lunes, 28 de septiembre de 2009
Mapa de los sonidos de Tokio
En la primera secuencia vemos –y tú lo puedes ver en la primera secuencia del trailer- cómo unos cuantos japoneses y algunos americanos comen sushi sobre el cuerpo desnudo de una buena moza. Mientras hablan de negocios importantes.
Los japoneses, según parece, son muy dados a esas extravagancias. A las japonesas, por ejemplo, les hacen mil perrerías y luego las publican en la red para estupefacción de los europeos, que las vemos también en la tele, como la historia esa de meter a cuarenta japonesas en pelotas en una cabina telefónica.
El día que los orientales dominen el mundo –entre indios y chinos ya son un tercio de la población mundial-, será muy posible que los japoneses tomen el mando, y nos veremos todos abocados a celebrar eventos freakies de este calibre:
Seguro que nunca viste algo igual, y lo que te queda por ver, Catalina.
A mí las japonesas me gustan mucho, sobre todo después de lo que dijo Fernando Sánchez Dragó, que está casado con una de ellas. Según parece, como no conocen el concepto del pecado original, no tienen culpa, y se te meten en la cama como si fuesen angelillos inocentes. Don Fernando, que ya es un líder mediático, algún día se hará con la voz del pueblo, y todos toditos nosotros, además de no probar la leche y el queso –que según él son pecado-, nos alimentaremos de yogures de soja y fornifollaremos como querubines travestidos de marcianos, después de jugar a la sexy-petanca-japonesa, cosa no inventada aun, pero todo se andará.
Yo por ahora me conformo con ser un judeocristiano lleno de culpa y temores. Caudal inmenso este del pecado original para nuestro ejercicio de la literatura. Además, que el pecado es sazón añadida para las cosas del querer.
El Sábado a la tarde estuve viendo El mapa de los sonidos de Tokio, de Isabel Coixet, en los cines Princesa de La Plaza de los Cubos.
No había visto yo ninguna peli de esta mujer, tampoco me llamaba mucho la atención, pero algo de curiosidad sí que tenia.
Creo que está bien dirigida y hace un buen retrato de las costumbres de allá, la fotografía es para quedarte ensimismado con tanto exotismo urbano, y la música es muy buena, Anthony and the Johnsons –que según parece ha cantado otras películas de la Coixet- surge en voz al final, para deleite de nuestros oídos. Lo mejor, la actriz protagonista, y la expresividad silenciosa de sus gestos. Lo demostró en Babel, que la lanzó al estrellato y a los Oscar.
Creo que le falla el guión… No ha llegado a convencerme.
Y Sergi López tampoco me convence en esta película.
Sergi López es David –pero yo no soy él, es decir, no sé por qué ecuación de la lógica voy a ser yo Sergi López-, que lleva una casa de vinos españoles en Tokio.
Ella es una asesina a sueldo –trabaja en el mercado del pescado y en sus ratos libres se pluriemplea matando a la peña, sin contrato ni nada, ni seguridad social siquiera, seguro que todo lo cobra en dinero negro, ya verás tú como se entere Hacienda el puro que te va a meter, chiquilla, el crimen, como cualquier otro gremio, también ha de tener sus derechos y deberes con el fisco, vamos, digo yo- que se tiene que cargar a Sergi López porque una chica se suicidó por él y el padre clama venganza.
Pero ella se enamora de Sergi López, y se van a una habitación de hotel muy molonga, que simula ser un vagón de metro.
Él, obsesionado por su antiguo amor perdido, le dice a ella:
-Cuando te hago el amor en quien pienso es en ella, no en ti.
Pero a ella parece traerle sin cuidado. También le dice:
-Quilate las braguitas y siéntate en mi cara.
Luego Sergi López, deprimido, se va de marcha solipandi por Tokio, se mete en un karaoke donde hay tres japonesas con pinta de amas de casa y canta aquello de…
... porque le recuerda a su chica suicida. Es decir, entra en el karaoke, coge el micrófono, canta, las tres japonesas le miran, se va sin decir nada, las japonesas le miran irse, y en ese plan.
Pero bueno, como la peli es rica en sugerencias, al salir decidimos ir a un japo, pero como el que está en Plaza de España está cerrado, nos metemos en el primer chino que encontramos y para nuestro regocijo vemos en la carta platos exóticos. Pedimos fideos transparentes y arroz sobre flor de loto, entre otras cosas. Yo finiquito con helado frito, cosa extraña que sólo se le ha podido ocurrir a un japonés antes de hacerse el harakiri.
Pero la peli es bonita, no sé, te puede gustar, le falla algo el guión, y Sergi López.
Es que vamos, me mete a mí mano Sergi López y me dice que está pensando en otra y le meto dos sopapos, por aprovechado y por pervertido.
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