En las primeras semanas de esta bitácora pensé en tratar ciertos conceptos de estética a través de ejemplos. Lo Bello, Lo Sublime, Lo Grotesco, Lo Siniestro, Lo Pintoresco...
Pero entre mi pereza indolente y que tengo los apuntes de estética llenos de polvo, ya sea en aquel armario de la casa paterna o en mi cabecita de desiguales estancias -algunas semiabandonadas, otras casi olvidadas- pues lo fui dejando.
Como sublime pondría el segundo movimiento de la Muerte y la Doncella -¿o era el tercero?-, melodía que lloré hasta decir basta. Como Bello algún sereno poema de Fray Luís o Rosalía de Castro, qué sé yo. Como siniestro las expectativas económicas para lo que resta de año. Como grotesco algún pornográfico reportaje sobre los sueldos de los futbolistas.
El otro día, como romántico viajero a lo Humboldt -todo de magín, mis piernas no se levantaron del suelo del Kinépolis- me topé con Lo Pintoresco.
Lo supe apreciar, pese a mi cabreo por el coste de una coca-pollas de los cojones, por la que me cobraron tres euros del ala.
Hubiera estado mejor ver la peli en versión original, por oír ese peculiar dialecto de la gente del norte de Francia.
Sin dejar de ser una comedia típica, simple y convencional en el esqueleto argumental, posee altas dosis de comicidad y originalidad. La originalidad de esa gente del norte.
Puede ser una fórmula con éxito en cualquier lugar, tiempo y cultura.
Y no sigo, no es bueno escribir una crítica cinematográfica con sueño retrasado y párpados cadentes, con música clásica para bebés como fondo. Que para pintoresco, yo.
El otro día ví en la tele Amor Inmortal, peli sobre la vida del gran Ludwig Van Beethoven. Si el genio supiera lo que han hecho con sus partituras... recuperaría el oído sólo por oír los gorgoteos de sus víctimas al ser estranguladas por sus virtuosas manos. Luego dicen que hay fracaso escolar, esa música adormece conciencias y voluntades. Buen opiáceo para tarugos, como yo.
Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario