martes, 28 de diciembre de 2010

Rutinas navideñas (III) La inocentada de todos los días.


Tres magos de oriente, hechos los horóscopos, fueron siguiendo la estrella guía hacia el lugar donde había de nacer el mesías anunciado por los profetas.
Herodes el Grande les invitó a palacio y preguntó el motivo de su pasada por los caminos de su reino, y siendo informado, celoso quizá porque no era él el mesías anunciado o miedoso porque el nuevo rey le arrebatara el poder, aviesas sus intenciones, les dijo que cuando le encontraran se lo hicieran saber para ir él también a adorarle.
Un ángel en sueños andad con cuidado dijoles.
Pasando de largo largaron a oriente los magos.
Furioso el rey Grande matar ordenó a infantes infanticida.
Soldadesca dantesca mató exterminó tiernos brotes de futuros frutos.

"Una voz se oyó en Ramá, llanto y gran lamentación: era Raquel que lloraba sus hijos, y no quería ser consolada, pues ya no existen" (Mt 2,16-18).


Cantó así el profeta Jeremías, predijo, y escrito así según Mateo santo evangelista.
Luego alguien tuvo la idea guasona de celebrar el día haciendo putaditas al prójimo. Hasta los medios, sobre todo en fútbol, lanzan graciosidades varias.
Yo mismo he sido víctima y verdugo en tal día, Herodes o niño, según.
A buen seguro, Herodes sufría de paranoia, cientos de pequeños eran regicidas en potencia.
Luego tuvo tres hijos llamados igualmente Herodes, uno de los cuales, Herodes Antipas, le salió lujurioso, ya que la hija de su esposa que era la esposa de su hermano la esposa no la hija le hizo un día un streaptease bailón enseñole el culete y Antipas se puso cardiaco y dijo a la chica oye pide lo que quieras que te lo doy la mitad de mi reino y ella aconsejada por la maliciosa madre osea la esposa de Antipas osea que era su padrastro le dijo la cabeza de Juan que bautizaba y decía las verdades oye tú Antipas no puedes estar casado con la esposa de tu hermano.
Y eso, a Herodías, no le gustaba, pues no le gustaba Herodes el hermano de Herodes y no confundir con Herodes pues el padre Herodes tuvo tres heroditos.
La de prensa rosa que se vendería y especiales Sálvame deluxe se harían hoy en torno al escándalo de los herodes y la Herodías. Herodes, los herodes, serían cual los Matamoros Brothers in the night televisiva, brother.
Pena de muerte a un hombre que ejerció libremente el derecho a la libertad de expresión, pena de muerte por un chochete, por dos: el de la madre, y el de la hija.
Así funcionó el mundo antes, entonces, después, hasta llegar a hoy, donde inocentes siempre, nosotros, por los caprichos y paranoias de los que tienen el poder.
Manteneos siempre en el lugar de los niños y los profetas, pero nunca, nunca, donde los gobernantes.
Y, si sois reyes, sedlo magos, majos y majas, llevad a los niños que son todos promesas de nuevos mesías el oro de la claridad, el incienso de la esperanza, la mirra de la alegría.
Seguid pues la estrella de vuestra intuición y si uno de esos que maneja el percal os dice: ¿hacia dónde? Mentid, pasad de largo, seguid la estrella vuestra sin atender los reclamos de los herodes de hoy, infanticidas de la ilusión, abortadores de todo fruto.
E inocentadas las justas. Pero no menos, que un petardo a tiempo nunca está de más.

A la puerta de mi casa
voy a poner un petardo
pa reírme del que venga
a pedir el aguinaldo
pues si voy a dar a todo
el que pide en Nochebuena
yo sí que voy a tener
que pedir de puerta en puerta

domingo, 26 de diciembre de 2010

Rutinas navideñas (II) El despropósito de los propósitos para el año nuevo



Vale, debería escribir antes sobre los aguinaldos, la Noche Buena, los Santos Inocentes ... y ya de paso integrar en estos comentarios sobre las rutinas mis últimas lecturas -cuentos navideños por plumas españolas, Amor y Pedagogía de Unamuno- y últimas películas vistas.
Es lo que me había propuesto.
Nos proponemos hacer algo como si el futuro fuera ya la ilusión de este presente sin pensar que el futuro es otro estado. Nosotros mañana seremos quizá otros: obispos, ministros, prostitutas, lacayos, pajes, mangantes o cabareteras. Quien sabe lo que nos deparará el hado.
Este manicomio es un caos, obligar a mis locos a que sigan un orden cronológico y decente es pedir aguinaldos a misterescrogees. Un orden racional y cartesianos métodos, pedirme esto a mí es intentar sacar moneda de un monedero roto. Se me escapan las pesetas de la razón, ¿a dónde? Por el bolsillo también roto a la entrepierna: razón genital.
Razón genital: pensar por erecciones. Si algo no me pone, como que nada, monada de moneda.
Pero yo había venido aquí a hablar de la psicóloga Cordelia Fine y de los propósitos para el año nuevo.
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Hoy, al igual que ayer y anteayer, ha sido día laborable para mí. Me levanto a las siete después de cuatro horas de un sueño sobrecargado de turrones, langostinos y diversos alcoholes y camino hacia el metro.
(Ayer,día de Navidad, no salía metro hasta las ocho, así que he tenido que ir andando, con un fondo de adolescentes fumando hachís y de jovencitos odiándose a punto de la lucha en la puerta de los pubs. Feliz Navidad, pensaba yo con el frío del amanecer mordiéndome las manos.)
Esta tarde he bajado la dosis navideña, sólo tres cañas con un amigo en el bar del mago, que otra vez nos ha hecho el truco de la propina volando por los aires para caer en el bolsillo de su camisa. Algo así necesitaría yo para mis sueños: lanzarlos al aire para que volvieran a mi bolsillo realizados.
De vuelta a casa, enciendo el televisor para ver cómo celebran la navidad el Luisma y compañía y me encuentro con que en la 2 Eduardo Punset dedica su sabia curiosidad a Cordelia Fine en su programa Redes.
Cordelia Fine nos explica por qué esa rutina de los propósitos para el nuevo año no suele funcionar: sobrecargamos la mente consciente de expectativas, lo que nos crea ansiedad por querer hacerlo todo a la vez, así que no hacemos nada.
En la tele, una chica frente al árbol de Navidad mira los propósitos en forma de tarjeta en vez de campanillas: dejar de fumar, no enfadarme con mi madre, ir al gimnasio tres veces por semana, no comer dulces ... A todos nos ha pasado eso alguna vez.
Prometemos, nos prometemos, defraudamos y nos defraudamos. Ansiedad, baja autoestima.
Cordelia dice que nuestro cerebro no está preparado para hacer varias cosas a la vez, así que esta sobrecarga hace que se bloquee.
Recomienda que nos centremos en un solo propósito, todas nuestra actividad se centrará en este deseo y necesidad, la victoria sobre nosotros mismos así tendrá más posibilidades.
Hace años yo era el tonto de los propósitos diarios. Me gustaba en un papel en blanco planificarme la tarde, el día, la semana, el mes. Actividades y lecturas, con buen orden  e intercalando ensayo con poesía con novela, y dentro de la novela novela de aquí con novela de allendelosmares...
Al final no cumplía nada. Bueno, seamos justos, casi nada.
Si decía: leeré ensayo, luego estudiaré francés, luego después de cenar me pondré con Poe; era muy posible que no hiciera nada de eso y terminara leyendo por ejemplo a Stevenson y escribiendo algún relato redentor. A mí la escritura siempre me a resultado como un bálsamo contra la culpa.
Siempre, con el nuevo año, me propongo ciertas cosas. Al final el perro que uno lleva dentro perrea, ladra algo, mueve el rabo, bosteza, y se pone boca arriba para que le rasquen la barriguita.
Vida perra, quien fuera perro y no persona con propósitos.
Sin embargo, algo se propone este manicomio interior, de este año no pasa ...
Mañana o pasado sí, hablaremos de las rosas púrpuras del Cairo, o de Unamuno, o de todos los aguinaldos que el alma pide a la razón a cambio de algo de lírica e ingenuidad. Pero la razón es tan tacaña, tan misterescrooge...

martes, 21 de diciembre de 2010

Rutinas navideñas (I) La lotería



Pero es que yo no quiero ser rico, no quiero dejar de mirar las ofertas en el supermercado, ni quiero comprar ropitas que usaré sólo una vez.
Yo quiero una casa con azotea desde la que mirar el mundo, tan pequeño. Quiero suicidar mi mirada desde esas alturas, como si fuese de broma, y así poder resucitar para ver el mundo como si fuese un recién nacido, tan extraño.
No, yo no quiero ser rico, lo que yo quiero es algo que el dinero no consigue, aunque el dinero pueda ofrecerme sucedáneos. Sí, yo me gastaría ese dinero en sucedáneos de lo que el dinero no es capaz de comprar.
Con dinero se compra la bisutería que imita el oro que el dinero no compra.
Pero hay algo de mi sueño que sí puede conseguir un premio gordo de la lotería.
Aunque los sueños no se han de decir, si no no se cumplen. Como decía una vecina: los grandes amores y grandes dolores se llevan por dentro.
Y un reino no se conquista con dinero, mis valientes mercenarios, mis aguerridos guerreros sólo necesitan del deseo, del ansia, de la ilusión del reino.
Si mañana me tocara el gordo me compraría una casa de altura para mirar los tejados del sueño.
La habitación principal sería un estudio-biblioteca con puertas correderas de cristal a la terraza. Esa terraza sería una continuación de la estancia principal.
No sería el piso tan alto, tan alto, que las aves no pudieran venir a vigilar tu sueño, cuando vengas a dormir conmigo.
También ha de llegar el ruido de la ciudad, el bullicio de la madrugada laborable.
No tiene por qué ser ajena al trasiego de todos los días una casa de altura.



Tan sólo los suficiente para que podamos vivir con un poco de paz y dignidad, y para ahorrar un poco con intención de invertir en todas esas cosas que despiertan los sentidos con ciertos placeres, que provocan amor.
Seguir buscando los libros de saldo: la sorpresa escondida. Como el libro de Unamuno que leo estos días, en la casualidad de una ojeada apresurada a un revoltijo desaliñado de libros en la puerta de un estanco-librería.
Bocadillos de sardinas, cafés con tostadas en el bar de la esquina, cervezas y cacahuetes.
Lo barato es bueno, lo que cuesta menos a veces es mejor, el otro día cenábamos mi hermana adoptiva y yo en un restaurante senegalés en el barrio de Lavapiés: un tiébou dienne que es un plato de arroz con verduras y pescado. Sólo costaba siete euros, toda una provocación a toda esa nouvelle cousine que hace pupa a la cartera.
Yo le regalé una edición de Los Miserables, de Víctor Hugo, en doble tomo, con su caja, y no gasté -aunque esté mal decirlo- más de veinte euros.
Ella me regaló una botella de patxarán casero, de elaboración artesana, de la misma Navarra donde crecen las endrinas, de donde ella es.
(Antes hubo una tristeza, una nostálgica nota: en el mismo barrio de Lavapiés -donde nació y creció mi padre-, en un edificio de antíguas piedras como ruina para nuevos románticos, han reconvertido su vacío interior poblado a buen seguro de fantasmas sin nada en una moderna biblioteca donde los estudiantes van con sus portátiles y demás teconologías para el estudio-. Sentí envidia y añoranza ante esos rituales estudiantiles de atril, libro, apuntes, bolígrafos y lapiceros de colores. Esta frustración sin culpa, por no haber sido buen estudiante, pues intentarlo lo intenté, pero nunca pude concentrarme más de diez minutos, esta cabeza se me iba como un pajarillo a las altas ventanas a vigilar el sueño de muchachas dormidas. Para más información, hablo de la Biblioteca Escuelas Pías de la Uned, donde los fantasmas en pena hallan consuelo en los libros)
Quizá no lo dije bien, más que decir que lo barato es bueno, quise decir que lo bueno también puede ser barato.
Ir a la filmoteca a ver una película, por ejemplo, pero será en el siguiente post cuando hable de las rosas púrpuras del cairo, quizá como excusa cuando escriba sobre la obra de Unamuno.
A la cual me uno.
Unamuno, todo un histriónico, ¡qué hombre, qué hombre de hambre, qué hombre!


Coda


Y, para los días de invierno, zapatos para no sentir la frialdad del suelo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Enrique Morente e indies en Spotify, Goear y Youtube



Al fin y al cabo -de mis miedos- este blog se irá convirtiendo en otro dietario voluble más -con permiso de nuestro ilustrísimo y distante tío-, que es para lo que me metí yo hace más de tres años en esta región ocultamente furibunda. Me he estado preparando para ello.
Páginas, melodías, paseos, comistrajos, impresiones, intuiciones, espantos, infortunios de la virtud y deleites del vicio y las manías.
Con alguna que otra maravilla cazada al vuelo, ¿o es Ella la que nos caza?






Se fue aquel que tanto me emocionara, dejando junto a mí futuros momentos de lágrima y alma.
Lo dije ya: ni cigarra ni hormiga, soy una araña.
Hilvano, hilo, tejo la seda materia de sueños confusos que atrae hacia sí la realización de un deseo que es melodía, sabor, mujer, verso o cualquier otro antídoto contra la muerte.
Me pierdo, a veces parece que lo hago aposta, y maldigo el momento en que todo se hace trizas, como si no lo hubiera buscado ...
Pero mienten todos aquellos que dicen que cada cual se busca su destino. El destino es una casa construída por otros, ¿por tí? Si no tienes ni idea de arquitecturas ni ingenierías, cómo vas a culparte de todos esos errores.
Hoy en el desayuno se me caía un bote de mermelada de melocotón, tendré que comprarla de fresa, que es la que me gusta. O arándonos, moras, frambuesas, frutas del bosque encantado.
Encantado de conoceros.
Bosques de misteriosa frondosidad donde perderse, cuando la ciudad de siempre queda oníricamente en ruinas.
A todos los románticos nos gustan las ruinas y pasearnos por ellas. Aquí Séneca pensó su obra, allí se desnudaba Cleopatra, de afilada nariz, rodeada de eunucos con las vergas metafísicas en alza.
¿Quién compra hoy acciones de romanticismo? Son un valor seguro.
Vino a quedarse erradicando toda afrenta positivista y racional. Hablo del Romanticismo como movimiento, el alma como una pintura a veces goyesca, a veces prerrafaelista. Distorsión y magia.
La realidad está en crisis.
Nietzsche, que fue el último romántico decimonónico, creyó matar a un dios, cuando lo que hizo con sus iluminaciones fue resucitar a toda una legión de dioses: los superhombres.
Mediterránea, nuestra patria, siempre fue pagana, con sus dioses domésticos y jardineras ninfas.
También tengo sangre vasca, con lo que, como Unamuno, pertenezco a la rebeldía de Jacob, aquel que se peleaba con el Ángel del Señor. Luego fue su predilecto, y todo un pueblo unido en una Fe lleva su nombre: Israel.
La oración también es una pelea, un duelo de hombres y dioses.
Lo que nos gusta de Unamuno es esa proximidad a nosotros, siempre en desacuerdo con todo, sobre todo consigo mismo.
Quien se da la razón en todo y está encantado de conocerse es el que nunca duda, y en esa firmeza se sustentan todos los regímenes autoritarios.
Ayer releía yo aquello de: venceréis pero no convenceréis.
Meses antes de morir solo, con el fracaso de todo un país en su persona, Unamuno padeció lo que Millán Astray proclamaba:
-¡Mueran los intelectuales!
Don Miguel sentenciaba:
-Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.
Se comportó como un cristiano, así hacía el de Nazaret contra los fariseos.
En la historia hay dos tipos de personajes: los que intentan liberar al hombre de sus cadenas, y los que acallan a los liberadores. Los primeros son, de una manera u otra, crucificados, los segundos son los que crucifican.
Da igual el traje político o religioso: derechas e izquierdas, musulmanes o cristianos, todos llevan dentro de sí su Millán Astray y su Unamuno, su Caifás y su Cristo.
Buscaba ayer por la tarde las canciones de Morente, aquellas que escuché una y otra vez hace años, durante años. Era el disco un vinilo de caramelo de fresa en el aspecto, y un día estaba yo pasándome a cintas los tangos de Gardel cuando, sobrándome espacio, ví que el tal Morente cantaba tangos.
Claro es que no eran esos tangos, pero el descubrimiento marcó el día en el calendario de mi educación sentimental: amaba esa música, ya antes amaba los versos de San Juan de la Cruz, y ahora con esas melodías los amaba aún más.
En ese vinilo había también adaptaciones de un poeta andalusí llamado Al Mutamid, un rey taifa de Sevilla hace un milenio, un rey de los que apreciamos aquí en Manicomio, más a favor del retiro de las artes y las letras que de la guerra. Las guerras hacen la historia, Arte y Literatura hacen mi Historia.
Me pasé toda la tarde buscando en Goear y en Youtube, mundos que lo tienen todo pero a los que les faltan algunas de las mejores canciones.
Menos mal que un amigo me recomendó que me instalara el Spotify, que tiene mucho gratis, siendo una caja de sorpresas positivas y negativas. Poco hay de algunos grupos y cantantes queridos, no sé si pagando se consigue algo, pero, oh, maravilla, encuentro las canciones que Enrique Morente hizo de los versos de Al Mutamid y San Juan. No las he comprado, quizá las compre para ofrecértelas a tí, en este blog, cuando le haga un post en condiciones a Enrique Morente. Dejé escapar la ocasión en su día, cuando ví en cd el disco.
En Youtube y Goear al menos tienen La Estrella y Aunque es de noche, canciones que colgué ya en mi blog alado, canciones de estremecedora belleza.
Buscando encontré esas canciones de Lorca que tan bien conjugaron, innovando, los Lagartija Nick con Morente, rock y flamenco para la Poesía, versos para el Rock y el Flamenco. El disco se llama Omega, como sabréis, y oí en los telediarios que los críticos decían que era ya un clásico, un disco redondo. No hay más que escuchar cualquier canción, como ésta:

Y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas

al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
(Federico García Lorca)



De este modo, llego a los Lagartija Nick, que recuerdo yo cuando comenzaron, cuando decían que era el primer grupo grunge español, en ese penúltimo lustro finisecular, cuando yo mismo era un grunchillo con greñas, camisa de cuadros por encima del jersey y ropa de segunda mano comprada en el rastro.
Eran los comienzos de aquello llamado Indie, que no es otra cosa que una manera romántica de homenajear las ruinas del pop sesentero, setentero, ochentero...
Yo no me canso de buscar y de encontrar en los tesoros de la red de araña canciones indies. En spotify, además de a Morente, encuentro a estos grupos que luego busco en youtube y goear, por si acaso.
La canción de los Lori Meyers que encabeza este post, por ejemplo, se me ha metido en la cabeza y no se me va. Me parece una canción muy buena.
Luego está esta de los Love of Lesbian, que tiene algo de nostálgico misterio, muy bien compuesta. Si vemos además el vídeo, mejor.



Es la ventaja de vivir hechizado en una sempiterna patria llamada Juventud, postadolescencia a un paso de los veinte.
Como el vampiro, recorro en mi noche la historia de La Melodía en vuelo, siguiendo sus aleteo, su cuerpo resbaladizo de pez volador entre el sentimiento y las ideas.
Tenía pensado escribir sobre nuevas bibliotecas en edificios en ruinas y sobre rosas púrpuras del cairo. Pero lo dejaré para otro día, que esto sería alargarse y aburrir gratuitamente.
Eso sí, un vídeo para el recuerdo en mi jardín para aquel que tanto nos hizo reír con sus panteras rosas e inspectores despistados: Blake Edwards Y habrá que ver otra vez Desayuno con diamantes ...


Coda

Amor onírico.

Te he visto en sueños en mi lecho

y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.



(Al Mutamid)

viernes, 10 de diciembre de 2010

Emoción e impresionistas (II). Jardines.



Pánico en la red. Engaño.


Uno ya no puede fiarse de nada: buscando Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla, en ese tesoro del que tanta buena moneda saco, al meter hoy la mano he encontrado  esta cagada. Concierto de Aranjuez, de Manuel de Falla. Ole por el cachondo que así se ha lucido.
No es la primera vez que me pasa. No quiero ni recordar cuando fue ese primer tropiezo.
Pero bueno, nada es perfecto, y quien de lo gratis se nutre ha de estar dispuesto a alguna indigestión que otra. Es inevitable sentir pánico, y que engañándote engañes tú a los demás.
Somos, por lo general, gentes ingenuas, bien intencionadas, y si a alguien se le ocurre escribir desde su rincón: Las afinidades electivas, drama en tres actos de don Luis de Góngora y Argote, ¿por qué no creer, si antes uno no ha sido informado?
Así pasará siempre, donde haya un excedente de información: caos y alguna que otra mentirijilla. Sobre todo en política.
La célebre y hermosa El concierto de Aranjuez fue compuesta por el maestro Joaquín Rodrigo, ciego desde los tres años. Aunque más ciego fue el vidente que jugó al azar con  Falla y obras ajenas. Busquemos en ese otro tesoro, youtube, aunque con la mosca tras la oreja.



Pánico en Ópera. El zancudo.


Tengo una amiga que siempre se retrasa, pero yo que soy medio budista, medio judeocristiano, tengo paciencia y tengo imaginación, sobre todo imaginación emocional; así que me planto buenecito yo, junto a la parada de metro de Ópera, cigarrito en mano, y abro los ojos. Y miro.
Y veo cosas, y paro el pensamiento, tan sólo siento.
Escondo la lógica, la inteligencia, el análisis que Umberto Eco aconsejaba en sus ensayos para degustar los objetos artísticos y así no ser un integrado, y transformo los objetos en frutos, frutos artísticos, convierto  la crítica en emoción.
Así se sienten en pureza inocente, infantil, pueril: el miedo, el entusiasmo, el goce y la tristeza.
Sin tamices.
Este Miércoles, esperando, sentí pánico ante el zancudo que se paseaba por esos alrededores.
Era de noche ya, casi cerrada. Si entras en el metro de día y sales de noche la percepción es tocada por la extrañeza.
En el centro de Madrid abundan sobre todo las estatuas humanas, o los humanos-estatua que con su gravedad de esfinge te exigen atención y y si caen unas monedas, mejor.
No hace mucho vi otro zancudo, en las fiestas de San Isidro, con curiosidad.
Pero esta vez fue distinto, decidí sacar al niño que aún late, tan miedoso. Y tuve un acceso de pánico.
El zancudo rojinegro y cornudo, de cuatro metros lo menos, en la noche alumbrado de neones era un espectro infernal que a todos nos miraba como si quisiera llevarnos al mismísimo diablo.
Ahora recuerdo aquella vez que mi padre me llevó a ver los gigantes y cabezudos, cómo lloré con miedo al ver a un demonio que con tridente me atizaba. Luego se descabezó y con ternura me consoló; era una mujer, de quince, veinte, treinta años, y yo tenía cinco o seis.
Siempre fui muy impresionable, y hablando de impresiones, vayamos al Impresionismo, que tanto objeto artístico fabricó, aunque yo prefiero decir: jardín donde tanto fruto artístico germinó.
Así que abrí los ojos y miré los cuadros, dejándome embriagar sin razonar apenas.
De vez en cuando hice la tontería de acercarme para ver las pinceladas, para intentar comprender de qué manera se había elaborado el milagro del juego de la luz y de la sombra. Es decir, que saqué el umbertoeco que todos los amantes del Arte llevamos dentro. Es inevitable.
Cuando nos alejamos para mirar la pintura, el milagro se opera dentro de nosotros mismos, pero por obra del genio artístico, el creador.
Como veis, niñines, así lo dicen los guías espirituales, a Dios se le halla dentro de nosotros mismos, pero por obra del Creador.
Después de este arrebato místico, pasemos a la exposición.


Jardines impresionistas.


Me gustó mucho, me pareció maravillosa.
Forman últimamente la Fundación CajaMadrid y el Museo Thyssen-Bornemisza un bonito matrimonio, pero viven separados. Ella, la Fundación, tiene sus puertas abiertas, acoge a pobres y ricos por igual, sin importar el talante ni el vestido. Él, el Museo, es hombre rico que cobra por ver su morada.
Yo siempre voy donde ella, a él no le frecuento. Bueno, nunca le visité, me vale y me basta con lo que ella me quiera dar.
Me parece altamente recomendable, pásese quien quiera y pueda por la Plaza de San Martín a esperar cola, la sopa de los pobres del añorado mote Monte de Piedad. La sopa está caliente, nutritiva, deliciosa.
Para más información, pinche aquí.
En mi jardín colgaré algunos de estos jardines.


Un jardín es el alma:
Umbríos rincones y soleados recodos.
Abrojos, flores, arbustos, árboles frutales o no, árboles de hoja perenne y de hoja caduca.
Jardines franceses donde todo está bien, en su lugar, de manera lógica, racional.
Jardines románticos ideales de lluvia, bajo la tormenta.
Jardines ingleses, como desordenados,  misteriosos y semiasalvajados, algo caóticos ...
Pero no olvidemos que la perfección no es más que un caos bien avenido, no sujeta a otro canon que el del sentir de una persona, una moda, una época, un lugar, una cultura.




lunes, 6 de diciembre de 2010

Pide cerveza y basta de pensar ( y un relato de regalo)

En un café

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste más triste que un tintero
Triste no soy o si lo soy no sé
la maldita razón porque no quiero


He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste en las calles de mi raza
He vuelto a estar más triste que un quinqué
más triste que una taza


Estoy sentado ahora en un café
y mi alma late late
de sed de no sé qué
tal vez de chocolate


No quiero esta tristeza medular
que nos da un golpe traidor en una tarde
Pide cerveza y basta de pensar
El cerebro está oscuro cuando arde.
Carlos Edmundo de Ory



De inventarios, príncipes, ninfas y opúsculos.

 
En aquel capítulo de Lo Infraordinario que me tendió Hilvanes, el incombustible genio de combustible carbón incandescente Georges Perec procede a enumerar todo aquello que comió y bebió a lo largo de un año.
Yo puedo deciros sin engañaros ni mucho menos engañarme que más de un centenar de litros de cerveza entre mahou, guiness y variadas marcas blancas caen anualmente. También bebo mucho agua, leche, zumo de naranja como primer trago del día antes de enfilar los últimos pasos de la noche hacia el metro. Y vino.
Ayer probé un vino argentino en un restaurante semiescondido en el barrio de Aluche, que por si no lo sabíais es mi barrio, principado sin leticias ni veleros ni cuñados que le dan a la coca ni juegan al balonmano.
El argentino nos convenció para que lo probáramos: la botella estaba fría, pero el vino estaba en ese grado de frescura ideal para la pizza a la putanesca de verde guindilla que probé. De entrantes: empanada criolla y tarta de berenjenas. De postre pastel de chocolate para el último trago de vino. Fotos de actores italianos nos guardaban. Manteles de cuadros sustentaban los manjares. Un fondo de jazz nos recogía:



Yo estoy teniendo una tristeza sabiniana: melancolía urbana.
Aprendí a hacer inventarios de fachadas y azoteas en aquel verano en que soñé que era un acuamante que buscaba a la ninfa, y comenzaba así aquella aventura lírica del alma, cortazianamente:
¿Encontraría a La Ninfa?
Luego desperté en medio del sueño, cien veces loco por haberla contemplado desnuda, pues dice la leyenda que quien ve a la ninfa enloquece, y quien la ve desnuda muere. Y yo que la ví enloquecí y no morí. ¿Yo soy aquel sol negro y ansioso: Apolo laureado de infamias?
Ahora pasaremos a ver qué dice Quevedo sobre el tema.



Cabalgo cada mañana sobre yegua gallarda a la reconquista del reino que me fue arrebatado, luchando contra los ejércitos de la desolasión. A veces, cuando la tristeza que tan bien poetiza de Ory en el poema que encabeza este post gana terreno, entonces, como en la canción de Sabina: viajo a lomos de mi yegua sombría. Esta es la primera canción que amé de este juglar, y ya sabemos que el primer amor no se olvida. Nunca.
En mi opinión Sabina y Aute son los dos grandes juglares de esta tierra nuestra. Aute es como un Juan de Mairena, un cantor machadiano por filósofo, que en sus canciones va ensartando proverbios de sabiduría.

La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia,
pues el misterio se oculta detrás.

Hace años escribí un opúsculo en un cuadernillo-libreta de anillas con las tapas negras, en él iba yo en mi yegua luchando contra los ejércitos de la desolación, hacía pocos meses había estado leyendo el Así habló Zaratrusta de Nietchsze y el tono era similar. Hace más de tres años, antes de comenzar mi vida de bloguero inmarcesible, mi intención era hacer una especie de cuaderno, como un diario lírico.
Pero luego los locos se me amotinaron y todo fue anarquía.

De Quevedos, Dafnes y otras putas.

 
La claridad, belleza y luminosidad del Renacimiento es convertida en las opulentas formas del Barroco en ironía y obscuridad.
Lean estos sonetos, en que la bella ninfa Dafne deseada por Apolo no es más que una prostituta, y el genio de la ironía sentencia: si la quieres gozar, paga y no alumbres. Si queréis en otro post comentamos estos sonetos más detenidamente.

A Apolo siguiendo a Dafne


Bermejazo platero de las cumbres,
a cuya luz se espulga la canalla:
la ninfa Dafne, que se afufa y calla,
si la quieres gozar, paga y no alumbres.


Si quieres ahorrar de pesadumbres,
ojo del cielo, trata de compralla:
en confites gastó Marte la malla,
y la espada en pasteles y en azumbres.


Volvióse en bolsa Júpiter severo;
levantóse las faldas la doncella
por recogerle en lluvia de dinero.


Astucia fue de alguna dueña estrella,
que de estrella sin dueña no lo infiero:
Febo, pues eres sol, sírvete de ella.

Apolo y Dafne según el prerrafaelista Waherhouse.




A Dafne, huyendo de Apolo
"Tras vos, un alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
pues vais del Sol y de la luz huyendo.


Él os quiere gozar, a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro, pues no ladra, está muriendo.


Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas."


Esto la dije; y en cortezas duras
de laurel se ingirió contra sus tretas,
y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.

Amamos el Barroco, y diciendo Barroco decimos Quevedo, por desencantado a la vez que guasón. Y por su complejidad extrema, su permanente juego de frondosidades.
De Quevedo a los valle, los ramones, los umbrales... hasta llegar a este bloguero menor que les aplaude.
El otro día uno de los amigos akabaos comentaba que Umbral pasados unos años no sería casi recordado, si acaso como gacetillero.
-Mientras esté yo, se hablaré de él -le dije. Y no le hice pupa porque uno sólo se bate en duelo con una copa de más, y esa noche aún llevaba una copa de menos.
Decir que Umbral es un gacetillero es como decir que Quevedo hacía ripios burlescos: una blasfemia.
Y ahora sigamos con de Ory:

Dulzura colosal
Dulce mi miel de besos siemprevivos
Alma de almíbar y manosusurros
Te amoro terriblesco de gozo fugitivo
Todo se acaba y somos melarquía
Nos amamos nos manos nos imamos
Másmás en la lactancia ambrosíaca
drogadictos de mostos suculentos
Seres labiales ningún otro opio
no nos satisfará la boca calda


De "Miserable ternura"

Este fin de semana un taxista me contó una anécdota que he querido reciclar -por esto de la ecología- en cuento breve.
Luego de comentar el tema del día -la huelga de controladores- pasamos a invocar a las lluvias de hoy, y después me hizo inventario del tipo de gente que se le metía dentro -del taxi-.
-Hace un rato un tipo me contaba su noche, primero me dice: amo a las putas.

Amo a las putas. Cuento breve.

Amo a las putas.
Ellas me piden besos y abrazos, tiernamente.
Hoy he conocido a una singular, una búlgara de humor extraño, alegre, una cachonda. Con ella, además, he realizado uno de mis soñados fetichismos.
Muchacha esbelta de piel blanca y pelo negro, ojos rasgados y simpática carita. No se explicaba bien, me costaba entender lo que decía: más pendiente estaba yo de su entrepierna -y alrededores- y del ponte así que pagando me he ganado.
Bajamos a una salita con sofá cama blanco, todo muy higiénico, todo muy IKEA. Yo con mi cubalibre y mi purito, ella con sus licores contoneos y su nicotínica belleza: tan adictiva como dañina para mi moral.
Entramos, y ella se va un momento, tarda. Me descalzo, me quito mi jersey y me quedo en camiseta.
Bebo, fumo.
Aparece ella, se quita la tanga blanca -la tanga, así me lo dijo el sudamericano Virgilio que me llevó a estos purgatorios: chicas sólo vestidas con la tanga- y se abre ante una estufita pequeña y luminosa.
Ante mi estupefacción: calentándose el monte sin arboleda. Tengo frío, dice.
Entonces yo le ofrezco mi jersey de cuello vuelto, excitado por esa fantasía mía que veré consumada. Ella se lo pone. Charlamos.
Ante mi pregunta de si está a gusto en España me dice que sí, pero que hay cosas que no comprende: hay gente que pide limosna en las puertas de los supermercados cuando ella va a comprar, que le da mucha pena y que les da unas monedas, pero que luego les ve echando esas monedas en los bares en esas máquinas, que no son máquinas de tabaco. Tragaperras, le defino.
Luego se lo mira: ¿a que lo tengo pequeño? Pregunta. Le digo: yo la tengo pequeña. Me dice: tú estás casado. Acaricio sus senos: tienes las tetas pequeñas, como a mí me gustan. Ella me dice ofendida: no son pequeñas, es que estoy tumbada.
Mire usted, este jersey que llevo puesto, huele a ella, no lo lavaré en semanas, hasta que se pierda su aroma de fruta lozana. Ella lo ha llevado puesto: con esto ella entró en calor y yo ví realizada esta pequeña perversión. Y ahora gire en esa glorieta, hacia la izquierda, luego a la derecha, y todo recto.
¿Tienes novio? Pregunto. Ella me dice que no quiere novios. Le digo que volveré a verla otro día allí, me dice que libra los miércoles.
La imagino los miércoles, a la salida de los supermercados, ofreciendo mis monedas -sus monedas- a los mendigos, y luego mirando dentro de las cafeterías viéndolos derrochar en tragaperras.
Luego, arriba, termino en la barra mi cubata. Le cuento a otro la media hora con Elizabetha.
Ella, minutos después, pasa rápido por mi lado y se detiene un instante para dar un beso en mi mejilla que me desarma, y siento que ese segundo vale más que media hora de lujurias satisfechas.
Ese beso, señor, ha sido gratis, y ahora pare aquí, en esa ventana del tercero vivo yo, la luz está encendida, mi mujer o está leyendo o viendo tele.
Y a ver cómo le digo que no toque este jersey, que no lo lave.

Coda


Ayer, antes de ir a comer a ese restaurante Italo-Argentino, fui a sacar dinero del cajero, mojándome pues llovía. Cayó del bolsillo de mi abrigo una línea de papel con la palabra Pelo, y debajo dos símbolos chinos, junto a cada símbolo dos palabras: tóu y fa. A la vuelta, su interpretación y unos números de la suerte:
Amor es la única medicina para un corazón dolorido.Números de la suerte: 6, 8, 11, 14, 16, 43.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Aviso para navegantes (II)



Supongo que habrá una direrencia entre un grafómano y un grafomaníaco. Creo que el segundo término me lo acabo de inventar, ahí quede para la posteridad y las notas a pie de página.
El grafómano escribe compulsivamente, como el gran Ramón Gómez de la Serna, que es nuestro tío vanguardias patrio.
Luego están los grafomaníacos como James Joyce, que escriben estrepitosamente. La verdad, el capítulo XVI me está haciendo llorar de impotencia. En estas páginas el tío vanguardias irlandés -creo que él es el culpable de la crisis irlandesa, y en mi paranoia afirmo que el contagio está próximo por culpa mía, por leer tal virus- intenta escribir mal. Un capítulo más para la vanguardia: la mala prosa.
Bueno, no seamos injustos, bravo por Joyce, que el buen señor se ha ganado a pulso su tema en los temarios de Literatura.
Joyce es para la literatura lo que Ornette Coleman es para el Jazz: he aquí una pluma libre, he allí un saxo libre. Un día, viviendo aún en casa de mis mayores, puse en el salón mi disco de Ornette Coleman. Desde entonces me miran raro. Desde que leo a Joyce también miro raro yo a todos aquellos que me rodean. Les leo el pensamiento, y están desesperados con la compra de Navidad y con la goleada del Barsa del lunes. Al salir de la biblioteca una mujer de ojos lobunos me ha mirado libidinosamente: pensaba ella como los personajes de Joyce, así que no me he enterado de nada y lo he dejado pasar.
... escaleras resbaladizas no me acuerdo ahora del artículo del código que pivón tú que miras gilipollas me parece que no me llega para un paquete de fortuna ...
Así que no sé si lo de pivón iba por mí o lo de gilimili.
Cuando desentierre al tío vanguardias -irlandés- de su merecido descanso tendré que preguntarle, entre tantísimas cosas, cómo hacía él eso de la telepatía, porque yo me siento desdichado cuando le leo la mente al prójimo. Y a la prójima.
En la biblioteca he tomado en préstamo relatos. Un librico de Truman Capote en Anagrama con dos cuentos de Navidad y uno de Acción de Gracias -de nada-, y otro que es la tercera parte de una antología de cuentos de Navidad escritos por españolitos plumillas, desde Valle-Inclán hasta Francisco Ayala.
Tumbado en la cama no he podido evitar leer un microrrelato de Ramón el Magno, nuestro particular tío vanguardias, Ramón Gómez de la Serna espejo de aspirantes al Parnaso. Ya lo publicaré en mi jardín cuando se acerquen estas fechas tan señaladas con sus turrones, sus mensajes de Su Majestad, sus Gordos de la lotería.
Qué pena que ya no esté el calvo perturbado -como decía el añorado Antonio Gasset- de la Lotería de Navidad, rodeado de haditas desnudas y repartiendo suerte soplándose una mano -otros somos telépatas, país... - .
Ramón de las Altas Cumbres es a la Literatura lo que Louis Amstrong al jazz: constante pura delicia en cada frase el uno, y en cada fraseo el otro:



Podría retardar la lectura del Ulises a nueve meses, que es lo que se tarda en parir un niño, pero la bestia será sietemesina. El catorce de Enero escribiré un post sobre el Ulises, algún día antes, algún día después, y lo haré bebiendo cerveza negra. Lo tenía pensado para el catorce de Diciembre, pero entre capítulo y capítulo estoy teniendo otras lecturas, hay más Literatura después de Joyce, no todo va a ser vanguardia free jazz en este valle de lágrimas, también hay turrón, garrapiñadas, Ramón el Inconmensurable, polvos, polvorones, Louis Amstrong y mazapanes.
No todo va a ser, en esta vida, obscura vanguardia.
También hay vanguardia para mofletudos rorós.
Esta antología editada por Clan pinta bien, digna de ser comprada para engordar la biblioteca: el primer tomo son relatos de Año Nuevo de Ramón Adalid de las Vanguardias, el segundo son cuentos navideños desde Bécquer hasta Galdós, el tercero es el que tengo en mis manos que antes mencioné: Baroja, Valle, Pardo Bazán ... El microrrelato prometido es precursor, inteligente y conciso, brillante, heterodoxo.
No se esperaba menos de aquel que creaba magisterio montado en un elefante.
Lean si no Ramón y las Vanguardias, de su discípulo aventajado Francisco Umbral.


Aquí un irlandés petrificado por la crisis que Joyce causó.

Los Ramones: El Grande, El Magno, Adalid de las Vanguardias ...

jueves, 25 de noviembre de 2010

Fabulosas narraciones por historias, de Antonio Orejudo



Fabuloso.
En unas horas, o quizá mañana, o quizá pasado, tendremos terminada la reseña. ¿Cómo se hace una buena reseña?
Primero se hace un resumen somero, luego se da una opinión sobre los personajes, la trama, el estilo y demás elementos de rigor.
De rigor mortis. La literatura ha muerto (y el comentario de texto también).
¡Viva la literatura!
Reinventemos las reseña en cada intento.

Lluvia de Noviembre



Nunca olvidará aquellos días de Noviembre de fríos prematuros, encapotados cielos y sirimiris como promesas de una tormenta apasionada.
Este muchacho, en esos días viajaba mucho en metro, sobre todo en la línea azul que cruza La Castellana: zona de negocios. Y hombres de negocios, estudiantes lectoras, jubilados van con él. A veces hasta les mira, alzando el rostro al astro de rostros como soles.
Hay, además, cuartos de hora de espera.
El tiempo se llena, se ocupa, se rellena -a veces hasta se usurpa-.
Era su transbordo preferido, salir de la línea gris en Príncipe Pío -en la novela Estación Norte- para dar unos pasos, sin subir ni bajar escaleras mecánicas que le provocan vértigos, y llegar al andén de la línea azul. Poco se hacen esperar los trenes de metro de la línea azul,  latas que siempre van rebosando sardinas humanas.
Aquel libro que leía por aquel entonces le entretuvo como ninguno; le complació, arrebató, entusiasmó, escandalizó tanto como ninguno. 
Iba a comprar kokotxas e iba con el libro. Iba a cuidar con su sobrino e iba con el libro. Iba a visitar al enfermo e iba con el libro. Iba a cocinar con los amigos e iba con el libro. Iba a comer con viejas amigas jóvenes e iba con el libro.
O el libro iba con él.
Parecía como si el libro le llevara al norte de Madrid, Castellana arriba o alrededores.
Lo mismo es que el libro quería ir a la calle del Pinar, donde suceden esas fabulosas narraciones que se exhiben como historias.

Cómo llegar.

Quizá dentro de unos añitos lea lo anterior y sienta nostalgia del buen libro malicioso.
Como nostalgia se siente ya de las horas de lectura entregadas a Mary Tribune, de García Hortelano, hace diez meses. El recuerdo de esta lectura irá abrazado al de la nieve. Yo leía y salía a fumar a la terraza con un abrigo y un Aluche fantasmal e invernal se unía a las imágenes creadas en el verano en Argüelles. Si no me confundo, Mary Tribune se encapricha del prota que vive en Argüelles.
¿Cómo se llega a un libro? A veces por consejos, a veces por arrebatos, a veces por la curiosidad, y a veces por otros libros.
Llegué al Mary Tribune a través de una reseña que leí por Rafael Reig. Por este señor con bigote llegué también a esta lectura de hoy, el libro de Orejudo, pues lo aconsejaba fervorosamente en su Manual de Literatura para Caníbales.
Esta novela-manual la leí hace un lustro, y luego se la fui dejando a la gente, hasta llegar a mi hermana adoptiva -a la que por cierto debo un cocido madrileño como los que se comen en Fabulosas Narraciones por Historias, pero con cerdo, por favor-.
Cuando me lo devolvió, hace unas semanas, estuve releyendo algunos pasajes y me llamó la atención este consejo literario. Así que miré tiempo después en la biblio, sin esperanzas, y allí estaba.
Terminado el capítulo diecichocho -sucede en un lupanar- del Ulises del tío Vanguardias -capítulo merecedor de ir a la tumba de Joyce, despertarle de su sueño letal y llevarle a un descampado para pedirle explicaciones, primero con civilizadas maneras, y si con este educado intento de dialéctica no se consigue nada, habrá que recurrir a la dialéctica de las yoyas, como recomiendan algunos personajes de la novela de Orejudo, y como escribió algún día Jose Antonio Primo de Rivera, personaje engominado de la misma, además de fundador de Falange (que era algo así como un kamasutra de la moral, como tantas utopías)- comienzo la tonificante lectura del libro de Antonio Orejudo.
Y ahora toca el capítulo diecisiete. Cuando escriba mi novela pondré como personaje a Joyce resucitado: juntos nos iremos a beber pintas de cerveza negra y discutiremos sobre literatura. Llegaremos a las manos.
Pero como en el fondo los dos somos dos hombres machadianamente buenos, haremos las paces y nos iremos juntos a algún puti-club para que vea a las nuevas generaciones de personajes prostibularios en potencia.
Los personajes de Fabulosas Narraciones frecuentan los burdeles de aquel Madrid de felices años veinte, años de Charleston para niños bien y señoritas literatas. O niñas bien y señoritos literatos.
Leyendo esta novela me acordaba de otras dos, con las que encuentro alguna relación: la mencionada de Rafael Reig y una de un señor que se ha hecho mayor, casi de pronto.
Son distintas, Fabulosas de Orejudo y el Manual de Reig, pero tienen una misma sangre irreverente, expansiva, fabuladora, una intención de reinventar la literatura patria, de hacernos ver su lado cómico, su chifladura. Benditas sean, tan malévolas.
Me acordaba también de la obra maestra Las Máscaras del Héroe, de Juan Manuel de Prada. Pero de esta no diré nada porque hay un señor que tiene muy malas pulgas que le tiene apadrinado y es capaz de hacerme lo que yo le haré en mi novela al tío Vanguardias, Joyce para los -sus- amigos.
Sí, yo temo a ese señor que vende muchos libros y que escribe columnas en los dominicales. Además, es amigo de otro señor que escribe en otro dominical de la competencia -ideológica entre otras competencias- que detesta a los blogueros e inventa bellos nombres para estas regiones, regiones ocultamente furibundas.
Pero sigamos con lo nuestro.

La novela

Poco diré de su trama, de sus personajes, de sus ambientaciones, de su estilo.
Podría decir que la trama es trepidante, que los personajes tienen profundidad psicológica, que sus ambientaciones son evocadoras, que su estilo goza de multitud de registros.
Podría decir esto y luego cenar, ver Cuéntame cómo pasó, y acostarme con la conciencia bien tranquila.
Luego me levantaré e iré a trabajar y la vida transcurrirá sin más contratiempos que los de todas las épocas con sus cuatro jinetes de siempre con distintas máscaras.
Pero ya están otros para hacer resúmenes y análisis.
Yo me conformo con lanzar cohetes de opinión, de malgastar o hacer bien uso  -según quien lea- de espacios en blanco. Me conformo con divagar y hacerme el despistado, como quien no quiere la cosa, como un carterista de la literatura, como un vampiro de las ideas. Pues un lector que escribe es como un carterista -tira el DNI primero, qédate con el resto, que no se sepa a quien perteneció-, o un vampiro -alimentarse de la tinta ajena, como un no-vivo que sólo vive a través de los libros-.
Sobre la novela, digo, lanzaré impresiones como cohetes:
-Episodios aberrantes y sacrílegos, narrados con tal maestría que admírate tú del Marqués de Sade. La ironía, cuando viste la aberración desnuda, da lugar a lo que se llama página netamente literaria.
-Chispazos de comicidad por sorpresa.
-Irreverencia con la crema de la intelectualidad y las artes que han sido el corazón literario de nuestra historia literaria reciente: generación del 98-novecentismo-generación del 27. Bueno, Jose Antonio Primo de rivera también escribía versos.
-Una gamberrada en todos los sentidos, en formato novela: uno cree que está leyendo algo serio. Seguro que hay gente que pensará que está leyendo algo serio. Hay cretinos de cualquier condición.
-No deja títere con cabeza. Mejor dicho: convierte cada cabeza en títere. Personajes como Unamuno y Ortega, por ejemplo, pero ante todo es impagable -cómo me gusta este palabro- Juan Ramón Jiménez, alrededor del que giran casi todos los ataques de hilaridad del lector.
-Patricio, Maritini, Santos -mi preferido-. Se les coge cariño, siendo como son unos delincuentes, unos sádicos, unos trastornados ... tan entrañables, sin embargo.
-Tras de todo aquello que sale en los manuales, hay una trama oculta, digna del conspiranoico con más talento y delirio: por ejemplo, yo, que soy cien locos.
-El pérfido Ortega en contra de los ejércitos de la literatura garbancera. Hay dos tipos de escritores: los que saben escribir una novela dominando tramas, personajes, descripciones: es decir, los realistas; y los que como no saben hacer un relato convencional se inventan la literatura a base de chispazos y fuegos de artificio. Para mí son los auténticos, los genuinos, los umbrales, los ramones, los ortegas, los lorcas, los valles.
-Las cartas al dr. Moore y sus respuestas porían formar parte de un libro de relatos eróticos y perversos. Por favor, con ilustraciones daguerrotipos de esos tiempos.
-¿Un libro llamado Los Beatles, con personajes que son cuatro amigos, dos de ellos se llaman Juan y Pablo y que se pelean y se separan? ¿Podría haber una secuela de Fabulosas Narraciones por Historias con hermanos como los Panero y los Goytisolo que se hable de una novela llamada Mecano? Mecachis ...
Nada, que ha sido una gozada de libro, y seguro que me dejo cosas en el tintero de las ganas, me iré acordando según pasen las horas, pero esto sería el acabose, lo de no acabar nunca.

Dramatis Personae

Y ahora un repaso a algunas de las celebridades que mariconean por estas páginas:
Don José Ortega y Gasset, el incansable luchador por la europeización cultural de España.

El ilustrísimo señor catedrático don Miguel de Unamuno, la más fuerte personalidad de la generación del 98

El exquisito prosista y refinado poeta Juan Ramón Jiménez

El ingenioso escritor Don Ramón Gómez de la Serna




Ese escritor sensible a los más imperceptibles matices de la observación que es Azorín

El inmortal tío Jose María de Pereda.

Federico, el mejor intérprete del alma de Andalucía.
El repeinado Jose Antonio Primo de Rivera


Daguerrotipo de la época, similar a esos de las revistas que compraban  -y en que participaban- los personajes de la novela.

 Nota: menos en el daguerrotipo, las notas a pie de foto están sacadas de las descripicones de los personajes de la novela.