viernes, 8 de enero de 2010

Argüelles. La casa de las flores



Me pide Hilvanes que haga crónica de Madrid, como si uno pudiera seguir las felices huellas por Argüelles de Umbral. Por ahora, en la sempiterna juventud de esta educación sentimental, tan sólo puedo dedicarle este post:

Casa de las flores: una arquitectura de vanguardia para el poeta del amor

Situada en pleno barrio de Argüelles, delimitada su manzana por las calles de Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide y Meléndez Valdés, fue diseñada en 1931 por Secundino Zuazo Ugalde. Es, sin duda, la construcción más interesante del moderno ensanche madrileño.

Dispone de 288 viviendas y se estructura en torno a tres patios, de los cuales el central es el de mayor tamaño. Todas las viviendas son exteriores, bien iluminadas y muy ventiladas, predominando así su carácter higienista, muy propio de la vanguardia de la época. Sus patios estaban ajardinados y disponían de unas pequeñas y coquetonas fuentes. La esquina que da a la calle Princesa, tiene unos balcones con jardineras, de donde se deriva el nombre del edificio.

Su edificación respondió a un encargo del Banco Hispano Colonial en colaboración con el Instituto Nacional de Previsión. Como dato curioso, mencionar que la empresa constructora fabricó insitu los ladrillos que empleó para la obra.

La Casa de las Flores es un avance entre el diseño de manzanas cerradas del 'Plan de Castro', para el ensanche de Madrid y las modernas edificaciones de bloques abiertos que marcarán las tendencias de las edificaciones de viviendas colectivas.

El proyecto daba así doble respuesta tanto en lo arquitectónico como en lo urbanístico: era posible un Madrid mejor sobre las manzanas diseñadas por el Plan del Ensanche de 1860. Por ello, 'La Casa de las Flores' es más que un singular edificio, es todo un homenaje a la racionalidad, donde se concibe la ciudad con viviendas higiénicas y luminosas y donde se entiende la calle como un espacio colectivo de relaciones.

Secundino Zuazo planteó y realizó viviendas funcionales e iluminadas, con detalles de decoración muy contenidos, donde su corredor ajardinado y la combinación de murallas de ladrillos con las flores constituyen un ejemplo de urbanismo para el futuro y símbolo de la vanguardia arquitectónica de una época, donde se soñaba con la realización de un mundo mejor y más justo.

En este edificio vendría a vivir el universal poeta chileno Pablo Neruda, cuando llegó a Madrid en 1934. Fue Rafael Alberti quien le recomendó fijar su residencia en 'La Casa de las Flores'. Instalado en uno de sus pisos, hizo derribar un tabique interior para ganar amplitud en el salón, donde recibiría a sus amigos. Muchos de ellos eran intelectuales relacionados con la prestigiosa Residencia de Estudiantes como Lorca, Moreno Villa y Cernuda entre otros. Junto a ellos viviría su mejor momento personal y colectivo, tal y como él mismo dejó escrito. Con ellos adquirió conciencia política y no sólo fue testigo de los acontecimientos que fueron el preludio de la Guerra Civil sino que tomó parte como actor en lo que sería el mayor drama de nuestra historia reciente.

También vivió en 'La Casa de las Flores' sus últimos años hasta su muerte el escritor Emilio Carrere.

El estallido de la guerra y el asedio de Madrid llevaron las trincheras hasta las puertas de 'La Casa de las Flores', que sufriría los rigores de la guerra hasta casi destruirla.

Cuando Neruda regresa a Madrid, un año después de dejar su casa por entonces intacta, durante una visita que realiza junto a Miguel Hernández, se la encuentra casi totalmente destrozada, escribiría: "...aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida". Como así fue, puesto que Pablo Neruda nunca regresó a Madrid ni a 'La Casa de las Flores'.

Reconstruído tras la guerra, este edificio, ya con más de setenta años, es todo un ejemplo vivo de un modelo arquitectónico único en su tiempo, ideado por Zuazo y vivido por el genial poeta Neruda, en sus años de más fecunda creación.

Desde el año 2005 el edificio está protegido por una normativa especial de la Comunidad de Madrid, que preserva su espíritu original. Anteriormente, en 1981, fue declarado Monumento Nacional.

Artículo sacado de La Madridpedia.



Explico algunas cosas

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

(Pablo Neruda. Tercera residencia)

3 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Pues el artículo dice que recibe tal nombre el edificio entero por los balcones con jardineras.

Umbral hablabá de la casa de las flores de Neruda, que le habían dado ese nombre porque el poeta tenía infinidad de platas, tantos como libros...

Versiones como colores...

El poema sí de Neruda, sí parace responder a la versión de Umbral.

El poema es desgarrador...

¿Cúando volverán aquellas generaciones de literatos que se reunián en los cafés?

JaRdieL dijo...

Yo acostumbro a escribir en los cafés, pues para trabajar necesito ruido a mi alrededor, y en ese ruido me aíslo,
como el pez en la pecera. Escribo con facilidad extrema, lo que no excluye el ansia
de mejorar.

Busco un café soleado y tranquilo.

Extiendo las cuartillas.

Me sirven el café. Tomo un sorbo.

Está estupendo. Sabe a Sidol, pero
está estupendo.

Enciendo un cigarro. ¡Ah! Fumar... ¡qué delicia! Debo de tener los
pulmones hechos cisco, pero ¡qué delicia!

¡Ea! Al trabajo.

¡Venga, a ver... la estilográfica!...

Y las cuartillas se van llenando, con el optimismo supremo de la
tinta azul sobre el papel blanco y satinado.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Hilvanes:
Con esto de las tecnologías pocos escritores hay que no tengan su bitácora o su dominio web.
La tertulia de café ha sido sustituída en parte por el chat, ¡y a ver qué es lo que bebe el ciberliterato en vez de café o whisky! Lo mismo yogurth de soja con tofu, en vez de un bistec, unas almendritas, o unas pastas de té.
Jardiel:
¿Cuánta degradación nos quedará aún por presentir, Don Enrique?
Es un honor, otra vez, tenerle en esta guarida de loco exiliado, y no me atañe a mí devolver visita, pero gentes ilustres sabrán hacer honor a su explendidez.