miércoles, 28 de abril de 2010

Simbolimo (X). Galerías.



XXVII.Renacimiento

Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
*
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.
Antonio Machado. Galerías


Sabemos que las galerías son pasillos que reciben la luz para otras estancias. En las viviendas los llamados descansillos son galerías, lugares donde subir y bajar, ir a un lado u otro. Tienen los descansillos ventanas propicias para la iluminación en favor de vecinos y visitantes. Según el momento del día solar, el juego de claridades y penumbras hacen que las galerías cobren diversas tonalidades de misterio.
Desde niño me fascinaron los descansillos, tanto los habituales como los extraños. En momentos de tránsito como el amanecer y el anochecer, sobre todo, cuando las puertas de las viviendas se perfilan o confunden. Soñaba, además, con descansillos, o que me perdía por ellos o que descubría otros que no conocía.
También sabemos que las galerías son además estancias donde ordenar los objetos. Están las galerías de arte, donde las creaciones se ordenan de manera idónea para recibir la luz de fuera. O las galerías camerciales, como los mercados, los laberínticos mercados con pasillos y tiendas tan parecidos unos a otros, y tan distintos a sí mismos, que cuanto más grandes son más fácil es perderse dentro.
(Uno quisiera tener la facultad descriptiva, a lo Georges Perec, para pasarse horas y horas escribiendo sobre estos lugares de misterio)
También, frecuentemente, sueño con estas galerías: que paseo por mercados desconocidos, de varios pisos y con extraños comercios. En mi barrio hay varios mercados de este tipo, en Madrid lo menos hay cien, a buen seguro. Aunque no lo juraría, fueron desapareciendo muchos con los autoservicios y las grandes superficies comerciales, que no llevan ese halo melancólico y vital, bullicioso, cargado de recuerdos, mientras que las grandes superficies tienen una tristeza aséptica, demasiado aséptica para la poesía.
En la poesía de Antonio Machado las galerías son símbolo esencial, como lo son las soledades, los caminos, las fontanas.
Que cada cual entienda, dentro de sí, qué son las galerías. ¡Y si os puede ayudar este artículo que encontré en esta revista, ahí va!
Las Galerías de Antonio Machado, sin secreto.
Abel Martín. Revista de estudios sobre Antonio Machado.



Boda de Leonor y Antonio Machado

viernes, 23 de abril de 2010

Alicia de Burton



Alicia en el País de las Maravillas

Calificación: sobresaliente.
Vale que tiene algún fallo, como ese ataque de moralina que le entra a Alicia cuando vuelve del submundo a la realidad, y se pasea entre los invitados a la boda para amonestarles sin más.
Sin embargo, con esto del 3D, fue una maravillosa fiesta sensorial. Fui a verla muy bien acompañado, con una hermana que adopté en León este verano, nos dimos el placer de las palomitas y la pepsi. Muy guapa estaba la legión con las horteras gafas que hacen que sintamos que estamos todos en el submundo. Algunos, yo entre ellos, hicimos el gili alargando la mano para cazar mariposas.
Fue emocionante estar en una inglaterra victoriana, que podías palpar a los personajes. Y luego tanto freaky suelto, tanto bicho raro por doquier...
Yo pensaba que era una adaptación de la Alicia de Carroll, pero no es tal, es como una libre continuación, recuerda aquel Hook de Spielberg en el que Peter Pan regrasa a Nunca Jamás.
Todos, dentro de la película, se preguntaban lo que yo: ¿es, o no es Alicia?
Me ha gustado la actriz protagonista, Mia Wasikowska, y aunque mi opinión no sea compartida, tanto Johnny Depp, Anne Hathaway y Helena Bonham Carter, a la que su marido Tim Burton le gusta malear para su estética feísta, siempre.
No entiendo a la gente, pero para gustos los colores. Muchos dicen que mi Helena Bonham Carter es fea como un pie, a mí sin embargo me parece una de las actrices más atractivas que el cine de época ha acogido para dar vida a sus heroínas. ¿Es que nadie ha visto Una habitación con vistas, o Regreso a Howards End? Vean, si acaso, Las alas de la paloma, basada en el relato de Henry James, y les puedo asegurar que la desearán carnalmente.
Hablando de carnalidades, menudo el juego que se trae Tim Burton con el traje de Alicia, que si se lo quita y se lo pone, se lo extiende y se lo contrae. No para los ojos del público -recordemos que Disney, pese a todo, es factoría puritana-, pero sí para la gracia del guión: el Sombrerero Loco sorprendiendo a una desnudita y pequeña Alicia dentro de su sombrero; Alicia gigantona tras los matorrales, en los jardines de la Reina Roja, donde ésta y todos los invitados se acercan para ver quien es esa intrusa sin ropa. ¿Por qué estás desnuda? -le pregunta la reina. Por que últimamente estoy creciendo demasiado -contesta Alicia. O esas hermanas gemelas a las que la propia Alicia espia bañándose en el estanque...
Lo mejor, sin duda, es la recreación del gato de Cheshire, he leído por ahí que muchos están de acuerdo conmigo.

Queremos tanto a Alicia

Alicias y piterpanes me sujetan en cada salto que doy hacia el futuro, evitando que caiga en ese abismo que es fosa común, que se supone que es deber para el vacío instituído como norma.
Para encontrar utopías, sin embargo, hay que aceptar su parte de pesadilla, locura y absurdo; pero en estas ficciones que son como parábolas hay al menos la suficiente anarquía como para vivir como hombres y mujeres libres.
Queremos tanto a Alicia porque detestamos las normas, y no hay mejor manera de mostrar nuestro desprecio que reirnos de ellas en meriendas de locos.
La vida, digo, es un juego donde parodiar la propia vida.

Tres relatos.

Las mayores críticas que he leído sobre la Alicia de Burton vienen por su matrimonio con la factoría Disney.
Sin embargo mi crítica es positiva, personalmente la colaboración Burton-Disney me ha parecido fructífera. Han dado a luz una gran película.
Admiro a Burton, aunque no le siga fielmente, desde aquel Beetlejuice hasta lo último que ví de él, Charlie y la fábrica de chocolate. Me recuerda al cineasta francés Jean-Pierre Jeunet, sus películas son como dosis de droga que se mantiene en la sangre durante horas, queda esa distorsión de la realidad. ¿Qué necesidad hay de fumar porros cuando hay directores que son como camellos?
Disney es una fábrica de pesadillas, un Dumbo de orejas grandes del que todos se ríen, un Golfo de La Dama y el Vagabundo amenazado por la perrera como en un relato de Kafka, Bambi que tan pequeño queda huérfano ... Los cuentos, los buenos cuentos, no están exentos de sadismo. Preparan a los niños para ser adultos llenos de terrores y complejos, pero también seres imaginativos. Y la imaginación es lanza y escudo para el mundo.
Son tres los reltatos que Disney adaptó que aquí interesan:
-La Alicia de Carroll.
-El Peter Pan de Barrie.
-El Pinocho de Collodi.
Son tres parábolas sobre la condición humana, que más que ir dirigidas a los niños reflejan el alma y sus tribulaciones. Con un idioma que puedan entender los niños, los que tienen nueve años y los que todos los adultos llevamos de la mano día a día. A no ser que los hayamos asesinado porque alguien nos vendió la milonga de que había que madurar. entonces no valen cuentos, no vale construír fábulas para interpretar el mundo, ni vale tampoco hacer crítica y análisis. Entonces sólo vale ser animales de carga que una vez usados vayan a la fosa común. Puro ganado o masa, como dijera Ortega.
Mi amiga Hilvanes sabrá mejor que yo hablar de la Alicia de Carroll, es una de sus principales admiradoras y defensoras. Ella misma, un día, quitó el televisor y puso el libro en su lugar, durante un tiempo. Un tipo como Lewis Carroll, pastor anglicano, matemático y fabulador, es un ideal que hay que seguir en su genial visión de la socieadad en que vivía, parodiándola a base de la perfección inteligente de la lógica, tan abusurda. Eso de que una niña se pierda y esté amenazada de muerte por una reina histérica, y que sea ayudada por simpáticos dementes no es un cuento para niños, es imagen alegórica de lo que la vida es.
Peter Pan es doloroso, es triste ver a un hombre que queriendo crecer no puede. Pero Peter Pan es parábola salvífica, porque Peter Pan no crece porque no le da la gana, se niega a madurar. En Nunca Jamás vivirán todos los que aceptan esta condición, sin dolor y sin complejos.
Pinocho es mi peli de Disney preferida, la que más me gusta. El niño de madera que quiere ganarse un alma. ¿No es una hermosa fábula sobre el ser que busca una identidad? Y todo lo que le sucede, la de muros que el muñeco encuentra para llegar a su destino. Cuando va a la escuela y se encuentra todas esas malas compañías que le llevan a lugares de pesadilla donde hay otros niños, ciudad de niños perdidos... A la espera perpétua del beso del hada madrina que te conceda tu integridad, tu autenticidad, un alma propia.

martes, 20 de abril de 2010

Tatami, de Alberto Olmos

Yo ya no voy a las bibliotecas porque hay un cabrón que arrasa con todo.
Un akabao

Las bibliotecas
Ese cabrón era yo, lo dijo de mí aquel amigo al enumerar la de libros que uno podía adquirir gratuítamente gracias a los expurgos.
Durante un tiempo colaboré con una ONG clasificando libros para mandarlos allende los mares. A veces, cuando a la jefa le daba la gana, nos mandaba a los voluntariosos voluntarios a la calle a descuartizar libros para luego tirarlos.
-Es que si no la gente los coge y los vende en el rastro.
Así nos pasaba, que nos veíamos rodeados por airados jubilatas que nos amonestaban por nuestra desvergüenza. Razón no les faltaba.
Aprovechando la tarde soleada, después de un año, ayer volví a la biblioteca popular Antonio Mingote, en el barrio de las Águilas, tan pegadito a Aluche que los vecinos suelen presumir que son de Aluche. Razón por la que yo también podría considerarme inglés, ¿no está Gibraltar pegadita a nuestra España? Un anglocabrón cañí, medio macarra.
En Aluche, propiamente dicha, sólo hay una biblioteca: la de Fernando de los Ríos. Pero sus fondos son más bien escasos, el presupuesto no llega, uno siente cierta desolación soviética y espuria, desangelada. No hay nada de Cirlot: imperdonable. Mientras, en la de Antonio Mingote tienen bastante, ensayo y poesía.
Vuelvo a tomar esa antología descatalogada, la necesito para publicar en otro blog ese poema tan bello que me hizo estremecer, lagrimear, el único poema que ha conseguido lo segundo y uno de los pocos que provocó lo primero.
Tengo cosas de Umbral sin leer en casa, pero el capricho me inclina a su bien nutrido estante. El Giocondo, que según parece es de noches crapulosas, y según dicen es de lo mejorcito, cuando lo mejorcito en él es cualquier cosa. Ya sabéis lo que opino: no debe haber primavera sin lectura de este lírico, Umbral es lectura para la primavera.
Tampoco hay nada en la de Fernando de los Ríos de Alberto Olmos, y eso que según profetiza en su blog, Hikikomori, morirá en su domicilio en la calle Seseña, y eso está en Aluche. Algo parecido pronosticó Vallejo, César Vallejo, sobre sí mismo, en uno de sus poemas más célebres. "Me moriré en Abril con aguacero...", etcétera.
En la de Antonio Mingote están casi todas sus novelas, y yo, aquejado del capital pecado de pereza, tomo la más cortita: Tatami.
De Marcel Schwob no está el libro que busco, y de Roberto Calasso ni La locura que viene de las ninfas -mi locura, con máscara de vulnerabilidad y alma invencible-, ni La Literatura y los dioses, lecturas que un día serán provechosas y edificantes para este muchachito en edad de merecer y aprendizaje.

El hombre que mira


El hombre que mira tiene el secreto de la vida, o quiere hacerse con el secreto de la vida. Algo así se decía en L'uomo che guarda Tinto Brass, el mejor director de cine erótico de todos los tiempos, con películas tan difíciles como Calígula y Salón Kitty, y tan frescas como Los Burdeles de Paprika.
Tatami trata de eso, de un mirón, un voyeur, un tipo que pasa las horas al acecho, espiando a una japonesita vecina suya, allá por donde el sol dicen que nace.
El prota se lo cuenta a la narradora, una candorosa licenciada en hispánicas, compañera de viaje a su pesar, pero no tanto...
La novela se lee rápido y bien, no es el pornógrafo Houellebecq rayando -casi- las páginas del hastío. Escribiéndo Tatami, Alberto Olmos debió disfrutar una barbaridad, eso se nota, lo digo siempre, hay algo como empático en el escritor que transmite su festival orgiástico y literario. Aparte, algunos lectores somos como vampiros, draculines sin complejos ni medida: desmesurados y con muy poca vergüenza. El lector es el hombre que mira, la lectora es la mujer que mira, voyeurs de lúbricos colmillos en la sonrisa del iris. Y en el alma un cierto aire a desvergüenza.
El protagonista, Luis, es un tipo peculiar, a uno le queda la duda de si no se estará recochineando de la inocente Olga, que termina jugando al juego marcado por el pelma que le ha tocado como compi en el avión.
Podría seguir comentando: diálogos fluídos, ironías, lirismos, líneas de melancolía ... Pero pongámonos bucólicos.
Aunque antes del colofón, de la guinda de mi pastora...
Al igual que cuando paseo con alguna damisela por la calle Mayor, que le digo al pararnos en la Plaza de la Villa...
-Aquí vive Javier Marías.
... y nos quedamos mirando con embeleso admirativo cualquier ventana donde lo mismo está cualquier fontanero jugando a fontaneros; a partir de mañana haré lo mismo al pasar por la calle Seseña, tras la que las montañas de Gredos se divisan con la voluptuosidad con que se adivinan las tetas de Olga, la prota, para alimentar la imaginación de los mirones.

La mirona

Y mironas.
Pongámonos bucólicos y nemorosos, penando de amor y desconsuelo, como si de una novela pastoril o égloga se tratara, pero en urbe.



Pastora - Mirona
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domingo, 18 de abril de 2010

Aristocracia instintiva


Drive, de los REM


Delante de una sola persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás.
[...]
La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de un condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia. Por un lado, vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Por otro lado, si esa vida mía, que sólo a mí me importa, no es entregada por mí a algo, caminará desvencijada, sin tensión y sin "forma". Estos años asistimos al gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto de sí mismas por no tener a qué entregarse.
[...]
Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo a lo que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá. Si me resuelvo a andar sólo por dentro de mi vida, egoístamente, no avanzo, no voy a ninguna parte; doy vueltas y revueltas en un mismo lugar.
José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas


Habituada a predominar en todo, la masa se siente ofendida en sus ‘derechos del hombre’ por el arte nuevo, que es un arte de privilegio, de nobleza de nervios, de aristocracia instintiva. Dondequiera que las jóvenes musas se presentan, la masa cocea.
José Ortega y Gasset. La deshumanización del arte


Musas, de Fernando Ureña Rib

sábado, 17 de abril de 2010

Lo que falta (una reflexión)




Hay siempre algo de clandestino en los comienzos de nuestra autonomía narrativa, estallido que suele coincidir con el punto álgido de una carencia oscuramente padecida desde temprana edad: la añoranza por un interlocutor verdadero a quien dedicar nuestras cuitas, impresiones o fantasías. Y también a quien confesarle nuestros pecados.
Carmen Martín Gaite. El cuento de nunca acabar


Lo que falta para ser feliz, para realizar el proyecto, para llenar la ausencia, para completar lo que se es.
Es ley de economía, también de vida: vivimos en un estado perpetuo de carencias de diversa índole.
Son varios los motivos que nos llevan a escribir: dejar testimonio, expresar una idea o un sentimiento, crear un mundo alternativo.
Personalmente, conozco la razón por la que escribí siempre: un ejercicio compensatorio. Es decir, que quizá no tengo nada que contar, pero sí un espacio que llenar, puesto que nada ni nadie lo hará por mí y no conozco otra manera de compensar esa carencia, de amueblar la estancia vacía, buscar y encontrar aquello que falta.
Coda
Ese fragmento de La Gaite pertenece al capítulo Bajo el disfraz del pirata, pero recomiendo ante todo la lectura del capítulo Don Nicanor tocando el tambor.


martes, 13 de abril de 2010

La soledad de los números primos, de Paolo Giordano


Este libro es un regalo de mi hermana por mi cumpleaños, así que no hablaré mal de él. Como dice el refrán:
A caballo regalado no le mires el dentado.
(Popular)

Entonces escribiré sobre los personajes, que son lo mejorcito de la obra, sobre todo Mattia.
Mattia...
Uno siente cierta fascinación por los personajes como este muchacho, que recuerda a sus colegas en otros barrios y otras soledades.
Los matemáticos como John Nash y Wll Hunting, por ejemplo, creados para el cine para admiración de los seres comunes, o no tanto.
John Nash... ¿creado para el cine? Para lo que a mí me importa sí: los seres vivos, algunos, parecen nacidos para ser carne de fábula.
Cientos de casos, miles:
Rodrígo Diaz de Vivar, que se habría perdido entre las fechas de los libros de historias si no fuera porque fue plasmado en cantos épicos y obras de teatro. Luego muchos le pondrían la geta de o Charlton Heston o de un dibujo animado.
¡Cyrano de Bergerac! ¿No fue arrojado al mundo para que Gérard Depardieu le prestara las narices? O, años antes, José Ferrer. Llegó un tal Edmond Rostand y le reflejó por el espejo de su romanticismo.
Cada uno tenemos nuestro espejo romántico, por el que van desfilando las realidades que deformamos a nuestro antojo.
John Nash, más que John Forbes Nash, es un Russell Crowe sin traje de romano poniendo caras raras.
El John Nash de la ficción -al personaje real no tengo el gusto de conocerle- es un tipo que podría ser feliz si le dejaran en paz entre sus fórmulas matemáticas y amigos invisibles.
A Will Hunting le sucede lo contrario, él es feliz con su vidilla de chico de barrio y su currelo de barrendero en la uni, hasta que llega el pelma de turno, que siempre tiene el careto de Robin Williams, y le indica el camino de perfección por donde pasean su palmito los tipos con altas responsabilidades.
Mattia, el prota de esta novela, es más parecido a John Forbes que a Will. Tiene la singularidad, además, que todo lo que percibe lo pasa por el tamiz de su fría inteligencia para convertirlo en ecuación.
Un ejemplo, va en coche con Alice -la prota- y casi se estampan contra un muro. Sabe que ha estado a punto de palmarla y:
Mattia miraba la pared, tan próxima, y pensaba que impactar contra aquella superficie rígida habría supuesto la liberación brusca de la energía cinética que ahora le hacía temblar las piernas.

Así con todo, hasta cuando se morrea con alguna en contra de su voluntad.
Le imaginamos caminando por la calle y que se le cruza alguna aprovechada que le ofrece sus encantos, entonces él en vez de nalgas verá geometrías y ángulos, y como humano que es sentirá una erección, pero matemática, más que carnal.
Así como con los matemáticos sucede con los literatos, por eso me caen bien los matemáticos, porque traducen la realidad a una serie de símbolos donde recrearse.
Un poeta vería níveos montes y obscuros precipicios abisales donde caer y perderse por sus galerías.
Tanto los unos como los otros están majaretas, más pa allá que pa acá, pero que nadie les juzgue, ya que ellos han conseguido una utopía donde vivir, ¡oh, reino de felicidad que ha de ser reconquistado!
A Mattia, en cuanto le sacan de los números le da la neura, se le secan las manos y se hace pupita, mutilándose.
A los freakies hay que dejarnos con nuestras movidas, sólo así un día seremos John Forbes Nash o Juan Ramón Jiménez.
La protagonista, Alice, la verdad es que me interesa menos, tiene su gracia porque es un poco traviesa, le roba el vestido de novia a su madre y se lo pone y le obliga a Mattia a ponerse un traje para hacerse fotos de tal guisa, mientras que el matemátio está deseando huir a su reino de números, donde las incógnitas se resuelven sobre un papel, no hay que enfrentarse con seres irracionales como lo son las chicas enamoradas.
Pero Alice tienee un problema, no le gusta comer, y a mí la gente que no le gusta comer me da mal rollo, yo veo a una gachí y lo primero que pienso es en alimentarla -¿no soy acaso cocinero?-. Opíparas orgías, banquetes y bacanales.
Se casa Alice con un tipo que cocina muy bien -pese a que se parece a Robin Williams de lo pelma y don perfecto que es-, que la primera noche le hace un risotto y unas verduritas rellenas de carne picada y va ella y tira un tomate por el w.c. sin que le vea y tira de la cadena y le inunda la casa. Luego hay boda, claro.
Mattia es un perturbado que sólo entiende de álgebras y geometrías, pero al muchacho al menos se le ve que come, corta los filetes en perfectos cuadraditos, hace ecuaciones con ellos, descompones sus esencias en términos químicos, pero luego se lo come todo.
Como yo cuando le compongo una elegía a las viandas, luego voy y me las como.

miércoles, 7 de abril de 2010

Rebelais o la literatura excelente y excesiva



El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
William Blake.

Compré el Gargantúa y Pantagruel de Rebelais dos días después de dejar de fumar, se había casado mi hermano mayor un 23 de Abril y me propuse ese día como la noche del último cigarrillo, antes de acostarme, despues de la discoteca.
Era Domingo, y los tenderetes de libros aún estaban expuestos en la calle, como golosinas para los hambrientos de letra impresa.
Íba con mis otros hermanos a ver el Drácula de Francis Ford Coppola, y antes estuvimos curioseando las ofertas de la festividad de San Libro.
Además me llevé El dragón rojo, de Thomas Harris. Había leído El silencio de los corderos y me gustó bastante, así que tomé la precuela. También compré La máquina de leer los pensamientos, de André Maurois.
Leí el libro que nos trae aquí hoy, sin embargo, el siglo siguiente, años después.
Primero leí el Gargantúa, luego el Pantagruel, de corrido, siendo novelas independientes, pero sin dejar de ser una saga, ni de ser cada una imprescindible para la otra.
Hace unos años lo regalé a un compañero de viaje, trabajábamos en Alcalá y vivíamos en el mismo barrio, así es que no era raro encontrarnos, y siempre volvíamos juntos. Casi siempre hablábamos de libros, aunque él se negaba a leer novela que no fuera clásica. Días después él me regaló Trilogía de Madrid: no le gustaba Umbral, así que lo echaba de más. Fue el mismo verano en que murió Paco Umbral, así que fue una de esas pequeñas casualidades que salpimentan el misterio cotidiano.
Pero vayamos al elogio de la obra.
Rebelais es, junto a Cervantes, el impulsor de la novela moderna.
Quizá pueda parecer pedante, pero para hablar de Rebelais hay que ser arrogante hasta el extremo, y altivo hasta el exceso.
Yo, en la lectura de Gargantúa y Pantagruel, tenía la sensación de estar leyendo algo novedoso, arriesgado, rompedor.
Una sensación contraria a la que me viene cuando leo mucha literatura actual, que me da la sensación de ya leída.
Todo en esta obra de Rebelais es excesivo, gigantesco.
Un capítulo en la vida de Gargantúa es ya toda una vida. Todo lo que come, todo lo que lee, todo lo que reza, todo a lo que juega, todo lo que fornifolla, toda manera de batallar.
Desmesura.
Sin embargo, uno tiene la grata sensación de que Rebelais no se tomaba demasiado en serio lo que hacía, que más bien escribía como pasatiempo, y que en ese tiempo se lo pasaba muy bien. Y así se lo transmite al lector.
Ironía y burla, parodia. Cuando uno lee la genealogía de Gargantúa recuerda las genealogías bíblicas de San Mateo y San Lucas.
Hay que tener en cuenta sin embargo que es una obra seria en su contexto, más que por sí misma. La pincelada es el humanismo europeo que surgió en ciudades como Florencia y floreció en Francia con Rebelais y en Holanda con Erasmo. Su marco, el Renacimiento.
Son obras cargadas de referencias, que se muestran a sí mismas deudoras de la cultura anterior, sobre todo la grecolatina, a la que quieren honrar ensalzándola, mencionándola frecuentemente.
Actualmente Enrique Vila-Matas sería un autor tipo del humanismo, citando hasta por los codos manchados de tinta.
Quien habla muy bien en sus memorias del exceso, y concretamente de Rebelais y de Cervantes, es el excesivo Bryce Echenique.
Personalmente, si me dan a elegir, en Literatura yo escojo el camino del exceso, que es el más te hace errar y confundirte, pero también a los hallazgos que tanto gustaban a Umbral y a los abismos que tanto defendía Bolaño, que siendo tan distantes quizá no eran tan distintos. Al menos en las intenciones.
Este invierno, leyendo el Mary Tribune de García Hortelano yo me acordaba mucho de Rebelais, pues su personaje principal, el innombrado, era un tipo rebelesiano; sobre todo en su manera de beber y perderse, de amar y hacerse odiar.

Gargantúa, por Doré

lunes, 5 de abril de 2010

Después de Despeñaperros




A la ida en coche, a la vuelta en autobús, pasé por Despeñaperros; maravillados los ojos por la magia, el vértigo, el peligro, la belleza y el misterio.
Pudiera significar un tránsito, o una frontera, pero dejémoslo en el pudiera, sin objetar ni opinar, ni tan siquiera pensar.
Claro que no es la primera vez que paso por Despeñaperros, el año anterior por ejemplo, hicimos el mismo recorrido.
Hay algo magnético, como de cuadro de Friedrich.
(Ya está este plasta con Friedrich)

Los Naranjos

La primera vez que estuve en Sevilla, hace casi diez años, me fascinaron los naranjos, como mitológicos árboles de ofrendas.
Este año el aire era rendido al aroma a azahar. A mí me recordaba al pan y quesillo de mi infancia, esas florecillas de ciertos árboles que nos comíamos, como si fuésemos inocentes animales edénicos.
(Ya estamos otra vez con la inocencia edénica)

La pena de muerte

Mirando los pasos, entre el gentío, junto al río Guadalquivir, y viendo a capuchinos, nazarenos, y trabajos forzados de costaleros, le contamos a mi primo -que es mejicano y vive en Sevilla-, en qué consistía el castizo garrote vil -escuchen la canción de Krahe-.
Luego nos sentamos a beber cervezas al sol de la tarde en la calle Betis, en el barrio de Triana. Yo, como siempre, estaba atrapado por mis pensamientos, hablaba poco y miraba mucho. Tan sólo hablé un ratillo con mi primo sobre Borges y Bioy Casares, extraña pareja, y me recordó aquel cuento del lúcido ciego en el que Judas es el verdadero salvador de los cristianos.
Luego yo le recomendé La invención de Morel.
(Qué pesadito, con La invención de Morel).

La camarera

Esa tapa de garbanzos con bacalao, el Viernes Santo, me supo a beso.
Me la sirvió una sevillana guapísima, de habla suave y melodioso, de generoso y holgado escote, de mirar o serio o triste, melena larga y sonrisa elegante. Tenía algo de las mujeres morenas que pintara Julio Romero de Torres. Inevitablemente me enamoré de ella.
-David siempre se enamora de alguien allá donde vamos -le dijo mi siempre estupefacto primo al amigo que vino conmigo a visitarle, matemático como él-.

El diablo cojuelo

Entre otras cosas, yo tenía el anhelo de los saltos en el tiempo, e intentaba imaginar como sería la ciudad, y el camino a la ciudad, hace un siglo.
No habría bares de carretera donde comprar una pepsi y estirar las piernas, si no ventas donde beber vino y pasar la noche.
Ayudaba a mi imaginación las páginas leídas no hace mucho de El Diablo Cojuelo, que sucede entre Madrid y Sevilla, y que va entre la sátira, la alegoría, la guía turística y el peloteo más vergonzante. Así escribían antes, dedicando a duques y condes poemas y dramas, comedias y novelas. En la Divina Comedia, obra de la que El Diablo Cojuelo es deudora, hay más mala leche, porque además del peloteo está la hoguera de los nueve círculos del infierno a donde van todos aquellos que le caían mal al divino Dante.
Bueno, y en el último círculo estaban Judas y Bruto, que era demócrata.
A mí, la verdad, me cae mal muy poca gente, pero el peloteo tampoco es mi deporte.
(Ya estamos, que no te gusta mojarte.
-Sólo en litros de cerveza o cántaros de vino, según el tiempo de mi imaginación)