lunes, 1 de agosto de 2011

Jerjes o el antimito gilipojuvenil



Los mitos gilipojuveniles
Un mulato, un albino, un mosquito, y mi líbido. Hola, ¿estás deprimido?
Con estos versos se hacen los buenos mitos, con esto y con palmarla con 27 núbiles añitos, buenos mitos gilipojuveniles.
Con mis sempiternos 19 años aún me queda para tener la posibilidad de cortarme las venas con el vinilo long play El viaje de Copperpot de La Oreja de Van Gogh. O de sobreconsumo de estupefacientes leyendo las obras completas de Azorín, luego vomitándolas y muriendo asfixiado.
Cuando, biológicamente, cumplí los 27 hace ya 11, pude hacerlo como cualquier hijo de vecino. Entonces hoy sería un santón para las nuevas generaciones, mi linda estampa en pancarta alzada por las graciosas manitas de adolescentes indignadas, hoy, ay.
Vendrá el 20-N y España será de derechas, hoy, ay.
La gente me citará a mí, al suicida que murió por amor cual personaje de Murakami way of life. Morir de amor es una chorrada, Perales (link) y Bosé (link) cantaban esta dulce muerte, Goethe también lo hizo haciendo moda (link). La gente se nos moría que daba gusto, los enamorados. Quedaba muy romántico. Hoy ya nadie muere de amor, hoy, ay.
Así comencé un post el Sábado.
Este Sábado me pasé la tarde escribiendo mis memorias. Mis memorias como introducción al post que os debo sobre las dos óperas que ví recién nació el Verano. Narré mis 27 años como muestra de antiglamour. Si no te mueres joven no hay glamour.
Me salió una introducción demasiado larga para hablar de ópera. Así que como tiene más que ver con el tema de los héroes Jerjes el persa, hijo de Darío -y vergüenza de su sombra, o su fantasma-, hablaremos de la última obra de teatro que ví.
El calor y la pereza no combinan bien. Este Sábado, a punto de terminar la larguísima introducción para el post: Otro cuento chino y una boda en Sevilla, dedicados a las óperas Turandot y Las bodas de Fígaro, lo dejé todo y me fui al barrio de las Letras a comer tostas y beber cervezas.
Ya te escribiré sobre esto. La introducción no. Está bien por si algún día me da por envejecer y echar la vista atrás. Pero echar la vista atrás cada vez me gusta menos, prefiero ensoñar sin complejos un futuro surrealista, daliniano, en el que los relojes se desinflan mientras las venus mantienen su lozanía. Para siempre.
Así que echemos un último repaso a algunos mitos gilipojuveniles. Macho, o macha, vive despacio, muérete tarde, y harás la verdadera revolución, la que merece la pena.
Que Janis Joplin se nos fuera tan pronto no le sirvió de nada, sólo fue un regalo para los mercaderes de siempre. Nosotros hubiéramos preferido un puñadito más de canciones como Piece of my heart:



Hendrix, el gran Hendrix de los solos de guitarra. Nada. Prefiero colgar una foto de Frank Zappa, que también hacía lo suyo con la guitarra y vivió unas cuantas decenas de años más.



Zappa opinando sobre eso
de morirse joven
Así que de Amy Winehouse mejor no hablamos, ¿vale? Y así cantar todos juntitos, con los Def Con Dos eso de el rock and roll no es ningún funeralodio a los mártires del rock:



En Literatura hay buenos ejemplos de estos mártires gilipojuveniles, pero no me mencionen a Rimbaud, que aunque todo lo escribió siendo mocito, luego tuvo su vida larga y pendenciera.
En otra ocasión hablaremos de este tipo de literatos, o mejor, díganle a Vila-Matas que escriba un libro sobre el tema, que se le dan muy bien las taxonomías para letraheridos.

Jerjes versus Alejandro

Alejandro Magno, que fue todo un icónico Che Guevara para sus contemporáneos, sería un equivalente a estas majestades rockeras, pero en el bello arte de la guerra. Vivió deprisa, murió prontito, y su bonito cadáver pasó de ególatra en ególatra como ejemplo a seguir. Todo lo conquistó, todo lo tuvo. Y va y se nos muere de una mala resaca, como los rockeros de esta edad eléctrica. Según una de las versiones.
Jerjes I, hijo de Darío -y vergüenza de su sombra, o su fantasma-, sin embargo superó los cincuenta y fue excusa literaria para exaltar la gloria del ejército enemigo.
Él decía que era culpa de los dioses, no reconoció sus propios errores, se cargó lo más florido en varones de Asia llevándoles a hacer la mili a Atenas. Él lo miraba todo desde un monte, y no se le ocurre otra cosa que rasgarse las vestiduras admitiendo la catástrofe bélica.
Y digo yo que, ¿por qué Shakira, si Piqué falla un gol, no hará lo mismo? ¿Y Sara Carbonero, no podría hacer otro tanto si le meten un gol a Iker Casillas?
Dejo estas preguntas para la reflexión, mañana os hablaré de la obra Los Persas, de Esquilo, que fuimos a ver al Teatro Español hace dos sábados.
Por hoy ya basta, esto sólo era una introducción.

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