miércoles, 30 de junio de 2010

Los reencuentros felices (II). Pepe Carvalho.



-¿Qué sabes tú de Buenos Aires?
Ni pesimista ni optimista, la voz de Carvalho le contesta:
-Tango, desaparecidos, Maradona.




Corrientes 348

Lo primero que hace Carvalho al llegar a Buenos Aires es pedirle al taxista que le lleve a esa dirección, para conocer en vivo la casa en que sucede el tango A media luz.
Aunque la estrella principal del tango en esta novela es Adriana Varela, que pasa a ser personaje de ficción para ilustrar cada parte de la narración con su voz.



El hijo natural de Jorge Luís Borges

Cada parte de la narración tiene su trama, que viene a entrelazarse con la intriga principal, razón por la que Carvalho es enviado a la Argentina.
Ha de encontrar a un primo suyo que ha sido traicionado, al que le arrebataron a su hija y a su mujer. La primera desaparecida, la segunda presuntamente muerta.
Está por ejemplo la historia de Arielito Borges, un imaginativo estafador que se hace pasar por el hijo natural de quien sea, apoyado siempre por su extravagante mamá, que se hace pasar por amante de la celebridad que toque.

Feliz reencuentro

En los tiempos de universidad Carvalho inauguraba mis vacaciones. Era el premio que me daba al finalizar el último examen. Esa misma tarde comenzaba una nueva novela del huelebraguetas más famoso de Barcelona.
Sólo pensar en eso me estimulaba, hay libros que son un seguro de disfrute, nunca defraudan.
En estas colecciones uno se encuentra con las mismas rutinas, manías, tópicos, lugares... no hay demasiadas sorpresas. Por eso yo prefiero retardar lo máximo posible estas lecturas.
Aunque esta vez había pasado demasiado tiempo, más de cuatro años. Añoraba al detective callejeando y metiéndose en problemas, probando nuevos y viejos platos, sus cínicas conversaciones.
Esta vez le he encontrado algo cambiado, más dicharachero, más entrañable, desde Buenos Aires echaba de menos a Biscuter -su particular Watson y cocinero de cabecera- y parecía buscar una reconciliación con Charo, la prostituta, su amante.
En las primeras páginas yo ya me sonreía, con sus expresiones de todos los libros.
En un restaurante mira la carta y pide de todo lo que puede dar una vaca argentina, le dice el camarero:
-¿Está seguro?
-En los restaurantes yo siempre estoy seguro.

Gastronomía

Me gustan las novelas de Manuel Vázquez Montalbán porque sus personajes comen, y se describe con prolijidad de detalles la minuta.
De niño leía a Enid Blyton y a Richmal Crompton porque sus personajes se pasaban el día comiendo, más que por las intrigas y las travesuras, que también.
Por eso también me gusta el comisario Maigret, de Simenon, y lo único que recuerdo de la novelita Maigret a Pensión es que pasea hasta un mesón para cenarse un plato de caracoles.
Carvalho dudando entre comprarse un periódico o una barrita de pan con mitad de cuarto de aceitunas. Elige lo segundo. Mi madre suele contar que cuando era niña mi abuela le daba dinero para que se comprara pan y aceitunas, y ella tan feliz.
Carvalho resolviendo un caso en Amsterdam, en la novela Tatuaje, bebiendo cerveza y comiendo pescados ahumados y arenques en los puestos del puerto.
Carvalho pasándolo mal en la novela El balneario, donde se ha de someter a una sádica dieta de purés y zumos por oficio, más que por gusto.
Yo tendría que hacer un homenaje, se lo dije a un amigo cuando murió Vázquez Montalbán:
-Habría que continuar escribiendo novelas de Carvalho.
-Conformémonos con leerlas.
Habría que juntar a Carvalho y a Ripley, el también sibarita personaje de la Highsmith. El detective sería contratado para resolver un caso de falsificación de cuadros del cínico criminal. Los dos terminarían, en vez de enfrentados con puños y pistolas, zampándose la pitanza mayor de la literatura desde los tiempos del Gargtantúa y de las cervantinas bodas de Camacho.
Otro personaje gastrónomo y fascinante es Hannibal Lecter, pero este no sería invitado al banquete, ya que se comería las mollejas del Ripley y las criadillas del Carvalho. Demasiado gore.

Divertimento

Estas novelas son, ante todo, divertidas, además de apetecibles. Y suculentas, claro.
Maneja bien la técnica de la intriga, Vázquez Montalbán, sabe crear tensión y suspense, uno es capaz de leerse cien páginas seguidas y no decae un momento.
Además, te ríes, con las salidas de cinismo o ironía del huelebraguetas.
Recuerdo Asesinato en el comité central, donde hace política ficción asesinando al líder del partido comunista. Por entonces estaba como ministro de cultura Ricardo de la Cierva, famoso por sus paranoias tardofranquistas con los masones. Aún hoy la paranoia sigue, los masones son el demonio, cuando no saben -y eso que han leído tantísimo- que el demonio, al igual que el ángel, lo llevamos cada uno de nosotros dentro. Pues menuda la guasa que se trae el detective Carvalho con el señor De la Cierva.

Esquizofrenia política.

Muchos sabrán de que pie cojeaba Vázquez Montalbán, fue convertido a personaje de ficción junto con Saramago y Sabina y otros por Vidal-Folch en Turistas del Ideal -hace dos añitos la estaba leyendo yo-.
Pero a mí las ideas políticas de los literatos me importan lo que un asado a un inapetente. Nada. O algo así como repelús.
Me gusta que en sus libros hablen de política, creen tramas políticas, hagan apologías y polemicen. Todo esto está bien como literatura. A mí muy poco me convencen. Casi lo hace don Mario Vargas Llosa en Los cuadernos de Don Rigoberto - ¡oh, qué maravillosa apología del liberalismo! -. Casi me hago de derechas. Casi.
Actualmente no ejerzo, ni cojeo de la pierna izquierda ni de la derecha, hoy con la huelga del metro en Madrid, sin servicios mínimos, me he sentido Aguirre -Esperanza- o la cólera de Dior. Con la rebaja en el sueldo, ¡oh, nómina frugal!, revolucionario y procastrista.
Esquzofrenia política, así cómo uno va a hacer algo a derechas -o a izquierdas- en la vida.
Sólo me interesa la pierna central -con la que escribo: escritura genital- y la pierna de cordero, bien asada y salpimentada, sazonada con aromáticas hierbas. Chorrito de vino blanco, del bueno, que no se nos queje Carvalho. Y si es con patatitas a la panadera, mejor.

2 comentarios:

Hilvanes dijo...

Yo tengo El premio. Era lectura obligatoria...pero al final, ni se leyó ni fue obligatoria y nada de nada...y por andá la novela...esperandome, digo yo...hubo otros libros obligatorios que al final dejaron de serlo (es que no lo entiendo), como La Regenta, que al llegar el verano, yo lo leía a pesar de su no obligatoriedad...de La Regenta he llegado a tener tres o cuatro ejemplares...no sé porqué a todo el mundo le dió por regalarme dicho libro...

De detectives me puse con Mankell, ahora no recuerdo si se escribe así... y como que medio me gustó...pero más bien fue medio porque fue leída de aquella manera ... esta manera la voy a bautizar como transversal...y me quedo tan pancha...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

El premio tiene su gracia en que parodia la entrega de premios planeta, con todos sus meollos.
Me han hablado muy bien de Mankell, aunque tengo curiosidad por leer a Andrea Camilleri, creador del comisario siciliano Montalbano, donde homenajea a nuestro Vázquez-Montalban.
Según parece, Montalbano lee mucho y nos come que da gusto, como debe ser.
Sobre La Regenta... ¡ay, qué gran obra!
Tenía una profe de historia que decía que todo español debía:
- Mirar las meninas
- Ver Bienvenido Mr. Marshall
- Leer La Regenta.
Monumentos nacionales.