jueves, 19 de febrero de 2009

Una reflexión en torno al carnaval


Schumann - "O Arlequim"de Carnaval Opus 9 - Orquestra Sinfônica da Rádio de Hamburgo


Se hará uso de cuanta máscara se sienta necesaria para encontrar la autenticidad.
Diluso. El Libro de la Maravilla

En otro orden de valores, vivimos hoy un tiempo en el que el carnaval no es necesario, ¿no es fiesta ya todos los fines de semana? ¿No es fiesta hasta el Jueves Santo, el Viernes de Santo?
Hubo un tiempo, ya hace siglos, en el que en la vieja Europa había Carnaval.
Quizá en Brasil tenga un sentido auténtico, pero no en Eurpoca. Ya no forma parte de nuestra cultura, si no de nuestro folclore. La diferencia está en que mientras que la cultura se vive o se padece -es nuestro modo de expresión o represión-, el folclore es representación, ya sea de la cultura actual o pasada. Y el carnaval, hoy por hoy, es representación de un estado cultural lejano.

Hubo un tiempo en que el que los roles -funciones de diversa índole: sociales, culturales, religiosas, familiares...- eran inamovibles, o casi. Pero por unos días todo se conmovía, en los días anteriores al tiempo de cuaresma.
El mendigo es un rey y la reina campesina. La ramera se vuelve virginal novicia, mientras que ésta se levanta las faldas para ser bien recibida.
Según parece, y según leí en un libro -cuando el estómago de mi cerebro podía aún permitirse excesos eruditos, el libro era de un tal Batjin, y se llamaba La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento: El Contexto de Francois Rebelais-, los roles se intercambiaban de una manera auténtica y no representativa. Esto tiene, como todo folclore, raíces antiquísimas, perdidas quizá en el origen de los tiempos, cuando los dioses aún bajaban de su olimpo o limbo, o cuando el mito era lección de historia, Prometeo un Darwin o un Einstein, y Orfeo un Mozart o un Stravinsky.
Siempre me consideraré un enamorado de lo arquetípico, de la autenticidad subyacente en cada símbolo, en cada rol, en cada máscara...
Dejad que yo, por unos días, deje de ser un poetilla juntapalabras para ser un Poeta. Dejad que yo, un mediocre, por unos días sea un Príncipe a la reconquista del reino que me fue arrebatado. Dejad que yo, Quijotillo enamorado, sea un consumado Don Juan. Quien dice unos días dice unos lustros.
Tiempo y espacio se deshacen de camino hacia la muerte o la nada, sólo queda el eterno presente del eterno día del eterno verano. Aquí todo y ahora, la esencia del todo en cada partícula.
Es decir, el Carnaval, más que un período reducido en el calenario, es un estado del Ser ante el Mundo. Un derecho al cambio, al salto de un rol a otro, de un arquetipo a otro.
Los hay que llevamos la máscara a diario a la manera bufa. Soy un bufón, el que divierte y aconseja a reyes, el único con derecho a carnaval todos los días sin ser por ello condenado. Tengo cien máscaras porque soy cien locos. A través de cada una de ellas miro el mundo y a él me enfrento, signo díscolo y eterno en un código cerrado y finito.
A través de cada máscara busco, encuentro y amo. A la búsqueda de la autenticidad perdida en este desastre.



Búsqueda de la autenticidad a través del misterio

He de buscar la calma calidez de su mirada

desterrar por un tiempo toda súplica ajena

abrazarme a su enigma, unirme a su misterio,

completar mi camino con signos de su boca generosa.

Si pudiera evitar los disfraces que me impone

el mundo que repudio y me es ajeno,

los evitaba, evitando luego así la desnudez

vergonzosa y ridícula de aquel que a sí se miente.

Y sin embargo divertido sería el disfrazarme

con máscaras que yo mismo ya he ensayado

con desigual fortuna, pero auténticas son

pues de mi piel surgieron y a tu piel se inclinan,

a tu piel que no precisa ropas para ser querida.

Con saber que he de morir sólo me basta

para entregarme así a tu consuelo,

que no anhelo otra riqueza que un desnudo beso

que no quiero otro tesoro que el desnudo aliento tuyo.

Y aunque nunca descifre el calor de tu mirada,

con ser mirado así, con eso ya me basta.




Voy derecho al desguace,
con mi nuevo disfraz,
voy vestido de barbaridad.

Derechito al baile,
me sobra carnaval,
¡estate quieto, que bailas fatal!

Lo que crece mengua,
parece que es así,
muérdete la lengua,
y baila infeliz.

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