martes, 7 de julio de 2009

La Whiskypedia



Eso te pasa
por no tener un espasa
(popular)


¿Hay alguien por ahí que conozca la manera de hacer llegar el conocimiento, la sabiduría? Ya los griegos hacían una diferencia cualitativa entre lo que es el mundo de la opinión y el mundo de la sabiduría. Todos tenemos nuestra opinión sobre cualquier tema, pocos tienen sabiduría, muchos menos aun la prudencia, virtud de los sabios.
Siento ponerme hoy apocalíptico, en el sentido semiótico y no bíblico.
Si, hago referencia a las tesis que arrojara Umberto Eco como fuego angélico sobre los pecados de esta postmodernidad en la que nos hallamos sumergidos hasta los tímpanos.
Los apocalípticos son los quisquillosos puristas aguafiestas. A los integrados todo les parece bien, desde un haiku en alejandrinos hasta un soneto de cuatro versos y moraleja de propina.
Tengo nauseas desde hace una semana, es algo mas sartreano que estomacal, pero eso me pasa por buenazo y tolerante, por vago y humilde.
Si fuese un muchacho más trabajador y ambicioso ya me habría comprado el largo centenar de tomos que conforman la enciclopedia Espasa, con un palacete donde poner a salvo este saber compilado por gentes serias como Ortega y Gasset.
Pero no, voy yo y busco información en la Wikipedia –whiskypedia que le llamo, porque tanto el erudito como el anarco-borrachín de botellón infame tienen la libertad de publicar sus perlas de sabiduría.
Yo de niño tenia dos deseos, entre otros, pero estos eran una obsesión:
-Una enciclopedia donde el saber bien compartimentado lo tuviera al alcance de la mano.
-Una varita mágica que realizara mis deseos.
Vean la psicología del pequeño príncipe, conocimiento y poder, pensamiento racional y pensamiento mágico dándose la mano. Quería ser un alquimista con el poder de transformar el barro en oro.
Terminé como cocinero que escribe sus cositas, dos maneras de alquimia, la cocina –eso de hacer comestible el garbanzo es pura alquimia- y la literatura –poder crear el oro de la belleza con la arena del lenguaje-
Solo tenía que aprender a leer bien, y buscarme un buen guía en mi anhelo de conocimiento. Yo era un ávido lector de artículos enciclopédicos. En la biblioteca, mientras otros se preparaban el examen del día siguiente, yo picoteaba en enciclopedias de filosofía y literatura.
Tuve la verdadera suerte de caer azarosamente en una carrera como la de Humanidades, que tiene la virtud de ser más una guía que un tratado sobre algo. Es decir, allí no me aprendí la lista de los reyes godos, pero sí me enseñaron a leer un periódico y a no perderme en una biblioteca. También aprendí que todo es mentira, que más que actores de nuestras propias vidas somos instrumentos, pobres demonios, de un señor bien vestido con sonrisa profident que maneja los hilos. Un señor banquero, político, o presidente del Real Madrid, un empresario, un obispo amanerado en Roma, un gurú superventas en la feria del libro.
También supe que Sócrates y Kant no eran unos sádicos que pensaban para que luego hoy nosotros sufriéramos en grandes mamotretos parrafadas sin sentido. Más bien empujaron cada uno de ellos, a pesar de sus limitaciones de contexto, al ser humano a una emancipación, a pensar por sí mismos, a no ser engañados por los sofistas de cualquier tiempo. La emancipación del sujeto ilustrado, decía Kant, y ya en el siglo XX algunas buenas gentes, prometeos, dijeron que todos teníamos el derecho a ser sujetos ilustrados, a ser príncipes, a la reconquista del reino que nos fue arrebatado: la emancipación del sujeto colectivo.
Viene del tiempo de Kant el proyecto ilustrado de la enciclopedia: Diderot y D´Alembert, unos francesitos ambiciosos que quisieron compilar el saber. Para uso y edificación de la plebe, tú y yo, que nos merecemos un reino.
Cada cultura tiene su enciclopedia, los franceses tienen la Larousse, los ingleses tienen la Enciclopedia Británica –recuerdo ese personaje de La casa de los espíritus, de Isabel Allende, que leía todas las noches un artículo-, y los españoles tenemos la enciclopedia Espasa.

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.
(Rafael Alberti)

Y ahora el mundo mundial, unificado culturalmente, tiene la whiskypedia.
El otro día, iba un tonto y se informó con la whiskipedia. Lo que leyó hizo de él dos tontos.
Solo quería informarme sobre Robert Musil, saber algo de su vida, conocer un poco más a fondo su obra para lanzarme a ella. Y me encuentro con esto:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_sin_atributos
Lean el apartado valoraciones negativas.
No solo disuade de la lectura de El hombre sin atributos -¿habrase visto una opinión tan visceral y no racional en cualquier otra enciclopedia?-, si no que arremete, por ejemplo, ¡contra Ramón Gómez de la Serna!
De lejos se capta que el autor ha buscado una morosidad detallista para la trama, como genialmente hacía Proust, pero no ha obtenido más que frivolidad y superficialidad, a lo Gómez de la Serna. Formal y curiosamente, El hombre sin atributos es una catarata de comparaciones, un vómito de comos, una mastodóntica greguería.

Imagina que coges la espasa y buscas el artículo hemorroide, y no se conforma con describirte el escozor y demás molestias, si no que te alecciona también con que la lectura de tu autor preferido, pongamos por caso, eh…, Guillermito Shaskespeare, te provoca unas almorranas como dientes draculinos.
Pues lo mismo. Lo leí y del patatús intelectual no me he recuperado.

Coda.

Luego uno intenta reconciliarse no ya con la cultura, si no con uno mismo. Regresar al venero de sí mismo, a todo aquello que le ilusionara un día, que hizo de él el hombre que es ahora.
La purificación a través del dolor, el placer, la emoción extrema. Canciones como esta no me hacen más sabio, como pretende la whiskipedia, pero hay algo sublime en la música que me acerca a ese sueño de la varita mágica, donde todo es posible, aunque nunca pueda ser sabio.
No, quizá no busque el conocimiento, menos aun el poder. Cambio toda una enciclopedia por una sonata, una sinfonía, o una canción. Será mejor dejarse llevar por ondas de melodía. Mejor será ser, durante los tres o cinco minutos que dura una canción, al menos en solo ese tiempo, un ser al fin completo.



y notar que sanan las grietas que abre el puto dolor

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