraña que se miró un día y sólo con ser mirada se quedó, y creció y dio fruto en el alma.
Así como me pasó contigo, así son las obras que duran, los amores que quedan, los que han dejado más que huella: camino, más que rastro: presencia.
Nos hemos puesto evangélicos, ¿verdad? Días después de leer El árbol de la vida, voy y me encuentro con un artículo de Juan Manuel de Prada, que escribió Coños, que escribió Las máscaras del héroe, y luego de un día para otro envejeció, sin venir a cuento. Ahora alguna le llama mi John Wayne. Y a mí, que sigo más joven y más guapo, ninguna me dice esas lindezas.
Bueno, a lo que íbamos, de lo que tratábamos. El artículo trata sobre El árbol de la vida, y Juan Manuel de Prada le da una interpretación evangélica. Luego termina diciendo que Malick tiene un par, por la película.
Bueno, no hay que ponerse tan genital, y menos tratándose de Malick. Yo, la verdad, prefiero los genitales de Elena, mi Elena, Elena Anaya.

La piel que habito(trailer)
Me gustó bastante, por lo general me gusta todo Almodóvar, pese a algún desliz, pese a alguna Penélope Cruz. Al que creó Qué he hecho yo para merecer ésto, sin embargo, yo le perdono hasta eso.
Yo fui a ver si Elena Anaya me enseñaba algo, y me lo enseñó todo. A ver si la Sofía Coppola hace Maria Antonieta II, versión X, y hacemos la rareza del año haciendo Arte los tres juntitos: Sofía, Elena, Kirsten, y yo.
La piel que habito, aunque dicen que es la menos, yo digo que es muy almodovariana. Con su comedia y su tragedia, haciéndoselo juntas. Allí el raro -o el menos raro- era yo, pues cuando todo el mundo callaba reverencialmente, yo reía con las ocurrencias de Pedro Almodóvar. La cosa está -no sigan leyendo si no la han visto- en que Elena Anaya antes era un chico, y Antonio Banderas va y le rapta por un feo que le hace a su hija Blanca Suárez. Una mañana mi Elena se levanta y ve que no se le levanta, se mira en el espejo y en vez de tener la cosa colgando le ha nacido un lindo coñito, que es el coño que le faltaba a Juan Manuel de Prada en Coños. A mí me entró la hilaridad.
Si un día yo me levanto y me miro al espejo y me encuentro a Elena Anaya, ¿no sería maravilloso? La de cosas que haría bajo las órdenes de Sofía Coppola, mi Sofía.
Pero no habrá paz para los soñadores.

No habrá paz para los malvados.(trailer)
También me gustó mucho. Es de esas películas tan buenas, tan buenas, que no parece ser española. Parece americana. Así que la obviamos.

Si la cosa funciona. (trailer)
Woody Allen es un dicector americano que hace cine europeo, y todos le aplauden.
El mundo es raro, el mundo del cine es raro, los que opinan -opinamos- sobre cine, son raros.
Así que lo obviamos.
Bueno, no, digamos algo, ya que la peli es buena, pese a ser americana que intenta ser europea y lo europeo sólo es bueno si parece americano.
La ví en la filmoteca, y tiene una gran lección para la vida, que se dice al principio, se demuestra durante la película, que tiene final feliz. Woody Allen hace a veces finales felices, y yo, si me levanto mañana en la piel que habitaré de Elena Anaya, iré a hacer cine raro con él, Arte para exquisitos españoles que sólo ven cine americano aunque el cine americano se travista en europeo, o que una mañana se levante europeo. Con un coñito europeo que Juan Manuel de Prada se olvidó de publicar en esos fabulosos homenajes ramonianos.

Tímidos anónimos.(trailer)
Esta película fui a verla el Viernes. Se la recomiendo a todos, exquisitos o no. Se pasa un buen rato, y la hilaridad no desmerece a un chiste almodovariano que entienda yo sólo. La peli es francesa, humor francés, que a lo mejor no gusta a todos, pero yo creo que algo sacarás de aquí que sí te guste. Aunque sea el chocolate. O la empatía por los raros personajes. Porque esta peli sí es de raros, más que las otras, porque estos son raros como tú y como yo, no como el Banderas poniéndole coños a los que se benefician a su hija Blanca Suárez, si no raros con complejo de raros, raros anónimos como los que nos encontramos a diario, tímidos de verdad, no de mentira. La vida misma, con concesiones al musical en los momentos de magia.
Luego nos fuimos a cenar a un chino donde cenan los chinos, que cenan unas cosas muy raras, que yo les ví.
Y por hoy ya basta, que me lío y termino contando cuentos chinos, cuentos chinos para niños del japón.
 Pasado, o mañana, te hablaré de la reina de Inglaterra.

Coda.
Y luego querrás que te cuente un cuento, que te escriba una novela, ¡un cuento chino te voy a contar!
Una novela de un mundo raro, te voy a escribir.
Pero ven junto a mí, aquí a mi lado, que te cuento yo lo que a nadie le importa, por mucho Arte que tenga, que a tí y a mí sólo nos concierne.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Pulp, de Charles Bukowski

Bukowski trabajando




Yo tenía talento, tengo talento. A veces me miro las manos y me doy cuenta de que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero ¿qué han hecho mis manos? Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los retretes, etc., etc. He desaprovechado mis manos. Y mi mente.
(Charles Bukowski. Pulp.)
No he querido saber, pero he sabido, que la ingesta de alcoholes de diverso tipo, acompañados de una vida sin motivaciones, hace que te sientas una mierda, tío.
Son las consecuencias de una vida disoluta. Búscate también un oficio de detective, en Hollywood, y te meterás en problemas. Con el casero de tu oficina, con el vecino de tu casa, con cada barman de cada tugurio cutre o no tanto que visites.
Yo, que soy un tipo decente y ya no mezclo -casi- y que tengo motivaciones -algunas- y que no soy detective -cocinillas- ni vivo en Hollywood -Aluche City, la ciudad sin ley- y que sólo visito garitos donde las bargirls me reciben con afecto y con cariño y los barman son chistosos y generosos en las tapas, pues me puedo dar con un canto en los piños.
Mis caseros reciben puntual y religiosamente su dinero, mis vecinos son encantadores. Todos me rinden pleitesía. Todos besáis mi lindo culo. ¿No lo querías saber? Pues ya lo sabes.
-Caballerete, deje usted de fardar y haga crítica literaria.
-Señora, la vida es pulp, y habrá que comenzar metiéndose en problemas.
-Joven, es usted un insolente.
-Insaciable, socia.
-Sucio.
Realismo sucio. Ejem. Centrémonos en este mundo sin centro y con extremos.
Lo pulp. A la mala literatura, así dice la dedicatoria de Bukowski en la novela.
Veamos. Lo minimalista. Leamos. Gente que se mata, tan fácil. La muerte es minimalista, y sin embargo, la señora Muerte siempre está más guapa que nunca. Algo de lirismo sucio arranca de las flores mustias de la vida este Bukowski. La señora Muerte es la protagonista principal de la novela, que le encarga un singular caso a nuestro detective Nick Belane: encontrar a Céline, al que se ha visto merodeando en una librería hojeando libros de Faulkner y de Thomas Mann, man -que es como decir tío en américa, hombre-. Louis-Ferdinand Céline murió, según las fuentes oficiales, en los albores de la década de los 60, pero al igual que Elvis, es visto por ahí de vez en cuando. Hasta los hay que dicen que han visto a Franco, con gafas de sol, paseando en coche.
Qué me van a decir a mí, que un día me encontré a Azorín para reconcomerme la conciencia, y que suelo encontrarme con James Joyce. Anteayer le volví a ver, apostado en la fachada de un bar de mi barrio, renqueante.
La señora Muerte va buscando a esta gente a la que tanto ven los vivos, para que vayan al lugar donde debieron ir según las fuentes oficiales. Un mundo en orden.
Ayer, día de Ntra. Sra. de la Almudena, patrona nuestra, me tocó la fiesta. La víspera me fui de cañas. Terminamos en aquel italoargentino del que te hablé hace algo más de un año, donde celebré, hace más de un año, donde brindé, hace más de un año, por los encantos de un personaje de novela pulp que estuvo entre mis brazos.
-No sea fatuo, pollo.
-Yo a veces es que soy muy pulp, señora.
Cuando se tercia. No había vuelto desde entonces. El hallazgo de la noche de anteayer fue una pizza al cabrales que me hace sentir nostalgia gustativa cada vez que la recuerdo y añoro, dos días después.
Listillo: la gente pulp no toma pizza al cabrales, toma whisky y cutreburguers en sórdidos bares donde siempre uno se mete en problemas, tío. Las camareras mascan chicle, llevan minifalda y delantalito, tienen los labios pintados, son viejunas, y te llaman darling.
Yo: que te jodan.
Por la noche soñé que leía un libro, y que deseaba terminarlo para darme a la lectura de Pulp, de Charles Bukowski, amarillo volumen que reposaba en mi estantería de pendientes. Es un libro que sustraí de la biblioteca de mi hermano, el que vive en Irlanda. La biblioteca de mi hermano duerme en parte en una caja de cartón, junto a libros como Reo de Nocturnidad, de Alfredo Bryce Echenique, que le regalé yo cuando vivía en Montpellier, pues sucede en Montpellier. Mi hermano, poco a poco, se está haciendo con otra biblioteca con libros que le regalan, que le regalamos, o que se compra.
Bukowski haciendo horas extras


Desperté y recordé el sueño, y decidí empezarlo ayer por la tarde, cuando leí más de la mitad, hasta que la mollera se me sobrecargó de alcoholes vicarios y de tías buenas y de extraterrestres y de tías buenas que son extraterrestres y que se encariñan con nuestro detective más chungo de L.A. Como la Sra. Muerte.
Bukowski hace selección tópicos pulp y los mete en su novela, y le queda ágil, delirante, amarga, desencantada, negra, erótica, reflexiva, mordaz, chistosa ... Algo muy recomendable para pasar dos tardes de Otoño: cien páginas un día, cien el otro. Es fácil, predominan los diálogos amenos, las descripciones rápidas, minimalistas, las reflexiones trascendentes de un alcohólico desolado y solo, al que sin embargo las tías buensa le llaman cariñosamente gordinflón.
Nuestro detective Nick Belane es adicto a la procrastinación, al whiskye, a la ginebra, al sake, al vodka sobre todo, a las apuestas hípicas, a los puros, a las patatas fritas y a pensar que el mundo está lleno de aburridos y que los que no se aburren sólo hacen gilipolleces. Casi nunca tiene un caso que resolver, pero en la novela se le juntan cuatro o cinco, todos entrelazados, entre ellos un caso literario -Celine buscado por la Sra. Muerte- y un caso de extraterrestres gusanos que se convierten en tías buenas y se meten en ataúdes en pelotas para asustar al de la funeraria y a nuestro hombre en L.A.
Humor negro sobre todo, y delirante inventiva.
No siempre hago caso de mis sueños epifánicos, en los que se me invita a leer algo. Sí hice caso con Cortázar y con Ernesto Sábato, aún tengo una cuenta pendiente con Luis Mateo Díez y con Jorge Semprún. Lo de Bukowski fue porque lo tenía más a mano. El otro libro de este sueño que leía en el momento en que se me ocurría leer al viejo Charles Bukowski no sé cual era, quizá alguno de Blasco Ibáñez.
Este Sábado convencía a un par de amigos incautos para que me siguieran a la filmoteca, donde nos tragamos la vida de Blasco Ibáñez, dirigida por Berlanga. Fui con la intención de motivarme a leer algo del autor valenciano: tengo sus obras completas en Aguilar, en piel, desde antes de nacer. Tuvo una vida trepidante y una obra fecunda. Luego fue a Hollywood a escribir guiones.
Yo, que he visto mucho Tarantino, no puedo evitar el comparar los diálogos de esta novlea, como si fuesen dichos por personajes tarantinianos. Cuando entran en la oficina de nuestro detective Nick Belane estos dos matones: Dante y Fante, por ejemplo.
Terminada esta tarde la novela, no puedo evitar mirar la ficha técnica de Pulp Fiction, de Tarantino, y resulta que fue realizada en el mismo año en que fue publicada Pulp, 1994. Las dos obras son homenajes más o menos paródicos al pulp, cierta literatura de kiosko, de saldo, barata, que alegró nuestra juventud, y que la alegra. Guardo aún, tras de la puerta, ciertas novelitas compradas a mis quince años en kioskos y en el rastro. Novelas a veinte duros, nuevecitas, otras no tanto. Las guardo para el Invierno, porque será largo, y nosotros somos tan jóvenes ...



Coda

Una novela en la que el detective chungo tararea algún tema de Carmen, de Bizet, no es cualquier mierda, tío.

martes, 1 de noviembre de 2011

Corazón tan blanco, de Javier Marías

Javier Marías y tantos libros

No he querido saber, pero he sabido ...
(Javier Marías. Corazón tan blanco)
No he querido saber, pero he sabido, que la envidia sea quizá un motivo por el cual Javier Marías ha sido tan criticado por su obra literaria, por su singular y gran estilo. Una obra, por cierto, traducible, y laureada y valorada más allá de estas fronteras nuestras, y que será también que el estilo, el suyo estilo propio, manierista pero no tan frío, su poética como de verso en prosa, su lirismo liviano como alado.
No he querido saber, y así yo lo hago saber, porque toda esta bronca literaria me parece más un circo y una revista para frívolos, me parece más un ruido que un hecho literario. Yo, que siempre he admirado, yo, el admirador de todos ellos que alguna vez dijeron que.
Yo ya leí. Pasados años, siglo pasado. Mediaban los años noventa, Todas las almas, me atrapó un relato como sin trama, la trama, por cierto, aquí, es el estilo. Porque la vida no es una sucesión de sucesos, toda vanidad es marchita un día. La vida es estilo -no digo que el suceso sea una excusa para el estilo, si no que el suceso ya va siendo estilo-. El estilo es lo característico. Sin estilo queda una prosa como sin atributos.
Aquí en Corazón tan blanco, hay una gran trama, dolorosa, razón por la que el narrador no quiere saber, pero termina sabiendo -más que terminar, continúa, aunque sepa-. Y esa trama, sin este estilo como una nostalgia y un miedo, un mal presentimiento, no sería más que un relato veloz y unas razones. Sin más.
La trama es negra, y nuestro corazón, tan blanco.
El estilo es meditativo, reflexivo, rayante en la melancolía, o una cierta neurosis.
Me gustó Todas las almas, no sé por qué no seguí leyéndo más a Marías. Mis amigos dicen que lo mejor es Negra espalda del tiempo. Que por cierto.
Negra espalda del tiempo es una expresión recurrente en la obra, en la poética de Marías. No es el tiempo que se sucede, como el de un reloj. Es como esta mística que a mí tanto me gusta, de la que tanto o es hablado. Como una imposición, el tiempo aparte. Pasado, presente, futuro. No hay. O es que está aquí todo.
Personajes, motivos, van y vienen en las novelas y relatos de Javier Marías. Los mismos nombres, o personajes similares. Y los motivos.
Las consecuencias. Que parecen no querer acabarse ya en la página, y trascienden de la vida a la obra, de la obra al lector, así a su vida.
Y el estilo.
El estilo da muchas licencias. Yo, por ejemplo, con mi estilo hago lo que me da la gana, y me río de los límites, la normativa común -la autoritaria-.
Mi curiosidad, aún así, me hace merodear por el universo crítico antimarías. Cierto es, los fallos, pero es como si dijeran a Raphael -a propósito el pareado- que cuando canta tiene gallos.
Las grandes personalidades, así los grandes estilos, son carne de imitación y parodia, y hasta de crítica insana.
Dicen que a Javier Marías le leen mucho las mujeres, que gusta mucho al género. Y yo es que soy muy femenino. Sin llegar a.
Ayer celebraban el primer aniversario Los Tipos Infames (donde volvimos a rememorar el yo he venido aquí a hablar de mi libro característico de Umbral), y nos invitaron a vino y cervezas, me la agarré con poco, debió ser la mezcla: resaca hoy en el trabajo, porque mientras tú dormías el sueño de los justos, yo hacía una crema de calabaza sin truco ni trato, y me salió fetén.
-A usted se le escapa a veces el estilo umbraliano, y al igual que la mezcla de licores perjudica y da resaca, así también sucede con los estilos de variopintos autores.
-¿Que me ha llamado varioqué?
No tan distintos, y aquí vamos a rememorar aquel capítulo de Preludio a la fundación, de Isaac Asimov, en el que había dos tribus urbanas que se daban mala vida y mucha violencia sólo por el lado en que llevaban rapada la cocorota.
No tan distintos.
Parece que Javier Marías es fácil de traducir en otro idioma, de ahí su éxito. ¿Será traducible un estilo también, y por qué no, si es que no?
Umbral es difícil de traducir, por su estilo.
Sin embargo son dos estilos poéticos, con cierta fragancia similar en las evocaciones.
Uno se demora, con gusto por una retórica; el otro se soluciona en cada instante de la lectura.
Con concentración se necesitan varias páginas del uno para el hechizo, el otro te hechiza con una mirada -pero también aquí es necesaria cierta capacidad lectora-.
Ni peor el uno que el otro, ni el otro que el uno. Aunque yo tenga mis preferencias. Son estilos distintos. Pero es común en los dos la buena literatura, la que es capaz de deslumbrarte.
No tan distintos. Quizá distantes por las circunstancias extraliterarias. O Benet o Cela. Las páginas que he leído de ambos dos tienen su hechizo, cambian los ingredientes, las cantidades, pero el brebaje es potente y el efecto maravilloso, distinto, pero maravilloso. Aunque lo común es esta maravilla llamada Literatura.
Sí, distantes, por las circunstancias extraliterarias.
A veces las camadas de escritorcitos nos lloran por nada, sólo por pasar el rato y porque se aburren, también los niños lloran por aburrimiento, no sólo por hambre y frío y miedo. Cuando a un escritor se le llena la panza, se le abriga, y se le protege, empieza a berrear por tontunas, que si fulano me ha mirado mal, que si mengano no me ríe las gracias, que si zutana no me no me. Que si tú eres un angloaburrido y que si tu prosa es prosa sonajero.
Son como mafias, como clanes, indignados y escarmentados que ni escarmientan ni saben llorarlo bien. Yo me admiro de ver toda esta feria entre quevedos y gongorinos, desde antaño y hasta el coño.
Mírenme a mí, que no me meto con nadie y voy a lo mío y soy Príncipe de las Letras. Cualquier día Marías me apadrina -apadrine a un plumillas de barrio bajo- y me nombra Duque de ArroyoLuche. Ya que no me lo hace Vila-Matas -apadrinarme-, lo podría hacer el rey Xavier I. Javier Marías.
Javier Marías y Shakespeare, cosa que es honra honrar al grande y homenajearlo de esa manera, no sólo porque de él sacas los títulos, si no porque de él también sacas estilo, y filosofía.
Me gusta Marías por todo ello y más. En las fotos siempre sale o fumando o con libros, y de las dos maneras.
Y le respeto mucho, sobre todo leyéndole detenidamente, lapiz en mano para subrayar atento, que es la manera más piadosa de leer -como quien reza- a un escritor -ante un santo-.
Lo respeto tanto, tanto impone su manierista -pero no tan fría- manera de escribir, que para quitarle seriedad me veía de vez encuando los capítulos de Muchachada Nui en que se hace parodia (link 1) (link2)
Yo haré novelas con versos de Cirlot, que es mi poeta y mi épica. Mi lírica y mi mística.
Una novela será: Los árboles del miedo me llaman hijo mío, como el verso cirlotiano.
Y otra, como ese otro: Debajo de este barro manchado por tus perros.
Me gusta, de Corazón tan blanco, esa manera de describir tan certera y embalsamadora, ya sea un personaje -el padre Ranz, memorable su descripción-, o un motivo cotidiano -el murmullo de las mujeres cuando canturrean-. Es magistral ahí, ahí sobre todo, de ahí es donde quiere aprender uno a escribir, a ganarse ese magnetismo que imán Marías tiene en algunas páginas.
Sí, es un escritor magnético, un mago del texto, ese ejemplo literario que hace que la prosa se convierta en Literatura. Alquimista.
La cosa va de traducciones e interpretaciones, la novela va de las consecuencias del saber, y de que es mejor callar. La novela tiene una metafísica. De la vida. Del estilo.
Lo que no se dice no trae consecuencias, lo que se dice sí.
Hay mucho de lo que hablar, de otros aspectos y temas. Pero yo callo. Mejor tú te la lees, y ya si eso. El secreto.
Es necesario guardar secretos: moraleja.
Porque yo tengo uno muy grande. Tengo un secreto que nunca te diré, para que luego no digas, por mí: no he querido saber, pero he sabido ...
Mañana pensaré: no dije aquello sobre esta novela, pero mejor callar ya.
Hay una cosa, sí, aprovechando que es noche de difuntos, y a propósito de Corazón tan blanco, que también tiene sus difuntos, o mejor sus difuntas, sus muertas suicidadas o no. Es importante el tema de las muertas en Marías. Y yo sé de dos canciones, de las más bellas que oí sobre las muertas, aquí te las pongo, en mi blog de la belleza. Todo muy Poe y muy morboso.(link)
Y por hoy, que reanudo desde esta región ocultamente furibunda -como dijo aquél, que es éste del que hoy hablamos- esta laboriosidad , labor de bloguero, ya basta.


Coda

Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.
(William Shakespeare. Macbeth.)

... nunca mencionábamos nuestro pasado tan mínimo, mínimo en sí y frente al presente tan largo, yo también era joven, aquello ocurrió y a la vez no ha ocurrido, al igual que todo, por qué hacer ni no hacer, por qué decir sí o no, por qué fatigarse con un quizá o un tal vez, por qué decir, por qué callar, por qué negarse, por qué saber nada si nada de lo que sucede sucede, porque nada sucede sin interrupción, nada perdura ni persevera ni se recuerda incesantemente, lo que se da es idéntico a lo que no se da, lo que descartamos o dejamos pasar idéntico a lo que tomamos y asimos, lo que experimentamos idéntico a lo que no probamos, volcamos toda nuestra inteligencia y nuestros sentidos y nuestro afán en la tarea de discernir lo que será nivelado, o ya lo está, y por eso estamos llenos de arrepentimientos y de ocasiones perdidas, de confirmaciones y reafirmaciones y ocasiones aprovechadas, cuando lo cierto es que nada se afirma y todo se va perdiendo. O acaso es que nunca hay nada.
(Javier Marías. Corazón tan blanco).