jueves, 23 de julio de 2009

Resucitar a través del subrayado



Hoy no hay otra canción para el long play.
Tantas buenas canciones buscadas y no encontradas en esta panacea de internet.
Y si se encuentra, o es otra versión o se oye mal.
Así que hablaremos de los subrayados, que anteayer discutíamos unos amigos sobre la necesidad o contrariedad de subrayar el libro que se está leyendo.
Yo subrayaría más, pero es que cojo mucho prestado de la biblioteca pública, donde veo que otros antes que yo ya se han dado la molestia, como si un lector futuro fuese a descubrir su talento lector o su capacidad de síntesis. Subrayar o acotar o anotar libros ajenos o colectivos no me parece a mí muy decente.
¿Tú subrayas?
Yo subrayo, cuando el libro es mío necesito un lapicero a mano para convertirme en el lector activo con el que todo escritor sueña.
Debe ser el colmo de la bendición que alguien que además te lee subraye cositas tuyas como si fuesen pequeñas cimas del pensamiento o simples hallazgos literarios.
Es otra manera de no morirse. Dicen muchos, ateos o agnósticos, que no morimos del todo y no porque halla otra vida con San Pedro Welcome to the heaven, si no porque nos prolongamos genéticamente en nuestros hijos, o que en nuestros hijos sobrevivimos por nuestros tics, vicios o sabidurías y experiencias sobre ellos vertidas.
Escribir debe ser otra manera de prolongarse en los otros. Y cuando alguien subraya un fragmento, es como un resucitar en comunión con un vivo.
Así decía Quevedo:

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.

Yo subrayo, y luego voy y releo lo subrayado, resucitando a ese otro antepasado que fui yo mismo, y a veces me pregunto por la razón por la que subrayé ese verso, y encima con flecha y signos de admiración y aviso.
Es que uno también se va muriendo desangrándose en los libros que otros escribieron, y a la vuelta ve y mira y se extraña, como ante la aparición de un resucitado que pide cuentas que no se recuerda que se hayan tenido.
Yo esta mañana he estado releyendo subrayados y subrayando lecturas nuevas. Suelo además escribir símbolos y notas de aviso para que cuando me muera hoy mismo no quede el yo que me sobreviva muy despistado al releer lo subrayado, valga el pareado.
Resucitaré una y otra vez ante mí mismo. A veces me alegraré y otras haré como que “yo a ti no te conozco de nada”
Cómo cambiamos, de qué manera nos vamos de nosotros mismos, y sin embargo, qué idénticos y rutinarios somos hoy como hace diez años atrás, con ese horror a salir de la guarida, y ese sueño que siempre lleva el mismo rumbo, siguiendo las pistas que un día pusimos como pulgarcitos de la literatura: subrayando recodos del camino para reconocernos en las ilusiones y dudas del ayer el día de mañana.

Coda.

En el Juan de Mairena de Antonio Machado subraye repetidas veces esta máxima que el viejo maestro repite obsesivamente una y otra vez en sucesivos capítulos:
Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor mas alto que el valor de ser hombre.

En la Divina Comedia del Divino Dante, subraye en el purgatorio estos versos en el capitulo decimosegundo:
¡Oh, especie humana! Si has nacido para remontar el vuelo, ¿por qué el menor soplo te derriba?

Ahora que estoy leyendo Las Cinco advertencias de Satanás, de Jardiel Poncela, subrayo también con alegría cuando algún personaje dice algo como:
Adminístreme usted el dinero, pero no me administre la alegría.

2 comentarios:

Vila-Matas dijo...

yo subrayo con pilot rosa y con pilot verde. con rotulador azul. con lapiz pocas las veces. alguna. antes no doblaba páginas. ahora sí.

no me gusta que mis libros queden impolutos como aquellos apuntes que tenían compañeros de clase que estaba el folio más terso que antes de sacarlo del paquete.

las manchas no me gustan, por mucho que dijera el profesor de Latín.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¡Oh, padre!
Lo que tiene que hacer usted es subrayar mi blog en su directorio de enlaces, ¿no ve que yo soy tinta de su tinta?
Por cierto, si pincho en su nombre, me lleva directamente a mi hermanita literaria, tambien tinta de su tinta.
Ya le lloveran corbatas y frascos de colonia el dia de su cumple.
Vaya preparandose para el desconcierto.