sábado, 4 de abril de 2009

Jardín Botánico



... he aprendido a esperar sin razón...



Desde Alemania, quizá nostálgica, me manda mi amiga Azulaza -así es como firmaba sus caros comentarios en mi Manicomio de Libro de Arena- un artículo de Antonio Muñoz Molina sobre uno de los lugares más hermosos y apacibles de Madrid: el Jardín Botánico.

http://www.elpais.com/articulo/semana/Paraiso/botanico/elpepuculbab/20090404elpbabese_4/Tes




...uno tiene los senderos y los laberintos del jardín a su entera disposición, compartiéndolos sólo con algún jardinero ocupado en lo suyo o con esos gatos llenos de magnificencia que se tienden augustamente al sol sobre un banco de piedra



...admira más aún imaginarse a los naturalistas intrépidos que viajaron hace dos siglos para traer aquí las semillas o los brotes de esos árboles. La historia natural es un antídoto saludable de los desastres y las idioteces y las crueldades sin nombre de la historia política. En plazas innumerables de ciudades hay estatuas, ecuestres o no, de matarifes y de dementes, de impostores, de ladrones, de parásitos, de canallas, de fanáticos congelados en aspavientos de bronce: las estatuas del Botánico honran a hombres sabios que dedicaron sus vidas a la tarea provechosa y tranquila de estudiar las plantas...



Sólo a unos pasos del Botánico, en algunas salas del Prado, la historia es un desvarío sanguinario de hombres con navajas asaltando a jinetes armados o un espanto de ejecuciones nocturnas a la luz de un fanal, y después el regreso de un monarca bárbaro que restablece la Inquisición y reina sobre un país sumergido en la miseria espectral de las pinturas negras. Y sin embargo otra España ha podido existir, o existía y no era visible y no es recordada: junto a la negrura de los aguafuertes de Goya está la belleza delicada y precisa de esas láminas botánicas de la expedición de Mutis





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