miércoles, 25 de enero de 2012

La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa (II)

Perspectivas

No trataremos la trama aquí. La historia de unos cadetes en el colegio militar Leoncio Prado gustará a los que además de amar la lectura gustan de películas como Oficial y Caballero, El sargento de Hierro o La chaqueta metálica. Es deudora de aquella peripecia narrada por Robert Musil en Las tribulaciones del estudiante Törless, que ya reseñamos aquí en su día (link)
El relato es narrado desde cinco perspectivas, según con qué voz y personaje el lector se pasea de manos más o menos difíciles, a veces sin saber por por donde le llevan.
El único personaje narrador íntegro es el Boa, que no es más que un personaje secundario, cuya historia de amor con la perrilla Malpapeada es una de las más tiernas que uno haya podido leer. Casi nos hace llorar el Boa que maltrata y ama a la perra leal cuando narra sus peripecias que son sólo un ejemplo de esta historia de violencia y crueldad que es La ciudad y los perros-
Se trata de un personaje secundario, sin un papel determinante en la historia, pero sí es simbólico, representativo de todos los cadetes. Utiliza el autor aquí de un monólogo interior que usa de la jerga de ese microcosmos que es el colegio Leoncio Prado donde se crucan muchachos de diversos lugares del Perú.
Esta colectiva a la vez que personal voz del Boa es intercalada con otras voces narrativas con diversos grados de omnisciencia.
Desde la perspectiva de Alberto, quizá la más importante. La narración aquí mezcla la narración omisciente según la perspectiva de Alberto el poeta con su flujo de conciencia.
Otro personaje en el que se centra la narración es el Teniente Gamboa, donde el narrador omnisciente es plenamente realista, se limita a describir.
Luego está el caso de Ricardo, el Esclavo: aquí la narración centrada en él se limita a su vida anterior al Colegio Militar Leoncio Prado, como si quisiera subrayar su fragilidad, tratando bajo las otras voces lo que es su triste peripecia en el colegio.
Este juego de perspetivas hace que miremos a los personajes con sentimientos contradicciones, cuánto más cuando existe una quinta perspectiva, la de un personaje misterioso y sin nombre, cuya identidad se sabrá al final, aunque según vayamos pasando las páginas iremos intuyéndola con sorpresa.
Parte de la intriga se basa en esta misterioso personaje, que en un principio confundimos con Ricardo Arana el Esclavo o con el protagonista: Alberto el Poeta. Este muchacho sin nombre es un enamorado de un personaje imprescindible, pues se trata de un cruce de destinos: Teresa.
Teresa, de esta muchacha huachafa y fea se enamoran también, cada cual a su manera, Alberto y Ricardo. El propio Mario Vargas Llosa nos explica aquí qué es huachafa (link)
Como uno siempre espera, al escribir estas reseñas, que el lector se estimule a la lectura, no comentaré más personajes: el Jaguar, típico abusón, un tipo insensible. Por ejemplo.
El autor juega al despiste con este juego de voces, de perspectivas, de personajes anónimos que nos irán descubriendo su identidad.
Como en Conversación en la Catedral, tenemos un puzzle, más sencillo éste de La ciudad y los perros, donde desde esta genialidad se apunta esa genialidad aún mayor. En el epílogo podemos leer con el gozo que sentimos en la lectura de Conversación en la Catedral esa eliminación del espacio tiempo cuando en un mismo párrafo participamos de dos narraciones distintas que quedan así entrelazadas.

Corrupción de las leyes.

¿Es la realidad la que se ha de acomodar a la ley o es la ley la que ha de acomodarse a la realidad?
Este es el dilema moral que plantea el autor en la novela.
Se hace una crítica social tomando como ejemplo el microcosmos del Leoncio Prado, donde predomina un ambiente de corrupción, donde es preferible hacer la vista gorda antes de arrancar el sistema podrido de raíz. Lo que es tapar la mierda para que no huela fuera y envenene a los que viven en ella.
Los únicos persnajes no corruptos son El esclavo y el Teniente Gamboa, y no hay recompensa por ello, al contrario, de una manera u otra serán castigados.
Recordaba yo al personaje Cayo Mierda, de Conversación en la Catedral, personaje que simboliza la corrupción. Así que el tema aquí es el mismo: el sistema corrupto.
El teniente Gamboa aquí discute con su superior, cree con idealismo que la realidad se ha de acomodar a la ley, mientras que su superior dice que por salvar el colegio -el sistema-, deberá ser al revés, y tendrá que ser la ley la que habrá de acomodarse a la realidad.
Quien haya estudiado algo de Historia y Teoría del Derecho, sabrá que es el eterno dilema desde su existencia. Una ley nace de una necesidad de equilibrio para que una realidad establecida mejore o no desaparezca. Cada ley tiene su contexto, no es aplicable a otra cultura, a otro sistema. La ley ha de evolucionar según evoluciona la realidad.
¿Qué sucede cuando el sistema se siente amenazado por la propia ley que engendró? Es lo que sucede en el Colegio Militar Leoncio Prado, es necesario, según el superior corrupto, que no se aplique la ley para que no mate el sistema que la creó. Si la ley se aplicara la corrupción saría a la luz, y el colegio desaparecería por el escándalo. Así sucede con el sistema.
Así sucede con nuestro sistema.
Por eso vemos hoy de qué manera políticos y demás gentuza con presunta vocación de servicio se pasan por donde los torquemadas se pasan a su vez la piedad cristiana, las leyes que se crearon para vivir con un poco de dignidad.
Ejemplos en estos días hay bastantes: no hace falta decirlos.
Escondamos la mierda y envenenémonos con ella, aunque a la luz están en los medios de comunicación todos estos casos.
Contradicciones del sistema.
Así, nosotros nos volvemos más escépticos.
La ciudad y los perros es una novela de corte existencialista, con sus ingredientes de escepticismo y nihilismo. La vida, sin embargo, continúa, y el olvido ayuda. Así vemos como el protagonista, Alberto el Poeta, que se jugó la vida por denunciar, denunciándose a sí mismo -yo soy como los demás cadetes, no me libro, soy tan culpable como ellos-, sigue viviendo porque olvida reencontrándose con su vida anterior al Leoncio Prado.
Así que no diré que es una lectura imprescindible: ¿cuál lo es? Pero sí necesaria para comprender un poco el mundo que vivimos.
Sin concesiones.

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