jueves, 31 de octubre de 2013

Operación Fausto (III). El Maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov y de los Rolling Stones.



De pronto me pareció que la oscuridad del otoño iba a romper los cristales, a entrar en la habitación y que yo me moriría como ahogado en tinta.
Mijail Bulgakov. El Maestro y Margarita.

Esperad que me desperece unos momentos y comienzo.







Consejos para la lectura y disfrute de El maestro y Margarita

Escuchar la canción de los Rolling Stones Sympathy for the devil, basada en la novela. Un libro que merece una canción de los Rolling no puede ser malo, aunque el honor es de ellos, dada la magnitud de la obra. Así pasaría años después con el poema Annabel Lee de Edgar Allan Poe (link), y es que si Santiago Auserón (link), le puso música, podemos apostar a que es de calidad suprema.
Despojarse de prejuicios: siendo una de las obras mayores del siglo XX, es una novela divertida, una gamberrada sublime. No espere el lector que la lectura sea fácil o ligera. El estilo lo es, no el contenido, casi una novela coral, muchos personajes, escenarios y sucesos.
Hay que conocer el contexto, el marco en el que fueron escritas estas páginas ni fueron cómplices ni cómodas para su aceptación. Hay una crítica implícita, como no, en tono paródico, de la sociedad soviética de aquel tiempo. No fue condenado el autor ni al exilio ni a cualquier otra pena dictada por la tiranía. Algo igual de doloroso para una obra: ostracismo, silencio. Y prohibición de publicar.
Se nota, por el ánima desnuda y gamberra que sobrevuelan sus páginas, que Bulgakov disfruta escribiendo, que Bulgakov es Margarita enamorada revitalizada por el necesario aire fresco y nuevo. Se nota que se libera el autor en la escritura, y con él nos liberamos todos a través del vuelo enamorado de Margarita.
Ella, Margarita, es la razón principal para leer estas páginas.

Fausto sin Fausto

Vimos en Marlowe al Fausto más auténtico, alguien que da el alma por cumplir todos sus deseos y antojos, ante un diablo generoso y complaciente. Vemos la danza de los pecados capitales más sugerente ante un Fausto comensal. Y aquí no hay Margarita. (Operación Fausto I)
El Fausto de Goethe, siendo menos coherente, es una obra maestra, por lo que vemos que a una obra maestra podemos pedirle cualquier cosa, menos lógica. No era lógico Don Quijote, ni lo era Horacio Oliveira. No es razonable este Fausto ni lo es este diablo. Fausto da su alma por sólo un deseo, aunque sea enorme, a un diablo tacaño y muy poco tentador. Aquí hay Margarita, sí, por lo tanto hay redención. Yo lo veo así, pues es ópera abierta. (Operación Fausto II)
En el Fausto de Bulgakov no hay Fausto. Fausto es la misma Margarita, la que entrega el alma por el hombre que ama: el Maestro. Él es un escritor, como Bulgakov, con sus problemas, como Bulgakov.
Condenado al ostracismo, arrojado al silencio. Desaparece, loco, a ese manicomio lugar de encuentro de tantos personajes de la obra. Margarita, sola, no vive sin su amante. Hasta que aparece el tentador, y ella es tentada. Pero con la piedad, Maestro y Margarita serán redimidos. El diablo de aquí es tan generoso como el de Marlowe, con el añadido especial de que es un caballero atractivo, un venerable anciano, un ser, siendo tan malévolo, de carácter amable y compasivo. Y su corte, estrafalaria, gamberra, terrorista.

Extraña y novedosa estrucura

Se van intercalando capítulos que hacen referencia a dos épocas y escenarios distintos y distantes: el Moscú de los años 20, la Jerusalén del siglo I.
Uno se pregunta qué tienen que ver el atormentado Pilatos con estos locos moscovitas tan histriónicos. Uno se va dando cuenta desentrañando el misterio según van apareciendo personajes. Unos sueñan, otros escriben la novela de Poncio Pilatos. Es la novela que escribe el Maestro, y que será condenada al silencio. La novela que con tanto mimo y lágrimas atesora Margarita, por ser una obra de libertad, el trabajo vital del hombre al que ama.
Tanto Margarita como el Maestro no aparecen en la novela hasta bien avanzada la trama, casi en la segunda parte. Y sí, son los personajes centrales, junto a Vóland  y su corte de diablos, además de otros como Iván, Berlioz ... son demasiados personajes como para mencionarles aquí.

Obra de libertad y desnudez

Se toma muchas licencias este Bulgakov. No sólo usa del mito de Fausto a su antojo, sino que se dedica a desnudar todo lo que pilla, para mostrar sus vergüenzas. Ten cuidado tú, si lo lees, no sea que también te veas en pelotas. Pero no temas si no tienes nada vergonzoso que ocultar. Aprovecha la ocasión y vuela, vuela, sobrevuela el cielo sobre la ciudad prisión de tu existencia.
Podemos tomar el desnudo como metáfora, y actuando sobre varios frentes.

Desnudez vergonzosa

Hay un episodio significativo, cuando Vóland ofrece su espectáculo de magia al público moscovita. Ofrece modas de París a las mujeres, que ansiosas se abalanzan al escenario y  que en los probadores aparecidos por las artes mágicas de este diablo guasón se visten las mejores ropitas de la época. Una vez acabada la función todo desaparece, como en el pacto de Cenicienta con el hada: desaparecen las ropas, y todas en la calle quedan en paños menores. Así, de otra manera, va destapando este Vóland la codicia, la avaricia, la hipocresía, la corrupción, la vanidad, la inhumana burocracia -sobre todo literaria-  ... tantos vicios que asolan cualquier sociedad, y en concreto la del tiempo y lugar de la obra, por muy socialista y justa que se publicitara. Claro, esto no le fue permitido a Bulgakov ... A través de diversos episodios que son terribles gamberradas ejecutadas por Fagot, Popota -el gato tan humano que recuerda al gato con botas y al gato de Cheshire-, Asaselo el sicario, Abadonna -mirada letal - y Guela (que siempre van desnudas conmocionando y matando y enloqueciendo al personal); la ciudad va siendo asolada por el caos y la confusión.
(A qué espera Tarantino para una versión ... )

Desnudez liberadora

Mientras, Margarita sobrevuela el cielo, con la pomada que le ofreció el diablo, acompañada por su sirvienta Natasha (ésta sobre un cerdo, pues el cerdo de su vecino ha sido convertido en lo que es) en parte del trayecto. Las dos van desnudas, ¿a dónde se dirigen? Primero a una danza con sátiro y ninfas, luego a un baile muy especial, el baile de Satanás que recuerda a aquel baile del Fausto de Marlowe. Aquí van pasando ante Margarita, que es algo así como la reina de la fiesta, algunos célebres personajes que surgen del infierno.
Esta desnudez también es símbolo, pero de algo opuesto a lo que hablábamos antes. Aquí es libertad, vuelo, purificación, resurrección a la vida, pues va a buscar aquello que ama. Como en La bella durmiente, va a liberar del sueño febril de la locura improductiva a su amado. Aquí no es un príncipe a una princesa, sino una mujer infiel a su amante, un escritor sumergido en la frustración ante su obra censurada.
La pomada mágica de Vóland es la que permite el vuelo. No hay nada que este diablo no pueda hacer, puede hasta perdonar y dejar ir a súbditos de su reino de sombras.

Es, por lo tanto, una obra hermosa además de divertida. Amor, perdón, piedad ... todo termina con el amor como salvación. Demasiado bonito, y podría ser cursi si no fuera, vuelvo a repetirlo, por la gran gamberrada que es El Maestro y Margarita, escrita por este valiente llamado Mijail Bulgakov, que seguro que la escribió para sentirse vivo y libre, y para hacernos sentir así a sus lectores.
¿A qué esperas, amor, para desnudarte y volar conmigo?

El amor surgió ante nosotros, como surge un asesino en la noche, y nos alcanzó a los dos. Como alcanza un rayo o un cuchillo de acero.
Mijail Bulgakov. El Maestro y Margarita.

Coda

Han pasado meses desde que prometí este post, han pasado meses desde que leí el libro. Un año desde aquella última reseña: maravilloso David Copperfield, cuanto nostalgia por el corazón de Dickens, pues escribía con el corazón, qué duda cabe.
Me estoy volviendo un bloguero muy poco estajanovista, y eso no me hace ningún favor a la hora de competir en el ranking de los más y mejores.
Mi mamá me dice que me estoy despendolando. En el trabajo me llaman "el fiestas" además de meterme en la taquilla anuncios con escandalosas ofertas de casas de lenocinio. Alguien muy travieso me puso como fondo de pantalla y en relieve las palabras "il vividore", me gustó y lo dejé estar.
He evolucionado hacia la máxima desfachatez e indolencia, a veces me recuerdo al personaje principal de "El gran momento de Mary Tribune".
Sin embargo no dejo de pensar en ti un solo día, y me imagino a mí mismo narrando a tus bonitas orejas -las más bonitas en dura competencia con otras que me escuchan- todas mis correrías y venturosas hazañas de este verano pasado, el más divertido de mi vida - pero, ay, no el más bello, tú sabes bien cual fue- .
Darían para una novela, que llamaría umbralianamente "Verano y Ninfa"
Joven Diana, por Boutet de Monvel
Hace unos viernes, por ejemplo, para celebrar la entrada en el equinoccio de Otoño, me beneficié a la diosa Diana, diosa virgen de la caza, que no era ni mucho menos virgen aunque sí iba de caza con todos los aparejos con que le dotó madre natura. Me encontré, raro en mí -soy de temperamento vergonzoso y si paseo por piscinas y playas no soy de los que se quita la camiseta fácilmente- en pelotas fumando tan ricamente en la terraza de una coqueta habitación de hotel -dulce hotel (link)- con vistas a la piscina y el jardín. Con vistas, mis ojos, a la piel de Diana, cazadora de hombres, que se empeñaba en llamarme "bebé". Me sentí muy sabina y muy canalla. Luego me confesaría que no buscaba ni novios ni maridos, que esas cosas no se buscan: se encuentran. Su sueño era construírse un chalet en una parcelita que tenía en su tierra, y que para ello trabajaba duro. De vez en cuando se permitía el lujo de irse de viaje con las amigas: a Italia, a Roma. Me la imaginaba pidiendo audiencia al Papa Paco, que nos ha salido tan cristiano. Así, tan desnuda y tan diosa, tan Diana, tan cazadora, tan encontradiza.
Fue entonces cuando me decidí a ser más constante con el blog, o con la escritura en general. Por lo menos la lectura sí la respeto más, sí leo a diario, aunque sea para llenarme de escándalo, para santiguarme, para abochornarme y teñirme con rubor de quinceañera.
Me dí cuenta de que una vida tan literaria debía ser contada, sin reservas. No todos tienen la suerte -ni las agallas- de yacer con diosas. 
Ni de ser bendecido por las ninfas.
Alicias y piterpanes me preguntan por ti.