sábado, 9 de octubre de 2010

¿Qué necesidad tendré yo ...?

Y de repente, después de arrancaros la primera risa, los nervios se fueron corriendo y que me quedé yo sola en el escenario, os miré, y vuestra sonrisa me hizo fuerte. Segura. Y seca (la boca). Vamos, como si llevara una compresa Evax que me otorgara this power ;P.
Gabs

¡Oh, mon Petite-Sue! , ahora que miro el vídeo resulta que estuvimos media hora escuchándote, y no menos de un cuarto de hora, como tenía yo grabado en mi cabeza. La amenidad es para el humor lo que los garbanzos para el cocido: esencial., más que las mismas risas.
Aunque también son esenciales las risas, claro, ý esas que se escuchan de fondo, esas no, que no que no, que yo estuve allí sentado, esas no son enlatadas.
Como te dije despés, un buen monólogo scomo el tuyo se caracteriza por la identificación del público con el narrador, y viéndonos reflejados en esa realidad cotidiana caricaturizada que el humorista cuenta, salta la carcajada.
Y aquí me hallo yo intelectualizando el humor, ¿qué necesidad tendré yo de hacer teoría? 
Vayamos pues a los ejemplos en estas rarezas nuestras que nos ofreces.
En el gimnasio. No los piso, soy gimnasiumfóbico.
De tiendas. Tal como lo cuentas, y sí, las dependientas son así.
Despedidas de solteras. No quieras saber qué es lo que decimos los chicos cuando vemos un grupo de muchachitas en despedida de soltera con minipililas caucásicas en la coronilla.
Los treintaitrés: la edad de Cristo. Me siento un abuelo, ya que sobrepasé la edad, soy yo el que le dice a la peña lo de la edad de Cristo.
El merkadona.Yo también soy adicto a la marca Hacendado.
El feisbuk. A mí la gente también me pide que haga cosas raras en el feisbuk.
Compañías de teléfono. Quieren acabar con nosotros, ahí le has dado, es el momento genial del monólogo.


¿Qué necesidad tendré yo...? from Susana Sánchez Yagüe on Vimeo.



Conocí a mi querida amiga Gabs en  finiseculares años, aquellos en los que nos estábamos construyendo una educación sentimental. Bueno, yo aún sigo en ello, aunque era conocido como el Unamuno de la clase, por mi edad avanzada, sobre mí escribían los akabaos manifiestos del tipo:
-David era el que fregaba la cubierta de la carabela La Niña.
-David le metía mano a Sócrates mientras Platón tomaba apuntes para los famosos diálogos.
-David le daba collejas a Hitler en el colegio, por lo que Adolfo creció siendo un niño acomplejado y luego montó la que montó.
También me llamaban Ramón, por mi parecido físico-psicológico-literario con el autor de las greguerías.
Los akabaos éramos siete, y cada uno tenía una especialidad.
Uno de nosotros sentía pasión por el teatro, el Sábado anterior nos contaba que iba a hacerse un máster sobre el tema, eso está bien, no hay que abandonar las pasiones, no sea que la pasión nos abandone a nosotros y nos convirtamos en carne anónima para el trabajo y el consumo.
Otro estaba muy politizado, de éste sabemos poco, a mí me enseñaba las miserias de las entrañas del Rectorado, como un Virgilio joven y anarquista. Juntos gamberreábamos y hacíamos numeritos absurdos por los pasillos. Un día unos skin-heads quisieron gresca a las puertas de la universidad Carlos III con nosotros. Gracias a él descubrí a los Bad Religion, a ver cuando les dedico un post, son los reyes del punk melódico.
Luego al resto quien me haya leído en mis blogs ya saben, CiudadanoQuien, SumoSacerdote o Gargantúa, y Azarías, antibloguero pertinaz y el JuanBautista de la Literatura. Ciudadano y Gargantúa formában un tándem excepcional como blogueros: el uno es un caústico y excelente crítico cultural, de fina y rara inteligencia; el otro un poeta erudito y guasón, en nuevo y admirable cóctel. Tengo enlazado una bitácora que tuvo Ciudadano cuando se hacía llamar Comeclavos.
Susanamatopeya era la única chica, aunque bueno, yo también he sido siempre muy femenino. Ella se destacaba por dos facetas: pintaba muy bien, sobre todo mujeres desnudas, luego dejaba los apuntes a cualquiera y la gente decía: joer, no pude estudiar nada, veía mujeres desnudas por todas partes. Era el síndrome de San Antonio y sus tentaciones.
Además del buen narrar sobre el papel, en viva voz era genial para el relato anecdótico aderezado con perlas de su cosecha y sano cabreo; tenía la costumbre de monologarnos, hay poco o nada de artificio en el monólogo con que nos regaló el Sábado pasado en el teatro Residui, así es ella, naturalidad neta, magra.
Tenía por aquellos años el pelo abundante y rizado, antes de conocerla de nada, a veces se sentaba delante mía y con todo mi morro y sibilinamente solía jugar con sus ricitos, con la voz en off del profesor de turno aburriéndonos, o solazándonos, según.

Mujer tumbada, de Egon Schiele.
Su libro era Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé, y empeñada en que lo leyéramos lo dejaba o regalaba. Yo le presté Los cuadernos de Don Rigoberto, del recién celebrado Mario Vargas Llosa. En Los Cuadernos de Don Rigoberto se relataba el amor de Rigoberto y de Fonchito por la pintura erótica, y se centraba este interés en la figura de Egon Schiele, y yo sabía que por eso este libro podía gustarle.
Personalmente, y ella lo recuerdará, me provocaba gran ternura aquel abrigo azul que llevaba los días de invierno, un abrigo para el que no existía la palabra jubilación, abrigo fiel desde los tiempos de la EGB.
Por eso ahora, cuando la oímos en su monólogo hablar sobre los zapatos y lo que nos cuesta y la pena que nos da el deshacernos de ellos, inevitable es este recuerdo. A mí me sucede lo mismo, difícil es que unos zapatos me gusten, pero cuando doy con ellos les doy el uso fiel, o mejor dicho leal, ya se pueden estar resquebrajando y llenándoseme de lluvia que no los tiro ni a tiros.

2 comentarios:

Gabs dijo...

Aaaaains, qué recuerdos me traen tus palabras... me he meado de risa y a la vez enternecío con lo del abrigo.. ¡si casi ni yo me acordaba!! jajajaja...
Mil gracias por tus palabros que le llegan a una a lo má profundo del alma, payo ;)
A riesgo de ser más repetitiva que un bocata de boquerones en vinagre, te vuelvo a dar las gracias por estar ahí y sobre todo, por creer en mi, eso me pone los pelilios de la piel como escarpias ;P
Un beso, hermosura...Que te queeero, leñeee ^_^'

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Con tu abrigo de infancias azules y mi gorrita de sindicalista de movimientos obreros decimonónicos en aquella clase de Sociología del Trabajo fuimos símbolo del candor y desfase humanista.
Hay una foto por ahí en la que aparecemos los siete, creo que tú llevabas mi pipa Candora -así se llamaba aquella pipa que nunca aprendí a fumar- y Carlos III, Charly Ziri para los amigos, llevaba mi gorra con una bufanda de no sé quien.
Yo no sé si aparecía tumbado en esa o en otra foto más colectiva.
No puedo evitar el lema: ¿para qué de pie si uno puede estar sentado y para qué sentado si uno puede estar tumbado?
En los últimos años, en postura horizontal, es como mejor leo.
Nada, ese monólogo sólo fue la piedra inaugural de un edificio de humorismo. Tan sólo tienes que ser como tú eres, poco esfuerzo.
A sus piés, reina mora.