domingo, 27 de marzo de 2011

Los Miserables, de Víctor Hugo



Mario, o Marius, es un imbécil.
Ante una obra inconmensurable como esta, uno no sabe qué reseña escribir, o qué reseñas.
Hubiera podido hacer como con el Ulises de Joyce y reírme por entregas, como quien se está doctorando en literatura contemporánea. Pero pongámonos victorhugianos: ante esta magnitud sólo nos queda el respeto.
Y miren que es una obra picada de imperfecciones, trampas, coincidencias pueriles. Pero el cuadro general es magnífico. Supongo que volveré a leer algo así, al igual que antes leí La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín. Son novelas de una vastedad tal que deja pequeño al lector. El Ulises lo puede hacer cualquiera, Los Miserables no.
Visitante: mozo, cuidado con lo que dice ...
El aludido: descuide, que sólo quiero polemizar con algún enterao jamesjoyciano, todos mis respetos para my dear uncle James, con el que tanto reí, amé, sufrí ...
Claro que monsieur Hugo también me ha hecho de sufrir, y de amar, y de estremecer.
Marius es un palurdo.
Podría hacer el post más largo de este blog, hablando sobre estas milquinientaspáginasdená, pero sólo trataré algunos aspectos interesantes. Los personajes, por ejemplo.
Mario es un empanao.
Personajes inolvidables, de todo tipo, de toda psicología, de toda función. Hay personajes arquetípicos, como Enjolras el héroe  revolucionario, simbólicos como Javert, representante de la ley, funcionales como Mario -que se cayó de un guindo-, alegóricos como Cosette -qué cosita candorosa, primaveral, es Cosette-, complejos como Eponina, perfectos como Juan Valjean, maravillosos como el niño Gavroche, villanos como Thénardier, históricos como Napoleón ... aunque el personaje principal, como dice Hugo, es el infinito. A veces parece que el libro no se va a acabar nunca, y son desesperantes ciertos capítulos, y libros enteros, que retardan la trama. Pero así es la vida misma, uno podría saltarse centenares de páginas, pero es que en el espíritu de la obra hay algo del mismo hálito vital, todo va en el paquete, y si te pierdes eso es que te has perdido algo importante. Esas páginas no son aptas para la mentalidad contemporánea acostumbrada al abrefácil y al fast food.
Se puede ser mejor o peor lector, pero lo que tengo claro es que ha de haber cierta autenticidad a la hora de enfrentarse a una obra así, comprender su contexto, al igual sucede con obras como el Ulises de Joyce. Sabes a lo que vas, novelón decimonónico o novela vanguardista, luego podrás aullar y sacar cantares, tú, que has leído, puedes juzgar la obra y su autor. Es como quien vive, y es súbdito, o ciudadano. Es el derecho a la queja y a la burla.
Y aquí somos bufones que nos ponemos muy serios cuando reímos, y siendo risueños, gatitos de Cheshire, guardamos cierta sobriedad en la sonrisa. Hay que saber mirar, leer, vivir, enfrentados a lo bello y lo grotesco.
Mario, lo vuelvo a repetir, se cayó de un guindo.
Lo que menos me ha gustado, ya lo he dicho alguna vez, son todas esas parrafadas que engordan el libro y embotan la mente. Quizá para el lector decimonónico de folletines serían edificantes esas páginas, que en ocasiones, como en el tratado que hace sobre el caló en uno de los libros, se basa en impresiones e intuiciones más que en hechos. Sin embargo el libro que es como un tratado sobre la alcantarilla me parece ameno.
Mario es rematadamente tonto.
Es novelón perteneciente al movimiento romántico, y se ve en el estilo exaltado, en su idealismo, en su afán por resucitar lo divino en lo humano.
Hugo trata sobre todo, el personaje principal es lo infinito, sobre lo humano y lo divino, y no se corta, escribe como quien respira, y según le viene en gana. A veces la trama está cosida de manera basta, con trampas, pero quien hiciera lo que Hugo hizo ... más importante que la propia trama y que todos esos rollos macabeos es el fresco general, el retrato social, la riqueza manantial de personajes y costumbres.
Es un mundo muy distinto al nuestro, el de la huguiana Francia del XIX.
Había, por ejemplo, gente que moría por un ideal colectivo, sin estima alguna por su propia vida. Toda la parte de la barricada es ajena al hoy.
Yo sin embargo me quedo con los personajes.
Marius es un tipo raro de narices.
Vayamos uno a uno, de los más importantes, espero no dejarme a ninguno en el teclado.
Juan Valjean, tamibién conocido como el señor Magdalena, como el señor Blanco, como señor Fauchelevent ... es un santo, un martir, una víctima a la vez que un salvador. Un ser atormentado por la culpa, siendo tan noble y generoso. Tipos así no existen, totalmente ficticio, tan humano que parece real. Es para mí lo mejor de la obra, junto con el niño Gavroche es el personaje más carismático.
Creo que ya dije en algún post anterior que la novela es maniqueista, de buenos y malos. Sin embargo los personajes no son planos, eso, literariamente hablando, no es bueno. Complejidad es riqueza.
Quizá Cosette sea el personajes más plano de la obra, siempre candorosa, inocente ... a mí Cosette me pone mazo. Cosette es una cosita deliciosa. Gente como Cosette, sin embargo, sí que puede haber en este mundo desquiciado. Yo por ejemplo tengo fama de inocente. Quizá yo sea como Cosette, cosita guapa, pero aléjenme de Mario si algún día me da por travestirme.
Marius sin embargo es un gil. Y puerta.
El inspector Javert también es un personaje memorable, único. Un tipo fiel a la ley, sin fisuras de ningún tipo. No hay concesiones para Javert, el orden para él es el ideal, y no se cuestiona que una ley pueda ser injusta. Para él ley es justicia. No se nos hace odioso, como Thénardier, pues algo de complejidad hay en la actitud de Javert, es capaz de conmoverse, pero ay si se conmueve, un cataclismo irreversible sufrirá su alma recta.
El thenardier y la thenardiera. Abusones y viles. También muy humanos ellos. Sin embargo son siempre malos, muy malos, malísimos. Su prole sin embargo es, literariamente, más interesante. El relato de la adopción de Cosette por los Thenardier es como el cuento de La Cenicienta.
Eponina, por ejemplo, a mí Eponina, al igual que Cosette -qué cosita Cosette-, también me pone berraco. Es, al contrario que Cosette, un ser impuro, nada inocente, nada plano tampoco. Capaz del bien y del mal, capaz de morir de amor, y de ser egoista, y generoso. Su defecto principal es enamorarse del cretino de Mario. Cosette es una princesita, una cenicienta que encontró su hada madrina -Valjean- y su príncipe -Mario que tiene una hostia tan bonita, no sé qué tiene Mario que no tenga yo, vamos a ver ...- , Eponina es la hermana de la Cenicienta con harapos, y un atractivo literario muy importante.
Mario, como dije, tiene una hostia muy bonita.
Gavroche. Junto con Juan Valjean el gran acierto de la obra, un pillo de alma aristocrática. Sin embargo surge del género picaresco. Es como el lazarillo de Tormes. Marius sería como el hidalgo de El  Lazarillo de Tormes.
Gillenormand, el abuelo del Marius ese, un personaje también bastante simpático. Representa la tradición monárquica y frívola prerrevolucionaria. Todo un carácter. Yo esperaba que terminara por estrangular a su nieto de una vez puñetera, por favor, de dónde ha salido el tal Marius, yo creo que Hugo debió sentirse joyceano para crear un ser así. En un momento de la obra llega Mario, niño bonito él, a pedirle al abuelo permiso para casarse con Cosette -cosita linda, Cosette-, y el abuelo todo contento le dice: sois muy jóvenes, tíratela, conoce luego a otras mujeres. La que monta el Marius.
Bueno, puede parecer normal esta actitud de Marius, teniendo en cuenta la época.
Pero hay un suceso.
Una anécdota desquiciante.
Uno de esos días en que Mario se pasea por el parque de Luxemburgo para ver a su amada del brazo de Jean Valjean, hay una ráfaga de viento. El viento golosón levanta un poco la falda a Cosette, por lo que Marios le ve el tobillo.
Pues resulta que el nene se nos cabrea, que se pasa varios días odiando a su amada porque le ha enseñado involuntariamente el tobillo.
Hoy en día, con la moda del pantalón bajo, cualquiera se agacha y enseña medio culo. Tengan cuidado, cosettes de hoy, cositas lindas, no sea que el psicópata de Mario os agreda con la ira de todo su idealismo amoroso.
Hay un pasaje en el Ulises de Joyce en el que Leopoldo Bloom se menea la sardinilla porque una chica le enseña la pantorrilla voluntariamente.
En el pasaje de Los Miserables que cuento, Mario se coge una rabieta de 48 horas porque su amada le muestra involuntariamente un tobillo.
Entre el Tío Vanguardias y el Tío Retaguardias hay una diferencia clara.
Luego uno va y les lee, y seguro que sus lectoras -y algún lector despistao- quieren que haga una reseña al uso. Que lean a Ricardo Senabre. Yo leo a Ricardo Senabre, y le temo. Algún día reseñará mis novelas y yo seré Cosette, cosita linda, ante la furia inclemente de un ideal literario. Pero yo leo a Ricardo Senabre con gusto todas las semanas. Sin embargo cada vez que leía pasajes donde Mario aparece, me sentía mal, muy mal, Mamá llama al loquero que me encierren ya, no merece la pena vivir en un mundo donde existen tarados como Marius. No quiero socializar, quiero ser un idiota, un ser apartado de la polis.
Es la diferencia:
Mario es imbécil.
Yo soy idiota.
No nos olvidemos de hablar de Fantina, la madre de Cosette, el ser más desdichado de la obra. Fantina, la prostituta Fantina, capaz de dar su pelo, sus dientes y su vida por su hija.
Monseñor Bienvenido, el personaje importante que primero aparece en la novela, sería hoy uno de esos curas comunistas. Representa al verdadero cristiano, nada posee, todo lo da a los pobres. Su encuentro con Valjean es providencial para éste y el epíritu de la novela en general. Es como el pepito grillo de Valjean. Pero no es un plasta, predica con el ejemplo.
Marius sin embargo es un perturbado mental, yo no sé cómo no hay un complejo de Marius Pontmercy al igual que hay un complejo de Edipo, o de Electra.
Creo que voy a parar ya, son más de la una y mañana he de madrugar para levantar el país, ya que nuestros mentores -los politicastros- no lo hacen.
Terminemos con Mario, y esta vez en serio. Cuando dije que Mario era un personaje funcional, quise decir que sus acciones se adaptan a las necesidades de la trama. Por eso parece que Mario se queda como estupefacto. Hugo podría haber eliminado a Mario y repartir su papel entre los otros personajes. Que Cosette -cosita más linda ella- y Eponina -cómo me pone Eponina- se hagan un rollo bollo, por ejemplo.
Es como si a falta de uno de los actores principales el director cogiera a cualquiera de la calle sin nociones de interpretación y le dijera: no tienes que hacer nada, sólo lo que te diga cuando yo te diga. La gente se muere y él estupefacto. Suceden cosas, y él, cabeza de chorlito. Tiene algo de autómata este Mario. Sólo se vuelve humano cuando pilla esas pataletas de enajenado mental. Y poco más. No vale para nada más. Sólo para el berrinche. Y para tirarse a mi chica, mi Cosette, mi cosa linda. Eso sí, después del matrimonio.
Y por hoy ya basta. Amenazo con otro post sobre Los Miserables, que creo que me he quedado corto. Pero esta vez sobre algunas adaptaciones. Y sobre La Tentación de lo Imposible, de Vargas Llosa.

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