miércoles, 3 de febrero de 2010

Emoción e impresionistas

Pierre Auguste Renoir. El columpio



Estuvo bien, la mañana de ayer, fría y soleada, pero entretenida, con su cima de emoción sobre las once, cuando me ví en quevediana conversación con los difuntos, que me rodearon con los frutos de su trabajo. Tanto genio junto, y en Madrid, no te pierdas la ocasión, si es que aquí vives...
Había cola en la Fundación MAPFRE, y eso que es día de diario. Casi una hora de espera, rodeado de guiris franceses y guiris ingleses. Los que entraban sin espera, con monitor, eran las nuevas generaciones: ¡pero si no les gusta El Arte! Grité escandalizado. Mentira cochina, pudimos acercarnos a cotillear lecciones de pintura, y preguntaban más que el Quintero, pero sin humo.
Yo quería mostrarles mis respetos y ofrecerles mis favores a las bañistas de Renoir, ¡pero no había ni una! Y tampoco estaba ese cuadro de Manet que tanto me gusta, pero qué le vamos a hacer, la selección es única y temporal, uno llega a la emoción por tanta grandeza.
El Impresionismo es una superación del Realismo. De todo lo anterior, cuando se pintaba intentando serle fiel a las formas. El Impresionismo viene a decir que la realidad no es fiel a sí misma. A través de una intuitiva sencillez. Así sucede también en música -Satie- o en literatura -Baroja, dicen, digo-.
Ya de adolescente me impresionó el Impresionismo, y lo hice mi escuela predilecta. El culpable fue Renoir, con sus bañistas.


Pero luego vinieron otros amores, que superaron a estos franceses, Goya, Dalí, Friedrich, El Bosco, los Simbolistas -Prerrafaelistas, por ejemplo- y los Metafísicos. Sin embargo, nunca se olvida el primer amor, por eso los Impresionistas me emocionaron tanto, más que otros.
-¡Carnaza! -Grité ante el espanto e hiralidad de la chica que conmigo iba.
Ante Venus, de Bouguereau, sentí una erección metafísica, un alzamiento de mástil espiritual y un dolor estético a lo petite morte. Hizamos banderas, brazo en alto saludamos a la única patria que reconocemos en Manicomio: los relieves fecundos de la diosa del Amor, Venus en perpetuo renacimiento.
Luego salimos y bajamos por Recoletos hacia el Paseo del Prado, no antes sin echar una miradita en el Gijón y echar una duda al aire sobre la conveniencia de gastarse los dineros para un desayno en ese antro de cadáveres exquisitos.
Así que después de desayunarnos en un lugar que oliera lo mínimo a Literatura nos recorrimos puesto a puesto la Cuesta de Moyano.
Allí entre otros comprados, el libro del día, y por un euro, fue El Diablo Cojuelo, de Luís Vélez de Guevara, tatarabuelo del tatarabuelo del Ché, hagamos el chiste. En ediciones Susaeta. Novela de tiempos barrocos y géneros picarescos, como el que esto escribe, pícaro y barroco.
Un estudiante huye de la justicia. Buscando escondite se encuentra en el desván de un astrólogo y nigromante que tiene en su poder al diablo Cojuelo. El estudiante se lleva al diablillo y juntos van por los cielos levantando los tejados de Madrid y Sevilla, para ver qué hay por ahí dentro.


Alfred Stevens. El baño.

2 comentarios:

Foro Vila-Matas dijo...

Abierto Foro Vila-Matas Porqué no nos enlazas ...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Dónde hay que apuntarse que me apunto.
Vila-Matas
con tu desdén
me matas