martes, 27 de septiembre de 2011

Otra vuelta de tuerca, de Henry James

Henry James caricaturizado por John Sherffius

He de reconocer que a mí todo esto de los fantasmas me da mucho miedo. Voy al cine, veo The Ring, veo Los Otros -deudora de esta novela que comentamos hoy-, y aunque me lo paso de rechupete y me echo unas risas, mis brazos doloridos por los aterrados pescozones de mis acompañantes, luego lo paso mal, llego a casa y si estoy solo duermo duermevela con la luz encendida de la mesilla si estoy solo en casa y antes de acostarme miro dentro del armario y debajo de la cama.
Tengo, eso sí, más miedo a los vivos que a los muertos. Con un muerto se puede razonar más que con un vivo. A veces hablo con los muertos, quevedianamente. Abro un libro y me hablan, con ellos discuto, se mantienen firmes, a veces hasta cambian de opinión según cambias tú.
De niño, debajo de la mesilla de noche, me encontré una noche con el fantasma de El Principito. Llevaba un holgado jersey de color verde con números, y montaba en monopatín. Los fantasmas, lo sé bien, se visten como les da la gana.
La literatura de terror no me da miedo, sí me provoca suspense y admiración por la imaginación del autor.
He leído bastante a Stephen King, y es más literario que terrorífico, y a Dean R. Koontz, más rudimentario y repetitivo en sus novelas pero también interesante. También he leído a Peter Straub, este sí da más miedo. Y a Robert Bloch -Psicosis-, y a William Peter Blatty -El Exorcista-, cuyo careto sí que da miedo. De adolescente, leía El Exorcista y no tenía miedo, sí curiosidad, y sin embargo miraba la contraportada con el retrato de Blatty y me acojonaba (link de la foto)
Sí sentía horror con otro tipo de literatura, con El retrato del artista adolescente, de mi tío preferido, el tío James -Joyce-, del que soy sobrino bastardo. Le ví en Dublín y le dí algún cachete, me sacaron fotos, no te las enseño porque está muy feo eso de pegarle a un anciano en la vía pública. También salgo feo yo, poniendo cara de malo, demasiada pose de matón literario. En esta novela, un personaje habla de los horrores del infierno, y la verdad es que uno queda como atormentado.
Si en La vida ante sí traíamos como invitada a La Piedad (link), hoy traemos como invitada a La Insinuación.
La Insinuación salía en las novelas de antes, cuando la moral imperante, la moral victoriana por ejemplo, no permitía, no toleraba narrar las cosas tal como sucedían. La Insinuación es creada, entonces, por el lector, que ha de imaginarse lo que ocurre, entonces se vuelve acrivo, reflexivo, co-autor. Por eso considero que aquellas obras en que Insinuación aparece son buenas obras, son Literatura con mayúsculas.
En Otra vuelta de tuerca el miedo es inefable, pues la narración es ambígua. No se sabe qué es lo que ocurre con exactitud, se insinúa, sólo se dice del mal, de lo diabólico, pero no comprendemos por qué esos personajes eran tan malvados. Se les ve sufrir, y hasta llorar. Podemos, por los pocos rasgos que los definen, tener simpatía por ellos. Algo terrible debieron hacer cuando vivían, sin embargo no se dice qué hacían, sólo señales sueltas, un puzle de signos con lagunas de pistas que el lector ha de crear. Luego puedes hacer una película con tu versión, se han hecho algunas de esta novela, y el lector ve y compara y dice que muchas novelas es mejor no tocarlas, y si las tocas para el cine, mejor te lo inventas casi todo respetando, eso sí, La Insinuación. Por eso consideramos que la versión española de Eloy de la Iglesia es una versión respetable y buena, muy interesante. La Insinuación se queda, aunque los paisajes, personajes y roles cambien, pero en esta película Insinuación sale morbosa y perversa. Otra versión que he visto es, sinceramente, un tremendo error, pese a que los personajes sean los mismos y el guión más literal.
Yo, en la lectura, me montaba mi propia película. Imaginaba una instutriz de un siglo XXI y no del XIX, con el físico de Scarlett Johanson, sacándose fotos en el baño mirándose al espejo. Me salió una película muy erótica y cachonda, la verdad, así que el miedo al leer la novela fue menor, gracias a mi chica lost in traslation. Y la cosa fantasmal estaba en el juego de espejos, Scarlett en el lado de la realidad, el culo de la fantasma al otro lado del espejo. No me robéis la idea, juliosmedem en busca de erotismos exquisitos con fantasmales juegos de espejos.
A mí es que Julio Medem me gusta mucho, tiene esa manera de desdoblar el personaje, de fantasear la realidad y realizar la fantasía. Haría una versión muy desnuda y morbosa, muy melancólica y traviesa.
Como melancólica es la novela de James y traviesa La Insinuación fotografiada en ella para que tú, lector, te la imagines con tu particular imaginario.
Henry James insinúa una tórrida y enfermiza historia de amor entre fantasmas, que precisan de la complicidad de dos niños inocentes para seguir amándose así, tan como antes. Llega una candorosa institutriz enamorada del jefe que solicita que no le soliciten nunca. Tiene como cómplice, la institutriz, a la inocente ama de llaves. Los diálogos entre ellas están llenos de puntos suspensivos. Los puntos suspensivos son la trama de la novela, lo que no se dice, lo que no se cuenta, La Insinuación.
Narra James, eso sí, la tormenta interior de la narradora, que es la institutriz, y uno a veces tiene la impresión de que es una loca que ve fantasmas, sólo eso, y que arrastra a su locura al resto de los personajes. Es una impresión, las impresiones llegan con este maestro de la descripción psicológica que es James, con la lluvia de su tiempo. Ya que el contexto es esa época que cambió el relato dejando el convencional realismo atrás para esbozar retratos a base de ligeras impresiones. A James le gustaba mucho retratar mujeres en sus novelas, y la institutriz aquí le sale perfecta o en su locura o en su cordura salvífica, según la versión que prefiera el lector.
No voy a negar que a veces Mr. James escribe raro, enrevesado, que se pone pelma con su psicologismo, y no soy yo sólo, mismamente su discípula más aventajada, mi amada Edith Wharton, dijo que había veces que no comprendía lo que quería decir James.
Esta novela, potencialmente tan abierta, puede parir versiones como lectores tenga, claro que siempre sucede aquí, pero aquí más. Una adaptación literal no sería posible.
Ví una nada más terminar la novela, o inglesa o americana, con la sóla aportación de la carita guapa de la actriz. Por lo demás muy literal y muy bochornosa en cómo se transforma La Insinuación en escenas de sexo aburridas y desconcertantes para el lector.
Luego ví la versión del director vasco Eloy de la Iglesia, donde cambia hasta el sexo y sexualidad de los personajes, pero bastante digna. Lo erótico aquí se insinúa, como dije, lo morboso está en los gestos, las miradas, en los puntos suspensivos de los diálogos. No es que considere a Eloy de la Igleisia como un gran director de cine, le pasa como a Pier Paolo Pasolini, es un artista imprescindible, necesario. Uno mira el cine de Pasolini y ve que cualquier artesano del cine lo hace formalmente mejor que él, pero el encanto de su obra no está en la perfección, si no en su genialidad. En su mirada nueva, esclarecedora o turbadora.
Eloy de la Iglesia hizo El diputado y El Pico, entre otras, y con estas dos películas basta para considerarle como uno de esos imprescindibles cuya visión no puede ser cambiada por otro director mejor, más técnico, más perfeccionista.
En Otra vuelta de tuerca, Eloy de la Iglesia cambia la campiña inglesa por las tierras vascas, la institutriz hija de pastor protestante es aquí un seminarista recién salido de una escuela de jesuitas. Los niños, sí, son angelitos inocentes como los retrató James, son criaturas perversas como las retrató James. ¿Me contradigo? Se contradice ... ¿James? No hay contradicción. No hay malicia en estos niños, hay malicia en sus insinuaciones. Aquí, Insinuación, personaje principal de la historia, lo que da miedo, lo que produce deseo y aberración, sin caer en la tentación de lo explícito.
¡Cuanto pierden las obras cuanto más explícitas se vuelven! Lo que gana el lector, el espectador, cuando Insinuación se insinúa.

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