jueves, 16 de julio de 2009

Long Play. Primera Canción.

-Metafísico estáis.
-Es que no como.
Vino a mí vestida con los atributos con que le regaló madre natura, y después de besarme los ojos para limpiarme las legañas de la pereza me propuso un reto:
-Oye, tú...
Mañanita de Sábado, la casa llena de polvo y la colada por hacer. Mientras yo me daba al trajín de la limpieza pensaba, escuchaba, escogía. Mientras la ducha, el café, el cigarrillo en la terraza, las conversaciones por teléfono.
-Oye, tú... Dime qué canciones, de las que has oído tan a menudo en los últimos meses, salvarías de la quema para hacer un disco con diez temas.
-¿Que quema, es que hay una guerra? ¿Es que vuelve la inquisición y yo soy un torquemada con derecho a escrutinio?
-Necesito diez canciones para una élite. Para tu información, la distopía ya esta aquí, ya llegó, siempre estuvo, nunca marchará.
-No hay salvación.
-Para nada, monada. Recuerda ahora esos mundos infelices de los que habla la literatura apocalíptica, ¿1984?, recuerda aquel pasaje en el que se contaba de qué manera se hacían las canciones que el pueblo escuchaba y tarareaba con candor.
-Sí, una máquina, no una mente, una máquina con frases manidas y tópicos, un ejercicio dadá que como experimento podría haber estado bien, pero que se normalizó para ser el pan nuestro de cada boca de los hastiados oídos. Con efecto de adormidera, un opiáceo para dormir conciencias. ¡Los altos funcionarios al servicio del gran hermano! Ejecutaban la dichosa maquinita que cagaba versos y melodías con premeditación, alevosía, nocturnidad y veneno.
-Eso, chico listo, y ahora tú eres un alto funcionario al servicio del gran hermano, con derecho a buen tabaco y café y chocolate decentes. El gran hermano te manda hacer un disco con canciones para la élite, salvadas de entre las toneladas de temas nacidos de la máquina y los kilogramos de canciones creadas por autores, todas ellas se mezclan, lo sabes, y difícil es saber qué es autentico y qué no.
-Dura misión, Adolfita Huxley, puedo quedar catatónico.
-Fácil te lo puse, quiero que escojas de entre lo que has escuchado en los últimos meses, da igual si es grupo, solista, cantautor o cantamañanas, si es de este siglo o del anterior, eso sí, mejor que sea en castellano, que puedas tú, lego en idiomas, saber si los versos son sentidos o manidos.
-¿A cambio de qué, me dará el gran hermano café y tabaco del bueno, me querrás tu, oh, musa?
-Tendrás el regalo de la acción en sí misma, sin finalidad, ¿cual es el premio del juego, ganar? ¡Noo! El viaje a Itaca en sí, no su llegada, como dijo Kavafis. Si Homero dejó de cantar después de la victoria es que Ulises se aburguesó, se alagartijó en su descanso bajo el sol jónico.
-Metafísica estáis.
-Etcétera.


Canción Primera

-Empezaremos con algo fuerte, una canción de amor desesperada, que ya interpretó Bambino y que está compuesta por el maestro Alejandro.
-Cielos...
-Pienso exprimir al máximo el limón de mi amargura. La canción es del grupo Elefantes, apadrinado en su día por Bunbury.
-¡Cielos!
-No temáis, Señora de la Exigencia. De esta canción hay dos versiones, una es pop y otra es aflamencada, la segunda escojo, que a la vez que más apasionada, es más contenida, más macho, que diría el Umbrales.
-Llora amargamente, niño, que yo te toco las palmas.
-¡Ay!

(Eviten mirar el video, please)

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