lunes, 31 de agosto de 2015

Manicomiopedia (I)

MANICOMIOPEDIA

Anchoa


Manjar en salmuera enlatado que emparedado y acompañado de una cerveza -o varias- bien fría es ejemplo y espejo de lo que ha de ser una combinación perfecta. Con el boquerón en vinagre forma el famoso matrimonio, aunque como personas completas que son, valen por sí mismas. Valorada en Manicomio por su concentración de sabor y por su enjundia, la tomamos en la hora de la cena en días raros antisociales frente a una película clásica a ser posible en blanco y negro.


Babia

Patria límbica, famosa como destino turístico siempre a mano y sin fronteras. Aquí habitamos Nos.


Centuria

Nos, los Cien Locos


Dostoievski


Escritor capaz de rematar en su demencia al más orate. Sus novelas, rallantes, están lleras de seres histriónicos y atormentados. No leer mezclado con té, café, anfetaminas, cocaína, viagra u otras sustancias que alteren el sistema nervioso. Recomendable su uso en grandes cantidades con mayores injestas de alcoholes y otros depresores del ánimo.


España

Aparta de mí este cáliz (César Vallejo)


Hache




Jazz

La música de la libertad, que a la vez concede al oyente la posibilidad también de la libertad de detenerse a escucharla o de usarla simplemente como ruido de fondo. Con variedad de estilos, consiente en ser casado con otros estilos musicales en una ventajosa simbiosis. Es inmenso caudal, fontana, castalia, alfaguara ... Su uso está más popularizado de lo que comúnmente se cree: desde la publicidad hasta las películas pornográficas, esta música es ambiente como el mismo aire.


jueves, 27 de agosto de 2015

Relato de infancia y juventud en cuatro motivos


Uno




Nací después de la lluvia. La melodía Après la pluie, de Eric Satie, vino a conformar mi húmeda y cadenciosa personalidad, redimida por el momento feliz en que las nubes deshechas dejan que el sol ejerza su imperio, que calienta la tierra, llenándolo todo de fragancias azules, verdes y amarillas, de un dorado metal, de un mental abandono a la cadencia.
Al igual que otras abuelas hilvanan tejidos para vestir a sus nietos, mi abuela tejía al piano melodías de Satie, de Chopin, de Faurè, que cubrieron mi alma de lluvia y sol.


Dos




Dibujos animados en la sobremesa y por la tarde. Dibujos animados que representaban una realidad ideal donde sería divertido vivir, donde no habría problema sin solución. Yo de mayor sería el inspector Gadget de la existencia, con respuesta para todo. Era, mientras tanto, de niño, tan parecido a él, que él mismo era. Con respuestas para todo, sí, pero torpes. Y al final eran los demás los que terminaban solucionando los problemas. Más me hubiera valido querer ser como McGiver, que sin tanto gadget todo lo solucionaba con resolutivo ingenio.


Tres




La vida era un misterio que debía ser resuelto. En aquel tiempo devorábamos los libros de aventuras, de misterio, donde una incógnita abría un pasadizo secreto, ¿hacia dónde? Cuevas, casas, islas. Todo camino hacia la respuesta es obscuro, toda solución es justa, toda aventura enmarcada en el encanto y en lo mítico.


Cuatro


Cupido y Psique, de François Gérard


Estudiábamos en una biblioteca del barrio donde era más apetecible salir a fumar, a jugar a los futbolines, o ya que estábamos ahí, a merodear entre las estanterías de libros. Un día descubrí el mito de Eros y Psique, uno de los más bellos que fueran representados plásticamente. Buscar, descubrir, conquistar ... quizá ésto sea lo más hermoso que hay en mí, yo, que no conozco verdad, que no sé, al fin, qué es bondad, sí sé que mirar y escuchar es cierto y es bueno. Yo buscaba entre los libros, yo descubría, yo conquistaba las páginas y las hacía mías. Me enamoré por primera vez con dieciocho años, momento en el que se abrieron las puertas del palacio de las princesas encantadas, inaccesibles. Yo era Cupido enamorado, un dios más entre millones de diosecillos enamorados. Yo quería con Psique volar, llevar a esta bella muchacha a mi palacio triste. Hasta la misma Afrodita sentía celos de su belleza.


jueves, 20 de agosto de 2015

Rosa enferma (Cuento)

Cartas, tebeos, páginas de periódicos, fotografías recortadas de alguna revista, y algunos poemas de su puño y letra. Esta es la única materia de aquel verano de 1986, cuyos nebulosos recuerdos se confunden en un túnel de misterio donde aún espera llegar, llegar hasta el final.
Estuvo enfermo casi todo Agosto, una de esas necesarias enfermedades adolescentes, agravada por el calor, la humedad, las bebidas frías, y un recién estrenado aire acondicionado que el cabezota de su padre se empeñó en encender aunque la reconfortante brisa de levante diera alguna tregua.
Recuerda aún con una mezcla de angustia y atracción morbosa la fiebre acompañada de delirios y ensoñaciones. Delirios de niebla en los que se mezclaban rostros conocidos en actividades desconocidas y rostros desconocidos que le acompañaban constantemente. Largas ensoñaciones en noches en vela, donde él era un hombre admirado por todos, escritor sabio, intelectual atractivo, que lo había leído todo y todos a él le leían. Un hombre entre dos amores, aquella muchacha clara que ahora sujeta con sus dedos, y aquella otra formada de oscuridad y niebla, llamada Rosa: aún recuerda su voz, su boca muy próxima a su oído, su aliento frutal y amargo, como sus besos, pues en este delirio de fiebre y desvelos él tuvo sus primeros besos de amor.
En la caja de galletas están las cartas que le llegaron de sus amigos del barrio, están las páginas de periódicos con reseñas de libros y entrevistas a escritores que admiraba, fotografías de chicas sustraídas de revistas. Él estaba locamente enamorado de una con pequitas y pelo castaño claro, de sonrisa fresca y nariz respingona, de mirada bicolor y cejas graciosamente arqueadas. Esta muchacha, que anunciaba viajes a playas de ensueño y cruceros exóticos, muy bien podría estar desnuda, al menos lo que se veía era sin vestido, hombros, parte superior del tórax ... El anuncio jugaba con esta ambigüedad, entre la castidad de un rostro luminoso y la posibilidad de un cuerpo desnudo. Una mezcla irresistible para este adolescente que coleccionaba instantes de belleza, de claridades, de luminosas ideas, y que sin embargo era atraído por lo oscuro, lo misterioso, lo nebuloso.
Enseguida hizo de esta muchacha su novia imaginaria. Cuando la fiebre daba su tregua la imaginaba en la orilla, vestida sólo con fina arena de playa, acercándosele, sentándose a su lado, diciéndole en su oído su nombre. Su aliento era el de la brisa marítima. Sus ojos eran como las dos tonalidades del mar. El izquierdo era entre gris y castaño, como eloleaje más próximos. El derecho era azul, más o menos claro, según la luz.
Esto era en los momentos de más lucidez, porque en las primeras horas de la noche, cuando su cuerpo ardía, la pesadilla a veces se repetía. Su familia marchaba huyendo del horno en el que él estaba, se iba a parajes de nieve a montar en trineo, en una absurda algarabía de risas y cantos. Pero no estaba sólo. Otra familia le cuidaba entre la preocupación y el celo. Le cambiaban constantemente de alcoba, a veces despertaba en dormitorios espaciosos rodeado de estanterías repletas de libros o de juguetes infantiles y antíguos, otras en habitaciones cochambrosas, sucias de polvo y telarañas, en las que se incorporaba gritando y despertándose en la suya propia, uno de los dos dormitorios del apartamento en la playa que alquilaron sus padres aquel año, dormitorio que debía compartir con su hermana pequeña, pero que por su enfermedad no compartía, su hermana dormía tan a gusto en el sofá cama del salón, y era la que más reía y gritaba esquiando en la nieve, en un frescor polar reconfortante.
Nunca era la misma alcoba, pero siempre le visitaba alguien extraño que con mimo maternal le arropaba o acariciaba.
Entre estos desconocidos era asídua la compañía de esa chica de pelo azabache y tez pálida, sombras de ojeras y un magnético brillo febril en sus ojos. Tú también estás malo, le decía, y se tumbaba junto a él. Acercaba su boca de melocotón: me llamo Rosa.
Un día le preguntó, o más bien fue una afirmación: tú tienes una novia. Y él le hablaba de la sirena de la fotografía, vestida de arena y con mirada martítma. Rosa respiraba sin celos.
A veces escuchaba gritos y llantos, entre sueños se levantaba y aparecía un un cuarto de baño de sucia claridad donde una Rosa era bañada, sujetada por estas gentes extrañas. Ella le miraba y cubriéndose cerraba mucho los ojos y depertaba él con los ojos doloridos por la presión de los párpados. Los oídos aún doloridos por los gritos y carcajadas de su hermana en trineo.
Luego seguía durmiendo, y Rosa, limpia y con un pijama que era como el de su hermana, se abrazaba a él y le decía que le hablara de su novia y de la casa en que vivía en Madrid. ¿Tú dónde vives? Le preguntó en un sueño a Rosa: yo vivo en la playa. Eres una rosa de mar, entonces. Ella se abrazaba más a él y él se despertaba abrasado por la fiebre.
En uno de los sueños los dos leían la entrevista a un escritor en una de esas páginas. Le preguntaban dónde vivía la novia de la fotografía que publicitaba vacaciones paradisíacas. Y él contestaba: es Rosa la que vive en la espuma, es Rosa la novia. Entonces se miraban y se reían. Rosa desnuda y mojada, con los ojos aún brillantes por el llanto en el baño, se acercaba a su boca y le besaba. Entonces él se despertaba llorando, pero ya no tenía fiebre.
A veces, relee las reseñas y entrevistas de esa caja de latón. Estremecido, se para en aquella parte:
-¿Qué es La Rosa?
-La Rosa, en poesía, es la poesía misma.
-En sus versos, a veces es lozana, a veces enferma.
-La Rosa es siempre efímera, tiene una vida corta, pero es eterna. No hay poema más hermoso que el que logre expresar ese contraste.
Luego vuelve a sus poemas, y relee el que escribió cuando ya estaba bueno, días después de la última fiebre, sobre la arena de la playa. En esos días había crecido sin duda, se sentía mejor, como si también hubiera crecido en sabiduría e inteligencia.

Contagiado por la fiebre de la rosa de mar enferma
causada por los primeros besos de amor que ella me dio
busco delirante en la orilla donde ella habita
sus pétalos grises y azulados
sus ojos brillantes por el llanto.
Todo es gris, todo es azul, todo es profundo
me sumerjo en su busca y cuando salgo
soy un hombre nuevo 
con la rosa abrazándome
con la rosa que enferma se moría siendo ola en la arena
resucita y es eterna siendo mar, Rosa de Mar, mía por siempre.