jueves, 17 de septiembre de 2009

El escritor al desnudo (II). Una reflexión acerca de la crítica.



La literatura es desnudarse con la ropa puesta
(Andrés Trapiello)

De todos los críticos y columnistas que admiro y que publican reseñas y reflexiones en los tres suplementos culturales que suelo adquirir, hay tres que leo escriban lo que escriban:
-En el Babelia, la página Sillón de Orejas, de Manuel Rodríguez Rivero.
-En el ABCD de las artes, a Andrés Ibáñez.
-En El Cultural del Mundo, Ricardo Senabre.
Ricardo Senabre hace reseñas, y yo le leo por ese punto de sadismo que tengo como lector, por ver a este Hannibal Lecter de las letras diseccionando y desangrando y comiendose vivos y tiernos a los escritorzuelos que se creían alguien. Suele hacer critica, no de escritores primerizos, si no que de escritores de segunda o tercera obra en el mercado. Sin embargo, cuando encuentra algo que de veras le gusta, sus elogios seguro que valen más que el numero uno en el top ventas. Esto sucede rara vez, pero sucede, como el Sábado anterior con el último libro de Belén Gopegui, Deseo de ser Punk.
Así debe ser el camino del escritor, primero vienen las promesas de laureles y las palmaditas en la espalda, y luego viene don Ricardo, ese profesor severo, exigente y saturnino, que te desvestirá y te llevará de las orejas ante el público ávido de gore literario.
Hace poco escribí un relato para mi Literaturitis Crónica en el que un joven escritor no se atrevía a publicar, atormentado por el miedo a un tal Roberto Sanabria –personajes ficticios, oigan-, crítico literario de un suplemento cultural, por cuyo juicio y tamiz pasaban todos los escritores primerizos que publicaban en el lugar.
¡Pero es que ya, por la sola acción de lanzar un libro al mercado, eres carne de crítica, así son las cosas! Si no, no lo hagas. Escribe para ti. Si quieres ser escritor reconocido, leído, te has de ver con dos críticas implacables:
-La del lector anónimo, cuya voz escucharás por el número de ventas.
-La del lector con nombres y apellidos: el crítico consagrado, que a buen seguro será filólogo.
Y necesarios lo son tanto los unos como los otros. El lector anónimo es necesario porque para algo se publican libros. El critico, porque las guías son necesarias. Luego tú puedes hacer caso o no al crítico, no tiene él la última palabra, la tienes tú.
Se supone que hay unas normas de excelencia literaria por las que se rigen los créticos, otras distintas por las que se rige el lector medio, y otras, personales, por las que te riges tú.
Lo que es maravilloso es que en Literatura no hay amos, hay voces, opiniones, pero a no ser que trabajes como negro para un nuevo Balzac o que pactes con una editorial para escribir la biografía de Belén Esteban, eres completamente libre para escribir lo que te salga y como te salga de las vergüenzas.
Lo que se llama escritura genital.
Otra cosa distinta es el blog. Ahí sí que las cosas cambian.
El bloguero medio no busca la excelencia literaria, ni ser un célebre escritor por su bitácora. Alguien decide crear un blog para expresar ideas y sentimientos, publicar sus poemas y relatos, para un lector potencial, casi siempre anónimo. Relativamente anónimo, porque a buen seguro ese lector tendrá también su blog, y así como te lee puedes leerle.
El problema aquí está en los anónimos no identificados, los llamados trolls, que van a mirar, y con un improcedente tono avinagrado, critican lo que leen. Hubieran querido ser Ricardo Senabre o Francisco Rico, pero se frustraron por el camino y solo han podido ser unos cobardes, pusilánimes que se ocultan. Alguna tara psicológica tienen seguro. Es como si un niño, en un banco del parque pintara en su cuaderno con sus pinturas alpino los sauces que tiene ante sí, con todo su esfuerzo y pasión, y llegara un perturbado que un día estudió arte y tras él mirara sin ser invitado y le dijera: esto es una mierda, chaval, dedícate a otra cosa.
Ahí el niño tiene dos opciones, romper el dibujo y llorar, o decirle a ese señor: enséñeme algún dibujo suyo, a ver si lo hace mejor, si no es así váyase que seguiré dibujando como me salga de las entendederas, mamarracho.
Es la decisión mas acertada, a buen seguro, el tipejo aquel se verá en inferioridad y no molestará más, por pura vergüenza. Otra cosa es que la critica se la lance a algún pintor reconocido, claro que en este caso no se atrevería.
Este anónimo es legión, hay un millar pululando en los blogs de escritores ya asentados y de blogueros a todos conocidos. A veces, comentando con mi identidad visible, me he encontrado con estos estreñidos que arremeten no sólo contra el autor del blog, si no también contra los que van allí a comentar.
A veces dudo si no será uno sólo que no tiene nada mejor que hacer que pasarse todo el día –literalmente, no exagero- a lo zángano alrededor de la abeja reina. Lo digo porque su tono de acritud siempre es el mismo. Yo me divierto mucho a costa de ellos, o de él, o de ella, basta que hagan una ligera referencia a lo que yo he escrito para que todo este manicomio interior se revolucione y celebre una fiesta.
Lo decía hace tiempo en otras bitácoras: en esto de los blogs hay dos tipos de personas:
-Ya esta, zorras y erizos.
-Que no, que hemos cambiado de tema.
Textiles y no textiles. Esto es como una playa donde hay dos tipos de seres: los nudistas que van a bañarse y a disfrutar del sol, y los mirones. Dentro de los mirones hay dos grupos, los que se limitan a mirar, y los que encima que no son invitados a la fiesta ni se quitan la ropa, critican al personal: ese la tiene pequeña y esa tiene celulitis.
O en la vida diaria, cuando alguien que no te invita a su territorio entra en tu territorio sin permiso, y no gustándole lo que ve lo juzga y condena.
Yo aquí soy fuerte, mi defensa puede ser terrible. Soy como el niño que pinta rechazando el golpe de un ser de opiniones incoherentes.

Coda

Quien usa de la alegoría, el símbolo y la metáfora, nunca puede ser herido.
Va desnudo como en la cita de Andrés Trapiello.
Lanza la flecha contra mi pecho, y mi pecho no es más que la sombra de un espejismo.
Intenta sellar mi boca pero mi boca no es más que la sombra del océano.
Intenta atar mis manos, ¿a un lisiado atarle las manos? Mis alas no las alcanza ese lazo convencional.
Como al diamante, no puede herirme el filo de una navaja, solo caer de estas cimas puede romperme, pero ahí no llega quien no tiene alas, quien sólo mira a la tierra y nunca al cielo. Tan solo yo y quien conmigo vuela. Cayendo conmigo, como dos ángeles condenados por el pecado de Ícaro, derretidas nuestras alas por la proximidad a tanta, tantisima belleza.
Así en la vida igual, lo dijo Kafka, de quien soy reencarnado:

No soy más que literatura.


1 comentario:

Un ser de lejanías ... dijo...

YO hoy la crítica la tengo contra ALGUNOS seres humanos. Contra todos No. Claro. Eso sería imposible. Pero sí contra aquellos que se creen con derechos por.

Y que los milagros se hacen, claro que se hacen, pero cuando se deben hacer, no porque sí.

Mañana me leeré el post. Hoy no me llega para más la cabeza y son las 19:56, creo que debo irme a descansar...