lunes, 13 de abril de 2009

Corín Tellado/Mari Trini



Sí, he leído y he publicitado cuanto he podido los escritos de esta mujer. Vale, un sólo libro, La Hija de mi Mujer, o algo así, hace dos veranos.
Trataba la trama de una muchachita bohemia y pintora que vivía en Francia, en una buhardilla. Recibe noticias de su madre, que se casa con un hombre mucho más joven que ella. Se vuelve para España y se enamora del nuevo marido de mamá, el amor es mútuo, y la cosa va bien, es que mamá está enferma, en las últimas, y dándose cuenta del cariño que se tienen su niña y el niño de sus ojos, apuesta por su unión. El problema viene por otros, como sucede tan a menudo, el problema, el conflicto, suele venir de terceras personas, por joder no más o por razones de dinero.
Cabrera Infante leyó a Corín, con mucho gusto. Vargas-Llosa, según escribió en el artículo que publicó en el diario El País el pasado fin de semana, no la leyó, pero sí la admiró. Francisco Umbral habló muy bien de ella en algún libro de ella.
Alquien que como yo está tan a favor de la fecundidad, ¿qué puede sentir por tan prolífica mujer? Envidia y admiración.
Ojalá sea ahora un ángel que escriba sobre las vidas de nosotros, los vivientes. Que con su imaginación romántica resuelva tanto conflicto amoroso, acerque a los que se desean, escarmiente a los entrometidos.
Casualidades, otra trovadora del amor se marchó unos días antes. Curiosamente, una de las primeras canciones que recuerdo haber tarareado era una canción de Mari Trini, tendría yo de tres a cinco años. No sabía que era de ella, y en estos días, escuchando sus canciones, pude ponerle una autoría a ese recuerdo.
No era de las más conocidas, y seguro que no duró más de un par de meses en las listas de éxitos, pero se me quedó grabada en la cabeza su repetitivo estribillo:

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