sábado, 28 de febrero de 2009

Cumbre de Corazón, de Carlos Marzal




Todo mi corazón cabe en tu mano
y en este corazón ya cupo el mundo:
el mundo que no cabe en parte alguna,
salvo en tu mano dios, la continente.

Todo mi corazón late en tu mano.
Se marcha por el tacto hacia las cosas,
se adueña de tu mundo, que es el mío,
para llamarse entonces mundo nuestro,
lo solo para dos, lo contenido.

Todo mi corazón sabe en tu mano,
conoce por tu piel la piel del mundo,
que nunca nos contiene en cuanto somos,
algo que sólo puede el corazón.

Todo mi corazón crece en tu mano,
que lo eleva a la altura tuya y mía,
nuestra cumbre mejor, los contendientes.

Todo mi corazón lee en tu mano
las líneas que tu mano ha dibujado,
para que el corazón, su gran cartógrafo,
se remonte a las fuentes trazo a trazo.

Todo mi corazón canta en tu mano,
se hace rima de todo cuanto escuchas,
y tú lo escuchas todo,
y todo canta.
Todo mi corazón sangra en tu mano,
se purga con dolor de un mundo enfermo,
se purifica en ti,
y tú lo sanas.

Todo mi corazón es, en tu mano,
la mano que ahora escribe este dictado
que dicta el corazón incontinente.

Mi tuyo corazón ya no es el mío,
mi tuyo corazón arrebatado,
la propiedad privada de tu mano.

Nada de cuanto he escrito lo he entendido.
Nada sabe de ti la inteligencia.
Tampoco el corazón,
y sabe todo.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Neruda cantábile



He aquí un puñadito de textos de Neruda cantados por otros juglares, que confirman mi tesis de que la poestía nació para ser cantada -aunque de todo quepa en ese reino de libertad, también el silencio-.
Desde esa versión del mito de Apolo -un sol negro y ansioso- y Dafne -niña morena y ágil-, hasta ¡una versión de Serrat a ritmo de tango! No la conocía.
Los mejores... Olga Manzano y Manuel Picón en esos versos del Capitán que son Tu Risa.
Aunque Paco Ibáñez y Víctor Jara también emocionan.
Sin embargo, por afinidad, yo escucho sin cansarme la del loco Loquillo.



POEMA 19

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,

el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,

hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos

y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras

de la negra melena, cuando estiras los brazos.

Tú juegas con el sol como con un estero

y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.

Todo de ti me aleja, como del mediodía.

Eres la delirante juventud de la abeja,

la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,

y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.

Mariposa morena dulce y definitiva

como el trigal y el sol, la amapola y el agua.






Tu risa

Quítame el pan si quieres
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de planta que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríe de la noche
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete del torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.




Poema XV

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía;

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.







Poema XX

Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.




Canción desesperada


Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!.

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé como pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amago.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado!.

domingo, 22 de febrero de 2009

Mascarada


Mascarada de Orson y Valentina: grabado según Pieter Brueghel el Viejo. (British Museum)




Todos tenemos derecho a construírnos un palacio de invierno, donde protegernos de este larguísima y fría estación.
Todos tenemos derecho al autoengaño, a creernos nuestras propias mentiras, mandando a la mierda las mentiras establecidas que se muestran reglamentadas, normas para la infelicidad, la gran mayoría no escritas.
Lo que no te salva de la desolación hay que abandonarlo.
Todos tenemos derecho a hacer uso de las máscaras que sean precisas para protejernos de las miradas inquisitivas de los ejércitos de la desolación y sus proyectos de desierto.

...hay un baile de máscaras
en el palacio de invierno
y el eterno extranjero
prisionero del tiempo
sin perder ni ganar
juega a todos los juegos
triste y solitario
en el jardín del deseo
hoy tan sólo confía
en las mentiras del viento...

jueves, 19 de febrero de 2009

Una reflexión en torno al carnaval


Schumann - "O Arlequim"de Carnaval Opus 9 - Orquestra Sinfônica da Rádio de Hamburgo


Se hará uso de cuanta máscara se sienta necesaria para encontrar la autenticidad.
Diluso. El Libro de la Maravilla

En otro orden de valores, vivimos hoy un tiempo en el que el carnaval no es necesario, ¿no es fiesta ya todos los fines de semana? ¿No es fiesta hasta el Jueves Santo, el Viernes de Santo?
Hubo un tiempo, ya hace siglos, en el que en la vieja Europa había Carnaval.
Quizá en Brasil tenga un sentido auténtico, pero no en Eurpoca. Ya no forma parte de nuestra cultura, si no de nuestro folclore. La diferencia está en que mientras que la cultura se vive o se padece -es nuestro modo de expresión o represión-, el folclore es representación, ya sea de la cultura actual o pasada. Y el carnaval, hoy por hoy, es representación de un estado cultural lejano.

Hubo un tiempo en que el que los roles -funciones de diversa índole: sociales, culturales, religiosas, familiares...- eran inamovibles, o casi. Pero por unos días todo se conmovía, en los días anteriores al tiempo de cuaresma.
El mendigo es un rey y la reina campesina. La ramera se vuelve virginal novicia, mientras que ésta se levanta las faldas para ser bien recibida.
Según parece, y según leí en un libro -cuando el estómago de mi cerebro podía aún permitirse excesos eruditos, el libro era de un tal Batjin, y se llamaba La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento: El Contexto de Francois Rebelais-, los roles se intercambiaban de una manera auténtica y no representativa. Esto tiene, como todo folclore, raíces antiquísimas, perdidas quizá en el origen de los tiempos, cuando los dioses aún bajaban de su olimpo o limbo, o cuando el mito era lección de historia, Prometeo un Darwin o un Einstein, y Orfeo un Mozart o un Stravinsky.
Siempre me consideraré un enamorado de lo arquetípico, de la autenticidad subyacente en cada símbolo, en cada rol, en cada máscara...
Dejad que yo, por unos días, deje de ser un poetilla juntapalabras para ser un Poeta. Dejad que yo, un mediocre, por unos días sea un Príncipe a la reconquista del reino que me fue arrebatado. Dejad que yo, Quijotillo enamorado, sea un consumado Don Juan. Quien dice unos días dice unos lustros.
Tiempo y espacio se deshacen de camino hacia la muerte o la nada, sólo queda el eterno presente del eterno día del eterno verano. Aquí todo y ahora, la esencia del todo en cada partícula.
Es decir, el Carnaval, más que un período reducido en el calenario, es un estado del Ser ante el Mundo. Un derecho al cambio, al salto de un rol a otro, de un arquetipo a otro.
Los hay que llevamos la máscara a diario a la manera bufa. Soy un bufón, el que divierte y aconseja a reyes, el único con derecho a carnaval todos los días sin ser por ello condenado. Tengo cien máscaras porque soy cien locos. A través de cada una de ellas miro el mundo y a él me enfrento, signo díscolo y eterno en un código cerrado y finito.
A través de cada máscara busco, encuentro y amo. A la búsqueda de la autenticidad perdida en este desastre.



Búsqueda de la autenticidad a través del misterio

He de buscar la calma calidez de su mirada

desterrar por un tiempo toda súplica ajena

abrazarme a su enigma, unirme a su misterio,

completar mi camino con signos de su boca generosa.

Si pudiera evitar los disfraces que me impone

el mundo que repudio y me es ajeno,

los evitaba, evitando luego así la desnudez

vergonzosa y ridícula de aquel que a sí se miente.

Y sin embargo divertido sería el disfrazarme

con máscaras que yo mismo ya he ensayado

con desigual fortuna, pero auténticas son

pues de mi piel surgieron y a tu piel se inclinan,

a tu piel que no precisa ropas para ser querida.

Con saber que he de morir sólo me basta

para entregarme así a tu consuelo,

que no anhelo otra riqueza que un desnudo beso

que no quiero otro tesoro que el desnudo aliento tuyo.

Y aunque nunca descifre el calor de tu mirada,

con ser mirado así, con eso ya me basta.




Voy derecho al desguace,
con mi nuevo disfraz,
voy vestido de barbaridad.

Derechito al baile,
me sobra carnaval,
¡estate quieto, que bailas fatal!

Lo que crece mengua,
parece que es así,
muérdete la lengua,
y baila infeliz.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Kate Winslet es la imagen de Bronwyn (y III)

Kate Winslet
A Kate Wïnslet la descubrí en Jude, una peli de los 90 que me impactó por la frescura del trágico personaje. No había entrado en la fiebre del Titánic, soy masoquista pero no a la catastrofic way of life, así que no relacioné a la actriz hasta hace bien poco.



Es la actriz de moda, junto a Pe Cruz. Anda que las den a las dos, ¿flor de un día? Qué sé yo. Pertenece la Winslet, eso sí, a esa ralea o realeza de actrices británicas a las que la quedan bien todo, cualquier papelito que se pongan. Es decir, que son buenas actrices, credibilísimas.

Jude tiene una escena copiada de Jules et Jim, la genial película de Truffaut. Es la escena de la locomotora, la chica fuma a lo murciélago mientras corretea y pita cual coqueto trenecito. También en Martin H, película también genial que no me cansaré de ver, se copia una escena de Jules et Jim. Son homenajes al buen cine, más que copias.
The Reader ha escandalizado en Estados Unidos por la relación mujer madura-mozalbete con la hormona a flor de piel, y en Europa por los temas de fondo: el nazismo, la responsabilidad, la culpa... A mí no me escandalizó nada, a mí me escandaliza, por ejemplo, el morbo que despiertan en televisión ciertas tragedias, para los acusados pido cadena perpétua y, ¿por qué no? La castración.
La responsabilidad moral en el marco de la ley del momento... , en aquel aciago lustro del siglo XX, ¿cuántos debates no dará todavía?
En The Reader, la literatura juega un papel principal. A una mujer de unos treintaitantos años, le gusta que su amante adolescente le lea, le lea de todo. A esa mujer le gustaba también que le leyeran sus víctimas, antes de enviarlas a Auswitch. Esa mujer aprenderá a leer en presidio, ayudada por las cintas que le manda su antiguo amante, en las que ha grabado todas aquellas novelas que le leía, y más.
Hay una escena graciosa, en la que los dos están arrejuntaícos en la bañera, y él le lee El amante de Lady Chatterley, y ella le dice que pare porque le parece una novela impúdica.
Y tú, ¿prefieres leer o que te lean?
A mi hermano y a mí nos leía mi hermana La Historia Interminable, y luego me la leí tres veces.

martes, 17 de febrero de 2009

Kate Winslet es la imagen de Bronwyn (II)

El eterno día del eterno verano

La novela aquella que escribí en mi mente con diecisiete o dieciséis primavericas trata de un mocito que en un verano se enamora dos veces, primero de una manera inteliectual y después platónica. El primer amor es un chico algo mayor que le abre los ojos, le despierta, le hace dudar. Con él entabla conversaciones varias y debates encendidos, sobre literatura, filosofía y vida. Viene a despertar su hambre de conocimiento, se convierte como su ideal. El problema es que el amigo es un escéptico, un cínico, y como si fuera una broma, ante los ojos del prota, se inyecta algo, una droga que posée su madre, que es farmaceútica. Otras veces ha echo la misma broma, hacer como si fuese a suicidarse con esa dulce droga, pero esta vez va en serio. Después de besarle se inyecta aquel letal medicamento.
La segunda parte trata del otro amor, Patricia, a la que llega a conocer y con la que mantiene un idilio después de haberse enamorado de ella platónicamente, sin conocerla. Es decir, se la encontraba a veces paseando por el campo, sólo eso, pero en Agosto entablan al fin esa relación que es demasiado casta y poética quizá para estos tiempos. Es el eterno tema del amor sublimizado, en plena naturaleza, ya que los encuentros entre Patricia y él sólo sucedía en pleno campo. Entonces el prota descubre que Patricia, antes de con él, estuvo con el amigo suicidado, ¿fue ella la causante de esa muerte? Ni mucho menos, ese amigo era un cínico, con los sentimientos agotados, alguien que no creía en nada.
Ví claramente esas dos partes en el Demian de Hesse y el Hyperion de Hölderlin, años después. Alguien mantiene una relación más allá de la amistad con alguien al que admira intelectualmente, y con el que lucha dialécticamente, compartiendo ideales y separándose tajántemente por una cuestión no personal. Ese alguien se enamora después de una mujer, de una manera más espiritual que física, a la que queda unido místicamente.
Francisco Umbral, en su libro Las Ninfas, habla de que el adolescente primero sueña con el amigo ideal, para después hacerlo con su ideal de mujer. Llega a la conclusión de que, en los dos casos, se sueña a sí mismo. Tanto ese amigo al que admira intelectualmente como esa mujer a la que anhela amar, son proyecciones del yo que él anhela. Él quiere ser todos ellos, el amigo y la novia idealizados.
Una búsqueda dentro de uno mismo, a través de esos símbolos, los arquetipos de El Amigo y de La novia. En Las Ninfas Umbral cita a otro autor, pero no dispongo en este momento de un ejemplar.
Patricia, que así llamaría hoy a esa novela, era rubia y con las cejas oscuras, como Kate Winslet, la imagen de la Bronwyn cirlotiana. Esto hoy para mí es insustancial, ya que mi ideal cambió hace más de una década, volviéndose más extenso y universal, menos conciso. Creo que de adolescente era más sabio y concreto, y hoy estoy más desorientado que Diógenes en un palacio construído en un sótano lleno de gente importante.
El amor de verano... otra temática recurrente en la literatura y el cine, y también en mis escritos, como bien saben los pocos que han leído alguna novelilla mía. Verano, amor y deseo, y despertar intelectual, un cóctel sugerente que no se acaba nunca. The Reader trata de eso, de un amor de verano que pese a que se acaba en seguida no se acaba nunca. Nunca. Festín literario y cinematográfico, la fábula sempiterna, el eterno día del eterno verano. El libro no lo he leído, y hoy acabo de leer a alguien a quien admiro muchísimo en Libro de Arena, y que habla de este libro.
De la película, ¡ay!, hablaré mejor mañana.



Por cierto, y hablando de motivos y temáticas que vuelven otra vez, en el contínuo retorno sin fin. Releyendo pasajes del Gargoris y Habidis de Dragó -que tiene el eterno retorno como uno de sus fundamentos-, hayo que cita repetidas veces a Cirlot, al que llama Maestro.

lunes, 16 de febrero de 2009

Kate Winslet es la imagen de Bronwyn (I)

El hombre que fue todo lo que yo quisiera ser

Llego a los cines Golem con la hora pegada, por un despiste y por la lectura de un sobrecogedor poema de Juan-Eduardo Cirlot, del que ya hablé algo hace un par de meses.
Había investigado en internet qué es lo que tenían en la Casa del Libro de este poeta polifacético, del que casi todo es novedad en las librerías, ya que en vida se dio a conocer poco, y es ahora cuando Siruela está sacando algo, o todo, y caro. Pero no es caro lo precioso, y algún día, cuando tenga espacio, compraré esas ediciones cuidadas y coloridas de tan selecta editorial. Sí había algo barato y pequeño, en Cátedra, pero la edición está agotada, ¿no se reeditará? Sin embargo, encuentro felizmente en el OPAC de las bibliotecas populares de la CAM que ese librico se halla, y bien cerca. Así que me tomo un café americano, destiendo la colada de la ropa blanca y cojo los dos autobuses necesarios hasta la biblioteca Antonio Mingote. Está ahí, esperándome, negro como sus hermanos de Cátedra y con prólogo y notas de Clara Janés. Autobús, otra vez, hasta el metro Aluche. Me confundo de andén -me suele suceder, aunque lo haya cogido cien veces- y me sumerjo aguantando la respiración a leer estrofas sueltas y poemas enteros, y hay uno que me sobrecoje, y no me doy cuenta que voy en dirección a Carabanchel, y no a Casa de Campo, ¡y voy con la hora justa! Pero reacciono y doy la vuelta, leyendo la biografía de este hombre.
Su poesía brilla, lea lo que lea tiene algo que fascina siempre, rara vez me pasa con un autor, que me guste todo, quizá con Umbral, otro místico dado a las correspondencias que la intuición ha de conocer, y no la razón. No, no es coña, pese a esa pose de hombre soez y desagradable la prosa umbraliana deshace el tiempo para ofrecer la esencia de un todo que no caducará jamás.
Ahí van mis pasos, en esa búsqueda con avisos de encuentros e intuiciones de amor.
Me emociono con la pequeña semblanza poética que hace Janés de este hombre, Cirlot, y me doy cuenta que él fue lo que yo quisiera ser.
Luego en casa seguiré leyendo, fascinado y con miedo, miedo porque todo eso me suena, como si me hubieran robado las ideas.
Un poeta visionario, como Blake y Hölderlin, de los que mamó entre otras fuentes de diversas aguas.
Reconozco su postura poético-vital. Su Bronwyn, ninfa rubia y céltica, es el eje de su poesía, la doncella, el símbolo de algo con una significación que trasciende, lo que se espera irremediablemente, pese a que la realidad exterior del poeta lo niege. Esto tendría que explicarlo de otras maneras y mejor, con una belleza acorde al tema, pero me encuentro limitado para ello.
De adolescente garabateé algún capítulo de lo que sería una novela, y la escribí en totalidad y sin palabras en mi mente. Pasaron los años y continuó fresca.
Pasaron los años y me dí cuenta que Hesse ya la había escrito con su Demian. Pasaron más años y con el Hyperión de Hölderlin volví a advertir que hace siglos ya había sido escrita. Luego alguien me contó que Musil con El Hombre sin Atributos hizo otro tanto.
Yo me pregunto por qué razón vinieron a mis diecisiete años esas temáticas alemanas, novelas de aprendizaje que no leí y que mi mente fue dibujando.
A lo largo de mi vida he ido escribiendo cosas, novelando ideas, y llega un día como hoy en el que me atrevo a dar el paso de ahondar más en el pozo sin fondo de ese algo literario que sé que no me va a defraudar, leo un poco más de este señor, del que leí un poco hace meses y me desconcertó entonces, y hoy compruebo que lo suyo ya lo había soñado, pensado, creído y creado yo. De otra manera.
La misma musa prostituta sagrada que se lo monta con tantos a lo largo del tiempo y en el ancho mundo ajeno.
Luego viene la limitación de cada cual, su inteligencia y preparación, su disposición y voluntad. Es como se decía en Los Evangelios, muchos serán llamados, pocos los elegidos.
La voz de la Literatura llama a demasiados, y son pocos los que crearán algo grande. No soy maniqueo, no entiendo de poesía mala y poesía buena, de eso ya se ocupan los criticos o las ventas. Hablo de proyectos poético-vitales, como el de Cirlot. El creerse esta milonga para vivir en ella más que de ella. Y aquí no hay proyectos fallidos, que un poemario no es un best-seller. Bueno, según qué tipo de poesía, que de todo tiene que haber, y aquí todo ha de caber. Un hombre es lo que hace y lo que es, no lo que vende ni lo guapo que queda en las fotos.
A muchos lectores de poesía no les sonará el nombre de Cirlot, pero es deslumbrante, rico, enorme. En el ambiente literario de la época no encajó porque no era de ninguna de las dos corrientes poéticas imperantes, ni la social ni la clasicista. Tomó mucho de vanguardias e istmos, pero sólo para lo formal, para el fondo, lo que quería decir, su visión original del mundo, una visión renovada de esas ideas poéticas universales que a tantos inspiran.
Y ya es tarde hoy para hablar de The reader, mañana lo haré, que por cierto, la Winslet tiene un cierto parecido a esa ninfa céltica de los versos de Cirlot.

Algo me está buscando por el campo,
o por el bosque negro que fue verde:
Algo de claridad pero sin forma,
como un sonido inmenso que bajara
desde un cielo apartado
por el cielo que existe.

* * *

Nunca supe quién soy,
pero voy
a ser lo que tú quieres sólo siendo
en el sol absoluto donde ardiendo
mueres porque eres.

Voy a ser la eternamente llama
de tu espiga de fuego;
mi resplandor entrego
a tu doliente niebla que me llama.

Caigo en tu corazón que ha de perderse
para que aprenda a rehacerse
desde el cristal azul del océano
al sarmiento quemado de una mano
cerrada al deshacerse.

* * *

Los álamos inciertos de las almas
se alejan por el campo.
Los álamos se alejan, Bronwyn.

Los gritos permanecen y el incendio.

sábado, 14 de febrero de 2009

Lo pintoresco. Bienvenidos al Norte.

En las primeras semanas de esta bitácora pensé en tratar ciertos conceptos de estética a través de ejemplos. Lo Bello, Lo Sublime, Lo Grotesco, Lo Siniestro, Lo Pintoresco...
Pero entre mi pereza indolente y que tengo los apuntes de estética llenos de polvo, ya sea en aquel armario de la casa paterna o en mi cabecita de desiguales estancias -algunas semiabandonadas, otras casi olvidadas- pues lo fui dejando.
Como sublime pondría el segundo movimiento de la Muerte y la Doncella -¿o era el tercero?-, melodía que lloré hasta decir basta. Como Bello algún sereno poema de Fray Luís o Rosalía de Castro, qué sé yo. Como siniestro las expectativas económicas para lo que resta de año. Como grotesco algún pornográfico reportaje sobre los sueldos de los futbolistas.
El otro día, como romántico viajero a lo Humboldt -todo de magín, mis piernas no se levantaron del suelo del Kinépolis- me topé con Lo Pintoresco.
Lo supe apreciar, pese a mi cabreo por el coste de una coca-pollas de los cojones, por la que me cobraron tres euros del ala.
Hubiera estado mejor ver la peli en versión original, por oír ese peculiar dialecto de la gente del norte de Francia.



Sin dejar de ser una comedia típica, simple y convencional en el esqueleto argumental, posee altas dosis de comicidad y originalidad. La originalidad de esa gente del norte.
Puede ser una fórmula con éxito en cualquier lugar, tiempo y cultura.
Y no sigo, no es bueno escribir una crítica cinematográfica con sueño retrasado y párpados cadentes, con música clásica para bebés como fondo. Que para pintoresco, yo.



El otro día ví en la tele Amor Inmortal, peli sobre la vida del gran Ludwig Van Beethoven. Si el genio supiera lo que han hecho con sus partituras... recuperaría el oído sólo por oír los gorgoteos de sus víctimas al ser estranguladas por sus virtuosas manos. Luego dicen que hay fracaso escolar, esa música adormece conciencias y voluntades. Buen opiáceo para tarugos, como yo.
Buenas noches.

jueves, 12 de febrero de 2009

El amor como negocio


No, este no es un post sobre la prostitución o sobre el "Cómo aman las rameras" de Balzac, que lo tengo en una estantería esperando a ser leído y comentado cualquier año de estos.
Este es un post sobre el 14 de Febrero, día de San Valentín, que resulta que era un curilla romano de Roma -redundando redundando este post ya va avanzando- que casaba a los soldados, transgrediendo la norma por la que en aquel tiempo la soldadesca tenía prohibidos los esponsales.
Pues resulta que a día de hoy -es decir, pasado mañana mismo-, el amor será una excusa para el negocio de grandes almacenes y otros comercios. Que no está mal, yo no lo juzgo, pero hay falta de autenticidad en todo esto...
Hace media horita estaba yo tirado en la cama echándole una ojeada a la revista del sindicato al que pertenezco, cuando mis ojillos cansados de madrugones y sueños tropiezan con un artículo en el que se da cuenta del caso de un trabajador de unos grandes almacenes (los mismos en donde currelé yo durante un añito en sus cocinas, con un sueldo inferior a los 600 eurillos más de diez horas diarias) que solicitó el traslado a otra ciudad porque se había casado y su consorte habitaba en esa ciudad. Todo bien, su expediente es bueno, intachable, todo va bien encaminado, hasta que llega la entrevista con el jefe del personal. Ante una pregunta sobre su esposa por parte del entrevistador, el trabajador aclara que no es esposa, que se casó con un hombre. Al jefe de personal se le cambia la cara y ofrece excusas, no hay plazas... El trabajador marcha, pero vuelve a por su paraguas, que se olvidó. Entonces escucha al jefe del personal: "estos maricones, quieren todos los derechos de la gente normal..."
Lo paradójico del caso está en que San Valentín parece un invento de estos grandes almacenes. En las semanas precedentes ya sea por prensa o televisión, publicita el amor como todos los años.
Si cualquier día de estos amaneciéramos todos con el gusto invertido, pues se jodió el negocio.
Ah, no, que para consumir todos tenemos los mismos derechos, sin importar la inclinación sexual. Poderoso caballero es Don Dinero, más que Don Amor y Don Trabajo.



...donde hay mucho dinero
hay mucha bendición...
(Arcipreste de Hita)

martes, 10 de febrero de 2009

Alquimia



I want to live,
I want to give
I've been a miner for a heart of gold.
(Neil Young)



Hojeando libros leídos, me sorprendo de frases que subrayé, que ni recordaba. Nunca estarán en esos volúmenes llenos de máximas de hombres sabios, recopilados como un zapping elaborado por otro, cosa que a mí me suele resultar cargante, el zapping ajeno...
Sin embargo, sí forman parte, una vez releídas, de mi particular libro de citas, que lo mismo sólo soporto yo.
Son buenos libros, como La Casa de la Alegría:

La verdadera alquimia consiste en volver a convertir el oro en otra cosa.

(Edith Wharton, La Casa de la Alegría)

sábado, 7 de febrero de 2009

Consuelo




Un piano pianola solitario en el océano desierto
Tu boca obscena y yo a través del océano desierto
Un libro de plabras de tinta del océano desierto
Los cantos infantiles se estrellan en océano desierto
Yo quiero sumergirme pero es de polvo el océano desierto.
¡En océano desierto perdí mis llaves!


En el fondo del mar hay un piano pianola
En el fondo del mar está tu mansión-boca
En el fondo del mar hay libros secos
En el fondo del mar no se ahogan los cantos infantiles
En el fondo del mar uno sale siempre a flote.
Las llaves están en el fondo del mar.


He caído al fin, no he despertado.
Dormí por fin en el eterno sueño
Espejismo, en fin, ya me he encontrado.
Hallar es fin, consuelo no pequeño.

En 1863, Henri Fourneaux inventó la pianola que es un piano que reproduce de forma automática, usando dispositivos neumáticos, las notas escritas en un rollo perforado sin necesidad de un pianista.
(De la Wikipedia).

jueves, 5 de febrero de 2009

Este es el relato más triste que nunca he oído



Así elige Firmín comenzar su memoria, "este es el relato más triste que nunca he oído".
No tenía otra opción, pese a esa comicidad, causticidad e ironía, luminosidad -porque es una obra clara, magra, sin retóricas ni vanas explicaciones-.
Creo no confundirme si digo que es una novela sobre la desolación -fantasma que evita que tú ocupes el trono que te fue arrebatado con la madurez-, pesimista, agria -agridulce, mejor así-, pero todo eso no impide que sea un bocado exquisito, alta Literatura.
Sí, es una muestra de que la alta Literatura no tiene por qué ser aburrida, laberíntica, un juego para mentes superiores, un código para expertos eruditos.

Hay muchos motivos por los que leer este librico:

1- No es una novela para niños, pero es como ese libro que de niño leíste y que tanto te fascinó y que te hizo enamorarte de los libros como objetos y como continentes de algo maravilloso.
2- Me volveré profeta: dentro del boscoso maremágnum de novelas actuales, Firmín se salvará de la quema del olvido. ¿Por qué? Véanse los otros motivos.
3- El tema es tremendamente original, que en comunión con el tono cotidiano de la obra, ofrece una perspectiva nueva sobre la realidad.
4- Es amena, amenísima, más que un Dan Brawn. Pero no atenta a la credibilidad, ¡y eso que es una rata la que lo cuenta! Pero es que hay un pacto literario siempre que se lee, yo te presento estos hechos dentro de este tipo de fábula, etcétera.
5- Es una alegoría, como tantas fábulas, ¿de qué? De lo humano, no sé, léetela tú.
6- ¡Por fin una novela donde las descripciones no son pesadas! Bebe de Hemingway, según parece, y el mismo Ernest reconoció a Pío Baroja como a un maestro. No leía descripciones tan amenas desde la trilogía de La Lucha por la Vida.
7- Los personajes, el librero y el escritor, con los que convive alternativamente. Si hay algo que me produce vergüenza ajena, es un personaje plano, estereotipado. Estos no lo son.
8- El Nosotros, de qué manera Firmín, al hablar de estos dos personajes, se hace partícipe de sus vidas, mientras que ellos -Jerry no tanto, aunque no deja de tratarle como a una mascota, aunque diga de ella que es una rata civilizada- son ajenos a su humanidad. No dice: Norman pasó toda la mañana pasándole el plumero a los libros, dice: pasamos toda la mañana haciendo limpieza.
9-La humanidad, lo humana que es esta rata, coño, que es que piensa, sueña y siente como tú y como yo, y sin dejar de comportarse como una rata, lo que da a Firmin un carácter digno de ternura, asco, admiración, reprobación...
10- La riqueza de los hechos narrados, un tesoro oculto e inolvidable en esas visitas al cine, en esas lecturas, en esas audiciones de jazz, de Bird, Charlie Parker, por eso lo he puesto para que lo oitas mientras lees esto. Y ese baile con Ginger Rogers...
11- La lucidez.
12- Es lo que llamo yo una novela musa, motivadora, inspiradora, pese a todo te anima.
Y hay más, claro que hay más, pero no puedo alargarme más.
¿Críticas negativas? Que últimamente sólo leo cosas desoladoras, como El Mundo de Millás, libros enormes, profundos, llenos de humor, pero desoladores, lo que me faltaba a mí que el frío y el invierno me sientan tan mal. Menos mal que de vez en cuando me meto para el cuerpo un Aristófanes o un Saki...
Me has dejado hecho polvo, Firmín, tío, este relato tuyo..., el relato más triste que nunca he leído.


miércoles, 4 de febrero de 2009

Ave fénix


El Ave Fénix o Phoenicoperus, según los griegos, que renacía de sus propias cenizas. Símbolo de la renovación, del sol naciente... o, llevando la contraria a Giuseppe Tomasi di Lampedusa cuando dijo aquello de a veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual, seguir con las feas y locas costumbres para que tdo cambie.



Antes o después debería intentarlo
someterme a su hechizo...


Primero llegó la solución a través de la razón: rechazarla, ahuyentarla. Cada vez que apareciera por mi mente decir fuera, no quiero nada de tí, me estoy destruyendo por dentro. Y pensar en cualquier cosa que tuviera un atractivo mayor.
Bonito juego, la mar de divertido. Llegaba por la costumbre de habitar tanto en mí junto a otras imágenes e ideas. Y yo no le daba oportunidad de que continuara, decía no, no lo quiero. Y cuanto más rechazaba aquella ensoñación, con más dulzura se me entregaba.
Pero algo en mí irracional decía que no, mira de qué manera vas a vaciarte. Mírate en el espejo y dí, ¿vas a sanar ahora? ¿tú, que presumías de ser un loco? La locura, muchacho, es una manera de ser y padecer ante la realidad, el atributo principal de tu alma, lo que te salva y te condena, pero dime, ¿qué libertad no está protegida por cadenas? ¡Elige tus propias cadenas! Nunca te sirvió de nada el estarte ahí tirado razonando, ¡ay, que te creías un soñador, mírate! Siempre midiendo los pros y los contras, remordiéndote porque aquello pudiste hacerlo así, y sufriendo por no haber escogido lo otro.
Vuela, vuela, sobrevuela ese pandemonium que te has creado para darte a tí mismo una apariencia de cuerdo e imbécil.
No, no dejes que huya, no espantes la quimera.
Encadénala a tí, mírala a los ojos, besa sus labios, entrelázate a ella y ahonda hasta el fondo en su misterio.
Que ella llegó hacia tí no para que te atormentaras de contínuo en la parálisis ante una bifurcación, haciendo maniqueismo con tus impulsos.
No llegó para que la vieras, la tomaras, la dejaras, y luego a vivir sin las únicas alas que tuviste en tu vida, ¡oh, ángel de sollozo sólo equiparable a tu estupidez!
Ella llegó para quedarse, odiarte y quererte, destruírte. Y renovarte, ante todo renovarte, si es que al fin aceptas con todas sus consecuencias de dolor y gozo el don de la ebriedad.





Don de la ebriedad

I

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

(Claudio Rodríguez)

domingo, 1 de febrero de 2009

Invierno



La riqueza polifónica del barroco, la arrebatada melodía del romanticismo...



Antonio Vivaldi, conocido en su tiempo como el cura rojo, y no por motivos políticos, ni mucho menos, si no por el natural tinte de su pelo. Según cuenta la leyenda, si este religioso estaba dándole el sermón a la feligresía y acaso era sorprendido por la inspiración, era capaz de dejarles a todos con la palabra en la oreja, para irse a escribir el mandato de la musa musical. Otra curiosidad es que nació un cuatro de Marzo, como el que esto escribe. Gente dada al candor místico y al llámenme loco pero en voz bajita, no sea que me desconcentre.

También trató el invierno en sus composiciones Franz Schubert, en el ciclo de lieder Winterreise, Viaje de Invierno.
En la canción Gefrorne Tränen, Lágrimas Heladas, el caminante se sorprende de que sus lágrimas, surgidas por la ardiente añoranza de su amada, se congelen en sus mejillas.




Los hay que han identificado los lieder de Schubert con las pinturas de Caspar David Friedrich: