jueves, 28 de octubre de 2010

Los seductores

Rodeados de una alegre juventud formada por joviales jubilados -dejad que me abandone al vicio de la redundancia-, ayer fuimos a ver Los Seductores, en el cine Palafox, en el barrio de Bilbao. Nosotros éramos, biológicamente, los de menos edad, además de una muchacha veinteañera y solitaria que había delante, guapita ella.
Yo recordaba los tiempos en que salíamos de copas por el barrio de Bilbao. Íbamos al Catavinos y al NadaNada. En el Catavinos bebíamos unos finos intempestivos, que te dejaban la boca con el buen gusto disidente entre tantos calimotxos y güiscolas de garrafón. El NadaNada se caracterizaba por la buena música y los grupitos de chicas con ganas de conversar, y por los baños más guarros que imaginarse la lectora pueda, el baño de chicos al menos: un pantano de orines y alcoholes de variada graduación rodeaban la taza. Cuando mear era una aventura  las suelas de los zapatos quedaban pegajosas como chicles, goma de mascar caminos ensuciados con nuestros pasos de juventud etílica. Había dos opciones: o el rock en el NadaNada o la pachanga y discomemeces en la ChocitaSueca.
También estaba ese garito de heavy patrio, El Caronte, donde la camarera te invitaba a un tequila si sabías responderle qué director dirigió qué película, y cual era la actriz protagonista de tal peli, y quién escribió este drama, y qué poeta estos primeros versos. Mis amigos y yo solíamos acertar, así que la borrachera nos costaba poco, con los BarónRojo de fondo o  los SangreAzul. Los BarónRojo eran duros y contestatarios, los SangreAzul unos romanticones, pero los del rock duro hacen buenas baladas:





De todos ellos, yo prefiero a Rosendo -al que dedicaré un día un post- y a los Asfalto -del los que colgaré algo cuando escriba el post que os debo sobre William Blake-.
Hoy pensaba hacer un homenaje a Miguel Hernández, pero el calendario me ha regalado más tiempo, resulta que el incómodo Miguel nació el 30 y no el 28. Así que disfrutaré más estudiando, porque es que parece que estoy estudiando, y disfrutando de ello, esta última semana la estoy dedicando a leer poemas, biografías, artículos sobre el poeta trágico con permiso de su hermano Lorca, aunque Lorca se avergonzara de su hermanito pequeño. Todos se avergonzaban del poeta cabrero: su padre, sus amigos católicos, los geniales del 27 que plenos de genialidad no tenían hueco para más genio, hasta llegar a hoy y a los avergonzados manuales de literatura, seguimos apartando y cruzando la acera cada vez que Miguel Hernández pasa cerca de nosotros. Hasta algunos sinvergüenzas querrán, el día en que Miguel cumpla cien años, quitarle genialidad al genio con la excusa de su militancia política y su milicia. Con toda esa malicia ideológica que pone el bando contrario, de uno y otro color, siempre, para siempre, a la mierda las ideologías y los cabrones que las sustentan, cornudos de sí mismos. Ya lo decía el general Franco, y hubiera estado bien que se lo dijera a Miguel, imaginémoslo: muchacho, haz como yo y no te metas en política.
La diferencia está en que el general ganó la guerra con la excusa de la política y la religión, cuando se supone que la una ha de ser construcción y la otra liberación; y que el miliciano poeta la perdió tiñendo de sangre de tos tuberculosa de roja vergüenza las crónicas de la historia y la literatura. La tos del poeta tuberculoso dignifica su obra, mientras que la tos del político contagia de virus todas las estancias del país-casa. El poeta se contagia a sí mismo y muere, como el escorpión que era Miguel Hernández, según la astrología. El político lo contagia todo con la gonorrea de sus prostituciones.
Luego están los poetas y literatos que se meten en política, como el mismo Miguel y como don Mario Vargas-Llosa. Nadie es perfecto, todos tenemos la tentación del mal aunque sean buenas las intenciones: la de querer salvar a un pueblo de sí mismo. Un pueblo sólo se salva llevando la contraria, por sí mismo, votando siempre a la contra, huyendo de correcciones y asimilando el instinto anarquista que todo vecino lleva dentro.
Hijitos: sed díscolos, gamberros e indolentes. Ante todo, dudad, hasta de vosotros mismos. Y por un día hagamos caso al abuelito Franco: no nos metamos en política.
Que toca hablar de Los Seductores, sonrisa atractiva y partida de Vanessa Paradis, tonterías del guapo y ganso Romain Duris:



Seré breve, que después del suavizante la lavadora me avisa de que finaliza y he de hacer la colada:
No se la pierdan si quieren pasar un buen rato, entretenido, con risas de diversa graduación.
Sobre todo por Romain Duris haciendo el ganso, es como un Jim Carrey francés y seductor, y ya sabemos lo bien que queda Jim Carrey, el mejor histriónico para la risa.
El guión es pura chorrada increíble, no hay que pedir credebilidad al buen chiste bien contado, porque la película ante todo está bien contada.
Cada actor en su papel está bien, la misma ninfómana amiga de la novia, por ejemplo, despierta el deseo y la hilaridad en el espectador, nuevo y exótico combinado: la risaerección. No me quiten el palabro que lo acabo de inventar, mía la patente. Acostumbrados a llorar con el deseo, hace falta la faz risueña del deseo.
Yo, de mayor, además de ser joven, quiero ser seductor, pese a los repentinos ripios que se me salen. Incontinencia.
Vanessa Paradis... corrían los años del tequila por los garitos del barrio de Bilbao, en Madrid, cuando yo me enamoraba de esta francesita de belleza extraña, curvas en delgadez extrema, sonrisa partida, porque el lado risueño del deseo nunca será tan perfecto como su sollozo. 1992, casi veinte años:

6 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Veinte años que no es nada. Eso de los baños también nos pasaba a las chicas en el Garden. Nos quedábamos pegadas al suelo y yo pensaba si eso serían los baños de la modernidad. Y me entraba terror imaginando el futuro. Para más inri, la puerta no cerraba y necesitabas a un alma para que la sujetara. como el garrafón da dolor de cabeza y la música dispersión mental y la edad del pavo que es muy tonta, al final, la puerta quedaba abierta. Eso no es lo peor, lo peor era que el baño no tenía una entrada con lavabo, y si la puerta quedaba abierta, te veía todo el bar entero.

HIlvanes dijo...

La discriminación de Miguel Hernández yo la sufrí en carne y hueso, con toda la distancia y con todo mi respeto porque no es lo mismo ni de broma ni de lejos. Pero he sufrido la humillación de los niños de ciudad que se burlaban de la niña del pueblo porque ser de pueblo era otra cosa. A M. Hernández le paso algo parecido con Lorca y compañía, él era de pueblo, y ellos los niños finos de ciudad que sus padres podían pagarles la residencia de estudiantes. Y ya sabe usted mi admiración por todos estos locos poetas del 27.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Sobre los baños de las chicas de los bares:
En Cadalso, con mi amigo J, con quien tanto reía, teníamos la costumbre, como técnica de ligoteo o entretenimiento, el hacer guardia a las puertas de los baños para: echar monedas de peseta para verlas salir intrigadas, hacer equilibrios en los baldosines y así llamar su atención, pedirlas autógrafos. Ellas salían del lavabo y nosotros, oye, ¿me firmas un autógrafo?
Generación del 27:
Edad de plata de la poesía en español, o segunda edad de oro, después de aquella primera de los lópedevega, góngoras, quevedos.
En aquel 27 se juntaron diez tipos de superior talento. Algún crítico añade algún poeta más, novelistas, cineastas, pintores...
Rosa Chacel, Buñuel, Dalí, por ejemplo.
Con maestros como J.R. Jiménez, Ortega, Ramón Gómez de la Serna.
Dicen que Miguel Hernández es un miembro tardío de esa generación, no sé, yo no lo veo así, Miguel Hernández es una estrella brillante sin constelación, cercana a esa constelación de estrellas brillantes que fue el 27.
En sus primeros libros titubea, se acerca al 27 en su homenaje gongorino en Perito en Lunas, pero con El rayo que no cesa y Cancionero y omancero de ausencias forma un capítulo aparte.
Además, no estuvo en la génesis, en los homenajes, en los cenáculos de la década de los veinte y principios de los treinta.
De estas y más cosas hablaré en mi pequeño homenaje.
Su corta vida fue vertiginosa, hay varios migueles.

Hilvanes dijo...

Qué cosas los autógrafos. Nosotras cuando un chico nos gustaba, íbamos a que nos firmara la carpeta ... cuanta tontería de jóvenes ... oye...

A mi se me clavó aquello de cuando se fue (no sé si fue la última vez, ya cuando le encarcelaron) que su mujer le suplicaba que no fuera (no sé si era a Madrid) porque con él la cosa estaba muy seria. Y Miguel Hernández no escuchó a su mujer.

Esa marcha no la entendí. Dejó mujer e hijo (no sé si estaba embarazada) y se fue sabiendo que le esperaba la cárcel y a saber cuánto más. Seguramente un fusilamiento, pero la tuberculosis si adelantó.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Al igual que Federico, Miguel parecía que buscaba un final así, no supo aprovechar las posibilidades de escape.
En el exilio, ¿qué obras habrían creado?

Hilvanes dijo...

Es cierto, eso alguna vez me lo he preguntado, porqué Federico que ya había estado en Nueva York no se fue de España, como lo hizo por ejemplo Antonio Machado.