martes, 5 de octubre de 2010

Desgracia, de J.M. Coetzee

Ante tanta ignorancia, me alegro de haberme llevado a casa, como pesca única del día, Mecanismos internos, los ensayos literarios de J. M. Coetzee. El autor de Desgracia y de Diario de un mal año es un escritor completo. Gran narrador y gran intelectual al mismo tiempo. Es un contador de historias duras, narradas con una prosa que ha bebido directamente de Beckett y es de una belleza sobria, acerada, implacable con la verdad de la ficción.
Coetzee demuestra en todos sus libros que no están en absoluto reñidas las actividades de narrador e intelectual. Desgracia, sin ir más lejos, es una de las obras maestras de la narrativa del siglo pasado. Pero como ensayista, intelectual, teórico, no anda a la zaga y está a la misma altura del narrador. De hecho, en Coetzee ambas actividades, narrador e intelectual, están perfectamente imbricadas -creo que es lo idóneo en un narrador, independientemente de los resultados-, hasta el punto de que ha logrado lo que, por estas latitudes puede parecer hasta imposible: en su novela Elizabeth Costello sobrepasa los límites de la ficción pura. Es un escritor tan completo que Mario Vargas Llosa ha llegado a decir de él que es uno de los mejores novelistas vivos "y no digo el mejor porque, para hacer una afirmación semejante, habría que haberlos leído a todos".
Enrique Vila-Matas. El narrador idóneo.
Para leer el artículo completo pinche aquí.

Poco más puedo decir de esta obra de John Maxwell Coetzee, aquí en Manicomio hacemos mucho caso de lo que dicen don Enrique Vila-Matas y don Mario Vargas Llosa, que Dios nos los guarde mucho tiempo, y que los suecos dejen su fama de sordos y hagan algo por magnificar el índice de nobeles con estos autores en castellano.
Coetzee se lo merecía, y tanto.
También se lo mereció en su momento Echegaray, aunque hoy nadie habla de ese señor, es como si nos diera vergüenza ajena mencionar a este señor dramaturgo. Yo voy por las calles de Aluche y pregunto a Diestro y a Siniestro.
-¿Qué hay de Echegaray, mozo?
-Yo a ese no le conozco de nada -se gira a la izquierda Diestro para evitar preguntas tan tarambanas.
-¿Qué opina de Echegaray, pollo?
-Yo por debajo de Benavente no leo nada -se cubre el rostro abochornado Siniestro.
Pero parece que el nombre de Coetzee viene a dignificar el premio más goloso: más que honrar a un autor, el Nóbel de Literatura es honrado por los autores. Lo digo yo que soy Kafka reencarnado llegado del hades para que se haga justicia. Lo digo yo que en estos tiempos tengo a Joyce como escritor de cabecera. Lo digo yo que tengo una visión borgiana de las cosas y de las abstracciones.
Fue leer el primer capítulo de Desgracia y decir: esto es muy bueno. Esa manera de narrar, sin ser igual, tenía un aire de familia a la manera de narrar de Milan Kundera. Ni que decir tiene que la lectura en su día de Kundera supuso para mí toda una lección magistral.
Narración intelectual que ilumina ciertas alcobas obscuras del alma.
Una amena manera de reflexionar mientras se narra.
Acabo de descubrir a un autor que engrosará el altar de mi santuario literario.
Santos Julio Cortázar y Juan de la Cruz, Mártires Antonio Machado y Federico García Lorca, apóstoles Enrique Vila-Matas y Francisco Umbral ...
Y así.
Más que lo que se cuenta, que sí, que vale, está la manera en que se cuenta, de qué manera el autor ilumina u oscurece, distorsiona o perfila.
La manera de narrar es intencionada, claro es que yo valoro a los que dibujan y pintan antes que a los que se limitan a fotografiar.
La historia de Desgracia la podéis consultar en google, que seguro que hay cientos de reseñas que resumen y cuentan.
Hay algo que toca la excelencia en esta novela, otros lo llamarán perfección, yo no creo en algo tan objetivo como la perfección.
Este personaje, Tocayo Lurie, es un artista que se dedica a la enseñanza. Estudia a Byron para crear una ópera de las hazañas amorosas del lord en Italia. Supera los cincuenta, y vive desesperado porque siente aún deseos y ya no se encuentra atractivo.
Se lia con una alumna, y todo su mundo bien amueblado se descoloca.
Se encadenan una serie de desgracias, desde entonces, desde el punto en que se exilia voluntariamente por un orgullo que no le deja ceder, no busca redención ni perdón, busca proteger su identidad, su visión del mundo.
Pero suceden cosas en la hacienda donde su hija vive, donde él se ha ido a vivir, una desgracia, en el contexto sociocultural de la Sudáfrica recién salida del apartheid.
La hija es parecida al padre, igual de orgullosa, no cede después de la tragedia que trastorna su vida, los dos son seres que se han forjado un mundo dentro del mundo y del que por nada quieren salir, aunque se hundan con él, una vez que ha sido cuestionado -en el caso del padre- o pisoteado -en el caso de la hija-.
Pero esa cabezonería da un sentido a esas vidas, y nadie debería reprochárselo. Hay enfrentamientos frecuentes entre padre e hija, debido a esto, ella debería huír después del día aciago, su actitud es suicida casi, la desgracia puede repetirse. Pero ella no comprende cómo no pueden entender su decisión de seguir allí, irse sería ceder y decir que los que asaltaron su casa y su vida se han salido con la suya.
Pasan los días, entonces, lo mejor que pueden. Aunque él sabe que su obra ni siquiera será estrenada, vive para ella, y eso le da un sentido.
Con ironía pero sin burla Coetzee retrata estos días del último capítulo, a este hombre ensoñando y trabajando su ópera sobre Byron.
Sí, la ironía es un tono sin burla aquí, parte del estilo de Coetzee.
Cuando retomaba la lectura del libro me extrañaba de que no estuviera escrito en primera persona, pues da esa sensación, ya que la narración no se aparta un momento de la visión y pensamiento de David Lurie. No es un narrador omnisciente que asalte la intimidad de cada personaje, si no un narrador que sólo sabe de los pasos y opiniones de David, con una ironía afín al personaje, como su sombra.
He encontrado en la página PelículasYonquis la película basada en esta obra. Ya he visto la mitad, y pese a las carencias del cine veo que es una versión fiel a la obra, a lo que hay que añadir la acertada elección de John Malkovich como protagonista. John Malkovich, ya lo dije en este blog en otro post -no recuerdo cual- es un actor literario, uno de mis preferidos. Ya sea como Ripley o como Valmont, traslada del papel a la pantalla las prosas más elegantes con su elegancia innata.



Coda

Dice el profesor David Lurie en una clase sobre el poeta romántico Wordsworth:
Ahora bien, nadie puede llevar una vida cotidiana en el reino de las ideas puras, protegido de toda experiencia sensorial. La cuestión, así pues, no estriba en cómo podríamos mantener la pureza de la imaginación, cómo protegerla de las agresiones de la realidad. No, la cuestión ha de ser esta: ¿podemos hallar una forma de que ambas coexistan?
En ese capítulo de Desgracia, el profesor Lurie, neoplatónico al igual que yo, explica cómo es posible ese equilibrio de la idea con la realidad -que puede hacer trizas la idea-, y cómo puede el poeta a avivarla, agitarla, encenderla, si la idea preconcebida ha sido debidamente formada.
Hoy me he dado un homenaje. Me he comprado ropa nueva y me preparado un suculento banquete. Una celebración personal en honor a San Juan Palomo -yo me lo guiso, yo me lo como-.
(Buscando en la sección de vinos me he encontrado con una botella de vino de Navarra: Príncipe de la Paz. He escogido un crianza. He comprado una dorada -dudé entre la lubina y la dorada-, que he limpiado y he partido en dos, sin desespinar, para hacerla a la plancha. Dudé con el pan, hasta que una hogacita de pan negro, de centeno, me reclamó como desde otros tiempos. He comprado también unos hojaldres rellenos de chocolate, como colofón, para el último trago del vaso.
Como decía el maestro gourmet Pepe Carvalho, ante el fastidio de comer solo, comer bien y abundante.)
Decía: hoy me he dado un homenaje.
Hace siete años, en el Verano-Otoño del año 2003, cerré un capítulo en mi vida y comencé otro. Puse en mi calendario personal el 1 de Octubre como día de la Liberación.
Tiene que ver con esa idea que quería yo para mí, de lo que debía ser mi mundo para poder vivir en el mundo. Hubo como una catarsis, y todo yo nadó en adrenalinas de tinta, todo mi pie metafísico desterró lejos el fantasma de la desolación, mandándolo a tomar por el c.
Y aunque los ejércitos de la desolación vienen a mí cada día, cabalgo sobre yegua gallarda hacia mis dominios, para proteger lo único que me mantiene vivo, el licor de estos veneros -mis fecundos, tristes, tristes veneros- que riegan este jardín caótico en el que vivo, pero es que este es mi jardín, no tengo otro. Sobre yegua galana troto, galopo si es preciso, hacia la reconquista del reino que me fue arrebatado.

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