martes, 15 de junio de 2010

Las odiseas particulares (Preparando un Bloomsday)


Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas de Helios, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.
Homero. La Odisea. Canto I


De la composición de La Odisea al Ulises de Joyce pasaron muchos siglos. De la escritura de la particular odisea de Joyce hasta el 16 de Junio del año 2010, no pocos años.
A los que atienden a la musa -llámense Odiseo, James, tú, yo... -les gusta eso de recobrar el mito y la leyenda para descomponerlo, y según su visión, recomponerlo.
En esta vida de letra y herida todo son variaciones sobre los mismos temas: el regreso a Itaca es uno de ellos.
Don Quijote, por ejemplo, de manera forzada.
La narración bíblica del pueblo de Isarael en pos de la tierra prometida, es otra conocida odisea.
En la novela que acutalmente leo, El Quinteto de Buenos Aires, de Manuel Vázquez Montalbán, se busca un regreso de Buenos Aires a Barcelona. Me está gustando muchísimo, ha sido un feliz reencuentro con Pepe Carvalho.
Constantino Kavafis lo supo plasmar en uno de los poemas más luminosos que yo haya leído, tan conocido como desconocidas son las ítacas:

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.


Esta noche, después de las doce, recomenzaré la aventura del Ulises, versión Joyce.
Hace unos años la dejé incompleta, ¿qué Polifemo, qué Circe ganó esa batalla?
Cuando tenía diecisiete años, una Semana Santa, leí La Odisea de Homero. Recuerdo que bebía té Earl Grey, el mismo té que diez años después bebía mientras leía los poemas de Kavafis.
Hoy ya no bebo té. Bebo café, y mucho. También bebo cerveza negra, y mañana beberé alguna para celebrar el Bloomsday.
En una hora comenzamos la aventura literaria con el Ulises. La lectura, siempre, es una Penélope que hay que reconquistar. Ella todas las noches, en su encierro de papel y tinta desteje las palabras para que nosotros, reyes de Ítaca perdidos, podamos retomar el matrimonio fecundo del lector y la lectura, tejiendo letra a letra lo que fue escrito para nosotros.
Feliz Bloomsday a todos. El Jueves os contaré mi bloomsday.

Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana.
(.....)
James Joyce. Ulises. Episodio I: Telémaco

1 comentario:

HilvaneS dijo...

AHYSSS!!! QUÉ EMOCIONANTE TODO !!!