miércoles, 9 de septiembre de 2009

Agallas y escamas. (Yo maté a Camilo José Cela)

El Sábado fui al Kinépolis a ver Agallas, y quien conmigo iba se escandalizaba por el precio de la entrada: 7´30. Y yo, con mi coca-cola pequeña de 2´70, pues pagué diez euros. Ni más ni menos.
Pero hubo un tiempo de tiempo detenido, transcurrieron diez años –año más, año menos- en el que ir al cine fue como una nómina: subía, sí, pero poquito a poquito.
Desde que yo era niño hasta que, al cumplir diecinueve años, comencé a ir al cine con mi propio pie a tragarme todo lo que se me antojara. El cine, más o menos, siempre costaba lo mismo. Trescientas pesetas. Quizá cuatrocientas.
Y siete euros son más de mil pesetas.
Bravo por la filmoteca: el mejor cine al menor precio, dos euros con cincuenta. Cuatrocientas pesetas. Y a mí, que la universidad Carlos III me sigue mandando misteriosamente mi carné de estudiante, pues me sale más barato. Cualquier día se detienen a mirar la foto digitalizada que va con el carné y me dice la taquillera, o el taquillero:
-Oiga, señor, que este chavalín mofletudo y con el pelo largo no es usted.
-Mofletudo y peludo tu culo, bribón/a.
Con el cambio del euro el cine más o menos costaba lo mismo: quinientas pesetas/cinco euros. Y nosotros, como somos tontitos, vamos y nos lo creemos.
Pero dejemos las rabietas económicas para los tertulianos radiofónicos.



La peli Agallas la verdad es que está muy bien, no decae en ningún momento, es violenta y sorprendente como si el guión fuera firmado o por los hermanos Cohen o el mismísimo Tarantino, tiene humor negro para nuestro deleite. Las interpretaciones, por lo demás, rozan el esperpento valleinclanesco.
La acción sucede en Galicia, patria de Valle-Inclán, inventor de esta deformación, este exceso literario llamado Esperpento, donde si te pasas rozas el esperpento, o sea, la cutrez más chabacana. Pero no es el caso.
Supongo yo que le darán algún Goya. Habrá que ver más pelis españolas.
Es una película sorprendente, nunca se sabe qué va a pasar a continuación, ni se intuye si quiera. Es una peli de malos y de más malos aun.
Lo interesante, además, es la filosofía de los capos que se ofrece como trascendente máxima: los hay con agallas, los hay con escamas. Mejor, digo yo, lo segundo que lo primero. Resistencia frente a agresividad.
El malvado personaje interpretado por Hugo Silva tiene agallas. El que interpreta Carmelo Gómez, malo malísimo, tiene escamas, y por eso aguanta unas cuantas secuencias más.
Es lo que dice otro personaje, el pelirrojo: se puede ir de listo y de listillo. Los listillos –con agallas- piensan las cosas y actúan. Los listos –con escamas- se piensan las cosas una, dos, tres veces, y luego actúan.
Luego esta la hija, `la gorda´, -como dice Hugo Silva-, estudiante de filología francesa y lectora de Balzac, estupendo el guiño final con las páginas de Las Ilusiones Perdidas. Al igual que estupendo es su desnudo, como soñado por Rubens.
Yo, mire usted, señoría, no soy malo, pero tengo escamas. Y hubo un tiempo en el que físicamente también tuve escamas.
Era el tiempo en que estudiaba para cocinero e iba tanto al cine. Tenía dos opciones para las pellas: o me iba con otros compañeros a tirar piedras a los patos del lago de la Casa de Campo, o me iba solo al cine. Y elegí lo segundo.
Siguiendo la pista a Carmelo Gómez, que por entonces prometía como uno de los mejores: Días Contados, El Detective y la Muerte, El Perro del Hortelano, Tu Nombre Envenena mis Sueños…
Allí aprendí a desescamar pescado. Y por mucho que me bañara, amanecía con escamitas por doquier. Yo era un pez que poco a poco me iba transformando en pez.
Luego, años después, trabajaría durante un año en un restaurante vasco, en la partida de pescados, dónde si no, y ahí lo desescamaba todo, merluzas, besugos, lubinas, doradas. Tenía una compañera con la que hice muy buenas migas, y me presentaba así: él es el bacalao, el más salao, y yo soy la lubina, la más fina. Hace poco la vi, con las prisas hablamos poco, pero lo último que me dijo fue: tengo un hijo, ¿sabes cómo se llama? David. Cuánto honor.
Por entonces yo le decía: cuando me levanto y me miro al espejo me noto cara de pez. Y notaba pequeñas durezas en los brazos. Eran escamas. Yo le decía: tengo escamas hasta en el alma.
Yo, que nunca tuve agallas, año a año empecé a criar fama de tipo que todo lo resiste, con unas escamas duras, permanentes. Era como si el pescado, al desescamarlo, me fuera transfiriendo a mí todas sus escamas. Tan necesarias en este mundo de agresión continua.

Coda.

Yo desescamé, sazoné, metí en papillote con su zanahoria, fumet, sal gorda e hinojo, una de las últimas merluzas que se zampó Don Camilo José Cela. Iba acompañada de txangurro y trompeta de la muerte, una seta negra y de mal aspecto, pero muy rica.
Fue en aquel restaurante vasco, yo me ocupaba del tratamiento del pescado en frío, su limpieza, corte, sazón, etcétera. Otro se ocupaba de guisarlas.
Don Camilo iba a cenar allí de vez en cuando con Marina, su esposa.
Y bajó la jefa de sala: pues ha dicho Cela que la merluza estaba muy buena.
Meses después moriría.
Cuando le cuento a la gente esta real anécdota, me dice: o sea, que te le cargaste tú.
Y yo sonrío mala, malévolamente.
Cela, cadáver exquisito. ¡Coño, como que uno cocinaba para él!

2 comentarios:

Gabs dijo...

Plas, plas, plas (aplauso)
Me ha encantado tu post!! pero que bien escribes, joío!!
Esa peli justo la quiero ver yo este finde por que Carmelo Gómez simplemente es un crack y me flipa... ¡¡es mi actor favorito!! no hay peli/obra de teatro ni na de lo q haga q no me deje con la bocota abierta... Y el otro, el Silva, psh.. me da flojera, pero haré caso a tus sabias palabras y comprobaré si tiene agallas o argollas (en las orejas, jojo.. quicir, q sigue siendo tan moñas y fatal q cuando participaba en al salir de clase o los hombres de paco...)
en fin, amigüito, a sus pies, mua!

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

El otro dia vi El viaje a ninguna parte, del grandioso Fernando Fernan-Gomez, y quede gratamente sorprendido al ver a Carmelo Gomez haciendo un papel chiquitin, cuando no era aun conocido.
De esa pelicula han pasado mas de veinte años, y sigue igual de joven que entonces.