miércoles, 10 de agosto de 2011

Las benditas cocineras y los malditos bastardos


Yo nunca me aburro.(link)
Si acaso me angustio, sí, como en la viñeta de Maitena.
Y yo al menos aquí, en esta ficción que te ofrezco, soy un tipo bastante inteligente. Luego la realidad no, eso es otra cosa, la realidad es un laberinto con varias salidas y esta imposibilidad mía por llegar a ellas, en realidad soy bastante torpe. Todo un cretino.
Así que al menos una cosa sí es cierta: me angustio.
Y no me aburro. Hay bastante donde elegir fuera de uno, y dentro qué te voy a contar yo que nunca te haya contado, que aunque no soy de dormir mucho sí soy de soñar de sol a sol.
Ayer, cuando volvía del cine, desde el autobús miraba los edificios de la calle Segovia y del paseo de Extremadura e imaginaba cómo se viviría ahí dentro, y me hacía una ligera estampa y un intenso ambiente con todo lo que ello conlleva.
Decidí bajarme del autobús cuatro paradas después, sólo por andar un poco más hasta casa. Después de vivir en una decena de casas en tan sólo diez minutos, sentí una angustia atroz, sentí que podía caerme en cualquier momento en una grieta de tierra que se abriría, o que iba a echarme a volar por tener la imaginación tan inflada como un globo.



Luego, por la noche, dí buena cuenta de Entre parénesis, de Roberto Bolaño. Un puñadito de artículos, la entrevista Estrella Distante del final. En la radio, después de un poco de rock, en Radio 3 emitieron buen jazz.
Al menos me alejé de mis neurosis, y reí con ciertas ocurrencias del guasón de Bolaño.
Pasaré a comentarte qué tal estos días.

Viernes

Después de tomarnos unas cervezas de esas que tienen ellos, los Tipos Infames, bajamos por Fuencarral y Carretas para, involuntariamente, caer como si nada donde la Spanish Revolution. Teníamos, eso sí, pensado en ir a ver cómo seguía el fantasmal centro del centro.
Justo fue llegar nosotros, justo corrían los indignados a Sol, abiertas ya sus entradas (o salidas)
Ya el día antes me había paseado yo por ahí, después de unas pintas y unas cañas por La Latina. En Sol no había ni un alma el Jueves, nunca ví tanto furgón policial junto. En la entrada (o salida) de la calle Mayor, algunos curiosos como yo miraban el fantasmal centro del centro, donde el km 0, allí donde comienzan los caminos. Un hombrecillo repartía propaganda para un puti-club cercano, le daba igual la mano que cogiera el folleto, hombres y mujeres por instinto de paseantes aceptaban el papel con su anuncio de sensualidad y carne.
Me metí por Arenal para llegar a Preciados. En esta entrada (o salida), además de tres curiosos -yo entre ellos-, un par de indignadas jaleaban a los policías.
El Viernes más allá de las 10 p.m., ya te digo, volvió todo a la normalidad de las semanas anteriores. Bajando por Carretas se oyó el fragor de la carrera y el griterío celebrante: ¡ha salido el sol! Decía alguno.
Muchos de los que regresaban llevaban etiquetas: muy frágil, en sus vestidos.
Mi colega, uno de los akabaos -Comeclavos/CiudadanoQuien- se lió a mandar sms a todos los de clase. Sin embargo, sólo le contestó otro akabao -SumoSacerdote-.
Una hora después, tras un bocata calamares y otra caña, degustando una pinta Guiness donde siempre.
-¿Volvemos?
-No -contesto- yo me tomo otra y me piro con mi hermano, que ha traído el coche.
-Pequeño burgués de mierda.
En lo que tardo en tomar la segunda pinta escucho la conversación de mi hermano, hablan de cartas, de timbas. Mi hermano es un tahur. A mí, cuando jugaba hace años y les sacaba los cuartos a los amigos de mis padres allá en Cadalso, me llamaban El Potroso.
En estos días tiento a la suerte otra vez, ya que dicen las predicciones astrológicas que Júpiter deambula por mi signo.
Te diré cómo.

Sábado.

El Sábado por la mañana lo dedico a las labores de las personas adultas:
Desayunarse.
Leer el periódico.
Echar al Gordo de la Primitiva.
Comprar tabaco.
Al menos, eso era lo que veía yo cuando niño, lo que me llamaba la atención de la gente mayor. Yo quería ser mayor para fumar, leer el periódico, y beber güisqui. Mis padres, todos los viernes, se iban con los amigos a echar la quiniela. Luego supe que se iban a un bar de la calle Tembleque a beber cañas, y de paso, la quiniela. Nunca les tocó nada. También echaban la Primitiva. Millones a veinte duros, cada semana, jugando a la lotería, la Primitiva. Pues qué baratos, los millones, decía la madre de un amigo de clase.
En la última semana estoy echando a todo: bonoloto, primitiva, euromillón, gordo ...
Tentando a la suerte así, ya que Júpiter me traerá la fortuna.
También leí que Marte se está paseando estos días por mi signo, por lo que mi alma será campo de batalla, la lucha tendrá sentido, ya que de entre todas las dudas las únicas certezas se impondrán.
Y así ha sido.
En estos días estoy escribiendo mucho, la verdad es que no le encontraba ningún sentido, pero era ponerme a ello y salírseme las ideas y las imágenes por sí solas. Entonces era cuando llegaba el sentido, el tiempo recobrado, la meta en cada instante, todo este presente que nunca se acaba. Es una de mis grandes certezas: la ficción. Generadora de heridas, cauterizadora de otras. Yo soy yo y mis fabulaciones. Todo en la vida es fábula: pesadilla o cielo, pero fábula. Un caótico berenjenal de sinrazones donde el sentido lo pones tú con tus certezas, porque quizá el sentido que te quieran imponer otros te quede tan pequeño que te asfixie o te quede tan grande que te pierdas, ¡oh, fábula! Juego de roles, arcanos que resolver hacia la consolidación del arquetipo en que tú actúas. Búsqueda incesante, lucha interior, Juan Eduardo Cirlot, marciano, lo sabía muy bien, nacido bajo el signo de Aries, regido por Marte. Ejemplo de ello es su lírica épica y mística.

Estoy en un espacio que no puedes
abrir con los espinos de tus manos
humanas, temblorosas.
Yo destruiré las redes
de todos los arcanos y las rosas
tenebrosas.

Retornaré al pantano gris
y volverá el instante lis
de envolverte en mi luz
más allá de la torre y de la cruz
con relieves,
para que tú me lleves al lugar
en que nunca nos podrá separar
ni el filo de una espada,
ni la doble amenaza de la nada.

Algo me está buscando entre las hierbas
azules de otra vida.

Algo como una imagen sacramento,
como una niebla de temblor.

(Juan Eduardo Cirlot)

Pero volvamos al centro del post, que por cierto, va sobre cine y sus fabulaciones basadas en hechos reales.
Por una parte tenemos Julia & Julie, la historia de dos cocineras reales. Sin embargo les sale su historia como un hermoso cuento. Una peli muy recomendable.



Julia se va a vivir a Francia con su marido, y aprende a cocinar para ocupar su tiempo, que siente tan vacío. Es una mujer sin complejos, expansiva. Publica un libro de recetas y se hace famosísima, como una pionera de arguiñanos televisivos.
Luego está Julie, que se va con su novio a vivir a un barrio cutre, de ambiente desolador. Es funcionaria, atiende el teléfono de asistencia para afectados del 11-S. Por las tardes no sabe cómo ocupar su tiempo, tan vacío. Al igual que la otra se hace cocinera, y como mandara el sabio Ezra Pound, van como una plaga contra el aburrimiento del mundo. La otra escribió un libro, esta se hace un blog.
Interesante ..., mi linda muchacha se hace un blog, donde publica en forma de diario una receta al día del libro de la otra. Se lo impone como un reto. 365 recetas. Luego ahí lo cuenta todo, cómo le va con el novio, cómo le salen los guisos. Es gracioso ver su tristeza porque nadie comenta sus entradas. Un día recibe un comentario: de su madre, que arremete contra su nueva manía bloguera. Luego, la verdad, tiene bastante éxito, publica sus entradas del blog en un libro y le hacen una película.
Las dos actrices están muy bien, Meryl Streep como la expresiva y aparatosa Julia y Amy Adams como Julie, que me rocordaba a tí en tus ojos claros, tus gestos felinos, y ese carácter entre la fragilidad y el temperamento.
Las dos atractivas amigas con las que fui salieron de la filmoteca con ganas de cocinar. Hambre no teníamos, ya habíamos tomado unas tostas y unos postres donde las mantequerías de siempre, en este gastronómico y etílico Barrio de las Letras. Pasó una cosa extraña, que para mí no lo es tanto. Entramos y estaba vacío. Un cuarto de hora después ya estaba lleno el garito. Así pasó el Viernes, por cierto, llego yo, indignado, a Sol, y enseguida se me llena todo de indignados. Allá donde vaya, atraigo multitudes.
Así que después del cine fuimos a una tetería, donde yo me tomé dos grandes jarras de cerveza, tanta era mi sed. Una se tomó un mojito, la otra un té. Charlamos sobre signos astrológicos y sobre cartas astrales. La una leo, la otra cáncer pero de ascendente leo, yo un pececillo bastante felino, gatito persa. Junto a la calle del León. Cerca de la calle del Príncipe. Semuá.

Domingo



Día de las mujeres en camisón. Salgo por la tarde, algunas mujeres van en camisón. En el autobús me enamoro de una que va delante de mí, que viste su camisón color crema, es muchacha carnal, muy sencillita, imagino un otoño con ella tomando té y escuchando nocturnos de Chopin. Bajo del autobús, por las calles del centro me viene una sospecha, otras mujeres van también con su camisón, más o menos cortos, más o menos transparentes.
Por la noche, en casa, liando cigarrillos con el tabaco que compré el día anterior cual persona madura después de jugar al Gordo de la Primitiva, me veo los dos capítulos de Camelot. Ahí también van todas en camisón. Algunas también van desnudas. Sin embargo por la calle no iban así. Sería demasiado sospechoso, está bien eso de vivir en la fábula, pero no tanto. Demasiado para mi neurosis todos juntos: Merlín, Queen Ginebra, King Arthur, Prince of LucheFloyd, y mi Fata Morgana, mi Eva Green, mi hada en camisoncito. Eva Green está perfecta como hada Morgana, con su belleza misteriosa en camisón todo el día (link), a veces hasta sin él.

Martes

Ayer me fui solito a la filmo a ver Malditos Bastardos, la única tarantinada que me quedaba por ver.



Soy fan de Tarantino, sí, Tarantino ya es una marca desde hace años, y todo lo que lleva su etiqueta me gusta. Repite su virtuosismo en el montaje, sus golpes de ingenio, sus obsesiones, sus típicos personajes, la ultraviolencia, el humor negro, el gusto por el revival, el homenaje contínuo a los que él considera sus maestros.
El otro día me lo decían unos amigos tomando unas cervezas y raciones en las terrazas de la ribera del arroyo Luche:
-Te pareces a Tarantino.
-Vale.
-También te pareces a Iker Jiménez.
-Hijos de Barrabás.
 No sólo en el careto, también me parezco a Tarantino en que me repito más que el ajo tierno para el pan tumaca. Uno encuentra su estilo, asume sus obsesiones, se fascina por las mismas historias, se lía a crear, los Beatles soy yo, decía McCartney cuando le reprochaban que se repetía desde hacía décadas.
Cada cual tiene su fórmula, su marca, la máscara donde jugar a estar vivo.
Desde el primer minuto, en los títulos de crédito, uno reconoce el mundo de Quentin, donde es tan fácil matar y morirse, pero de risa y de asombro.
Al contrario que la película Julia & Julie, Malditos Bastardos no está basada en sucesos reales, aunque su contexto sí lo sea. Tarantino juega con la Historia, la cambia a su antojo, sin respetar a los personajes reales que la conformaron. Así se carga a Hitler, por ejemplo, supongo que por el mero placer de hacerlo él solito con su ingenio. Y todos le aplaudimos por ello al terminar la película.
Aquí se carga Tarantino hasta al apuntador. Como en las viejas pelis del Oeste, a las que homenajea.



En mí tiene Tarantino tiene un incondicional, así que espero más de lo mismo para la próxima, ¡oh, fabulador!


Coda

Nunca he tocado nada de lo que
tú eres.

Estás como una idea en un instante
puro.

Clara en tu firmamento de firmeza
blanca.

Desnuda Bronwyn, llámame, ya voy;
caigo.

(Juan Eduardo Cirlot)














viernes, 5 de agosto de 2011

Otro cuento chino y una boda en Sevilla



Las Bodas de Fígaro
Aquí me hallo, escuchando el aleteo de la música de Mozart al pasar, pues dicen que es remedio de males varios, del mal del alma sobre todo.
De hoy no pasa, y este post debería haberlo publicado hace semanas.
Con la asistencia a Las bodas de Fígaro reciente, en el Teatro Real, escribí esto, y luego decidí hacer un post que reuniera tabién el Turandot, de Puccini, por alcanzar dos pájaros con tino:

Hace dos viernes estuvimos en el Teatro Real degustando Las bodas de Fígaro, de Mozart. No he hecho post sobre ello por pura pereza. En el gallinero, vimos la representación a veces sentados y a veces de pie. Yo permanecí casi todo el tiempo de pie, por sentirme Salieri en la célebre película.
Algo de medicinal tiene la música de Mozart, yo me sentía después más sano, más vital, más liberado. Su música es como un pájaro medicinal que entrando por los oídos se queda un tiempo en el alma, ¿hasta cuándo?
Luego fuimos a cenar al Gino´s de Arenal, y los varones asistentes baboseamos al mirar las piernas de las muchachas de pantalón corto o minifalda.
Hablamos, cómo no, de Literatura, y cayó otra vez el nombre de Ramiro Pinilla: La Higuera, Antonio B. el Ruso ...
Animado por la embriaguez que da Mozart sumada a la que dan la cerveza y la sangría hablé mal del Ulises de Joyce: si le quitas algún capítulo no pasa nada. Luego, cuando les escribí para rectificar diciendo que sería un crimen arrebatarle al libro cualquier capítulo pero que sería más saludable para la obra quitar la mitad de las páginas de muchos capítulos, uno de ellos, el único incondicional de la obra, escribió que en ese momento sintió ganas de hacerme cositas muy feas.
Después de la cena cambié de amigos y me fui al Bringas a tomarme unas pintas. Luego estuvimos en un garito en la calle Toledo, donde quise entablar relaciones con una monumental africana -me ofreció sensual su mejilla, o yo se la tomé con toda mi desvergüenza- y una guapísima sudamericana. Llegué atraído por el movimiento de caderas al son de la música de Shakira, vestían unos apretados vestidos que a duras penas aprisionaban sus curvas venusinas. Pero iba con ellas una gorila -de verdad que era tan grande y fea como un gorila- que me gritó en lo mejor del flirteo: ¡oye tú que están casadas!


Aquí el aria que mas me gustó de Las Bodas de Fígaro, que suceden en Sevilla, aunque allí todos canten italiano:



Turandot
Y ahora vamos con el otro cuento chino, Turandot.
Hacía meses que no veía a una amiga, y me escribe y me dice: te invito a la ópera y así nos vemos. Cómo negarse a esto. Sin embargo, la ópera era gratis, en el Centro Cultural Moncloa, interpretado todo por unos jóvenes que nos hicieron pasar una tarde fabulosa.
Luego tomamos algo por Argüelles.
Ya de noche, solo, decidí pasear la calle Princesa en vez de coger el metro, sólo por el placer de pasear y mirar edificios, viandantes. Sentí algo parecido a la felicidad. Yo me acordaba de Umbral y de sus días felices en Argüelles. Todo aquel pasado se hacía presente en mis sensaciones, ese cierto misticismo umbraliano, que ya se me quedó para siempre ...
Como ya te conté hace meses cuando fuimos a lo de Boccanegra (link), mi oido para la ópera es muy duro. Sin embargo Turandot me gustó enterita, no tanto el personaje Turandot como la ópera en sí. Es que Puccini, así como Rossini, son tan fáciles que hasta un lego como yo puede estimarles. Nessumdormas aparte, todo ahí tiene la delicada y exótica belleza de un mirar rasgado que te rasga los ojos del sueño.
Es como un cuento maravilloso, de esos de Grimm, Perrault, Andersen, con su parte de crueldad y su parte de maravilla. Y con su guinda de felicidad.
Turandot es cruel y bella princesa, que quiere vengar la afrenta de otra princesa, antepasado suya, que fue violada por un extranjero. Así pues, a todo aquel que tiene intención de pedirle matrimonio, ella le impone tres interrogantes, que si no son resueltos, tal osadía de querer matrimonio será pagada con la muerte.
Hasta que llego yo, príncipe de Persia, gatito ronroneador que a tu falda se acomoda, gatito persa sedentario entre almohadones. Así que no confundirme con Jerjes, el otro príncipe persa, pues él era un ambicioso guerrero y yo no soy más que un perezoso gañán sin ambiciones mundanas, tan sólo tú, mi Turandot, tan sólo mi ambición mi Turandot entre almohadones.
Y digo miau y maullo las respuestas acertadas, la esperanza, la sangre, Turandot, que cuanto más fría es más ella quema.
Y mi linda Turandot que no, mi ninfa gata que rehúye al gato Apolo gata Dafne en su roll de Turandot.
Y digo miau y maullo yo una prueba: yo moriré si adivina mi nombre. Yo, que soy yo y mis heterónimos. Tú: mi Turandot, princesa cruel que no quiere mi abrazo, pero sí mi nombre.
Nadie, en este manicomio dormirá entonces, y todos cantarán el celebérrimo nadie duerma, nessun dorma. Todos: Carreras, Pavarotti, Domingo, Bocelli, un tal Paul Potts, y hasta unos heavys: los Manowar:



El nessun dorma es como el hit number one de todo tiempo.
Y todo, ya ves tú, porque me huyes.
Así de importantes somos, tú: mi Turandot, yo: tu gato persa.
Centenares de tenores y señores que nos cantan.
Que no duermen, nadie duerma, nessun dorma, tan sólo por el aria de esta eterna noche, oscura noche del alma.
Noche en la que tú me matas cada vez que me nombras, y matas también a todo aquello que a mí no me nombra.
Hasta que digas: Amor, ese es tu nombre. Entonces amanece, y sí, mi nombre podrá morir, pero tendrá sentido, Quevedo lo sabía (link) , y Sabina también, porque amores que matan nunca mueren.
Porque yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí, y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.
Muchacha de ojos tristes ... Mi Turandot, tú: mi tristeza.



El caso es que ella dice: Amor, ese es tu nombre, y entonces todo el manicomio con sus cuentos chinos canta el nessun dorma, nadie duerme, todos se emborrachan, arman la gran orgía del siglo, perdices escabechadas comen, etcétera. Ah, y viven muy felices. Por siempre.
Amen.



Y luego me pedirás que te cuente un cuento, ¡un cuento chino, te voy a contar!

miércoles, 3 de agosto de 2011

Los Persas, de Esquilo (y de Francisco Suárez/Jaime Siles)


Otra larga introducción
Anteayer, recién finiquitaba el artículo anterior, nos vino uno de esos vientos cierra puertas; había llovido algo en Madrid, poco, toda la tarde había estado encapotado, y al volver a casa sobre las 23h, el cielo se rasgaba las vestiduras con el relámpago de sus manos eléctricas.
La tragedia clásica es como la tormenta de verano, un sollozo catártico que eleva. Sin embargo, ya te digo, ayer se quedó en amenaza.
Soy lector habitual del Antíguo Testamento. Sólo me queda por leer algunos libros históricos y algunos textos proféticos pequeños. Releo mucho. Todas las semanas.
Para quien le guste la Literatura de verdad, en La Biblia hay un gran caudal de metáforas y símbolos. Los libros proféticos sobre todo, Oseas, Ezequiel, o Isaías, magnífico potencial de imaginería literaria.
Ahora estoy con el Libro Primero de los Reyes, los hijos de Salomón, hijos de David, toda su descendencia díscola y afín a otros dioses. Judá e Israel se separan, los profetas son como bardos que usan la poesía como medio para decir los pecados y males que acaecerán. Están en contacto directo con Yahveh, son los elegidos para transmitir su ira, su amor y su perdón mediante imágenes simbólicas, como luego hará Jesús de Nazaret. Podemos considerar, además, el Apocalipsis de San Juan como otro libro profético, sobre todo a lo que supone como tesoro literario.
Vean si no un fragmento del libro de Oseas en mi jardín. (link)
Por aquellos siglos, más al Oeste, en Grecia, otros dioses con otros mortales se lo montaban a su manera, pero con ciertas similitudes. Los dioses también se enfadaban por la impiedad y maldad de los humanos, así también los premiaban si eran buenos y leales. No había profetas, pero sí oráculos, que venían a jugar un mismo rol. Seamos concisos: un profeta como intermediario entre lo humano y lo divino se servía de oráculos y sueños para conocer la opinión e intenciones de Yaveh, mientras que en Grecia era el adivinio el intermediario. Pero, por ejemplo, el griego Tiresias, adivino e intérprete de la voluntad divina, no tenía la importancia de un profeta, tan sólo era un mero intermediario. Si, en donde las tribus de Israel, cada profeta tuvo su libro, por lo que era personaje principal, en los libros de mitología griega los intérpretes no pasaban de ser un personaje secundario, o para ser justos una figura poética.
En los dos casos, cuando sucedía una catástrofe o se perdía una batalla, la culpa no era ni de la naturaleza inconsciente ni de la incompetencia de un bando, eran los dioses los que decidían el destino, los que tenían la última palabra.
Simbólicamente, Yahveh tenía su amada, Jerusalén, que tomaba la personalidad del pueblo de Israel, y según se portara Israel, así Jerusalén era o novia o prostituta. Yahaveh escogía de entre su pueblo a hombres más o menos justos -singular el caso de Jonás- para dar a conocer su ira, su perdón y su amor. Los libros proféticos en particular, así como todo el Antíguo Testamento, es una historia de amor y celos entre un creador y su criatura. Recuerda el mito griego de Pigmalión y Galatea, aunque Pigmalión fuera humano y necesitara una diosa, Afrodita, para dar vida a su obra.
(Así yo también yo hoy soy como un pequeueño pigmalión que necesitara de la ayuda de Afrodita para dar vida a su vida, con amor, hijitos, con mucho amor hemos de crear nuestras obras)
En lo que a la mitología griega toca-luego a la romana, y con influencias mil de Asia-, muchos dioses había, protectores y destructores, cada cual con su idiosincracia. Y los dioses se relacionaban con los humanos, llegaban a hacerlo carnalmente. Se conocían. Los dioses se convertían, tomaban la forma que les diera la gana para bajar a esta tierra. Cada lugar y situación tenía su dios.

Democracia y tiranía en Los Persas
En Los Persas, de Esquilo, tenemos como dioses principales a Ares -dios de la guerra-, a Neptuno -dios del océano-, a Atenea -diosa protectora de Atenas, capital invadida por Jerjes-.
De este modo, no fue la incompetencia de Jerjes o su ejército lo que hizo la tragedia, si no Jerjes no sería un héroe trágico. Fueron los dioses. En la tragedia clásica hay un conflicto no entre el hombre con el hombre, o consigo mismo, sino con los dioses. Y con las ideas.
La idea que se defiende en Los Persas es la democracia. Atenas, protegida de Atenea, es la ciudad que representa la democracia, sus guerreros son hombres que viven en libertad, no necesitan un tirano para luchar bajo su yugo -la madre de Jerjes se sorprende cuando se entera que el ejército de su hijo ha perdido contra un ejército sin rey-. Jerjes representa la tiranía.
Los Persas, de Esquilo, es la guerra de la tiranía contra la democracia, no viceversa. La tiranía intenta invadir a la democracia, pero esta, protegida de Atenea -diosa de la guerra y la sabiduría-, vence porque quien la defiende no es un tirano con un ejército con mil naves, si no hombres libres, aunque sólo tengan trescientas naves.

Una pueta en escena contemporánea
De este modo, Los Persas no han pasado de moda, ya que el tema de la tiranía versus democracia llega hasta hoy, es actual.
Por eso aplaudimos esta representación en el Teatro Español por Francisco Suárez y con texto adaptado por Jaime Siles, por esa adaptación al hoy, con personajes de hoy. No en el texto escenificado ni en los personajes, si no en la ambientación de la obra. (link)
Los del público nos sentamos a un lado y otro del escenario. A izquierda y derecha, dos pantallas grandes, con imágenes y títulos que mencionan ciudades y fechas.
Las últimas revueltas por la democracia: Egipto, Túnez, Argelia ... y Gadafi como el tirano de hoy.
Una puesta en escena soberbia, donde estas imágenes se unen a una música a tono, adaptándose todo muy bien al texto, actualizándolo, haciendo que cobre la tensión necesaria para que el público tome conciencia de que no está disfrutando una obra de la antigüedad, si no de que está siendo testigo de algo que está sucediendo hoy.
Atenas sigue protegiendo no sólo a Atenas, si no a Europa, hija intelectual de Atenas.
Los pueblos de África y de Oriente también buscan tu protección, ¡oh, diosa!
Somos hombres y mujeres libres, pese a todo. O si no, aprended a serlo, sólo os lo impide el ideólogo de turno, pero los ideólogos no son dioses, que no, las ideas han de estar al servicio del progreso humano, no lo humano al servicio de una idea que un día parió un señor muy inspirado sedentario en su despacho con sus libros. Así parimos ideas todos, hasta yo mismo.
Diosa de la sabiduría peleona, no nos abandones.
Y tú, oh, Venus, traenos la paz (link).

Un razonamiento lógico
Últimamente nos encontramos a Jesús Noguero -aquí mensajero- y a Críspulo Cabezas -aquí Jerjes- en todas las adaptaciones literarias que hemos visto. Y que sea por mucho tiempo, ya pueden adaptarnos en teatro Los Hermanos Karamazov, que si están ellos, seguro que sale bien.
Fuimos algunos de los akabaos, aunque uno se quedó en la puerta excusándose con un razonamiento lógico.
Cuando uno va a un restaurante y pide un plato, si el plato no está bien porque la carne está poco hecha, demasiado salada, o en mal estado, se le cambia por otro, se vuelve a hacer el plato, se devuelve el importe.
¿No debería ser así también en teatro? Uno va a ver Los Persas, y si los actores trabajan mal o el texto está mal adaptado, ¿no deberían comenzar de nuevo para el respetable? Si no es posible, que devuelvan el dinero. Así también con los libros. Vas al CorteInglés, o a la Fnac, o a la Casa del Libro, te compras una novela erótica, comienzas a leer, tiene menos de sexy que el baile de la sombra de Darío en Los Persas, vuelves al comercio y dices al librero: oiga usted que esto no me pone, que o me lo cambia por otro o me devuelve el dinero.
Así que nos dijo:
-Yo, si no la dirige el propio Esquilo, no voy a verla.
Los que la vimos quedamos satisfechos y vimos nuestro dinero bien gastado.
Ya sentados en las butacas, vimos en el programa que trabajaba Alicia Sánchez, la de Furtivos, dije yo, y me acordé de Vainica Doble, que hace la BSO. He confirmado que la dirigió Jose Luis Borau, y no Jaime de Armiñán, como les dije, lo que dio pie a que les hablara de una novela leída hace años, Los Amantes Encuadernados.
Algo singular, llamativo, fue el baile que se marcaron, por separado, la sombra -o el fantasma- de Darío, y el propio Jerjes. Algo orientalizante.

Relectura
Leí las obras completas de Esquilo hace ocho o nueve años. Mis tragedias preferidas son Prometeo Encadenado, Los Siete contra Tebas, y el ciclo de La Orestiada.
Recuerdo la tarde que las compré, junto con las obras completas de los otros dos grandes trágicos griegos: Sófocles y Eurípides. Las tres editadas por Edaf, con introducción y notas de Luis Alberto de Cuenca las tragedias de Esquilo y Sófocles, y Carlos García Gual en las de Eurípides.
Debería recuperar aquella sana costumbre que tenía entonces, que fue la misma que mantuve en los meses en que leí Ulises, de Joyce. Leía cada tragedia entre novela y novela, como hice con cada capítulo de Joyce. Es un buen método de lectura si se quiere leer todo el teatro de un autor, o una obra difícil como Ulises.
Releyendo Los Persas, me he dado cuenta del amor con que subrayaba por entonces. De esta manera, también, me he rescatado a mí mismo.

Darío
[...] Y vosotros, ancianos, salud, y aun en los males mismos, dad el alma a la alegría, mientras el día luzca para vosotros; que las riquezas de nada aprovechan a los muertos.
(Húndese la sombra de Darío)
(Los Persas. Esquilo)

Coda

Marte, que trae la guerra, de Gustav Holst

lunes, 1 de agosto de 2011

Jerjes o el antimito gilipojuvenil



Los mitos gilipojuveniles
Un mulato, un albino, un mosquito, y mi líbido. Hola, ¿estás deprimido?
Con estos versos se hacen los buenos mitos, con esto y con palmarla con 27 núbiles añitos, buenos mitos gilipojuveniles.
Con mis sempiternos 19 años aún me queda para tener la posibilidad de cortarme las venas con el vinilo long play El viaje de Copperpot de La Oreja de Van Gogh. O de sobreconsumo de estupefacientes leyendo las obras completas de Azorín, luego vomitándolas y muriendo asfixiado.
Cuando, biológicamente, cumplí los 27 hace ya 11, pude hacerlo como cualquier hijo de vecino. Entonces hoy sería un santón para las nuevas generaciones, mi linda estampa en pancarta alzada por las graciosas manitas de adolescentes indignadas, hoy, ay.
Vendrá el 20-N y España será de derechas, hoy, ay.
La gente me citará a mí, al suicida que murió por amor cual personaje de Murakami way of life. Morir de amor es una chorrada, Perales (link) y Bosé (link) cantaban esta dulce muerte, Goethe también lo hizo haciendo moda (link). La gente se nos moría que daba gusto, los enamorados. Quedaba muy romántico. Hoy ya nadie muere de amor, hoy, ay.
Así comencé un post el Sábado.
Este Sábado me pasé la tarde escribiendo mis memorias. Mis memorias como introducción al post que os debo sobre las dos óperas que ví recién nació el Verano. Narré mis 27 años como muestra de antiglamour. Si no te mueres joven no hay glamour.
Me salió una introducción demasiado larga para hablar de ópera. Así que como tiene más que ver con el tema de los héroes Jerjes el persa, hijo de Darío -y vergüenza de su sombra, o su fantasma-, hablaremos de la última obra de teatro que ví.
El calor y la pereza no combinan bien. Este Sábado, a punto de terminar la larguísima introducción para el post: Otro cuento chino y una boda en Sevilla, dedicados a las óperas Turandot y Las bodas de Fígaro, lo dejé todo y me fui al barrio de las Letras a comer tostas y beber cervezas.
Ya te escribiré sobre esto. La introducción no. Está bien por si algún día me da por envejecer y echar la vista atrás. Pero echar la vista atrás cada vez me gusta menos, prefiero ensoñar sin complejos un futuro surrealista, daliniano, en el que los relojes se desinflan mientras las venus mantienen su lozanía. Para siempre.
Así que echemos un último repaso a algunos mitos gilipojuveniles. Macho, o macha, vive despacio, muérete tarde, y harás la verdadera revolución, la que merece la pena.
Que Janis Joplin se nos fuera tan pronto no le sirvió de nada, sólo fue un regalo para los mercaderes de siempre. Nosotros hubiéramos preferido un puñadito más de canciones como Piece of my heart:



Hendrix, el gran Hendrix de los solos de guitarra. Nada. Prefiero colgar una foto de Frank Zappa, que también hacía lo suyo con la guitarra y vivió unas cuantas decenas de años más.



Zappa opinando sobre eso
de morirse joven
Así que de Amy Winehouse mejor no hablamos, ¿vale? Y así cantar todos juntitos, con los Def Con Dos eso de el rock and roll no es ningún funeralodio a los mártires del rock:



En Literatura hay buenos ejemplos de estos mártires gilipojuveniles, pero no me mencionen a Rimbaud, que aunque todo lo escribió siendo mocito, luego tuvo su vida larga y pendenciera.
En otra ocasión hablaremos de este tipo de literatos, o mejor, díganle a Vila-Matas que escriba un libro sobre el tema, que se le dan muy bien las taxonomías para letraheridos.

Jerjes versus Alejandro

Alejandro Magno, que fue todo un icónico Che Guevara para sus contemporáneos, sería un equivalente a estas majestades rockeras, pero en el bello arte de la guerra. Vivió deprisa, murió prontito, y su bonito cadáver pasó de ególatra en ególatra como ejemplo a seguir. Todo lo conquistó, todo lo tuvo. Y va y se nos muere de una mala resaca, como los rockeros de esta edad eléctrica. Según una de las versiones.
Jerjes I, hijo de Darío -y vergüenza de su sombra, o su fantasma-, sin embargo superó los cincuenta y fue excusa literaria para exaltar la gloria del ejército enemigo.
Él decía que era culpa de los dioses, no reconoció sus propios errores, se cargó lo más florido en varones de Asia llevándoles a hacer la mili a Atenas. Él lo miraba todo desde un monte, y no se le ocurre otra cosa que rasgarse las vestiduras admitiendo la catástrofe bélica.
Y digo yo que, ¿por qué Shakira, si Piqué falla un gol, no hará lo mismo? ¿Y Sara Carbonero, no podría hacer otro tanto si le meten un gol a Iker Casillas?
Dejo estas preguntas para la reflexión, mañana os hablaré de la obra Los Persas, de Esquilo, que fuimos a ver al Teatro Español hace dos sábados.
Por hoy ya basta, esto sólo era una introducción.