viernes, 12 de diciembre de 2008

Simbolismo (II) El misterioso milagro de las afinidades


Satie: Gymnopédie #3 - Philippe Entremont

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Antonio Machado. Soledades, galerías y otros poemas


Ya de niño este poema provocaba una sensación especial, como de sueño malsano y opiáceo. Hoy mismo sigue sucediendo igual.
No olvidemos que esta sencillez no es tal, que sólo el alma puede comprenderla y darle la interpretación verdadera. O eso, o un conocimiento casi científico, si es que damos válida a la Poética como una ciencia, a mí me hace gracia, pero es que hay poetas y eruditos que lo aceptan así. La elaboración del poema como trabajo de laboratorio, que sí, que sí, en este mundo loco se atrevieron a todo...

Este aparte puede ser saltado, que no tiene que ver con el tema, ya que se trata de un llanto de plañidera:


[Se atrevieron a levantar cátedras y a cometer asesinatos.
Es puro deleite ver cómo se matan entre ellos, los literatos, desde Góngora y Quevedo a Pérez Reverte y Umbral. Lo triste llega cuando para pasar de curso has de saber interpretar un texto literario. Pero hubo un tiempo en que hasta obligaban a aprender latín. Disciplinas extravagantes, vagantes, peregrinos mandamientos.
Y sin embargo esos tiempos que dieron luz a hombres y mujeres tan íntegros ya no volverán. Cualquier tiempo futuro será una mierda. El fracaso escolar es la vergüenza de hoy, cada tiempo tiene su vergüenza, con su castigo posterior.
La cosa viene del Edén, cuando Adán y Eva se vieron desnudos y sintieron su primera vergüenza, siendo por ello expulsados del paraíso.
A sí sucede con los colegiales de hoy, un día verán la debilidad de sus mentes por desnudas, y serán expulsados de uno de los pocos paraísos que quedan: Arte.
Sí, las artes son un edén original, génesis de lo poco bueno que nos queda.
Tengo unos cinco amigos que se dedican a la enseñanza de secundaria y primaria, compañeros de universidad -yo ahora alimento barrigas, ellos intentan alimentar cabezas, y es mucho menos agradecido lo de ellos-.
Yo también era un "fracasado escolar", pero al menos devoraba libros y algún profesor veía en mí un tipo brillante. Comí del fruto prohibido: la televisión. Y eso, unido a mi debilidad mental y mis amigas las musarañas, hicieron de mí un inconstante, un perezoso, un indolente. Pero luego los años de universidad fueron muy buenos, de algo me sirvió leer tanto en la adolescencia.Tendré que leer algún día el nuevo libro de Daniel Pennac, Mal de escuela, creo que tendrá graciosas similitudes con mi experiencia]



Este poema de Machado nos habla de ese estado del alma monótono, en un contínuo aprendizaje de las mismas pautas y las mismas lecciones.
Es como si esa estampa en cada uno de nosotros fuese eterna.
En eso consiste una de las características del simbolismo, en que los versos tomen una significación atemporal y universal. Los elementos simbólicos: colegial, maestro, monotonía, lluvia, cristales... son lo mismo aquí y en rusia, en 1923 y 2008. Y en la experiencia de cada cual estos elementos pueden tener las mismas concordancias, o, como dijo Baudelaire, las correspondencias, que el artista ha de encontrar, las afinidades secretas entre la sensibilidad y la espiritualidad.
Ahi radica quizá el milagro de este movimiento cargado de misterio, El Simbolismo.
El aroma de la rosa escrito en un verso lleva consigo una carga de sentido liviana para el olfato y gozosamente pesada para el espíritu. La flor que tú sentiste aquella tarde se quedará por siempre a tu vera, acompañándote por todos los caminos.
Ahí está la confusión que hay con la poesía de Gustavo Adolfo Becquer, que según nos dijo un catedrático, todo un señor, no era el cálido poeta para románticas empedernidas. Era un tipo frío, calculador, y misógino -y creo que además era antisemita-. Ahora vas y lo cascas. Un científico del verso.
Cuidado con los malentendidos en poesía, nunca es tan difícil el amor entre dos como en poesía, esa unión total entre dos, autor y lector. Sobre todo en simbolismo, donde la fuente que te da de beber no calma tu sed de hoy, pero quizá sí la del mañana.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!
Gustavo Adolfo Becquer

No es más -ni menos- que un texto metapoético, que trata sobre el propio poema. Hoy el poeta se ha sentido mirado por la musa, la inspiración. Y ha escrito la cosa más bonita que puedes decir de la amada.
Por cierto, el simbolismo es un movimiento, no ya ateo, si no usurpador. El poeta, que en el romanticismo fue intérprete de lo divino, aquí es creador, un dios, deseado y deseante, como el de Juan Ramón Jiménez.


Edward Burne-Jones, El espejo de Venus

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