sábado, 11 de septiembre de 2010

Bright Star, sobre John Keats

La Belle Dame Sans Merci, según Frank Bernard Dicksee

Oh, What can ail thee, knight-at-arms,
Alone and palely loitering?
The sedge has wither’d from the lake,
And no birds sing
O what can ail thee, knight-at-arms!
So haggard and so woe-begone?
The squirrel’s granary is full,
And the harvest’s done.


Oh, ¿qué te aflige caballero andante, ociosamente solo y pálido?.
Los juncos se marchitan cerca del lago y ningún pájaro canta.
Oh, ¿qué te aflige caballero en armas, tan huraño y desolado?.
El granero de la ardilla está lleno y la cosecha ha terminado.

John Keats, La Belle Dame Sans Merci



Cuánta grandeza en el poeta Keats, que no fue nadie en vida, y que hoy lo es tanto para la Literatura, precursor de vocación total y de libertad absoluta.
Pero quién se atreve a vivir en la pobreza, perezoso y melancólico. Digo, quién se atreve a enamorarse sin nada en los bolsillos.
Todos estos poetas románticos o estaban locos o morían jóvenes. O, como Keats: joven y loco. Loco de amor, murió de amor.
Porque no sólo trabajar cansa, como diría Cesare Pavese, si no que amar tanto también cansa.
Yo quisiera tener las cartas a Fanny Brawne, su amada, y a Charles Brown, su amigo. En ellas él exponía su importante visión del mundo, importante para ese movimiento romántico -en el que aún, para lo bueno y para lo malo, seguimos sumergidos- y para la historia de la Literatura. Recuerden aquel fragmento que publiqué hace un par de meses en mi jardín.
Decía cosas como que los impulsos del corazón eran algo sagrado, y yo recuerdo que en unos versos Hölderlin veniá a decir lo mismo, en su poema Lo Imperdonable:

Olvidad a vuestros amigos, burlaos de un artista,
denigrad, rebajad a un espíritu profundo,
Dios os lo perdonará. Pero nunca turbéis
la paz de los que se aman.


En la película podemos verle con su amigo Charles, tirado en el sofá, rodeado de libros, leyendo de aquí y de allá, meditando. La pereza es la virtud de los románticos. O el principal pecado capital, según se mire.
Ella, Fanny, va a verle, a interesarse por el hermano al que John Keats cuida, enfermo de tuberculosis. Se van enamorando, ella le pide que le dé clases de poesía. Desde el principio vemos cómo todos critican e interrumpen la relación del poeta -que iba para médico, como Baroja- y su vecinita -que es una linda modistilla-. Sobre todo el amigo Charles Brown, que ejerce de mosca cojonera.
Historias de amor en campiña inglesa, hora del té y veladas con baile y poesía. Cómo me gusta todo esto. John Keats, el loco, bajo la lluvia, dejándose mojar hasta el último verso, en el jardín de la amada. Así enferma él también, de tuberculosis, que casi, más que una enfermedad, se convirtió en una moda, por aquellos años; al menos esto era lo que nos enseñaban en el instituto. Ella bordando, o leyendo los libros de él, luego en cada escena sale con un traje distinto, con los versos del poeta en los labios para hacerle de rabiar. Luego él le llama a ella, contínuamente, descarada.
No es una película perfecta, pero está muy bien, es más, tampoco es una obra maestra, pero sí podría dejarse ver otra vez. O las que hagan falta.
-Los protagonistas son guapos, y hacen un buen papel.
-Los paisajes, la ambientación, todo, es delicado y sugerente, a veces turbador y a veces motivador de ensoñaciones. Cada plano parece una exquisita pintura, tonto quien se aburra, hay detalles por doquier para el deleite.
-La información que se da sobre la visión del poeta es escasa, pero entre versos, cartas y conversaciones algo queda, esperemos que deje huella.
-La música, como este canto a capella de un adagio de Mozart:



-Luego está el guión, quizá algo pesado a veces, que como decíamos ayer, al salir del cine, si no se tratara de Keats, y sin esa rica ambientación, sería un tostón de película.
-Ciertas ingenuidades, quizá con la excusa del romanticismo y del amor apasionado.
-Después de aquella obra maestra que fue El Piano, yo esperaba más de Jane Campion. Sin embargo, gracias por la película, mereció la pena.
Tras de nosotros se sentaron los palomiteros de turno, con sus cuchicheos constantes y los "me aburro" hacia el final. Para ocho euros que cuesta la entrada ya podían invertir en una sesión de botellón, digo yo.
Después de la película nos fuimos por Lavapiés, a tomar unas cañas y unos vinos. Hablamos de libros y de gastronomía. ¿Qué tal un restaurante literario, David? Me decían.
Yo, durante la película, tuve un acceso epifánico. Decidí dejar de trabajar para cuando se me acabara el actual contrato, dentro de dos años y dos meses. Les pregunté:
-¿De qué manera podría ganar dinero sin trabajar?
Yo pensaba en atracar bancos, o en hacerme gurú de una secta: repartir las perlas de mi sabiduría a cambio del diezmo de mis contribuyentes.
Como decía Keats:
Los fanáticos crean un ensueño y lo convierten en el paraíso de sus secta

Pero lo único que me ofrecen, estos compañeros de clase, es más trabajo, más sudor, más lágrimas. Sin embargo damos rienda suelta a la imaginación y ponemos literarios nombres a exóticos platos.

Y claro, que no se nos olvide el poema que da título a la película:



Estrella brillante, quien fuera tan constante como tu
no en solitario esplendor colgada arriba en la noche
y observando, con eternos párpados abiertos
como el eremita paciente e insomne de la naturaleza.
las aguas ondeantes en su clerical tarea
de ablución pura de las playas humanas de la tierra redonda
o mirando sobre la nueva mascara caida
de nieve sobre las montañas y las llanuras
No-- y aun así constante, aun sin cambio,
almohadado sobre el pecho en maduración de mi amada
sentir por siempre su suave respiración
despierto para siempre en un dulce insosiego
aun, aun escuchando su tierno respirar
y asi vivir por siempre o desfellecer en la muerte.


¿Más?
Keats y la Belleza
Keats y el Otoño, poema para inaugurar la próxima estación.

Coda
El poema de Keats La Belle Dame Sans Merci, que tanto ha inspirado a músicos y pintores, no es más que un sueño. Luego, al despertar, el caballero andante, el poeta, no encuentra más que el frío de la pendiente de la colina donde se ha quedado dormido. ¿No es como aquel sueño de Coleridge, Kubla Khan, del que hablábamos el otro día?

2 comentarios:

Hilvanes dijo...

Con una de las primeras frases con las cuales arranca usted su excelso e inefable (por cuanto de extraordinario tiene), una letra de Manuel García donde se dice:

"Mi primo que tiene un bar
desde siempre me a dicho y me consta que todo lo
dice de muy buena fe tanto tienes tanto vales no
se puede remediar si eres de los que no tienes a
galeras a remar ..."

La historia se repite ... somos los humanos tan necios que no aprendemos.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Abrumado estoy.
Keats fue una rareza que luego creó escuela, junto con otros raros: el Romanticismo.
A mí me gusta el Romanticismo porque permite el lujo del ensueño y la pereza como motor creador, sin demasiada información que haya sido filtrada por la mente racional.
Inventar un mundo sobre las ruinas, antes que el conocimiento de lo que fueron realmente esas ruinas.
La invención frente al dato.