lunes, 4 de abril de 2011

Secretos y versiones de Víctor Hugo


Seal ft Heidi Klum - Secret por Warner-Music

Ayer no es que tuviera demasiada resaca, pero fui al trabajo bien contentillo, como si los alcoholes ingeridos el Sábado por la noche hubieran decidido no irse. Me tocó guardia, casi los domingos se trabaja mejor, sin proveedores, con menos prisas, hay menos residentes. En la radio, a partir de las doce, decidí poner música y pusieron buena música. Pusieron, por ejemplo, esta canción de Seal que a tí y a mí nos gusta tanto, Secret, creo que en ese preciso momento estaba yo cubriendo de alioli unas patatas. Pensaba, además, en el libro de Mario Vargas Llosa sobre Los Miserables, y en esa irrealidad de la medio resaca y la medio borrachera y el arroz de la paella ya marcado y las ensaladas hechas y la cocina sin recoger -porque hay que decir que la luz artificial de una cocina da un ambiente irreal como de hospital o descansillo-, decidí llamar al post de hoy Secretos de Víctor Hugo.
Yo también, como Víctor Hugo, tengo mis secretos. Y, como Seal, soy un secreto  para tí, pero te lo digo así, bajito, para que nadie se entere.
Tratándose de un blog de literatura, será mentira, pero ya sabemsos  -y si no don Mario Vargas Llosa se enfada-, que la Literatura es la verdad de las mentiras.
Los Miserables, por ejemplo, él nos dice que es una menira, pero que trata de una verdad que ha sabido crear Hugo, al que llama el divino estenógrafo.
En breve el Marqués de la Pollalzada abrirá su blog, nuevo blog en Manicomio: Mediateca del Marqués de la Pollalzada, ¿qué te parece? Y lo inauguraremos con algún fragmento de La Tentación de lo Imposible, que trata de un secreto de Víctor Hugo. ¿Sabíais que Víctor Hugo escribía en español sus secretos, para que nadie se enterara?
Esta lectura, La tentación de lo Imposilble, ha sido esclarecedora. Como un maestro a posteriori,  un guía, un gurú, ha ido iluminando cuestiones pendientes de la lectura de Los Miserables. Ha venido a confirmar algunas impresiones mías y a rectificar algunos prejuicios.
Ante todo tenía yo mucha curiosidad por saber la opinión de nuestro nobel sobre esta obra.
A venido a confirmar, por ejemplo, que Mario es un imbécil. Y ha venido a explicarme por qué.
Porque Mario soy yo, Mario eres tú y es él, nos cae tan mal. Porque es el único personaje de la novela que es algo real, con rasgos humanos que los demás personajes no tienen, ya que son personajes de ficción.
Mientras los otros, como Juan Valjean, Javert, Gavroche y Enjolras actúan, Mario se queda a verlas venir con cara de dame una torta a ver si me despierto.
Según parece Mario es Víctor Hugo, un ser humano que por no ser de ficción nos parece tan raro.
Aunque el personaje principal de la novela, según Vargas Llosa, es el mismo Víctor Hugo, he ahí su genio, astuto literato, ególatra y deicida. Aunque él dice, Víctor Hugo, que el personaje principal de la novela es el infinito, o sea, Dios.
Víctor Hugo nos vende la realidad como espejo de su obra, pero Víctor Hugo es el creador de esa realidad, y no la historia.
Tampoco voy a ponerme a resumir las ideas de Vargas-Llosa, pues siendo generadas tras la lectura de la obra de Hugo, no importarían a quien esto lee si no ha leído antes Los Miserables.
Según iba leyendo me hacía la ilusión de que conversábamos. ¿Os acordáis que en el post sobre la obra, hace una semana, decía yo que el obispo Bienvenido sería actualmente uno de aquellos curas comunistas? Pues viene a decirme don Mario algo así como que no, que quien piense eso está confundido, aunque a buen seguro alguien podría haber llegado a esa conclusión.
Así que ha sido una singular y socrática lectura, que tiene sus milagros.
Esta tarde, después de una consulta con el endodoncista, bajaba por Conde-Duque y decidí tomarme un café, así que yendo por la calle Los Reyes surgí en Plaza de España y frente a mí un starbucks con terraza y fumadores me decía: párate aquí. Y allí me paré, pero entré dentro, así evitaba el vicio del tabaco un ratito.

Café americano, y a la parte de arriba, donde no había mucha gente, por lo que pude sentarme en un sofá, frente al ventanal abierto por el que llegaba hasta mí la brisa primaveral y la visión de la extensa Plaza de España. Frente a mí, también, un grupo de estudiantes franceses trabajaba con sus portátiles, en una gran mesa. Dos cosettes me llamaron la atención, qué cositas lindas estas cosettes, parloteaban en francés alborotadas, y alborozadas reían universalmente. Me quité la americana, saqué las gafapastas de gafapasta y seguí leyendo hasta el final. Milagros de la lectura, con la portada del libro hacia ellas, La Libertad  Guiando al Pueblo, de Delacroix, alegórica pintura gracias a la cual sabemos que la Libertad lleva las tetas al aire, abanderada ella, y que el pueblo la sigue por eso de que más tiran dos tetas que dos carretas. Podrían haber sido alemanas, inglesas, argentinas o españolas, pero el grupo era francés y frente a mí hicieron de BSO de mi lectura las risas de dos Cosettes, a veces me miraban y a veces comían algo, bizcocho o pasta, algún dulce cualquiera de los que venden en estas cafeterías. Yo me habría comido una cosette, cosita rica cosette. Posiblemente se habían fijado en el libro, y en la portada de Delacroix. Ahí hay un señor que está leyendo un libro sobre la Francia, se dirían.
El café estaba caliente y yo daba pequeños sorbos al principio. No había música hoy en el starbucks, antes ponían jazz. Como música: Cosette riendo. Rubias, lindas, candorosas cosettes, cositas lindas.
Cuando, finalizada la lectura, guardé las gafas y jugué unos segundos con el vaso de papel, y me puse la americana, una de las cosettes me observaba seriamente.


Alegoría de la Primavera, de Ricard Canals
 En la calle, bajando por la Plaza de España, sentía constantemente pasos detrás de mí. Era la Primavera, la brisa con pies de pluma y manos besuconas. La alegoría de la primavera, como vemos en esta pintura de Ricard Canals, es doncella frutal, floral y desnuda, pero como no tiene una forma física ha de ser representada alegóricamente, por sus atributos.
Yo no tengo atributos, soy un posmoderno.
La Primavera, ay, sí que los tiene.
No hay manera de demostrar que Los Miserables haya hecho avanzar a la humanidad ni siquiera unos milímetros hacia ese reino de justicia, la libertad y la paz al que, según la visión utópica de Víctor Hugo, se encamina la humanidad. Pero no hay la menor duda, tampoco, de que Los Miserables es una de esas obras que en la historia de la literatura han hecho desear a más hombres y mujeres de todas las lenguas y culturas un mundo más justo, más racional y más bello que aquel en el que vivían. La mínima conclusión que de ello se puede extraer es que si la historia humana avanza, y la palabra progreso tiene sentido, y la civilización no es un mero simulacro retórico sino una realidad que va haciendo retroceder la barbarie, algo del ímpetu que hizo aquello posible debió de venir -sigue viniendo todavía- de la nostalgia y el entusiasmo que contagian a los lectores las gestas de Jean Valjean y monseñor Bienvenu, de Fantine y Cosette, de Marius y Javert y de quienes los secundan en su viaje en pos de lo imposible.
(La tentación de lo imposible. Mario Vargas Llosa)

No olvidaré nunca el invierno en el que leí Los Miserables, al igual que no olvida Mario Vargas Llosa el invierno de 1950 en el internado, invierno húmedo y ceniza, la rutina atontadora y la vida algo infeliz, ... en esas horas de lectura robadas a las clases y a la instrucción, que me trasladaban a un universo de flamígeros extremos en la desdicha, en el amor, en el coraje, en la alegría, en la vileza. La revolución, la santidad, el sacrificio, la cárcel, el crimen, hombres superhombres, vírgenes o putas, santas o perversas, una humanidad atenta al gesto, a la eufonía, a la metáfora. Era un gran refugio huir allí: la vida espléndida de la ficción daba fuerzas para soportar la vida verdadera. Pero la riqueza de la literatura hacía también que la realidad real se empobreciera.
Cada lector, pues, da su versión, una versión enriquece a otra, el escritor consagrado da su lección al bloguero encadenado a las mismas lecturas.
Luego están las versiones que he visto últimamente, la serie interpretada  por Gerard Depardieu como Valjean y John Malkovich es mala, sin más, no es posible que una novela que tiene tan buena trama pueda ser adaptada tan pésimamente. No tiene pies ni cabeza, el niño Gavroche, por ejemplo, tiene la misma edad todo el tiempo de la ficción. Primero sale algo mayor que Cosette, y cuando esta crece, se desarrolla y ya es toda una mujercita, Gavroche sigue siendo el pillo de diez años. Se supone que es una superproducción, menudo elenco de actores... Cosette está muy bien aquí, pero no es Cosette, no es la inocente y pura Cosette, ¡ay, que me la han cambiado! Cosette, en esta película, es una seductora. Y se sacan, para colmo de mis dolencias, un enamoramiento erótico de Jean Valjean por Cosette, cuando en la novela se deja bien claro que Jean Valjean lo es todo para ella, padre, madre, hermano, amigo, pero nunca enamorado, más que nada porque Valjean es casto, más que casto asexual. Mario, si cabe, es más tonto aún que en la misma novela. Lo único memorable es John Malkovich como Javert, siempre elegante, hasta en el suicidio.
Igual de infiel al espíritu de la novela pero de mejor calidad, más digna, es la película de Bille August para el cine. En dos horas no se pueden meter milquinientas páginas. Si yo en el post que escribí sobre Los Miserables decía que a Mario podría Hugo habérselo ahorrado y repartir su papel entre otros personajes, Bille August hace lo contrario, y vemos a Mario haciendo de sí mismo y de Enjolrás, varios personajes en uno sólo, el tortolo enamorado y el líder e idealista revolucionario. Y eso que en la novela, palabrita de Hugo, Enjolras es tan asexual como Valjean, y sólo se le conoce una amante: La Patria.
A mí, más que La Patria, me pone La Libertad, que va con su primaveral y alegórico torso desnudo.
Claire Danes como Cosette
En esta película Cosette sí es mi cosita, mi Cosette, aunque quizá demasiado llorona, ¿qué te ha hecho Bille August, Cosette, que lloras tanto? La Cosette de aquí es fiel al espíritu del personaje de Hugo, Claire Danes, que también diera vida a Julieta en aquel videoclip llamado película junto a un romeo Leonardo di Caprio. 

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