sábado, 14 de julio de 2012

Ellas, de Malgorzata Szumowska, con Juliette Binoche



Fui al cine para ver si ellas me enseñaban algo, y ellas me lo enseñaron todo.

Juliette Binoche


Esta muchacha ...
Eran aquellos los tiempos de greñas y ropa de segunda mano, cuando los gorros cousteau y el eterno Otoño de Seattle en Madrid. Camisas de cuadros y camisetas de Pearl Jeam. Yo: los Héroes del Silencio. Yo: chico grunge de Aluche. He aquí yo, en un Otoño de Seattle en Aluche, cuando Aluche era Seattle y se hablaba de la Generación X y de morirse rodeado de cajas de pizza vacías y de gatos.

Este era yo, justo antes de dejarme las greñas grunge,
en un descampado que había frente a mi casa.
 La Mesetilla, lo llamaba yo.


La chupa negra fue comprada en el rastro y me
duró casi una década. Me había aficionado yo
a sacar fotos en blanco y negro, con una vieja
cámara que tenía mi padre
Fue por aquellos años cuando nos enamoramos de las chicas Krzysztof Kieślowski, yo no sabía cual me gustaba más: si Juliette Binoche, si Julie Delpy, si Irene Jacob. Krzysztof Kieślowski, cineasta polaco, afrancesado y de profundas miras, te hacía un cine molongo de hablar con los freakies de entonces, que llevaban sus greñas y su gorro cousteau y su camisa de cuadros. Yo estudiaba en la escuela de hostelería, rama de cocina, y las peyas me las hacía en los cines de Plaza de España, en vez de tirarle piedras a los patos de lago de la Casa de Campo o de jugar el mus en A´casiña, que era lo que hacían mis compañeros. Yo tardaría aún en dejarme el pelo largo -nos lo prohibían los profes-, pero sí me compraba mi ropa de segunda mano en el rastro y me veía todo ese cine político y social que nos venía de las islas: Jim Sheridan, Neil Jordan, Stephen Frears y Ken Loach. Y veía también todo Krzysztof Kieślowski. Y me enamoraba de sus chicas. Quizá Binoche no fuera la más guapa (Julie Delpy) ni la más atractiva (Irene Jacob), pero sí era guapa y atractiva, siendo además la más actriz, la más literaria; con una cierta fragilidad, complejidad y cercanía tan reales que parecía vivir muy cerca de aquí. Todo un talentazo. Juliette Binoche interpretó antes la adaptación al cine de La insoportable levedad del ser, motivadora novela de Milan Kundera, novela que se ama por excelsa y musa o se detesta por insoportable. Yo fui de los primeros, desde entonces siempre intento darle mi toque Kundera a mis escritos narrativos. Yo a veces creo que Binoche nació para ser chica Kundera, más que chica Kieślowski. ¡Oh, sí! Ella es la chica ideal para interpretar esas chicas kundera que lo enseñan todo. En la película que tratamos hoy, Ellas, la Binoche hace el papel protagonista, una madre todo terreno que además de su trabajo como periodista de investigación tiene que lidiar con su hijo adolescente porrero chevegarista que pasa de todo menos de vivir cómodamente, y su hijo preadolescente que vive para los videojuegos. Además, tiene que preparar una cena de negocios para su maridito. Ella descubrirá que ahí todos guardan -menos el peque de la consola- porno en el disco duro de sus ordenadores y ella no. Como si despertara, descubrirá una alternativa sexual, pero no gracias a los hombres de su casa, si no gracias a ellas.

Julie Delpy

Irene Jacob

 

Juliette Binoche

 

Ellas, de Malgorzata Szumowska


Joanna Kulig, que da vida a Alicja
Al igual que Kieślowski, Malgorzata Szumowska es una directora polaca afrancesada. También Binoche nació para esta película, al igual que para ser chica Kieślowski y chica Kundera. Lo del afrancesamiento queda muy chic y culto, todos aman La Francia, aunque la verdad sea dicha yo prefiero lo british, no hay más que verme con las gafitas Lennon en las fotos de arriba. Sin embargo los franceses lo hacen todo muy bien, desde la literatura a las películas, cuarenta veces verá uno Jules et Jim y leerá a Baudelaire como si no hubiera más. Pero yo es que soy muy inglés, qué le vamos a hacer, yo soy el que cambia de sitio el volante de los coches no por ser mejor, sino porque nadie me chista. Por ser distinto, y de mirada distante. Y bien. No este Lunes, sino el anterior, fui al cine a ver Ellas por ver si ellas me enseñaban algo, y sí, ellas me lo enseñaron todo. Me enseñaron que es posible vivir en los vertederos de la moral sin hacer mal a nadie, y siendo enjuiciadas; me eneñaron que es posible juzgar la sociedad cambiando de perspectiva. No, ni ellas ni ellos eran malos, tan sólo buscaban una salida, una mejoría, un escalón más arriba a la mediocridad de sus vidas, o a la inevitable indigencia. El mundo sin embargo se dedica a condenar, cuando hay tanto de condenable en verdugos reales con víctimas reales. Cara y cruz de una prostitución que se busca porque sí, ni obligada ni por inmediata necesiad. Ellas, ellas dos, son dos chicas de dieciocho, quizá de diecinueve, estudiantes que por diversos motivos ofrecen sus servicios por internet. Ella, la Binoche, trabaja para la revista Elle en un reportaje sobre estudiantes que se prostituyen. La historia narra un día en la vida de Anne (la Binoche), que mientras lidia con sus hijos tiene que tener la cena praparada para una visita de negocios, negocios de su maridito. Mientras, ella va preparando su artículo, su trabajo de investigación, y va descubriendo que tanto su marido como su hijo mayor ven porno on line. Se sorprende y se enfada. Y va recordando mientras hace la compra y cocina. En su memoria y en su reportaje, Alicja y Charlotte, dos muchachas de distinto carácter y con distintos motivos, tienen algo en común: se prostituyen.
Annais Demoustier, que da
vida a Charlotte
Vemos la historia de Alicja, estudiante polaca que se encuentra de pronto sin techo y sin medio alguno  -le han robado la maleta-. Un compañero se ofrece a darle cobijo, pero no es gratis, y suponemos que se lo montan juntos. Entonces descubre que es fácil estudiar en La Francia sin preocupaciones materiales. La película se centra en su experiencia con un hombre mayor con él, durante un día: juntos cocinan y cantan despelotados, juntos se lo montan y se les ve que disfrutan bastante. El papel de Alicja está interpretado por Joanna Kuli, y nos muestra el lado glaumoroso del oficio. Vemos la entrevista que le hace Anne en un cuarto de hotel, juntas se emborrachan con vodka y cantan juntas.
Es distinto el caso de Charlotte, interpretado por Annaïs Demoustier -a la que declaro mi platónico amor, ella ha venido para tomar el relevo de tantas actrices de todos los tiempos, ¡oh, Annaïs, Annaïs! La frescura de tu risa y la inocencia de tus gestos!-. La entrevista aquí se celebra en un parque, y Anne presencia cómo ella recibe llamadas de clientes y concierta citas con ellos, como quien queda con un amigo, risueña y feliz. Charlotte es una estudiante que vive con sus padres, en una familia de clase media, sin muchos lujos. Ella mantiene esas citas con esos hombres porque está harta de esos trabajos en pizzerías y hamburgueserías tan mal pagados. Ella reconoce que quiere más dinero, y lo quiere fácil. Aquí vemos que la historia no se centra en una sóla experiencia con un hombre, si no con varios hombres. Está muy bien narrados sus escarceos, jugando al desconcierto: nos hace dudar si está con su novio o con un cliente. A los clientes les trata ni más ni menos con un cariño de novia cachonda, mientras que con su novio siente algo, quizá un cierto remordimiento. Sobre todo en Charlotte vemos la cruz de este negocio, no sólo por este remordimiento por su historia oculta, sino por un mal trago con un cliente que se comporta violentamente con ella. Dolorosas las imágenes en esta escena. Sin embargo sigue prostituyéndose, le cuenta a Anne que sucede como con el tabaco, una vez que se empieza es difícil dejarlo: ya no podría vivir con menos dinero, con menos lujo. Y a pesar de todo sigue contactando con clientes con un temple risueño, como quien se cita con el novio.
Hay una escena extraña, lírica, que llena al espectador de pesadumbre. Charlotte visita a un oficinista. Le muestra tan sólo su vientre, y el hombre hunde su cabeza en él y solloza con una pena de llantos atrasados, de deseos insatisfechos y sueños rotos.
Anne, después de estas entrevistas, se siente convulsa, no puede comprender cómo estas muchachas puedan denigrarse así, y sin embargo no puede evitar admirarlas. Y hasta envidiarlas.
Llega la cena y asistimos a la mejor escena de la cinta. Mientras su marido y los demás hablan de negocios, de sus cosas, ella ensimismada sueña. Sueña despierta que está rodeada por los clientes de las chicas que ha entrevistado, y cantan, cantan la misma canción que Alicja y su cliente cantaran desnudos.
Entonces abandona a todos los de la cena y sale a la noche.
Película que me ha gustado mucho, que más que una moraleja ofrece una pregunta ¿por qué no va a disponer alguien de su propio cuerpo como quiera?

 

Una reflexión


¿No vendo yo acaso mis manos por mil euros al mes como cocinero? ¿No ofrecí hace años mi cuerpo molido y vejado trabajando doce horas diarias por cinco mil pesetas de mierda? En este oficio hay que poner los cojones, me dijo alguien. Yo puse los cojones y me tomaron el culo y me hicieron mucho, mucho daño. Tanto daño que hay noches en que me revuelvo en la cama lleno de resentimiento y desconsuelo, pues casi pierdo la vida.
¿No vendemos todos, en nuestro oficio, nuestro cuerpo y nuestra propia vida? ¿No deseamos ser más, vivir más cómodamente y sin preocupaciones?
Cuando yo trabajaba en aquellos hangares, veía a chicas vestidas de azul, así eran sus batas, sus uniformes. Tenían dieciséis, diecisiete años, no habían tenido quizá oportunidad de continuar sus estudios. Ganaban, trabajando más de ocho horas, menos de seiscientos euros al mes. Es una manera de explotación muy decente y muy aceptada, muy legal, que no se enjuicia.
Un minero que se juega la vida, un albañil en el andamio, tantos oficios de riesgo, tanta miseria en la nómina.
Un actor vende su cuerpo, y su talento. Eso está bien.
Una modelo vende su cuerpo y sus pasitos en la pasarela. Eso está bien.
Todos nos prostituímos, dejasmos nuestro arte y nuestro cuerpo en el trabajo, cuando quisiéramos estar en otra parte.
Yo me prostituyo
tú te prostituyes
ella/él se prostituye
nosotros nos prostituímos
vosotros os prostituís
ellas/ellos se prostituyen.
El oficio de prostituta es más digno aún si cabe que el de gobernador de un lugar, pues quien gobierna beneficia a unos contribuyentes y maleficia a otros, mientras que quien vende placer y desahogo y amor lo da a todo aquel que pague.
El problema de la prostitución es no la puta ni el cliente, sino el proxeneta que se queda con la plusvalía del trabajador.
Y nosotros tenemos muchos chuloputas, proxenetas legales y elegidos libremente. Daoíz y Velarde, esos simpáticos leones de piedra que guardan simbólicamente la legalidad del poder democrático, son como los seguratas del más grande burdel que hay en España. Ellos, los diputados, son nuestros proxenetas. Nosotros, contribuyentes, sus putitas
Y luego me vendrás a mí, cabeza de alcornoque, pidiéndome el voto para fulano y para mengano, para zutano o para perengano. A mis chulos los elijo yo, tonto del culo, que te crees tú que perengano te va a sacar de pobre, chapero de mierda.

Coda


Esta reseña debió ser publicada la semana anterior, que fue cuando fui a ver Ellas, en los cines Golem.
Tras de mí, unos adorables abuelos, matrimonio seguro, comentaban la película.
Normalmente me disgusta que la gente hable en la sala, pero esta vez fue reconfortante, y hasta familiar, escuchar la conversación de estos dos seres:
-Anda, que como se enteren que nos hemos venido al cine a ver esta película, verás tú, verás -reía él.
-Calla, calla, sobre todo tu hermana, ay, como se entere tu hermana -reía ella.
Cominezan los títulos de la cabecera, y el hombre los va leyendo en voz alta.
En las abundantes y tórridas escenas de sexo, ella dice:
-Oye, pues la chica es guapa.
-Que sí, que sí.
Esta semana fui a ver Carmina o Revienta. No hago aquí la reseña pues ya la hice, para la revista Culturamas, de la que mi colega el poeta Rubén Romero es redactor jefe.
Estaba yo en el curro, en el turno de tarde, haciendo masa de croquetas de bonito, cuando recibo un sms. Miro, leo: "Ya que has visto la película de Paco León, ¿podrías tener la reseña para antes de la una de esta noche?" Le llamo: "coleguilla, salgo a las diez, lo intentaré, tenía algo pensado para mi blog pero te la hago a tí e intentaré ser más serio" Y él: "no, no seas más serio, meido folio en word" Le digo: "antes de las 12.30 te la mando, si te parece extensa la recortas tú"
Llego a casa, me tomo un zumo de manzana, me ´saco a la terraza mi tabaco de liar, y a fumar y a escribir. Folio y medio que me salió, y así tal cual, se la mandé. Habían dado las doce.
Terminé agotado, ya que a la mañana, antes de ir a trabajar, había pasado casi tres horas escribiendo la reseña para Aura, de Carlos fuentes, el post anterior.
Soy una putita muy eficaz, y lo hago gratis, lo hago por vicio. Aunque si me pagaran ya sería la relamida releche.
Que os guste:

http://www.culturamas.es/blog/2012/07/12/carmina-o-revienta-2012-de-paco-leon/

miércoles, 11 de julio de 2012

Aura, de Carlos Fuentes


Carlos Fuentes, creador de Aura

La joven inclinará la cabeza y la anciana , al mismo tiempo que ella, remedará el gesto
-Es el señor Montero. Va a vivir con nosotras.
Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recámara. Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sólo tú puedes adivinar y desear.
-Sí. Voy a vivir con ustedes.
 Aura. Carlos Fuentes.
Punto y aparte.
En tu página de lector hay un nuevo punto y aparte.
Ahora puedes hacerlo como tantas veces cuando una obra te fascina, homenajeando el texto con algo de su estilo o algo de su esencia. O una parodia. Puedes hacerlo así, sí, o hacerlo en condiciones -¡pero qué condiciones!-, ya que te encuentras ante una novela de una magnitud mayor, siendo pequeña. Ha excedido tus suposiciones, excede ahora también tu capacidad de sorpresa.
Puedes continuar así, usando la segunda persona, el "tú" que utiliza Fuentes en Aura. O no intentar emular estas páginas mayores, esta creación perfecta, esta obra redonda. Y fascinante. Punto y aparte.
Hace semanas, cuando falleció el autor mejicano Carlos Fuentes, hice lo que hago siempre cuando se va un autor: leer necrológicas, artículos, consideraciones finales a su obra y su persona, homenajes varios que recapitulan una vida dedicada a la Literatura.
Carlos Fuentes era para mí, sin haberlo leído, un autor mayor menor, es decir, que siendo grande e importante, no le llegaba a la altura artística de un García Márquez o un Cortázar o un Borges o un Vargas Llosa. Era grande porque lo estudiábamos en los manuales. No era tan grande porque no se le leía, no se le ensalzaba ni resaltaba, no había tanta opinión, y ni mucho menos buena opinión.
(Carlos Fuentes es al Boom lo que es hoy Gerardo Diego a la Generación del 27, un Mayor sin buena fama ni lectores. Consideraciones políticas aparte, por favor)
Según parece su talento fue decayendo con el paso de los años. Con el peso, la carga, esa traba que es tener que crear sin desmerecer lo ya creado.
Sólo sentía prejuicios.

Además, era un hijo de Faulkner, cosa que echa para atrás. Aunque todos los del Boom eran hijos de Faulkner, según parece, Fuentes era el hijo de papá.
Yo conocía a Faulkner por La muerte de Artemio Cruz y por La región más trasparente. Sin haberlo leído. El prelector siempre se guía por opiniones ajenas. Menos mal que el prelector si tiene intuición a veces le da uso, herramienta de lectura que pocas veces falla. Y la intuición no tiene por qué coincidir con la opinión.
La lectura no es una democracia en la que gobierna la mayoría lectora. La lectura es la anarquía o tiranía del lector, según los casos. Un acto que debería ser independiente y abierto, independiente porque la decisión la tiene el lector, abierto porque pese a esa independencia es necesario no perderse y escuchar y mirar las guías.
No me acerqué más a Fuentes por ese reparo ante las obras de la vanguardia y la experimentación. Otros Ulises por ahora no, por favor, más quebraderos de cabeza literarios por un tiempo no, yo me decía, tú te decías.
Tú te decías que la dieta ha de contener un banquete de tal magnitud una vez al año, o cada dos.
Ya has tenido tu Saga y Fuga de JB este año.
Pero alguien te dijo que El ruido y la furia era difícil y no fue así.
El prelector se sorprende en el camino de la lectura, todo lo que dicen los otros no siempre se adapta al lector nuevo. Cada camino, por muy transitado que haya sido, siempre es nuevo para el que se echa andar por vez primera.
El camino Carlos Fuentes, que se te presenta, te lo presentan, lleno de abrojos y trampas. Me lo presentan.
Aura entonces se me presentó como un fruto exótico. Cuando Fuentes murió, y leí los periódicos, algunos críticos alababan esta novela corta como una de sus mejores obras. Y esas alabanzas parecían ser sinceras. Me informé un poco sobre Aura, no pude llegar a conclusiones: su atractivo mayor quizá fuera en su corta longitud. Qué confundido estaba.
Más vanguardia por ahora no, me decía, más experimentos no, por ahora.
Sin embargo el Lunes me fui de bibliotecas como quien se va de señoras, para hacerme la ilusión de propiedad mientras dura el préstamo.
Lector, te tienes que dar cuenta, oh, alegría, que cuando vas a una biblioteca, todos esos libros, hijo mío, son tuyos. Con caducidad, sí, pero tú dime qué es perenne hoy, aquí.
Como en los burdeles, los cuerpos han sido manoseados por muchas manos, sus páginas han sido penetradas, gozadas, queridas y anheladas. Y a veces con asco y a veces con remordimiento.
Alguna vez, aquí, ya hice esta comparación.
Desde que perdí mi e-book voy más a la casa pública.
Y me llevé a T. S. Eliot (link), y me llevé a Fuentes, y alguno más. Ya os contaré.
Aura no lo encontré, pero sí el volumen I de El mal del tiempo, título con el que Fuentes ordena toda su obra Aquí sí estaba Aura.
De camino a casa me senté un rato en el parque, ribera del Arroyo Luche, y hojeé los libros. Leí también un folleto informativo sobre el año Dickens. Tengo aún a Dickens abierto de páginas esperándome en la cama. Es de mi propiedad, como una esposa -y yo soy suyo-, y sin embargo me voy a la casa pública.
Soy un lector sinvergüenza.
Hojeando el primer tomo de El mal del tiempo (Aura, Cumpleaños, Una familia lejana), en Alfaguara, me doy cuenta de que tiene unas páginas críticas de Juan Goytisolo. Casi me santíguo.
Juan Goytisolo, sabrá el lector, es azote. Es uno de los azotes mayores de nuestras letras, a mí me gusta leer sus entrevistas porque suele fustigar con una gracia bastante atractiva. Es junto a Julián Ríos, según las habladurías, uno de nuestros literatos más difíciles. Yo no me atrevo. Y uno de nuestros críticos más senabres.
De Goytisolo (Juan) comencé yo Señas de Identidad. Pero es peor que yo cambiando de registro. Tantas páginas en francés, y yo sin diccionario.
Pensé: si la comenta Goytisolo es que es más difícil de lo que yo pensaba.
Oh, mis prejuicios y yo.
Veo que no son muchas páginas, que Aura es novela cortísima. Haré un esfuerzo.
Comienzo la lectura sobre las seis, media hora.
Doy un paseo, me tomo un granizado de café en la ribera del Arroyo Luche. Tabaco de liar, le robo un malboro a mi cuñada, hace semanas que no me fumo un cigarro que no sea de liar.
Vuelvo a casa, leo una hora más en la terraza, hasta que anochece.

Trucha con jamón y ensalada de tomate.
Leo otra hora. Miro a mi alrededor, estoy rodeado de flores, los edificios de la calle Los Yébenes son altísimos. La noche es fresca, la vida opaca, pero a veces tiene una trasparencia mágica.
Aura me ha cambiado.
Punto y aparte.
La aventura de leer es a veces fácil, hermosa, te reconcilia son el summum literario.
Una obra redonda, mágica, perfecta, muy bien escrita, mejor contada.
Pertenece a este género personal que tanto me gusta: novela corta.
Me sentí como con La invención de Morel. Como con Bartleby el escribiente. Medel el de los libros. El gran Meaultnes. Como con tantas otras obras mayores y breves.
Hace tres años ya hice un elogio de lo breve (link)
Esta obra reúne todas las bondades de una buena novela.
Parece que estás leyendo Otra vuelta de tuerca, de James. A veces parece que estás con Felisberto Hernández. O Cortázar, Bioy Casares, el mismo Borges. Cómo algo tan pequeño puede dar tanto de sí.
Vida y muerte en sus páginas escasas, y el tiempo como protagonista. El tiempo o su destrucción.
Sazonado con algunas de las páginas más turbias que he leído.
Retrato de una locura que podría haber salido de la mente de Lovecraft.
Sí, tiene esa extrañeza que emanan las páginas de La invención de Morel, esa opresión claustrofóbica de Bartleby el escribiente. Tiene esa manera nueva de contar de Cortázar y Felisberto. También está el conejo de la Alicia de Lewis Carrol, que parece un guía por esa casona en penumbra, lugar de maravillas donde el tiempo pierde su textura de reloj cansino.
Es de lo mejor que he leído en mi vida, ya Fuentes con esta obra pertenece a mi santuario.
Y lo turbio, sí, dije lo turbio. Pocas obras que no sean impuras hay buenas. Es uno de los relatos más sórdidos y turbios que he leído. Erotismo de gozo y dolor.
Novela gótica.
Novela de realismo mágico.
Novela que te atrapa y no te suelta, hacía meses que no leía tan rápido. Suspense y lírica.
Como tengo por costumbre no te haré una sinopsis, pues ya hay reseñas en la red que puedes leer, google te lo pone fácil. Ya sabéis que uno de los lemas de Manicomio es: háztelo tú mismo.
Dice Goytisolo en las páginas que comentan esta obra que Cumpleaños ha de ser leída para comprender mejor Aura, ya que Aura a su vez explica Cumpleaños. Así lo haremos, Fuentes se lo merece, eso y el ocupar su sitio Mayor, pero siendo leído.
Obra mayor, obra maestra. Gracias, Fuentes.
Leed Aura.
Leerás Aura, y probarás lo que es bueno. Y sentirás el tiempo consensuado derrumbarse para dejar paso a la eternidad donde las buenas obras permanecen.

 Coda

Aura. Carlos fuentes.
No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir. Una vida, un siglo, cincuenta años ya no te será posible imaginar esas medidas mentirosas, ya no te será posible tomar entre las manos ese polvo sin cuerpo.