lunes, 8 de febrero de 2010

The Road, la película



Hoy fui al cine con la droga del camionero que mantiene el corazón alerta y palpitante. De camino, en el autobús, después de ensimismarme con las castizas estampas de los poblados de Caño Roto y de la pradera del Santo -Isidro-, retomo la lectura barroca de las aventuras del cojuelo diablo. Me acuerdo mucho de Quevedo, como de una antígua novia, de aquella maravilla de Los Sueños. Los dos libros pertenecen a la misma tradición satírico-dantesca, en la que un virgilio -en este caso el diablillo liberado- va mostrando los vicios de la corte, de cualquier corte, con gracias y chistes de época, que, aún hoy algunos, siguen manteniéndose frescos. Los personajes cambian, pero no las faltas, que les sobreviven reencarnándose en otros de la misma condición y el mismo oficio.
Pero lo que es dantesco, y sin ápice de sátira, es el paisaje desolado de The Road, película basada en la novela homónima de Cormac McCarthy, novela que ya comenté hace un par de meses en otro post.
Es inevitable comparar libro y película, inmensos cada cual en su formato. Como escribo sobre un libro leído hace poco, pero no demasiado para que el film me decepcione, creo que puedo comentar desprejuiciado, ya que normalmente la magnitud de una novela suele quedar ridícula en la película.
Tremenda decepción en mi infancia con La Historia Interminable, yo había creado un mundo en la lectura, y en la película no ví más que desatinos. Sin embargo, años después, viendo la película por sí misma, no me pareció tan mala, sino buena.
Echémosle la culpa a la droga del camionero que llevaba haciendo efecto una hora más o menos, así que tenía yo esta tarde el entendimiento quisquilloso, tanto que parecía un crítico del Metrópoli o la Guía del Ocio más que este pobre loco sin criterio que se deja las yemas -de ambas partes- en el teclado por vuestra edificación intelecto-sentimental.
Guasas aparte -y es que uno no puede sustraerse a su bufa condición-, empecé viendo defectos por doquier, tanto me había fascinado el libro. Hasta que la película fue enseñoreándose de mi juicio, hasta mi rendición sin condiciones.
La novela de Cormac no tienen una finalidad comercial, basta leerla para darse cuenta. La película, sí.

La voz narradora en la película va explicando lo que sucede. En la novela no, el narrador insinúa, elude explicar las causas directamente, para que el lector se trabaje la historia y se haga preguntas, preguntas sin respuestas muchas veces, como esa maldición apocalíptica y sin sentido que es La Carretera.
Es decir, el libro no tiene ilustraciones que apoyen en la labor lectora, es el que lee el que ha de dibujar los paisajes desolados. En la película hay redundancia, no sólo te lo pinta, si no que te lo cuenta, cosa que en la novela no sucede.
Pero ya digo que según pasan los minutos uno se va adentrando en esa adaptación tan fiel y respetuosa, como pocas que uno haya visto.
Si acaso uno no hubiera querido que fuese tan explícita, pero son dos obras distintas, y la película logra su cometido de crear en el expectador la angustia, la desolación, el sobresalto, el miedo y la impotencia.
Y el espíritu poético de la obra se traslada al film. Es el mismo espíritu, así quizá la imaginamos todos los que la leímos y la admiramos.
Es una película excelente, al igual que el trabajo de los actores. Que Vigo Mortensen es un actor excepcional ya lo sabíamos -aunque el traje de Alatriste le venga raro-, pero el hijo, actor desconocido hasta el momento, también lo es en su encarnación de toda la inocencia y fragilidad humanas ante una catástrofe.

2 comentarios:

cronicasdediaslluviosos dijo...

Yo opino lo mísmo, de hecho cuando ví el trailer pensé: han cogido el libro, y han hecho lo que tenían que haber hecho muchos guionistas, basarse en él cuando hagan una película basada en un libro.
Hay muchísmas películas, que se supone que son adaptaciones de libro, y en realidad parece que ni siquiera se hayan tomado la molestia de leer el libro, y dónde el libro es una obra de arte, la película es un aborto. Suena mal pero es así, véase: Soy leyenda, La reina de los condenados, Spider-man (y demases), Dracula de Coppola (puede gustarte o no gustarte, pero deberían advertir que es una adaptación libre, porque no tiene mucho que ver con la obra orinal)... y si sigo me va a dar un ataque jajajaja.

Pero hay un pequeño grupo de películas, que aun cambiando un poco el argumento original del autor del libro, sigue conservando el espíritu del mismo... Orgullo y prejuicio (ambas adaptaciones son geniales), Briget Jones, Entrevista con el vampiro, Déjame entrar... Son películas preciosas, películas que aun habiendo leído el libro te dejan satisfecha cuando terminan.

La de The road es un poco estraña, practicamente es el libro, casi por puntos y comas, y eso es estraño, a mi me gustó, pero es un poco lenta, y eso en un libro está bien, pero en una película no se yo si... Pero bueno,a mi me gustó mucho, la actuación de los tres protagonistas es perfecta.

Y te dejo ya, que menudo comentario más largo te estoy dejando.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Bienvenida a Manicomio:
"entre quien quiera
salga quien pueda".
Interesante comentario...
Este tema daría para un post: Adaptaciones cinematográficas.
Estoy de acuerdo con tu opinión sobre Orgullo y Prejuicio, fui a verla nada más terminar el libro -con un té con leche, claro-, y no me decepcionó.
Es una tentación peligrosa, la de ver la adaptación de una novela que te haya gustado.
De niño me decepcionó sobremanera la Historia Interminable, ¡era mi novela preferida!
Luego están las novelas que son mejoradas, está el caso de Psicosis, la novelita no está mal, para pasar el rato, pero Hitchcock la engrandece.
Recuerdo un caso de adaptación expléndida: El Silencio de los Corderos.
The Road me sigue pareciendo una adaptación literal, acertada.
También ví, nada más acabar el libro, Los hombres que no amaban a las mujeres. Ver reducida a hora y media tantas páginas defrauda.
No fue así, hace poco, el caso de Crimen y Castigo, que leí hace dos años y que ví en vídeo hace semanas. Me gustó mucho, ¡y la cinta no supera los noventa minutos! Con un Ben Kingsley -Gandhi- en estado de gracia -como siempre- en el papel del Juez Porfirio Petróvich y una atractivísima Julie Delpy en el papel de la prostituta bondadosa Sonia.
Yo aconsejo dejar pasar un tiempo entre la lectura del libro y la visualización de la adaptación.
Gracias por tu visita.