domingo, 31 de enero de 2010

Gente que ve llover, gente que llueve. De Carlos Marzal.


Esta obediente lluvia vespertina,
que está doblando a vida sobre el mundo,
que percute en las cosas, tan flemática,
no está lloviendo aquí, no se desploma
sobre el presente ni sobre el espacio.


Esta destreza con que el cielo pulsa
la cuerda musical de cuanto duerme,
para despabilarlo en armonía
durante el cumplimiento del crepúsculo,
no ocurre vertical,
no capitula aquí desde sus cumbres.


Lloviendo está como si no lloviese,
como si nunca hubiera dejado de llover.
Es una lluvia horizontal que anega
los maizales dorados del ensueño,
que empapa, sin mojar, la fantasía.


Está lloviendo a todo,
la inmemorial,
nuestra contemporánea,
está lloviendo a aquello que no existe,
está batiendo casi cualquier lluvia,
cualquier asunto humilde está lloviendo:
llueve la mano franca,
llueve conformidad con lo cercano,
llueve clemencia en lo que más conozco,
llueve la adoración por lo sencillo.


La lluvia, ese fenómeno del alma.


No hay progreso que sirva y que nos cale.


El arte de llover será el de siempre.
La lluvia de vivir no cambiará.


Somos gente que llueve,
gente que ve llover sobre la tierra.
La lluvia, la canora,
está asperjando el tiempo
con su hisopo invisible.

Carlos Marzal. Fuera de mí.

jueves, 28 de enero de 2010

Los chicos de la tienda de mascotas

Este post es un encargo.
Francisco Umbral escribía cosas por encargo, dinero mediante, según reconocía.
A mi no me mueven motivos económicos, me sucede como a Federico, que escribo para que me quieran más.
Luego llegaron unos indeseables y le fusilaron, por escribir.
Gabrierl García Márquez especificaba: “escribo para que me quieran más mis amigos”
Luego llegó Vargas-Llosa, que era su mejor amigo, y le pegó una bofetada en la puerta de un cine.
Sin embargo hablamos aquí de la literatura por encargo:
-Deme dos kilos de literatura.
-¿Gongorina o Quevediana?
-¿Mande?
-¿Culterana o conceptista?
-Conceptista, que me ponen los barroquismos proteicos.
-¿Le dejo también los despojos para un caldito?
-Es lo que me gusta de la literatura, el despojo, el morbo, criadillas, higaditos y callos.
El “negro” literario escribe siempre por encargo. Luego llega un Apolo y le quita los laureles. A mí me dijo un amigo albañil que tenía un amigo que trabajaba en una editorial, que a Arturo Pérez Reverte le escribían los alatristes unos negritos.
Pues yo no me lo creo, es lo malo de casarse con Fama, que siendo en España en seguida se te casa el vecino con Envidia.
A mí no me importaría ser un negro literario, si luego viviera como un blanco. No me va la fama, yo escribo por levantarle la falda a la musa sin bragas.
-¡Cochino!
-Estrecha… , cuando te lo hace Vila-Matas te dejas, luego encima le cuentas chismes de otros y él lo escribe en sus dietarios volubles.
-¿A ti te enlaza Vila-Matas?
-No.
-Pues entonces. Anda, te dejo que beses mi mano.
-¡Oh, musa!
A todo esto, yo tenía que hacer algo sobre una canción de los Pet Shop Boys.



Los chicos de la tienda de mascotas.

Me pide Hilvanes haga un post sobre el You are always on my mind de los Pet Shop Boys.
Ese era el tipo de canciones que esperaba escuchar uno cuando frecuentaba las discotecas allá por los primeros noventa del pasado siglo. Música disco de calidad, como los Pet Shop Boys y los Communards, ¿recuerdas?



Y sin embargo ponían caca de la vaca con aroma a bakalao.
Dejé de ir a las discotecas.
No es un tópico, los abanderados del arco iris tiene mejor gusto.
Hace unas semanas estuve en un pequeño garito frecuentado por gays, en el que no es que no hubiera canción mala, es que era rara la canción que no tocaba la fibra emotiva. Hasta pincharon alguna olvidada por el marketing del revival.
En casa teníamos los discos de los Pet Shop Boys, en cinta o en vinilo, mi hermano pequeño era fan de ellos.

You are always on my mind



Maybe I didn't treat you
Quite as good as I should have
Maybe I didn't love you
Quite as often as I could have
Little things I should have said and done
I just never took the time

You were always on my mind
You were always on my mind


Sin duda era una de las que más me gustaba, lo que no sabía yo es que era una excelente versión de una de las canciones de amor mas bellas, y que fue compuesta para Elvis Presley.
Las dos versiones son buenas para el suspiro.
Luego llegará un director de cine y hará un biopic sobre un poeta y pondrá la canción como colofón, etcétera.
Hace unos dos años el poeta de Manicomio escribió un poema para el que usamos como fondo este tema, en su blog Cor(r)o de Ninfas.

Se me iba cayendo todo
todas
las dudas
las certezas
las preguntas
las respuestas
las deidades
las blasfemias
las rimas
los ripios
las metáforas
los siempres
los ahoras
crepúsculos
y auroras


Todos los caminos
las puertas estrechas
los valles nemorosos
las tundras, las cavernas
todo el rencor que tuve
toda la rabia.


Por la boca y los oídos
caían sin yo cogerlo
por los ojos se caían
las palabras y silencios.


Todo lo que yo era
todo lo que era yo...
sólo que yo
no me paraba a cogerlo.


Pero tus ojos, sí, se te cayeron,
en mí tu risa, sí,
tu voz enjauladora
de plata y hueco
se te cayeron
en mí.


En mí cayeron
echando a perder
todo mi sueño.


Coda

Esta es la primera canción de los muchachos de la tienda de mascotas que nosotros amamos, con un vídeo excelente.



Una letra de calidad suprema, sobre el pecado y la culpa, sobre los remordimientos y la necesidad de perdón.


When I look back upon my life
It's always with a sense of shame
I've always been the one to blame
For everything I long to do
No matter when or where or who
Has one thing in common, too

It's a, it's a, it's a, it's a sin
It's a sin
Everything I've ever done
Everything I ever do
Every place I've ever been
Everywhere I'm going to
It's a sin

At school they taught me how to be
So pure in thought and word and deed
They didn't quite succeed
For everything I long to do
No matter when or where or who
Has one thing in common, too

It's a, it's a, it's a, it's a sin
It's a sin
Everything I've ever done
Everything I ever do
Every place I've ever been
Everywhere I'm going to
It's a sin

Father, forgive me, I tried not to do it
Turned over a new leaf, then tore right through it
Whatever you taught me, I didn't believe it
Father, you fought me, 'cause I didn't care
And I still don't understand

So I look back upon my life
Forever with a sense of shame
I've always been the one to blame
For everything I long to do
No matter when or where or who
Has one thing in common, too

sábado, 23 de enero de 2010

Un tipo serio, de los hermanos Coen



No está mal, pero de las que he visto de los Coen, me quedo con:
-Muerte entre las flores.
-Fargo.
-El gran Lebowski.
Sin embargo, la oscarizada No es país para viejos sea quizá la que menos me ha gustado. Tampoco me gusta ahí Javier Bardem, con ese pelo raro de click de famóbil y ese vozarrón como de androide presentando documentales en la dos.
Ladykillers, siendo una de las pelis menores de este par, es la que más me ha hecho reír, con un Tom Hanks en estado de gracia, que casi me hace reconciliarme con sus actuaciones. Antes era uno de mis preferidos, cuando hacía cine tonto tipo Big y Despedida de soltero, hasta que hizo su gran papel en Philadelphia. Después de Forrest Gump todo es Forrest Gump, ¿por qué corres, Forrest Gump? Una monotonía de caja de bombones y de tontos haciendo tonterías. Y eso que Forrest Gump es peli divertida, pero creo que debe ser el doblaje, que todo lo jode.
Un tipo serio cuenta las desgracias de un padre de familia judío, y su deambular de rabino en rabino para que le den consejo. Le caen todas en el mismo carrillo, una detrás de otra, sin descanso.
Los Coen cuentan con su humor negro habituales un drama, la historia de una serie de fatalidades en cadena.
El protagonista de Un tipo serio camina por su tejado para colocar la antena del televisor y, ¡oh! se encuentra con su vecina tomando el sol desnuda.
Luego irá a visitarla, y ella le invitará a marihuana, y él tendrá pesadillas porque ella le echa en sueños unos polvos feroces.
Quien fuma marihuana es el hijo pequeño, que se va a iniciar en un rito hebreo, va a celebrar la fiesta de la entrada en la comunidad israelita. Es como aquí la comunión, para que os hagáis una idea, pero con más edad. Como el rito cristiano de la confirmación, pero más solemne, porque van todos los familiares y amigos, como aquí una comunión. Es uno de los mejores momentos de la peli, porque el chaval llega emporrado.
Hay un rabino, el más joven de todos los que visita, que le dice algo muy cierto, aunque de poco le valga para solucionar sus problemas. Es algo en lo que que yo he creído siempre: has de mirar con ojos nuevos, como si vieras las cosas con los ojos de un niño.
Con ojos nuevos es difícil verlo todo, pero hay algo como un reencuentro con las cosas de siempre que sí es posible alcanzar. Desde otra perspectiva las cosas son lo mismo, pero su efecto cambia. Hay que desprejuiciar, cambiar la gasa trasnochada de los valores usuales.

Sobre los efectos del regaliz negro

Ültimamente me compro yo unas barras de regaliz para llevar al cine. Me pueden durar media hora larga, mordisqueando.
Antes era fácil, si iba al kinépolis en las tiendas de golosinas no faltaba el regaliz que a mí me gusta, que es el negro, por su efecto refrescante, picante. Ya no lo tienen. En los Renoir, no venden nada de eso, así que lo compro fuera, estas barras han sido un descubrimiento.
En los relatos de Richmal Crompton, Guillermo Brown se inspira para sus novelas con agua de regaliz. Yo no, yo con café, y alguana que otra vez con calimotxo o cerveza, pero normalmente el alcohol no me inspira nada, no podría ser yo el típico escritor alcohólico que aporrea su olivetti genialmente. Sobre mí el alcohol ejerce un poder opiaceo, adormece mi musa. Mi hiperactividad mental habitual precisa el libérrimo fluir de ideas e imágines sin juicio alguno, y para eso el café es el mejor aliado.
La embriaguez del café es excitante, te mantiene alerta para el lance amoroso, la musa abre bien sus ojos como ante un piropo por sorpresa y atrevido.
Sin embargo, no se piensen que la costumbre del regaliz me viene de niño. No, de niño prefería yo dulces más delicados.
La costumbre la adquirí después de la mayoría de edad, cuando me iba con los colegas de Cadalso de los Vidrios detrás del Campo Santo, o junto a la Peña Muñana, a beber litronas y a comer regalices. Una mezcla como pocas, el sabor fuerte y dulzón del regliz con el amargo y suave de la cerveza.
En los cines abiertos de verano, donde se podía fumar y beber alcohol, nos surtíamos de latas de cerveza y regalices.
Por aquellos días estaba yo con una burgalesa que, según el cuñado de uno de mis mejores amigos de entonces, tenía la mirada lasciva.
Cosas de la juventud, bebía un poco de cerveza y ya se me ponía borrachina. Hacía locuras, se tumbaba en medio de la carretera para que yo ejerciera de prícipe salvador. Con el beso largo y profundo yo debía despertarla para apartarla de las fauces de los coches como dragones. Si no había beso, ella se negaba a abandonar la carretera.
Nunca noté esa lascivia en su mirada, quizá porque yo también era lo suficientemente lascivo como para darme cuenta. Sí veía yo en sus ojos un atracitivo mayor que en el de las otras chicas que conocía por entonces.
Tenían el color de la cerveza y el sabor, cuando me miraba, picante, dulzón y refrescante del regaliz.
Por eso en los cines prefiero el regaliz a las palomitas, sobre todo viendo cine de este tipo, cine que llaman de autor, porque al mordisquearlo me da la reconfortante sensación de aquellos días.

martes, 19 de enero de 2010

El Cónsul de Sodoma, contra Jaime Gil de Biedma



Contra Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
(Jaime Gil de Biedma)



Hoy he salido del cine huyendo, con tremendo ataque de hilaridad atravesando la Plaza de los Cubos.
Estupefacto por el sonrojante final de lo que podría ser una gran película.
Una pena, la verdad, imagínate tú que corriges a un alumno un buen examen sobre el poeta Jaime Gil de Biedma que termina con la frase: "Y como colofón, me tocas un cojón".
En esa escena, con la música de los Pet Shop Boys de fondo, versionando a Elvis, el actor Jordi Mollá -excelente trabajo, por cierto- se parecía más a Leopoldo María Panero que a Jaime Gil de Biedma.
Sólo por ese minuto, suspenso, majete, y no me extraña que el poli malo del tribunal, don Juan Marsé, haya escupido cual niña ante el exorcista los sapos y culebras cual verdades del barquero.

http://www-org.elpais.com/articulo/cultura/Duro/cruce/acusaciones/torno/consul/Sodoma/elpepicul/20100109elpepicul_5/Tes

Y eso que Juan Marsé sale bien parado, con un perfil más que, literariamente hablando- decente.
Todos salen bien en este retrato de aquellos años, hasta un jovenzuelo Enrique Vila-Matas ejerciendo de Jorge Javier Vázquez en la Boccaccio que parió a la Gauche Divine. ¿Para la revista Fotogramas, por favor, ¿algún chismorreo? Y le contesta Carlos Barral, editor: Si es literario, sí. Por eso Vila-Matas, que entoavía no me enlaza, se convertiría en el día de mañana, que es hoy, en una fuente inagotable de citas y anécdotas literarias.
Yo de joven quiero ser Enrique Vila-Matas en Boccaccio y con gin-tonics.
Carlos Barral tiene en la peli los mejores momentos de humor, como cuando va vestido de comandante cubano, barbudo, y por eso la poli no le detiene, porque se piensan que está loco.
Es emocionante ver también al joven Juan Marsé en sus comienzos, con su trabajo de siete a tres, y luego las tardes dedicadas a la pasión de la literatura, porque él no quiere ser poeta, que oon eso no se gana uno la vida, él quiere vivir vendiendo libros, novelas, eso es lo que vende.
El Pijoaparte es otro personaje más, del que se habla, del que, aunque no se lo diga, se enamora Jaime. En una conversación entre Juan y Jaime, se habla de esta novela, es uno de los mejores momentos de la cinta.
Otro es cuando los poetas novísimos entrevistan a Jaime Gil, siendo su poesía -la del poeta entrevistado- de la experiencia tan distinta.
Tiene muy buenos momentos la película, emotivos y evocadores, es un buen trabajo, y he aquí mi lamento.
Se necesitaba algo así, una película de este tipo, no todo va a ser filmar la vida de Lorca... Hay más literatos con vidas ejemplares, que diciendo como Jaime que preferirían ser poema a ser poeta, fueron ricos en experiencias como versos.
Así que ahí va mi enhorabuena para el director de la cinta, por haber hecho algo casi inaudito en cine español. Y además bien hecho, pese a ciertos pasajes.
Luego está lo que dice el poli bueno, Luis Antonio de Villena:

http://www.elmundo.es/opinion/tribuna-libre/2010/01/21768471.html

El poeta en Manila, salvando los negocios de su padre, buscando en las noches el placer en muchachitos complacientes.
El poeta en Barcelona, con sus amigos de vocación, su frustración por no ser aceptado en ciertas organizaciones políticas, por ser homosexual, y pese a todo su humor e ironía.
El poeta y sus contradicciones, ¿quién no las tiene? Uno de sus novios se lo echa en cara, y él no sabe defenderse, nadie sabe defenderse de sus propios demonios.
Un dandy de izquierdas, arrogante y ligeramente amanerado, enamoradizo y suicida. Un Oscar Wilde nuestro, personaje carismático y digno de novelas y películas. Un buen poema.

lunes, 18 de enero de 2010

Avatar versus La Cinta Blanca



Comienza una nueva era, mientras que los de siempre seguirán ofreciéndonos por el traste el amargo pepino de su sexo que para colmo es asexuado.
Con Avatar comienza una nueva era para el cine, digo, alegato contra colonizadores, que haberlos los hay, sobre todo de conciencias.
Desafortunadísimas las declaraciones de cierto obispo en lo que toca a la catástrofe en Haití. Eso no admite chistes, y si sus palabras no son un chiste, y son lección de cristiano, o el que no sabe leer los evangelios es él, o soy yo.
Cierto que vivimos una crisis espiritual, este materialismo nuestro nos hace infelices, pero... ¿cuándo no lo hubo?
Siempre ha habido crisis espiritual, más antes que ahora, esto merecería un debate largo que en un post sobre cine está de más. Materialistas fueron siempre los que tuvieron el poder, con el confort que eso conlleva, Isabel la Católica seguro que desayunaba todas las mañanas, al igual que don Francisco Franco Bahamontes se tomaba sus tostadas mientras que en la posguerra las gachas de pan duro y aguachirri para el españolito de a pie.
Espirituales cuando, ¿en los 60, 70, 80?
Ahora hay más información, más acceso a la palabra espiritual en variados medios de comunicación, lo que ocurre es que cada vecino es libre de asistir o no a lo que se propone. Antes más valía no desviarse de los mandatos. Y eso no es espiritualidad, es esclavitud.
La crisis de valores es un mal, pero no es de hoy, es inherente a la estupidez mundana. Lo mismo se refería a él mismo, que está en crisis. Lo mismo a ciertos compañeros que buscan lo espiritual a través de las carnes de un niño, un inocente.
Me considero católico, pero no imbécil. Asisto a misa, y duele ver que la edad mediana de los asistentes supera los cincuenta años. ¿Dónde el carisma?
Otro día hablaremos del carisma. Y de espiritualidad, cadenas, ritos, oficios, profecías, aguafiestas, consumistas, moralistas, inmorales, amorales, reencarnados de San Pedro y Sanjuanes amadísimos.
El dolor de Haití es más importante ahora que cualquier comentario sobre materialismo. Quizá porque en Haití no hubo posibilidad alguna de opulencia, siendo fértil esa tierra, ¡cómo el poder sesga cualquier amago de superación! Qué malos políticos, qué errados gurús espirituales, por todas partes! No os cabía otra que morir flacos y pobres, no os cabía otra que ser espirituales. Claro que fue a vuestra manera, y eso no se perdona.
Pero hablemos de cine.
Avatar es un cuento maravilloso, con la princesa -los nativos de Pandora-, el ogro -el humano colonizador- y el príncipe salvador -el humano que abomina de su raza y quiere ser un nativo más. Una tierra rica, un invasor como un cáncer, como todo aquel que invade.
Según dicen, inaugura una época en el cine, con la cosa esta de las gafitas y el 3D, los efectos especiales y demás.
Es la magia del cine, etcétera.
Sin embargo me ha gustado más La Cinta Blanca, es soberbia.
Avatar no pasa de ser una bonita historia con fuegos de artificios por doquier, un gasto millonario que será rellenado con otra multimillonaria recaudación.
La gente a mi alrededor comía palomitas y yo hacía el ganso con las gafas, miraba primero por una lente, luego por otra, daba la vuelta a los lupos, me los ponía, me los quitaba, los subtítulos venían hacia mí, luego se quedaban quietecitos en pantalla...
Fue la última peli que ví en cine en el pasado año, en plena época navideña, celebrando el consumo, el manjar y los licores. Que otra cosa no se celebra en esas fechas. Se impondrán las navidades laicas, y volverá la juventud a las iglesias. Es el amor por lo prohibido lo que hace carismático un rito.
He vuelto hoy a los cines Ideal, plaza Jacinto Benavente, a ver La Cinta Blanca. Más de dos horas de película y no ha pasado el tiempo, que cuando el cine es bueno, uno se olvida del reloj y del tabaco. Hasta del precio, seis euros cuesta ya en el día del espectador. La primera peli del año en sala de cine, y mejor elección no pude haber tomado.
Cuatro gatos que no comen palomitas, a las 15.40, pero yo sí me tomé una barrita de regaliz. En le próximo post os hablaré del regaliz.
Haneke, así se llama el artífice de esta obra mayor, en blanco y negro, cine formalmente tradicional, pero que cuenta una historia, porque uno va al cine a eso, a que le cuenten una historia. Cine artesanal con las manos de un tipo que debe ser un genio. Sin necesidad de fuegos de artificio. Cada plano un acto de amor, y odio, a los ojos del que mira.
Una historia de horror y miedo, sin necesidad de sustos ni de sangre.
Toda aquella parrafada anterior en torno a las declaraciones del obispo tienen en este post un sentido, porque vemos en la película cuanto mal puede hacer en la vida de una comunidad cierta idea equivocada de la espiritualidad.
Fui al cine con una ligera noción de la trama, había oído algo sobre el germen del nazismo en un pueblo austriaco. Y sin embargo no se habla de nazismo, pero sí de todo ese horror que ha habido siempre, antes y después y durante las dos guerras mundiales. De qué manera la moral protestante actuaba en las tiernas semillas de las conciencias de unos niños atemorizados, llenos de culpa.
Es altamente recomendable, esta película. Tanto Avatar como La Cinta Blanca merecen un sobresaliente, Avatar por toda la revolución formal que propone, La Cinta Blanca por la historia que cuenta de manera magistral.



Sé que no soy muy leído, y también que algún posible lector que pase por aquí azarosamente puede sentirse dolido por mis comentarios, pero... ¿por qué donde algunos leen culpa yo leo perdón?

jueves, 14 de enero de 2010

Lluvia



Rabieta de la semana
Malditas sean las modas y las mentes enfermizas que proponen y llegan a disponer de los usos y costumbres en ocio y consumo.
¿Qué hacemos ahora, después de tirar el viejo tocata y de malvender los tan queridos, entrañables vinilos?
Ya hace tiempo que dejaron de fabricarse cadenas musicales con tocadiscos, y ahora vuelta a empezar, eso sí, caros como un e-book (que se supone que desterrará a la galaxia gutenberg a otra galaxia, hasta un renacimiento en las postrimerías del siglo XXI).
Me entero el otro día que se reedita para kiosko y goce de coleccionistas el Kind of Blue de Miles Davis, y salto de alegría. Pero en vinilo. Me hundo en la quimera de los sueños insatisfechos, donde todos los niños maduran a base de deseos incumplidos para convertirse en viciosos desilusionados.
Y recuerdo cuando compraba vinilos, y cintas de casette, en aquella tienda de la calle Illescas, MF, o en el Rastro. Lo primero que compré fue un Chaikovsky, y metidos en el pop más o menos actual -de finales de los ochenta-, el soberbio Camino Soria de los altivos -por derecho- Gabinete Caligari.
El último que compré, atraído por una de las canciones más hermosas jamás escuchada, fue el Música Clásica, de los gallegos y countries Los Limones. Con dieciocho floridicos años, justo antes de romper diez años de sequía con llantos de mal de amores.



Mira esta vez
lo que has dejado
esparcidas las conchas tiré
para que las pisen tus pies...


La canción de la semana
Dentro de ese disco había canciones muy buenas, no sólo el Canto de las Sirenas, que fue la que me hizo correr a las fenecidas tiendas de Madrid Rock a comprar con mi escasa paga tal manojo de regalos para los oídos regalones que uno lleva no precisamente como adorno, aunque sí como Theodor Adorno, ese exigente melómano.
Por ejemplo, esta canción tan sencilla que se me antojaba sensualísima.



A Los Limones pude verles en directo no hace muchos años en las fiestas de Aluche, que es adonde van los grupos que se prejubilan, que el presupuesto de mi barrio no da para amarales y vangoghes. Otro año vinieron los Andy y Lucas, y yo convoqué a los compis de la universidad para tirarles tomates, pero en lata. La propuesta tuvo éxito a priori, a posteriori huímos a los primeros acordes.
En estos días me acordaba del disco, pero no por el vinilo, si no por la lluvia. Se me venía al recuerdo el estribillo de la canción, una y otra vez.
En estos días de nieve, lluvia, viento, y lluvia otra vez, repiquetean desde la memoria hasta mi boca una y otra vez, como gotas que llenan los embalses de mi corazón, los versos de este tema.



Soy un árbol, no la dignidad
un árbol quemado, ¿y qué más da?
Sólo soy al fin y al cabo
un árbol más.

martes, 12 de enero de 2010

Eric Rohmer



Rohmer es uno de mis directores preferidos, y esto no es oportunismo, ya escribí sobre él, en aquel alegato en favor del cine de ninfas, tan escaso.
A él llegué de adolescente, a través de Julio Verne, en la lectura de su única novela romántica, El Rayo Verde.
Sucede en Escocia y en ella se cuenta la leyenda del Rayo Verde, ¿que cuál es esa leyenda? ¡Ahhh, se siente! Uno de los lemas del equipo de Literaturitis Crónica es:
Háztelo tú mismo
Intento accionar la palanca de la motivación, luego tú...
Curioso, ví la película en un ciclo dedicado a Rohmer en la 2, en aquellos tiempos en que sólo había dos canales y uno de ellos dedicaba gran parte de su tiempo a la cultura. Hoy tenemos cuatrocientos canales y de cultura, como siempre, pues la 2, y no sé yo si tanto, que la tele la tengo enfrente y en silencio, casi siempre en silencio, de vez en cuando veo algo de publicidad, que parece que todo el talento se nos va en vender algo.
En la película el tema, modernizado, es el mismo, si dos personas juntas ven el rayo verde...
Lo que gusta de Rohmer es el diálogo, cotidiano, es una de sus principales características. Solía dejar a los actores cierta libertad a la hora de improvisar.
Mi padre, más cinéfago que yo si cabe -pasan los años y la competencia con la filmoteca es firme-, gustaba de Rohmer al igual que yo, hablan y hablan todo el rato, decía, pero no están mal.
Woody Allen queda al otro lado del atlántico, cada vez más solitario en la cima de los directores del diálogo fresco y rebosante de juventud.

lunes, 11 de enero de 2010

Friedrich en Aluche (y en Carabanchel)

Cementerio en la nieve, de Caspar David Friedrich

Ayer probé la nieve, la última caída, limmpísima.
Comenzó a nevar sobre las 6 de la tarde, y antes de la medianoche cesó. Enseguida se abrigó todo con la paradoja blanca.
Me llamaron la atención, sobre todo, las ramas antes desnudas, con el nuevo tapiz.
Me obsesionaba la semejanza con esos cuadros del pintor del alma; con el vértigo de sus soledades inmensas, místicas, sublimes.
Sigo opinando que junto con Goya es el pintor más grande, ellos han sabido reflejar mejor que tantos otros el alma.
Esta madrugada, de camino al trabajo por General Ricardos, en Carabanchel, caminaba precavido para no resbalar, pues la mirada se me iba tras la artística naturaleza de las ramas.

Contraste

Me acordaba de Mickey Rourke interpretando a San Francisco de Asís, el juglar de Dios, y volvía a pensar otra vez si sería posible tamaña hazaña, la de abrazar desnudo la nieve. Esta secuencia me ha inspirado algún relato.



Distinta es su igual en el Verano. Esta secuencia con Harriet Andersson -habitual de Bergman-, interpretando a la fatal Mónica, me inspiró sin embargo algún poema.

viernes, 8 de enero de 2010

Argüelles. La casa de las flores



Me pide Hilvanes que haga crónica de Madrid, como si uno pudiera seguir las felices huellas por Argüelles de Umbral. Por ahora, en la sempiterna juventud de esta educación sentimental, tan sólo puedo dedicarle este post:

Casa de las flores: una arquitectura de vanguardia para el poeta del amor

Situada en pleno barrio de Argüelles, delimitada su manzana por las calles de Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide y Meléndez Valdés, fue diseñada en 1931 por Secundino Zuazo Ugalde. Es, sin duda, la construcción más interesante del moderno ensanche madrileño.

Dispone de 288 viviendas y se estructura en torno a tres patios, de los cuales el central es el de mayor tamaño. Todas las viviendas son exteriores, bien iluminadas y muy ventiladas, predominando así su carácter higienista, muy propio de la vanguardia de la época. Sus patios estaban ajardinados y disponían de unas pequeñas y coquetonas fuentes. La esquina que da a la calle Princesa, tiene unos balcones con jardineras, de donde se deriva el nombre del edificio.

Su edificación respondió a un encargo del Banco Hispano Colonial en colaboración con el Instituto Nacional de Previsión. Como dato curioso, mencionar que la empresa constructora fabricó insitu los ladrillos que empleó para la obra.

La Casa de las Flores es un avance entre el diseño de manzanas cerradas del 'Plan de Castro', para el ensanche de Madrid y las modernas edificaciones de bloques abiertos que marcarán las tendencias de las edificaciones de viviendas colectivas.

El proyecto daba así doble respuesta tanto en lo arquitectónico como en lo urbanístico: era posible un Madrid mejor sobre las manzanas diseñadas por el Plan del Ensanche de 1860. Por ello, 'La Casa de las Flores' es más que un singular edificio, es todo un homenaje a la racionalidad, donde se concibe la ciudad con viviendas higiénicas y luminosas y donde se entiende la calle como un espacio colectivo de relaciones.

Secundino Zuazo planteó y realizó viviendas funcionales e iluminadas, con detalles de decoración muy contenidos, donde su corredor ajardinado y la combinación de murallas de ladrillos con las flores constituyen un ejemplo de urbanismo para el futuro y símbolo de la vanguardia arquitectónica de una época, donde se soñaba con la realización de un mundo mejor y más justo.

En este edificio vendría a vivir el universal poeta chileno Pablo Neruda, cuando llegó a Madrid en 1934. Fue Rafael Alberti quien le recomendó fijar su residencia en 'La Casa de las Flores'. Instalado en uno de sus pisos, hizo derribar un tabique interior para ganar amplitud en el salón, donde recibiría a sus amigos. Muchos de ellos eran intelectuales relacionados con la prestigiosa Residencia de Estudiantes como Lorca, Moreno Villa y Cernuda entre otros. Junto a ellos viviría su mejor momento personal y colectivo, tal y como él mismo dejó escrito. Con ellos adquirió conciencia política y no sólo fue testigo de los acontecimientos que fueron el preludio de la Guerra Civil sino que tomó parte como actor en lo que sería el mayor drama de nuestra historia reciente.

También vivió en 'La Casa de las Flores' sus últimos años hasta su muerte el escritor Emilio Carrere.

El estallido de la guerra y el asedio de Madrid llevaron las trincheras hasta las puertas de 'La Casa de las Flores', que sufriría los rigores de la guerra hasta casi destruirla.

Cuando Neruda regresa a Madrid, un año después de dejar su casa por entonces intacta, durante una visita que realiza junto a Miguel Hernández, se la encuentra casi totalmente destrozada, escribiría: "...aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida". Como así fue, puesto que Pablo Neruda nunca regresó a Madrid ni a 'La Casa de las Flores'.

Reconstruído tras la guerra, este edificio, ya con más de setenta años, es todo un ejemplo vivo de un modelo arquitectónico único en su tiempo, ideado por Zuazo y vivido por el genial poeta Neruda, en sus años de más fecunda creación.

Desde el año 2005 el edificio está protegido por una normativa especial de la Comunidad de Madrid, que preserva su espíritu original. Anteriormente, en 1981, fue declarado Monumento Nacional.

Artículo sacado de La Madridpedia.



Explico algunas cosas

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

(Pablo Neruda. Tercera residencia)

jueves, 7 de enero de 2010

Pasión lectora, de Clara Sánchez


La chica que va leyendo frente a mí en el metro sólo despega la vista de las páginas para comprobar por qué parada vamos, o para retener mejor alguna imagen, o darle vueltas a una frase que le ha impresionado. Tendrá unos 28 años y, seguramente, regrese del trabajo. Lleva el arreglo algo marchito de quienes salieron de casa hace 10 horas. Ha forrado el libro porque tal vez se lo han prestado y no quiere estropearlo, o puede que para ella sea un acto tan íntimo que prefiera proteger la identidad de la obra y el autor y, de paso, sus propios gustos. Precisamente, de gustos se trata. Hasta que una obra entra en los manuales de literatura primero tiene que pasar por el proceso del simple gustar, de atrapar a alguien que la va leyendo con el traqueteo del autobús o en un bar lleno de ruidos. Incluso andando por la calle, como hace con total naturalidad la protagonista de Una mujer soñadora, de Thomas Hardy, cuya versión real he visto, perpleja, más de una vez por aceras y pasos peatonales. Y es que a quien le gusta leer de verdad, lee por cuatro y encuentra la forma de hacerlo aun a riesgo de pegarse un buen tropezón.
Leer el artículo completo

Ante todo mi enhorabuena a esta atractivísima literata que tanto me hizo gozar en aquel último verano del siglo XX. Me acabo de enterar de que le han otorgado el Nadal, todo porque he tenido un ataque de hambre de información y me he puesto a leer periódicos on line. Si no, que no me entero, tan perdido me hallo.
Clara Sánchez es una de mis novias. En los últimos meses de universidad, allá por Mayo, llegaba yo con sonrisita de tímpano a tímpano -herido de músicas celestiales-, y preguntándome las compañeras, envidiosillas, de quién estaba enamorado, declamaba yo:
-He estado con mi hermana en la feria del libro.
-¿Y quién te ha firmado?
-Mi novia.
-¿Y quién es tu novia, si puede saberse?
-Clara Sánchez, mirad la dedicatoria: "a David, tan misterioso, que ya está en las páginas de este libro"
Por entonces estaba enamoradísimo de la otra -la otra novia-, Elena Anaya. Pero mi corazón es tan grande que puede albergar caudales de cariño. Jane Austen y Julieta Venegas son otros de mis desinteresados amores.
El Misterio de Todos los Días, y subrayadito y comentadísimo que lo tengo.
Yo quería llevarme Últimas noticias del paraíso, pero se lo agenció mi hermana.
-Pues entonces me llevo este otro.
-Da igual -me dice mi chica, Clara de voz clara, gatuna e insinuante-, llévatelo también.
-Es que es mi hermana, ya me lo dejará.
-Los libros no se prestan, nunca.
Fue la primera bronca amorosa, y yo en eso sí que no cedo, y seguro que ella tampoco. Así somos los matrimonios.
Los libros se prestan, se regalan, se roban -si no, que se lo digan a Don Paco Umbral-, se tiran a la cabeza del prójimo -a mí una vez un colega casi me descalabra con La Divina Comedia de Dante-, se mojan en la bañera y bajo la lluvia, se pisan y se besan y hasta se mordisquean.
Aunque don Enrique Vila-Matas, que sigue sin enlazarnos a mi amiga Hilvanes y a mí, diga en sus volubles y enriquecedores dietarios que los libros ni siquiera se regalan. A lo Juan Palomo, yo me lo compro, yo me lo devoro.
A veces Clara participaba como contertulia en el programa del Garci, donde escaseaban las mujeres. Cuando El Evangelio según San Mateo, por ejemplo. Ella, más culta que todos ellos juntos, hablaba de nouveau roman y de Alain Robbe-Grillet -el grillao, que le llamábamos en clase- dejándoles a ellos más pequeñicos si cabe y a mí más pajarillo cantor de sus amores.

Y he aquí las otras:

Elena Anaya:



Jane Austen:



Julieta Venegas:



Participe, ciudadana, arriba a la izquierda hay una encuesta para saber su opinión sobre el uso del libro.
¡Vote!

Una mujer soñadora, de Thomas Hardy. Suena tan bien que lo pondré en mi lista de pendienes.

lunes, 4 de enero de 2010

Vocación marxista




Mientras que aquí en España Ramón Gómez de la Serna y luego más tarde otros como Jardiel Poncela y Miguel Mihura reinventaban el humor, al otro lado del atlántico el humor se reinventaba en Holliwood de manera tan similar -por la semilla vanguardista- y distinta -por lo distante-, que no hubo más remedio que algunos de los de aquí se fueran para allá a trabajar como guionistas donde el glorioso pájaro, holly wood en inglés.
Ya escribió toda una filosofía don José Ortega y Gasset en La deshumanización del arte de toda esta manera de entender el Arte. ¿Y el humor? Porque el humor, arte tan divino, no puede ser humano.
Hay que deshumanizar lo humano con la finísima ironía de esta gente, con la distancia a la manera del teatro de los innovadores de la época, con Bertolt Brecht -otro marxista pero de la otra orlla- y los del absurdo: el realismo metafísico de Beckett y el surrealismo físico de Ionesco.
Propongo un proyecto vital, es decir, una vocación.
La suma expresión de la anarquía posible: en Humor y en Literatura.
¿Y de política qué?
La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.
Groucho Marx


Otras citas de Groucho:

Citadme diciendo que me han citado mal.


Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros.


Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.


Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.


¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?


Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún ida espero leerlo.


Partiendo de la nada alcancé las más altas cimas de la miseria.













¡No olvidemos que es la época del asentamiento del jazz con el swing y las grandes orquestas!


sábado, 2 de enero de 2010

¿Llegaremos a esto?



Bravo por José Mota, y por aquellso muchachos de Al salir de clase.