miércoles, 10 de agosto de 2011

Las benditas cocineras y los malditos bastardos


Yo nunca me aburro.(link)
Si acaso me angustio, sí, como en la viñeta de Maitena.
Y yo al menos aquí, en esta ficción que te ofrezco, soy un tipo bastante inteligente. Luego la realidad no, eso es otra cosa, la realidad es un laberinto con varias salidas y esta imposibilidad mía por llegar a ellas, en realidad soy bastante torpe. Todo un cretino.
Así que al menos una cosa sí es cierta: me angustio.
Y no me aburro. Hay bastante donde elegir fuera de uno, y dentro qué te voy a contar yo que nunca te haya contado, que aunque no soy de dormir mucho sí soy de soñar de sol a sol.
Ayer, cuando volvía del cine, desde el autobús miraba los edificios de la calle Segovia y del paseo de Extremadura e imaginaba cómo se viviría ahí dentro, y me hacía una ligera estampa y un intenso ambiente con todo lo que ello conlleva.
Decidí bajarme del autobús cuatro paradas después, sólo por andar un poco más hasta casa. Después de vivir en una decena de casas en tan sólo diez minutos, sentí una angustia atroz, sentí que podía caerme en cualquier momento en una grieta de tierra que se abriría, o que iba a echarme a volar por tener la imaginación tan inflada como un globo.



Luego, por la noche, dí buena cuenta de Entre parénesis, de Roberto Bolaño. Un puñadito de artículos, la entrevista Estrella Distante del final. En la radio, después de un poco de rock, en Radio 3 emitieron buen jazz.
Al menos me alejé de mis neurosis, y reí con ciertas ocurrencias del guasón de Bolaño.
Pasaré a comentarte qué tal estos días.

Viernes

Después de tomarnos unas cervezas de esas que tienen ellos, los Tipos Infames, bajamos por Fuencarral y Carretas para, involuntariamente, caer como si nada donde la Spanish Revolution. Teníamos, eso sí, pensado en ir a ver cómo seguía el fantasmal centro del centro.
Justo fue llegar nosotros, justo corrían los indignados a Sol, abiertas ya sus entradas (o salidas)
Ya el día antes me había paseado yo por ahí, después de unas pintas y unas cañas por La Latina. En Sol no había ni un alma el Jueves, nunca ví tanto furgón policial junto. En la entrada (o salida) de la calle Mayor, algunos curiosos como yo miraban el fantasmal centro del centro, donde el km 0, allí donde comienzan los caminos. Un hombrecillo repartía propaganda para un puti-club cercano, le daba igual la mano que cogiera el folleto, hombres y mujeres por instinto de paseantes aceptaban el papel con su anuncio de sensualidad y carne.
Me metí por Arenal para llegar a Preciados. En esta entrada (o salida), además de tres curiosos -yo entre ellos-, un par de indignadas jaleaban a los policías.
El Viernes más allá de las 10 p.m., ya te digo, volvió todo a la normalidad de las semanas anteriores. Bajando por Carretas se oyó el fragor de la carrera y el griterío celebrante: ¡ha salido el sol! Decía alguno.
Muchos de los que regresaban llevaban etiquetas: muy frágil, en sus vestidos.
Mi colega, uno de los akabaos -Comeclavos/CiudadanoQuien- se lió a mandar sms a todos los de clase. Sin embargo, sólo le contestó otro akabao -SumoSacerdote-.
Una hora después, tras un bocata calamares y otra caña, degustando una pinta Guiness donde siempre.
-¿Volvemos?
-No -contesto- yo me tomo otra y me piro con mi hermano, que ha traído el coche.
-Pequeño burgués de mierda.
En lo que tardo en tomar la segunda pinta escucho la conversación de mi hermano, hablan de cartas, de timbas. Mi hermano es un tahur. A mí, cuando jugaba hace años y les sacaba los cuartos a los amigos de mis padres allá en Cadalso, me llamaban El Potroso.
En estos días tiento a la suerte otra vez, ya que dicen las predicciones astrológicas que Júpiter deambula por mi signo.
Te diré cómo.

Sábado.

El Sábado por la mañana lo dedico a las labores de las personas adultas:
Desayunarse.
Leer el periódico.
Echar al Gordo de la Primitiva.
Comprar tabaco.
Al menos, eso era lo que veía yo cuando niño, lo que me llamaba la atención de la gente mayor. Yo quería ser mayor para fumar, leer el periódico, y beber güisqui. Mis padres, todos los viernes, se iban con los amigos a echar la quiniela. Luego supe que se iban a un bar de la calle Tembleque a beber cañas, y de paso, la quiniela. Nunca les tocó nada. También echaban la Primitiva. Millones a veinte duros, cada semana, jugando a la lotería, la Primitiva. Pues qué baratos, los millones, decía la madre de un amigo de clase.
En la última semana estoy echando a todo: bonoloto, primitiva, euromillón, gordo ...
Tentando a la suerte así, ya que Júpiter me traerá la fortuna.
También leí que Marte se está paseando estos días por mi signo, por lo que mi alma será campo de batalla, la lucha tendrá sentido, ya que de entre todas las dudas las únicas certezas se impondrán.
Y así ha sido.
En estos días estoy escribiendo mucho, la verdad es que no le encontraba ningún sentido, pero era ponerme a ello y salírseme las ideas y las imágenes por sí solas. Entonces era cuando llegaba el sentido, el tiempo recobrado, la meta en cada instante, todo este presente que nunca se acaba. Es una de mis grandes certezas: la ficción. Generadora de heridas, cauterizadora de otras. Yo soy yo y mis fabulaciones. Todo en la vida es fábula: pesadilla o cielo, pero fábula. Un caótico berenjenal de sinrazones donde el sentido lo pones tú con tus certezas, porque quizá el sentido que te quieran imponer otros te quede tan pequeño que te asfixie o te quede tan grande que te pierdas, ¡oh, fábula! Juego de roles, arcanos que resolver hacia la consolidación del arquetipo en que tú actúas. Búsqueda incesante, lucha interior, Juan Eduardo Cirlot, marciano, lo sabía muy bien, nacido bajo el signo de Aries, regido por Marte. Ejemplo de ello es su lírica épica y mística.

Estoy en un espacio que no puedes
abrir con los espinos de tus manos
humanas, temblorosas.
Yo destruiré las redes
de todos los arcanos y las rosas
tenebrosas.

Retornaré al pantano gris
y volverá el instante lis
de envolverte en mi luz
más allá de la torre y de la cruz
con relieves,
para que tú me lleves al lugar
en que nunca nos podrá separar
ni el filo de una espada,
ni la doble amenaza de la nada.

Algo me está buscando entre las hierbas
azules de otra vida.

Algo como una imagen sacramento,
como una niebla de temblor.

(Juan Eduardo Cirlot)

Pero volvamos al centro del post, que por cierto, va sobre cine y sus fabulaciones basadas en hechos reales.
Por una parte tenemos Julia & Julie, la historia de dos cocineras reales. Sin embargo les sale su historia como un hermoso cuento. Una peli muy recomendable.



Julia se va a vivir a Francia con su marido, y aprende a cocinar para ocupar su tiempo, que siente tan vacío. Es una mujer sin complejos, expansiva. Publica un libro de recetas y se hace famosísima, como una pionera de arguiñanos televisivos.
Luego está Julie, que se va con su novio a vivir a un barrio cutre, de ambiente desolador. Es funcionaria, atiende el teléfono de asistencia para afectados del 11-S. Por las tardes no sabe cómo ocupar su tiempo, tan vacío. Al igual que la otra se hace cocinera, y como mandara el sabio Ezra Pound, van como una plaga contra el aburrimiento del mundo. La otra escribió un libro, esta se hace un blog.
Interesante ..., mi linda muchacha se hace un blog, donde publica en forma de diario una receta al día del libro de la otra. Se lo impone como un reto. 365 recetas. Luego ahí lo cuenta todo, cómo le va con el novio, cómo le salen los guisos. Es gracioso ver su tristeza porque nadie comenta sus entradas. Un día recibe un comentario: de su madre, que arremete contra su nueva manía bloguera. Luego, la verdad, tiene bastante éxito, publica sus entradas del blog en un libro y le hacen una película.
Las dos actrices están muy bien, Meryl Streep como la expresiva y aparatosa Julia y Amy Adams como Julie, que me rocordaba a tí en tus ojos claros, tus gestos felinos, y ese carácter entre la fragilidad y el temperamento.
Las dos atractivas amigas con las que fui salieron de la filmoteca con ganas de cocinar. Hambre no teníamos, ya habíamos tomado unas tostas y unos postres donde las mantequerías de siempre, en este gastronómico y etílico Barrio de las Letras. Pasó una cosa extraña, que para mí no lo es tanto. Entramos y estaba vacío. Un cuarto de hora después ya estaba lleno el garito. Así pasó el Viernes, por cierto, llego yo, indignado, a Sol, y enseguida se me llena todo de indignados. Allá donde vaya, atraigo multitudes.
Así que después del cine fuimos a una tetería, donde yo me tomé dos grandes jarras de cerveza, tanta era mi sed. Una se tomó un mojito, la otra un té. Charlamos sobre signos astrológicos y sobre cartas astrales. La una leo, la otra cáncer pero de ascendente leo, yo un pececillo bastante felino, gatito persa. Junto a la calle del León. Cerca de la calle del Príncipe. Semuá.

Domingo



Día de las mujeres en camisón. Salgo por la tarde, algunas mujeres van en camisón. En el autobús me enamoro de una que va delante de mí, que viste su camisón color crema, es muchacha carnal, muy sencillita, imagino un otoño con ella tomando té y escuchando nocturnos de Chopin. Bajo del autobús, por las calles del centro me viene una sospecha, otras mujeres van también con su camisón, más o menos cortos, más o menos transparentes.
Por la noche, en casa, liando cigarrillos con el tabaco que compré el día anterior cual persona madura después de jugar al Gordo de la Primitiva, me veo los dos capítulos de Camelot. Ahí también van todas en camisón. Algunas también van desnudas. Sin embargo por la calle no iban así. Sería demasiado sospechoso, está bien eso de vivir en la fábula, pero no tanto. Demasiado para mi neurosis todos juntos: Merlín, Queen Ginebra, King Arthur, Prince of LucheFloyd, y mi Fata Morgana, mi Eva Green, mi hada en camisoncito. Eva Green está perfecta como hada Morgana, con su belleza misteriosa en camisón todo el día (link), a veces hasta sin él.

Martes

Ayer me fui solito a la filmo a ver Malditos Bastardos, la única tarantinada que me quedaba por ver.



Soy fan de Tarantino, sí, Tarantino ya es una marca desde hace años, y todo lo que lleva su etiqueta me gusta. Repite su virtuosismo en el montaje, sus golpes de ingenio, sus obsesiones, sus típicos personajes, la ultraviolencia, el humor negro, el gusto por el revival, el homenaje contínuo a los que él considera sus maestros.
El otro día me lo decían unos amigos tomando unas cervezas y raciones en las terrazas de la ribera del arroyo Luche:
-Te pareces a Tarantino.
-Vale.
-También te pareces a Iker Jiménez.
-Hijos de Barrabás.
 No sólo en el careto, también me parezco a Tarantino en que me repito más que el ajo tierno para el pan tumaca. Uno encuentra su estilo, asume sus obsesiones, se fascina por las mismas historias, se lía a crear, los Beatles soy yo, decía McCartney cuando le reprochaban que se repetía desde hacía décadas.
Cada cual tiene su fórmula, su marca, la máscara donde jugar a estar vivo.
Desde el primer minuto, en los títulos de crédito, uno reconoce el mundo de Quentin, donde es tan fácil matar y morirse, pero de risa y de asombro.
Al contrario que la película Julia & Julie, Malditos Bastardos no está basada en sucesos reales, aunque su contexto sí lo sea. Tarantino juega con la Historia, la cambia a su antojo, sin respetar a los personajes reales que la conformaron. Así se carga a Hitler, por ejemplo, supongo que por el mero placer de hacerlo él solito con su ingenio. Y todos le aplaudimos por ello al terminar la película.
Aquí se carga Tarantino hasta al apuntador. Como en las viejas pelis del Oeste, a las que homenajea.



En mí tiene Tarantino tiene un incondicional, así que espero más de lo mismo para la próxima, ¡oh, fabulador!


Coda

Nunca he tocado nada de lo que
tú eres.

Estás como una idea en un instante
puro.

Clara en tu firmamento de firmeza
blanca.

Desnuda Bronwyn, llámame, ya voy;
caigo.

(Juan Eduardo Cirlot)














3 comentarios:

Bárbara dijo...

Hola.
la lengua casí se me la comió el gato porque no sé que decir.
Pero bueno, me alegra haberte encontrado en este lugar.
Volveré no se si haciendo ruido o en silencío, pero volveré.
Un abrazo.

Bárbara dijo...

Hola.
la lengua casí se me la comió el gato porque no sé que decir.
Pero bueno, me alegra haberte encontrado en este lugar.
Volveré no se si haciendo ruido o en silencío, pero volveré.
Un abrazo.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¡Bienvenida, Bárbara! Vuelve, sí, aunque sea en silencio, ya que yo haré lo mismo por tu bitácora.
Veo por tus enlaces que eres miembro de la comunidad Libro de Arena, de la que fui partícipe llevándome gratas y hermosas experiencias.
Yo sigo por aquí, navegando a la deriva con la tripulación siempre amotinada y sin querer evitar el canto de sirenas.
Ulises. Tan lejos de Ítaca.