miércoles, 18 de mayo de 2011

Amor por la libertad y por los libros.


El que está de espaldas mirando
al horizonte soy yo

Feria de Mayo, de Primavera en Madrid.
Feria del anhelo y el ansia, en Madrid, y en muchas ciudades.
Paseo de los Recoletos, librerías en casetas, Paseo de la Revolución, ¿hacia dónde?
Estreno nuevo móvil y el servicio de mensajes lo estreno avisando a uno de los akabaos: sobre las siete estaré en la feria del libro antíguo, luego iré a Sol como testigo directo, no como participante que uno ya está viejuno para la revolución. Yo me imaginaba a Víctor Hugo en las revueltas que le inspiraban Los Miserables. A mí todo esto me inspira fastidio, y alegría.
Una alegría de loto -de lotería-, de loto, sí -de hoja de loto-, una alegría de loto premiada y contemplativa.
Los partidos políticos y los sindicatos no han tenido que ver con la mecha encendida. Cómo no, ellos están a lo suyo, que no es lo nuestro. Izquierda Unida no puede hacer otra cosa que tirarse al ring y dar su apoyo. Los demás miran de reojo, y no comprenden, como no comprendo yo ni comprende el ciudadano, yo soy ciudadano. Al menos Cayo Lara me inspira confianza, me recuerda más a Francisco Frutos que a Llamazares. Es que Llamazares me parecía un diputado más del Partido Socialista.
Intentemos comprender qué es lo que pasa. Se llama como se pide: Democracia Real. La Democracia Real es la Utopía, democracia directa del pueblo, sin unos representantes tan lejanos.
Al llegar a casa ví lo que decía Gabriel Albiac -no diré dónde para que no me quemen el chiringuito-, hablaba de los tiempos antíguos, cuando Grecia y la democracia en primer brote. Decía que ser político, ser elegido, era algo honorable, y no un oficio.
Hoy, ser político, ser sindicalista, tiene mala fama. Decían el Domingo: poco pan para tanto chorizo. Es poco honorable, entre diputados y sindicalistas liberados, esta profesión representativa. Hace poco fueron las elecciones sindicales y hubo un alto porcentaje de abstenciones.
En estos días esta multitud de estudiantes twitteros habla sin el representante político y sindical, no se fía, o mejor aún: se olvida de que hay un político que habla por su boca, pues este ventrílocuo se ha olvidado del ciudadano durante todos estos años.
Las reivindicaciones son justas. Desde que estudié otros tipos de democracias sueño con otras democracias. Hay una libertad llamada positiva que trata del derecho a participar, en ser voz del pueblo, o más bellamente dicho, en ser sujeto de la historia, emancipado.
Claro es que a partir de aquí viene la parte negativa. La historia está ya harta de juguetes rotos.
No todo en esta revuelta me gusta, y tiene que ver con los apoyos de los que haciéndose sujetos de la historia han sido a la hora de gobernar, ellos mismos, los que han tomado el relevo de la infamia.
Infame es el poder, ya seas tú el infame que me gobierna, ya sea yo el infame que te hago una revolución y ocupo tu lugar.
Hay un miedo a la libertad: instinto de supervivencia. Si esto cambia, si esto sigue su curso natural, su dialéctica, quien se siente en el trono hará las mismas cagadas.
Creo más en la voz de ahora, no creo en esa voz de ahora sentada en el poder. Hay que ir siempre a la contra, siempre hay que hacer reivindicaciones, mantener en jaque al que gobierna. Se gobierna desde la oposición mejor.
Me fastidia que sea así, pero ha sido siempre así. Vienes a cambiar el mundo establecido porque está mal hecho. Y tú sin embargo convertirás tus sueños en guadañas también, si tienes la posibilidad de hacerlo.


Me he quedado solo. Silencio. Aprovecharé este par de horas para leer. Luego sigo.


Me está gustando leer a Murakami. La lectura ligera como brisa incitando al baile de las flores. No cuesta leer a Murakami. Últimamente he estado leyendo mucho libro pesado, insignes mamotretos dignos de la educación de un príncipe. Pero un príncipe necesita esparcirse, echar una canita al aire. En los primeros capítulos de Tokio Blues también se habla de una revuelta, en la universidad, y de cómo los líderes agachan la cabeza.
Yo, de más joven, soñaba con ser revolucionario. Pero no puede serlo quien no ha sufrido una revolución interior. Conformémonos con evolucionar, ¿hacia dónde?
Ayer en Sol se oían consignas de revolución. Para la revolución hay que romper juguetes, guillotinar mariantoñetas, seducir zarinas como rasputines.
Es esta una revuelta candorosa, que tiene algo puro, al desvincularse de grupos políticos establecidos. Pero hay aprovechados, cretinos de cualquier condición. Grupos políticos que quieren agenciarse el micrófono para escarnio del contrario y gloria propia: que esto no suceda.
Tambien es fastidoso ver cómo algunos rechazan ciertos medios de comunicación. Si quien no piensa como tú te dice: habla, te escucho; estará ganando la batalla de la libertad de expresión. Desde el momento en que callas a alguien, te estás convirtiendo en lo que criticas.
Por eso simpatizo con los organizadores, que no han rechazado expresarse en cualquier medio da igual su ideología. Y porque ante todo rechazan la violencia y el terror.
Al igual que un político en el poder tiene que gobernar para todos, le hayan o no votado, el ciudadano crítico, el opositor, deberá defenderse en nombre de todos los insatisfechos.


En Sol ya habíamos saciado nuestro consumismo literario.
Por cinco euros me compré La arboleda perdida, de Rafael Alberti. Por otros cinco conseguí, de primera mano, Crimen Legal y Declaración de un vencido, de Alejandro Sawa. Alejandro Sawa, como muchos sabréis, es Max Estrella, el personaje de Valle-Inclán en Luces de Bohemia.
Volví a casa con remordimientos por no haberme llevado las obras completas de Colette, en dos tomos, en piel, por catorce euros. Quizá vuelva a por ellas. A no ser que tú, tío avaricias, quieras arrebatarme este sueño comprando esas joyitas.
En Sol rodeamos al ángel masa -pues dicen que un hombre y una mujer juntos conforman un ángel-, y lo atravesamos hasta llegar al corazón, como un puñal escrutador que no hace pupa pero sí investiga.
En el corazón, Carlos III sobre su caballo era rodeado de juventud, nunca estuvo mejor acompañado. Allí pintaban pancartas, creaban proclamas, con altavoces incitaban a que acamparan a la noche.



Vamos a dejar de propagar el duelo,
estamos en la espina dorsal del universo
Hijos de Descartes y de la razón.
Tetas de silicona, periodistas del corazón.
Manifestantes de tapas y cañas ...
quizás mañana.
Sigmund Freud en la confesión.
Vamos a dejar de propagar el duelo,
estamos en la espina dorsal del universo

Luego, como dice Bunbury en el disco que hizo junto a Nacho Vegas, nos fundimos con los manifestantes de cañas y tapas.
Unas bravas y unas cañas camino a la Plaza Mayor. En la Plaza Mayor, cañas y bocadillos de panceta donde es costumbre tomarlos de calamares.
Ahí oimos a uno decir, bocata en mano y móvil en la otra: esperad, esperad, voy a ver cómo va el manifestómetro, a ver cuantos hemos sido.
Mi nuevo móvil no tiene conexión wi-fi. Tampoco quiero llevar una conexión a internet en el bolsillo. En la palma de la mano, hoy, se puede lanzar al mundo un tweet, decirle a alguien un me gusta en facebook, crear un post, y hacer un poemita. Ciberliteraturas ciberportátiles para cibershandies cibervilamatianos.
Como soy ciberlento, esperaré a dominar lo ciberdoméstico para conquistar luego lo ciberurbano.
Celtiberia siguiendo el ejemplo de una isla llamada Islandia.
Tenía preparado el post con el borrador desaparecido y misteriosamente recobrado por partida doble y con fragmentos de Walter Benjamin. Otro día será, pues sería ya mezclar los churros de San Ginés con las Meninas de Velázquez.
-Las churras con las merinas, joven, hable con propiedad.
-Ya está el listo de siempre que todo lo sabe.
Yo sigo creyendo en lo que dijo uno de los sabios, Pier Paolo Pasolini, en su poema Manifestar (apuntes):


a través de una serie infinita de deberes,
limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando
se grita con aire amenazador obediencia
que los sencillos y los jóvenes son fuertes
y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.
Para leer el poema completo, pinchar aquí (link)

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