lunes, 6 de diciembre de 2010

Pide cerveza y basta de pensar ( y un relato de regalo)

En un café

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste más triste que un tintero
Triste no soy o si lo soy no sé
la maldita razón porque no quiero


He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste en las calles de mi raza
He vuelto a estar más triste que un quinqué
más triste que una taza


Estoy sentado ahora en un café
y mi alma late late
de sed de no sé qué
tal vez de chocolate


No quiero esta tristeza medular
que nos da un golpe traidor en una tarde
Pide cerveza y basta de pensar
El cerebro está oscuro cuando arde.
Carlos Edmundo de Ory



De inventarios, príncipes, ninfas y opúsculos.

 
En aquel capítulo de Lo Infraordinario que me tendió Hilvanes, el incombustible genio de combustible carbón incandescente Georges Perec procede a enumerar todo aquello que comió y bebió a lo largo de un año.
Yo puedo deciros sin engañaros ni mucho menos engañarme que más de un centenar de litros de cerveza entre mahou, guiness y variadas marcas blancas caen anualmente. También bebo mucho agua, leche, zumo de naranja como primer trago del día antes de enfilar los últimos pasos de la noche hacia el metro. Y vino.
Ayer probé un vino argentino en un restaurante semiescondido en el barrio de Aluche, que por si no lo sabíais es mi barrio, principado sin leticias ni veleros ni cuñados que le dan a la coca ni juegan al balonmano.
El argentino nos convenció para que lo probáramos: la botella estaba fría, pero el vino estaba en ese grado de frescura ideal para la pizza a la putanesca de verde guindilla que probé. De entrantes: empanada criolla y tarta de berenjenas. De postre pastel de chocolate para el último trago de vino. Fotos de actores italianos nos guardaban. Manteles de cuadros sustentaban los manjares. Un fondo de jazz nos recogía:



Yo estoy teniendo una tristeza sabiniana: melancolía urbana.
Aprendí a hacer inventarios de fachadas y azoteas en aquel verano en que soñé que era un acuamante que buscaba a la ninfa, y comenzaba así aquella aventura lírica del alma, cortazianamente:
¿Encontraría a La Ninfa?
Luego desperté en medio del sueño, cien veces loco por haberla contemplado desnuda, pues dice la leyenda que quien ve a la ninfa enloquece, y quien la ve desnuda muere. Y yo que la ví enloquecí y no morí. ¿Yo soy aquel sol negro y ansioso: Apolo laureado de infamias?
Ahora pasaremos a ver qué dice Quevedo sobre el tema.



Cabalgo cada mañana sobre yegua gallarda a la reconquista del reino que me fue arrebatado, luchando contra los ejércitos de la desolasión. A veces, cuando la tristeza que tan bien poetiza de Ory en el poema que encabeza este post gana terreno, entonces, como en la canción de Sabina: viajo a lomos de mi yegua sombría. Esta es la primera canción que amé de este juglar, y ya sabemos que el primer amor no se olvida. Nunca.
En mi opinión Sabina y Aute son los dos grandes juglares de esta tierra nuestra. Aute es como un Juan de Mairena, un cantor machadiano por filósofo, que en sus canciones va ensartando proverbios de sabiduría.

La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia,
pues el misterio se oculta detrás.

Hace años escribí un opúsculo en un cuadernillo-libreta de anillas con las tapas negras, en él iba yo en mi yegua luchando contra los ejércitos de la desolación, hacía pocos meses había estado leyendo el Así habló Zaratrusta de Nietchsze y el tono era similar. Hace más de tres años, antes de comenzar mi vida de bloguero inmarcesible, mi intención era hacer una especie de cuaderno, como un diario lírico.
Pero luego los locos se me amotinaron y todo fue anarquía.

De Quevedos, Dafnes y otras putas.

 
La claridad, belleza y luminosidad del Renacimiento es convertida en las opulentas formas del Barroco en ironía y obscuridad.
Lean estos sonetos, en que la bella ninfa Dafne deseada por Apolo no es más que una prostituta, y el genio de la ironía sentencia: si la quieres gozar, paga y no alumbres. Si queréis en otro post comentamos estos sonetos más detenidamente.

A Apolo siguiendo a Dafne


Bermejazo platero de las cumbres,
a cuya luz se espulga la canalla:
la ninfa Dafne, que se afufa y calla,
si la quieres gozar, paga y no alumbres.


Si quieres ahorrar de pesadumbres,
ojo del cielo, trata de compralla:
en confites gastó Marte la malla,
y la espada en pasteles y en azumbres.


Volvióse en bolsa Júpiter severo;
levantóse las faldas la doncella
por recogerle en lluvia de dinero.


Astucia fue de alguna dueña estrella,
que de estrella sin dueña no lo infiero:
Febo, pues eres sol, sírvete de ella.

Apolo y Dafne según el prerrafaelista Waherhouse.




A Dafne, huyendo de Apolo
"Tras vos, un alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
pues vais del Sol y de la luz huyendo.


Él os quiere gozar, a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro, pues no ladra, está muriendo.


Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas."


Esto la dije; y en cortezas duras
de laurel se ingirió contra sus tretas,
y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.

Amamos el Barroco, y diciendo Barroco decimos Quevedo, por desencantado a la vez que guasón. Y por su complejidad extrema, su permanente juego de frondosidades.
De Quevedo a los valle, los ramones, los umbrales... hasta llegar a este bloguero menor que les aplaude.
El otro día uno de los amigos akabaos comentaba que Umbral pasados unos años no sería casi recordado, si acaso como gacetillero.
-Mientras esté yo, se hablaré de él -le dije. Y no le hice pupa porque uno sólo se bate en duelo con una copa de más, y esa noche aún llevaba una copa de menos.
Decir que Umbral es un gacetillero es como decir que Quevedo hacía ripios burlescos: una blasfemia.
Y ahora sigamos con de Ory:

Dulzura colosal
Dulce mi miel de besos siemprevivos
Alma de almíbar y manosusurros
Te amoro terriblesco de gozo fugitivo
Todo se acaba y somos melarquía
Nos amamos nos manos nos imamos
Másmás en la lactancia ambrosíaca
drogadictos de mostos suculentos
Seres labiales ningún otro opio
no nos satisfará la boca calda


De "Miserable ternura"

Este fin de semana un taxista me contó una anécdota que he querido reciclar -por esto de la ecología- en cuento breve.
Luego de comentar el tema del día -la huelga de controladores- pasamos a invocar a las lluvias de hoy, y después me hizo inventario del tipo de gente que se le metía dentro -del taxi-.
-Hace un rato un tipo me contaba su noche, primero me dice: amo a las putas.

Amo a las putas. Cuento breve.

Amo a las putas.
Ellas me piden besos y abrazos, tiernamente.
Hoy he conocido a una singular, una búlgara de humor extraño, alegre, una cachonda. Con ella, además, he realizado uno de mis soñados fetichismos.
Muchacha esbelta de piel blanca y pelo negro, ojos rasgados y simpática carita. No se explicaba bien, me costaba entender lo que decía: más pendiente estaba yo de su entrepierna -y alrededores- y del ponte así que pagando me he ganado.
Bajamos a una salita con sofá cama blanco, todo muy higiénico, todo muy IKEA. Yo con mi cubalibre y mi purito, ella con sus licores contoneos y su nicotínica belleza: tan adictiva como dañina para mi moral.
Entramos, y ella se va un momento, tarda. Me descalzo, me quito mi jersey y me quedo en camiseta.
Bebo, fumo.
Aparece ella, se quita la tanga blanca -la tanga, así me lo dijo el sudamericano Virgilio que me llevó a estos purgatorios: chicas sólo vestidas con la tanga- y se abre ante una estufita pequeña y luminosa.
Ante mi estupefacción: calentándose el monte sin arboleda. Tengo frío, dice.
Entonces yo le ofrezco mi jersey de cuello vuelto, excitado por esa fantasía mía que veré consumada. Ella se lo pone. Charlamos.
Ante mi pregunta de si está a gusto en España me dice que sí, pero que hay cosas que no comprende: hay gente que pide limosna en las puertas de los supermercados cuando ella va a comprar, que le da mucha pena y que les da unas monedas, pero que luego les ve echando esas monedas en los bares en esas máquinas, que no son máquinas de tabaco. Tragaperras, le defino.
Luego se lo mira: ¿a que lo tengo pequeño? Pregunta. Le digo: yo la tengo pequeña. Me dice: tú estás casado. Acaricio sus senos: tienes las tetas pequeñas, como a mí me gustan. Ella me dice ofendida: no son pequeñas, es que estoy tumbada.
Mire usted, este jersey que llevo puesto, huele a ella, no lo lavaré en semanas, hasta que se pierda su aroma de fruta lozana. Ella lo ha llevado puesto: con esto ella entró en calor y yo ví realizada esta pequeña perversión. Y ahora gire en esa glorieta, hacia la izquierda, luego a la derecha, y todo recto.
¿Tienes novio? Pregunto. Ella me dice que no quiere novios. Le digo que volveré a verla otro día allí, me dice que libra los miércoles.
La imagino los miércoles, a la salida de los supermercados, ofreciendo mis monedas -sus monedas- a los mendigos, y luego mirando dentro de las cafeterías viéndolos derrochar en tragaperras.
Luego, arriba, termino en la barra mi cubata. Le cuento a otro la media hora con Elizabetha.
Ella, minutos después, pasa rápido por mi lado y se detiene un instante para dar un beso en mi mejilla que me desarma, y siento que ese segundo vale más que media hora de lujurias satisfechas.
Ese beso, señor, ha sido gratis, y ahora pare aquí, en esa ventana del tercero vivo yo, la luz está encendida, mi mujer o está leyendo o viendo tele.
Y a ver cómo le digo que no toque este jersey, que no lo lave.

Coda


Ayer, antes de ir a comer a ese restaurante Italo-Argentino, fui a sacar dinero del cajero, mojándome pues llovía. Cayó del bolsillo de mi abrigo una línea de papel con la palabra Pelo, y debajo dos símbolos chinos, junto a cada símbolo dos palabras: tóu y fa. A la vuelta, su interpretación y unos números de la suerte:
Amor es la única medicina para un corazón dolorido.Números de la suerte: 6, 8, 11, 14, 16, 43.

2 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Usted sí que parece Antonio Machado y no Aute, sacando de los bolsillos papeles, y llevando cuadernos con opúsculos. Con sus pies mojados por la lluvia, leyendo filosofía y a quien los locos se le amotinan. Putas, decían que frecuentaba don Antonio en Huelva. Seguro que usted, como don Antonio, sabios siempre distraidos, alguna mancha adornó su chaqueta. Y seguro que también como a don Antonio, alguna vez deja caer la ceniza de sus cigarrillos sobre sus raidos pantalones, que así eran los del insigne poeta castellano.

Y como poeta, seguro que bebe usted café...

Estoy sentado ahora en un café
y mi alma late late
de sed de no sé qué
tal vez de chocolate

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Algún día hablaré de un amigo dominicano que tuve en el pueblo adonde íbamos, un buen amigo con el que compartí muy buenas veladas: su madre había sido prostituta en el pueblo, y se casó con uno de allí. No se avergonzaba de ello, hablaba con total naturalidad de su madre y su pasado.
Yo soy el tío lamparillas, un desastre, muy torpe.
A veces me recuerdo a Machado por todo ello, es cierto.
Y como Cantinflas estoy siempre con los pantalones bajos.
En el libro de Rafael Reig Manual de Literatura para caníbales creo que se hablaba de la envidia que le tenían por ello, porque siendo un desastre, y usando los dedos para medir sus versos como un colegial, escribía los mejores poemas.
En la universidad sin embargo decían que me parecía a Guillermo, porque ofrecía a mis compañeras caramelos de regaliz con pelusillas, pero se los comían igual, por eso de la aventura.
Café bebo cuatro al día, no me pone nervioso casi, me despierta tan sólo, me mantiene alerta. El té sin embargo me da el mal de San Vito.
Me gusta de Ory, con él me ha pasado algo similar a lo que me pasó con Cirlot hace casi dos años, y con Carlos Marzal hace un tiempo.
Con Cirlot fue un deslumbramiento, un flechazo, de él todo lo que leía me gustaba.
Marzal tiene unos poemas valiosísimos, llenos de ritmo, con una manera de versificar las cosas, la vida, que me gusta.
Y de Ory: rompe, libera, es un poeta que ante todo me parece liberador desde el tratamiento del verso a su visión del mundo.
"Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
alienta.
Carlos Marzal"