jueves, 15 de enero de 2009

Pañuelo en mano, maldiciendo...

Pañuelo en mano, maldiciendo
llorando la nostalgia
de los humos del pasado...

Pero no, basta, no voy a crear una elegía del tabaco, al que estoy echando tanto de menos en estos días de moco y fiebre. Hago la prueba, enciendo un cigarro, doy una calada, y el humo, en vez de ir a mis pulmones, es rechazado en un ataque de tos dejando un sabor a hiel desagradable. Lo compenso con menta poleo y miel, leche caliente con miel, café con leche y miel, uno a la mañana y otro a la tarde, que si no me dan taquicardias, si tomo los cuatro que mi cabecita loca necesita.
Pero cambiemos de tema y hablemos de Galicia, que no sólo da buenas leches y mariscos, altos literatos como Cela y Rosalía de Castro -a la que sin remedio he de dedicar un post algún día-. Galicia, como Aragón, es cuna de algunos de los grupos de calidad que triunfaron por la península, como Golpes Bajos, Os Resentidos, y, Siniestro Total, que hoy al levantarme me han dedicado esta canción, no me la quitaba de la cabeza:

Sana, sana, culito de rana
si no sanas mañana
tampoco sanarás hoy
si no comieras tanto dulce
ni tanto chocolate
ahora estarías mejor




Duermo a deshoras, últimamente me acuesto temprano, como Proust, y me despierto sobre las dos de la madrugada -hora a la que suelo acostarme- y no pego ojo -bueno, algún simulacro hay- hasta las siete. Me tomo la medicina y duermo como un bendito hasta las diez. En esas horas de vigilia a uno se lo ocurren ideas peregrinas. Ayer, por ejemplo, escribí una novela mentalmente, bastante macabra y negra, la verdad.
Si alguien me retratara en ese trance seguro que parecería Alonso Quijano el Bueno, dibujado por Doré.




Lo mejor de estos días es la novela que comencé ayer, El Mundo, de Juan José Millás. Tenía otras novelas adelantadas en la cola pero esta me reclamaba -quizá porque no he leído a un autor que sepa describir tan bien un proceso febril como Millás-.

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