Sería el cuento de nunca acabar. Yo sé que los ojos los tendré siempre jóvenes, y sé que la espalda se me irá curvando cada día. Después de todo, lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres. Pero ¿por qué estoy yo hablando todo esto?(...) ¡Vamos! No me agrada que me miréis así. Me molestan esas miradas de perros fieles. Esas miradas de lástima que me perturban y me indignan.
(Federico García Lorca, Doña Rosita la Soltera o el Lenguaje de las Flores
Así comienza Los Años Desnudos, de Félix Sabroso y Dunia Ayaso, con Candela Peña recitando estas palabras de Lorca en un casting, y uno al principio no sabe si recita o se dirige a los que la miran.
Es una película muy buena, por muchas razones, pero sobre todo por el personaje que interpreta Candela Peña, y su propia interpretación. Tampoco le van a la zaga las otras dos, Mar Flores -que sueña con formar una familia- y Goya Toledo -víctima de aquellos años-.
Candela Peña quiere ser actriz, y de las tres es la única que gana su partida al destino, pese a la soledad e incomprensión, sólo apoyada por un transformista.
Sí, vale que el personaje de Mar Flores se casa, pero fíjate con quien, con un cabrón y un déspota.
Es que quizá sólo puedan realizarse los sueños para los que no se necesita a nadie. Puedes soñar que eres actriz, escritora, pintora o maestra, y a base de tesón y trabajo y de pisar muchas mierdas puedas tener esa suerte. Pero los sueños en que compartes, en que necesitas a otros, en que te ves con otros... esos se pueden volver contra tí.
Trabajar y ceder, con más alegría que pena, así hace el personaje que interpreta Candela, caer y levantarse, ilusión de niña y desengaños drásticos, hasta la familia le cierra las puertas, pero ella sigue.
Quizá sólo debamos soñar los frutos de la soledad, y no con otras personas...
Por lo demás todo bien, nos trasladamos a finales de la década de los setenta, con sus músicas y sus vestidos, lo que digo, que es una muy buena película.
Es que finaliza, en la filmoteca, el ciclo sobre los premios Goya, y aprovecho mis tardes libres para ver las que pueda.
Son películas de estreno que salen baratas en el Doré, sobre todo a mí, que no sé por qué misteriosa razón la Carlos III me sigue enviando el carnet de universitario.
Y vale más el Doré que cualquier otro cine, porque ahí se respeta el cine, y ayer escuché muchos ssssssssshhh!, como debe ser, ¡este no es el salón de casa! Escuché a uno. Los asientos de atrás están reservados a los académicos, yo suelo sentarme, cuando llego pronto y no es sesión numerada, en la fila 5, no más atrás.
Es una tarde fría pero simpática, esta de Martes en que voy a ver Los Años Desnudos, saco antes del cajero algo de dinero, por si me apetece tomarme un café, voy con poco más de lo que cuesta la entrada.
En la cola, delante de mí una muchacha bailotea y canta al son de su I-pod, como si nadie la viera. Para y calla, se da la vuelta y me dice si tengo por ahí algún programa para ver las películas de los días siguientes, le indico que en la entrada hay.
La entrada es la cafetería, y yo pido un cortado. En los Alphaville -hoy Golem-,también había cafetería, señorial en un sótano. La han quitado y no sé por qué. Si llegaba pronto, solía tomarme un café con hielo, y el camarero siempre me daba conversación.
Escojo la fila cinco, que de las primeras tiene asientos libres en el pasillo. Dudo si leer otro capítulo más de Los Detectives Salvajes. quieren sentarse en mi fila dos muchachitas gafipastas, muy lindas ellas. Las dejo pasar, caballerosamente. Luego vuelven a levantarse, y se corren un asiento, hacia mí.
Miro el cielo raso del cine, que es azul. De frente hay un telón, porque además de cine es teatro, y a veces se sientan ahí gentes importantes a hablar de cine, ante los espectadores.
A cada lado del telón hay pinturas, también azules, a la izquierda Nueva York, a la derecha Egipto.
Miro a la gente pasar y sentarse, miro el cielo azul, escucho las risas y palabras sueltas de las dos chicas, ¿quieres un chicle? le ofrece una a la otra.
Así, hasta que empieza la película, y es raro verla en estos fríos días de finales de Noviembre, en Madrid por lo menos es cortante, hiriente, y el cielo azul de este teatro nos da una tregua.
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