martes, 9 de diciembre de 2008

Leopoldo hijo, loco oficial del reino de las musas...

... donde nada es oficial, si no te duele o no lo gozas.
Lo que es yo, siempre sentí gran curiosidad por las familias literarias, sobre todo las mal avenidas, esas que pasan años sin hablarse con odios ancestrales que anteceden el origen conocido.
Qué pena no haber tenido yo un baile frenético así ante mis ojos como pan de cada día, y eso que en la madrugada del Domingo al Martes, a eso de las 4 A.M., un colega me atizó con la Divina Comedia del Divino Dante en la cabeza, pero se siente, eso no vale, la discusión era astrológico-sentimental, y no litararia.
Yo, cainita, matando el ego de un hermano, y luego sufrir el tormento del remordimiento, protegido de los hombres por el dios del alcohol.
Me tragué El Desencanto y Despues de Tantos Años, de Jaime Chávarri y Ricardo Franco respectivamente, dos veces cada una, en cine o en DVD. Y yo lo miraba todo como un adicto de hoy puediera ver un capítulo más de su culebrón preferido.
El Desencanto fue lo último que ví, la anterior primavera, en hora de almuerzo, con un plato de pasta y una pepsi en bandeja sobre mis rodillas.
Un padre y dos hijos laureados -el otro, el pequeño, Michi, era el más majete, creo que nunca se creyó nada, y por eso era carismático-. Y esa madre tan litararia, edípica.

INFIERNO Y PARAÍSO

«allá estará también la castañera
de ocho pares,
y el humo de los céntimos, y el vaho en los bolsillos»

Leopoldo Panero "Escrito a cada instante"

Pero no sólo los mendigos, padre, van al paraíso
van también aquellos que aun más asco dan
también estos mendigos del ser que acezan
a la puerta del manicomio
esas caricaturas humanas, tal como esta
que Alicia se piensa en el
jardín no
humano de las flores
y quisiera destruir el universo
porque si hay algún monstruo, éste es la desgracia
y la única injusticia que existe es la injusticia evidente
y si hay alguna moral, ésta es la moral del desastre.

Leopoldo María Panero, "Guarida de un animal"


Luego están los Goytisolo, pero en ellos como que el talento está más repartido. Juan, bien considerado -pese a que siempre se está quejando, siempre leo buenas críticas sobre él-, Luís, muy celebrado por los entendidos. Y Jose Agustín... sus canciones están en la memoria colectiva de muchos que nacimos antes que la constitución, gracias a aquel que le musicó.



¿Y los matrimonios, cómo se lo montan? No he leído a Josefina Aldecoa, pero sí a su marido, Ignacio Aldecoa. Carmen Martín Gaite y Rafael Sánchez Ferlosio, los dos leídos, sobre todo la primera, ¿se tirarían voluminosos Proust a la quijotera o les bastaría con el clásico tiro al plato, como a todos los matrimonios?
Y en el extanjero son legión las parejas de poetas, novelistas y artistas de similar ralea. Muchos se alcoholizan, otros enloquecen, algunos se suicidan, los menos envejecen plácidamente en hamacas donde recriminarse los tiempos dorados donde fueron jóvenes, talentudos y atractivos.
¡Y padres e hijos! Además de los Panero, por ahí campearon los Amis -no confundir con la secta americana, los pobres, tienen prohibido pelearse-.
Y que no me olvide yo de los Durrell, hermanos que no se parecían a Caín y Abel, porque uno era un genio de la literatura y el otro de la zoología -rama de la literatura, ¿o era de la biología?-. Sí, sólo un genio pudo crear algo como Mi Familia y Otros Animales, donde el pequeño Gerald observa a su hermano mayor Lawrence, como quien estudia una polilla o una salamanquesa.
Pero ya se me fue la chaveta fuera del asunto, así que como colofón, he aquí Leopoldo María Panero:


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