Rabieta de la semana
Malditas sean las modas y las mentes enfermizas que proponen y llegan a disponer de los usos y costumbres en ocio y consumo.
¿Qué hacemos ahora, después de tirar el viejo tocata y de malvender los tan queridos, entrañables vinilos?
Ya hace tiempo que dejaron de fabricarse cadenas musicales con tocadiscos, y ahora vuelta a empezar, eso sí, caros como un e-book (que se supone que desterrará a la galaxia gutenberg a otra galaxia, hasta un renacimiento en las postrimerías del siglo XXI).
Me entero el otro día que se reedita para kiosko y goce de coleccionistas el Kind of Blue de Miles Davis, y salto de alegría. Pero en vinilo. Me hundo en la quimera de los sueños insatisfechos, donde todos los niños maduran a base de deseos incumplidos para convertirse en viciosos desilusionados.
Y recuerdo cuando compraba vinilos, y cintas de casette, en aquella tienda de la calle Illescas, MF, o en el Rastro. Lo primero que compré fue un Chaikovsky, y metidos en el pop más o menos actual -de finales de los ochenta-, el soberbio Camino Soria de los altivos -por derecho- Gabinete Caligari.
El último que compré, atraído por una de las canciones más hermosas jamás escuchada, fue el Música Clásica, de los gallegos y countries Los Limones. Con dieciocho floridicos años, justo antes de romper diez años de sequía con llantos de mal de amores.
Mira esta vez
lo que has dejado
esparcidas las conchas tiré
para que las pisen tus pies...
La canción de la semana
Dentro de ese disco había canciones muy buenas, no sólo el Canto de las Sirenas, que fue la que me hizo correr a las fenecidas tiendas de Madrid Rock a comprar con mi escasa paga tal manojo de regalos para los oídos regalones que uno lleva no precisamente como adorno, aunque sí como Theodor Adorno, ese exigente melómano.
Por ejemplo, esta canción tan sencilla que se me antojaba sensualísima.
A Los Limones pude verles en directo no hace muchos años en las fiestas de Aluche, que es adonde van los grupos que se prejubilan, que el presupuesto de mi barrio no da para amarales y vangoghes. Otro año vinieron los Andy y Lucas, y yo convoqué a los compis de la universidad para tirarles tomates, pero en lata. La propuesta tuvo éxito a priori, a posteriori huímos a los primeros acordes.
En estos días me acordaba del disco, pero no por el vinilo, si no por la lluvia. Se me venía al recuerdo el estribillo de la canción, una y otra vez.
En estos días de nieve, lluvia, viento, y lluvia otra vez, repiquetean desde la memoria hasta mi boca una y otra vez, como gotas que llenan los embalses de mi corazón, los versos de este tema.
Soy un árbol, no la dignidad
un árbol quemado, ¿y qué más da?
Sólo soy al fin y al cabo
un árbol más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario